Abordaje clínico: duelo normal y duelo patológico. Clínica (tres etapas)

El tema del duelo normal y el duelo patológico, sus modos de presentación en el envejecimiento y su abordaje clínico.
(Chapot, Sara L, Mingorance, Daniel L.)

Clínica
Todo proceso de duelo normal está acompañado del afecto correspondiente: la pena o la tristeza. Salvarezza explica que, «Como este afecto particularmente doloroso es muy
difícil de tolerar, tanto en uno mismo como en los demás y siendo la manifestación
fenoménica que predomina, muy fácilmente podemos caer en el error de atribuirle la
calidad de patológico, de confundir síntoma con estructura y estar tentados de
intervenir para modificar su evolución natural». (Salvarezza, 2002a)
El duelo, según Freud, se conforma por tres etapas: de negación; de identificación y de
reconexión. (Freud, 1917)

Duelo Normal

Primera etapa:
Se manifiesta con agitación, llanto, protestas, desasosiego y negación de la pérdida.
Dentro de las conductas defensivas maníacas, adquiere preponderancia la negación.
Muchas de sus acciones están dirigidas hacia el objeto perdido, pero se ven frustradas
por la ausencia del mismo.
El sujeto hace esfuerzos, a veces inconscientes, por recuperar al objeto. Busca encontrar
culpables en el objeto mismo, en el médico y finalmente suele responsabilizarse a sí
mismo. Expresa ingratitud hacia los que tratan de consolarlo. Necesita sentir el dolor.
“Cuando a veces me acuesto aún me parece que siento el calor de tu cuerpo y si doy
una vuelta y me roza la sábana, me parece que es tu mano que acaricia mi frente. Y a
veces me despierto en la mitad de la noche y me quedo asustado de que no estés allí,
hasta que me doy cuenta que tu me has dejado, que me estás esperando, hasta que Dios
quiera llevarme contigo.” (Burdeos Cortés)
Apenas la persona toma noticia que el objeto externo o equivalente ha dejado de existir
por medio del examen de realidad, es convocada para el desasimiento de la investidura
libidinal existente. Habitualmente el mismo no puede ser realizado de forma inmediata
y en el caso de las personas viejas tiene el agregado que la libido estuvo depositada
sobre algunos objetos por largas décadas. Esto produce, que inmediatamente a la
pérdida, el sujeto entre en un estado de desequilibrio, sintiendo perplejidad y
descreimiento.

Segunda etapa:
Persiste la desesperanza, la conducta se desorganiza, hay descuido en el vestir, en el
aspecto personal, se desatiende el cuidado por la propia salud. Es el momento donde se
manifiestan los trastornos en la alimentación y en el dormir.
En esta fase hay una aceptación de la pérdida. La tristeza y la aflicción aparecen en toda su magnitud.
El sujeto está sumido en interminables recuerdos asociados a lo perdido y su monotemática conversación gira en torno de ellos. Siente que el mundo no tiene sentido sin el objeto amado. Se retrae, no acepta salir, nada lo distrae.
“A veces, cuando no me ve nadie, me levanto de puntillas y sin hacer ruido saco un camisón tuyo que tengo escondido en el fondo de un cajón y lo extiendo en la cama a mi lado y duermo tranquilo y feliz, pues ya no estoy solo, pero a la mañana siguiente tengo que volver a esconderlo, sin que nadie lo vea, como si fuese un pecado, pues dirían que estoy loco.” (Burdeos Cortés)
Para consumar el alejamiento reclamado por el examen de realidad y volver a tener la
libido disponible, el Yo debe incrementar la relación con los objetos internos que hayan
estado ligados al objeto perdido.
Ese incremento se presenta, por momentos, como una identificación. De esta manera se
incorporan gestos, atributos o actitudes del objeto amado. Este fenómeno se acompaña
de un desinterés o una ruptura con el mundo externo.

Tercera etapa
La incorporación de nuevos fines, intereses y relaciones marca la finalización del
proceso. Si bien pueden permanecer cierto grado de conductas orientadas al objeto
perdido, con el paso del tiempo, y la elaboración correspondiente, el sujeto doliente,
siente que los recuerdos son cada vez más lejanos y aparecen menos frecuentemente.
La relación con los objetos internos se va debilitando y el sujeto va siendo capaz de
reestablecer la conexión con los objetos del mundo exterior que en las etapas anteriores había abandonado. Empieza a estar en condiciones de conectarse con otro nuevos. Sus recuerdos se hacen más lejanos y espaciados. Su conversación empieza a abordar otros
temas y el interés por las actividades que anteriormente eran habituales es recuperado.
Comienza a salir y acepta distraerse. Retoma hábitos de cuidado personal.
Puede observarse como una característica en nuestra cultura cierta premura en algunos
hombres para el establecimiento de una nueva pareja. Si bien por un lado puede dar la
impresión de una salida maníaca, muchas veces nos encontramos con que en el nuevo
vínculo se terminan de cerrar las heridas de la tercera etapa que habían quedado pendientes.
Algunas condiciones objetivas pueden hacer un poco más difícil este movimiento de
reinvestidura. Para las mujeres añosas, por ejemplo, el encuentro de una nueva pareja se
ve dificultado por circunstancias sociales. La demografía muestra de manera
indiscutible la disminución de la tasa de masculinidad a medida que se consideran los
grupos de mayor edad en nuestra sociedad. Esto ya es notable a partir de los 60 años y
mucho más a partir de los 75. (INDEC, 2001)
“Me interesaba por el mundo que me rodeaba y los achaques de la edad no podían
conmigo. Tenía un espíritu joven aunque mi cara estuviese surcada de arrugas, pero
ahora (…) ya casi no nos quedan amigos ni parientes, pues, poco a poco todos se han
ido yendo y en esta nueva generación yo ya no tengo sitio.” (Burdeos Cortés)
Mishara y Riedel enumeran siete características en el proceso de duelo refiriéndose
especialmente a la pérdida de la pareja. (Mishara, 1986)
1. Al enterarse de la pérdida el sujeto empieza por negarla o rechazarla.
Posteriormente la acepta, primero a nivel intelectual y después a nivel emocional.
2. Una vez aceptada la pérdida el sujeto experimenta un sentimiento desagradable
semejante al miedo o a la angustia ante la perspectiva del porvenir sin la presencia del objeto perdido.
3. Aparece el deseo de volver a ver al ser querido desaparecido y se recuerdan
hechos del pasado referentes al difunto.
4. Se expresa cólera y se presentan sentimientos de culpa.
5. Se presenta además el sentimiento de haber perdido algo de sí mismo o de haber sido mutilado.
6. Se describen también fenómenos de identificación con el objeto desaparecido.
7. Este punto se refiere a las variantes del proceso de duelo tales como una reacción excesiva o muy prolongada; o bien respuestas inhibidas o sólo expresadas de manera indirecta.

Duelo patológico

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