El carácter cambiante del adolescente, la constante proyección e introyección y su capacidad de adaptarse (en términos de Hartmann) son todos procesos característicos y necesarios en este ser. La personalidad del adolescente ha sido descrita “como “esponjosa” y es gracias a esta característica que el adolescente se asemeja al niño en su capacidad de introyectar nuevos contenidos a su yo, sin embargo se diferencia del niño ya que el adolescente posee un filtro mayor ante estas experiencias que experimenta, es decir, tiene la capacidad de seleccionar dichas experiencias y a su vez de acomodarse a su conveniencia a estas.
Igualmente esta personalidad de ser permeable y susceptible de nuevos elementos también se vera en el peligro de caer en la alienación por la información que recibe del medio. Es ante esta experiencia que el adolescente puede actuar con los recursos adquiridos en el proceso de separación – individuación y que lo hacen susceptible de adaptarse y a la vez conservar su identidad.
En este orden de ideas, la adaptación no solo se referiría a el proceso que afronta el sujeto adolescente frente a su ambiente, frente a lo que lo afecta e interviene, sino también, frente al
conjunto de acomodaciones internas que tiene que realizar este para adaptarse a su cuerpo aun en cambio y al cual se debe integrar, esta integración con su identidad lo hará tener la capacidad de utilizar el cuerpo posteriormente como un vehículo para la expresión y desplazamiento en el mundo, “Solo cuando el adolescente es capaz de aceptar simultáneamente los dos aspectos, el de niño y el de adulto, puede empezar a aceptar en forma fluctuante los cambios de su cuerpo, y comienza a surgir su nueva identidad.”
Este proceso de adaptación que realiza en sujeto a lo largo de su vida, y en particular en su adolescencia, se ve marcado por las renuncias que tiene que hacer y las perdidas que debe afrontar, es en este punto donde la elaboración de duelos se convierte en una parte fundamental de su proceso de formación de la identidad.
“Vivir implica necesariamente pasar por una sucesión de duelos. El crecimiento en si, el pasaje por una etapa a la otra implican perdidas de ciertas actitudes, modalidades y relaciones que, aunque son sustituidas por otras mas evolucionadas, impactan al yo desencadenando procesos de duelo que no siempre son suficientemente elaborados.” (GRINBER. Identidad y Cambio).