Anna Freud. El yo y los mecanismos de defensa (síntesis de los capítulos I al VI)

Anna Freud. El yo y los mecanismos de defensa (síntesis de los capítulos I al V)

Dra. Maricela Aranda Torres
Elaboró: Mario Sánchez Tapia

Fuente: Anna Freud. El yo y los mecanismos de defensa. E. Paidos. España. 1980. 1º reimpresión

Anna Freud comienza con una crítica a aquellas corrientes psicoanalíticas que no ponderan la
adaptación al mundo exterior, el valor de los conceptos de salud y enfermedad o de virtud y vicio
y se centraba únicamente en los impulsos reprimidos, en las fantasías y los afectos. Exalta la
visión de un yo que podría evaluar la conveniencia e inconveniencia de lo que procede del ello.
Sostiene que la terapéutica psicoanalítica ha obligado a modificar esas faltas de valoración, que
si algún sentido tiene investigar el ello es que esta sirva para restablecer la integridad del yo.
La denominación de psicoanálisis debe reservarse para los nuevos descubrimientos de la vida
psíquica inconsciente, es decir del conocimiento de los impulsos instintivos reprimidos de los
afectos y fantasías. La teoría psicoanalítica fue ante todo una psicología del inconsciente o del
ello, pero aplicada a la terapéutica, su objeto de estudio fue el Yo y sus perturbaciones. La
investigación del ello y sus diversas maneras de actuar siempre constituyeron sólo el medio para
lograr el fin.
La tarea del psicoanálisis consiste en adquirir el mayor conocimiento de las tres instancias
constitutivas de la personalidad psíquica, así como de su relación entre sí, y con el mundo
externo.
En lo que respecta al yo entraña el estudio de sus contenidos, sus límites y funciones, y la
historia de su relación con el mundo exterior, con el ello y el superyo bajo cuyas influencias se ha
formado.
El conocimiento del ello solo puede adquirirse gracias a los derivados que pasan a los sistemas
preconciente y conciente. El superyo es distinto sobre todo porque sus contenidos son
conscientes, y accesibles directamente a la percepción intrapsíquica. El superyo se desdibuja
cuando entre él y el yo hay armonía, y se deja sentir cuando enfrenta al yo críticamente. Nada
hay en el impulso mismo, nada que sea molesto o peligroso para el yo, nada hay en el yo que se
oponga específicamente al ello, el rechazo yoico de los impulsos del ello no tiene otra razón que
la angustia del yo ante el superyo que tiñe la realidad exterior de prohibitiva y al impulso instintivo
de peligroso.
Muestra un yo determinado por la angustia ante el superyo, que se le aparece como amenaza
proveniente del mundo exterior. Ahí está la fuente de la neurosis, ligada al estancamiento, a la
imposibilidad de satisfacción de impulsos libidinales y agresivos por obra de recursos
automáticos disparados por un yo sumiso.
Se cuestiona y critica a la educación y a la influencia parental, se pregunta por qué no es posible
constituir un superyo más flexible.
Dirige a la realidad exterior, a los padres reales y a la instancia educativa una crítica y les otorga
estatuto decisivo en la conflictiva del yo.
La salud es una situación difícil de observar, porque la fuerza invasora del ello sucumbió y el
reposo anímico domina.
La terapéutica se dirige al yo, observa al yo que es a su vez su propio observador y el que
cumple una función de control intrapsíquico.
El yo funciona a proceso secundario así como el ello a primario y a puro principio de placer.
Entiende la represión como la definitiva aniquilación del impulso del ello por el yo. En la neurosis
retorna «el material reprimido».
Da mucha importancia a la formación reactiva, dice que es una protección permanente del yo
contra el ello y lo relaciona con los descubrimientos de Reich del carácter. Dice que cuando la
formación reactiva fracasa, se ve en acción simultánea tanto al impulso que generó la defensa
como a la defensa misma.
Esta simultaneidad dura poco, porque el yo tiende a la síntesis. De modo que no tarda en surgir
el conflicto y de ahí hay un paso a la represión o a la formación de compromiso.
¿Con qué cuenta el analista observador para analizar el ello?
La tarea es hacer conciente lo inconsciente sea cual sea la instancia intrapsiquica a la que
pertenece, y el analista dirige su atención a las tres instancias de manera objetiva e igualitaria.
Desde este punto de vista el analista es el colaborador de los elementos reprimidos del ello. Pero
también desempeña para el Yo un papel perturbador de su trabajo ya que va descubriendo las
represiones ejecutadas y destruye formaciones de compromiso cuyo efecto era patológico pero
que la modalidad había sido aceptada por el Yo, de tal forma que las instancias del yo
consideran peligrosos los propósitos del analista.
Sin embargo puede haber otra alternativa cuando el yo funciona como aliado del analista en
tanto ejerce la autoobservación poniendo su capacidad al servicio del análisis a través de los
derivados inconcientes llegados a sus terrenos, procura una visión de las otras instancias.
Ahora bien el yo puede funcionar como adversario del análisis en tanto que en la
autoobservación se conduce con parcialidad e inseguridad, y mientras al paso que registra y
trasmite con fidelidad hechos falsifica y rechaza otros, escudándose contra sus manifestaciones.
Finalmente el mismo yo es objeto de análisis en tantos sus mecanismos de defensa funcionan
de manera inconsciente y solo mediante un laborioso esfuerzo son llevados del inconsciente a la
conciencia.
Todo material que sirve para la investigación del análisis del yo, surge en la técnica
psicoanalítica bajo la forma de resistencia. El analista utiliza la libre asociación del paciente, la
defensa del yo frente a los instintos adopta la forma de oposición directa a la propia persona del
analista.
Junto a las resistencias del yo existen las resistencias de la transferencia que tienen su fuente en
los impulsos de repetición, por lo tanto no resulta ser tan válido hablar de que las resistencias
sean el resultado de una medida defensiva del Yo pero si ocurre que toda defensa del yo contra
el ello pude considerarse como una resistencia contra el trabajo analítico.
El yo combate con los derivados del ello que intentan introducirse a su territorio para aflorar a la
conciencia y obtener así su gratificación, también despliega una defensa contra los afectos
asociados a los impulsos instintivos, sea amor, nostalgia, celos, resentimiento, dolor o aflicción lo
que acompañe al deseo sexual, o sea odio, cólera y rabia lo que se asocie al impulso agresivo.
Ciertas actitudes corporales como la rigidez y la tiesura o la cierta peculiar manera ser, una
sonrisa estereotipada, un comportamiento burlón, irónico o arrogante son residuos de antiguos
procesos defensivos que se han transformado en rasgos permanentes del carácter. W. Reich
Los síntomas neuróticos aparecen como modos de fijación de mecanismos defensivos. El papel
del Yo en la formación de aquellos compromisos denominados Síntomas, consiste en el uso
invariable o fijación de un especial método de defensa erigido contra una particular exigencia
instintiva.
Ahora bien el terapeuta logra analizar al ello y sus funciones por medio de tres vertientes que
ubica como: a.- aquellos símbolos que son constantes y universales, b.- Los actos fallidos que
son irrupciones del ello, c.-y la transferencia, que responde a la necesidad de repetir impulsos
que nos permiten ver las tempranas vinculaciones con el objeto, y que son reeditados por el
paciente en el aquí y ahora de la relación con el analista.
De este último aspecto se transfieren: 1.- Los impulsos libidinales, es decir impulsos que
emergen del ello y sentimientos antiguos, derivados del Complejo de Edipo y del Complejo de
Castración.
La técnica es descubrir el valor infantil de aquello que se transfiere, volver el pasado a su origen
y librar el presente al yo de los embates del pasado. El camino es ir desde el yo hacia el ello,
desmontar el impulso.
2.- Las defensas: o sea reacciones a impulsos tempranos – impulsos que no tienen entrada
porque son sustituidos por la reacción ante ellos.
Es necesario primero atender al mecanismo defensivo en acción. Ahora es necesario y a la
inversa, es decir del ello al yo, y es posible seguir el camino del instinto y sus transformaciones.
Se puede descubrir así un impulso agresivo reprimido por una defensa del yo surgida
inicialmente cuando ese impulso apareció por vez primera en la infancia. En este caso no sólo se
llena como en el primero una laguna del recuerdo, es posible tener acceso a la historia del
desarrollo del yo, a la historia de cómo el yo fue resolviendo el embate del impulso del ello.
3.- La actuación en la transferencia: Estas revelan las proporciones de los componentes de la
estructura psíquica del paciente. Se detectar en ellas la energía de la que están dotada las tres
estructuras el ello, el yo o el superyo. Es una muestra de los aspectos absolutos y relativos de la
síntesis psíquica. Es el momento donde el analista puede observar más nítidamente pero
también el momento donde menos puede operar técnicamente.
Ahora bien técnicamente, la interpretación de la actuación en transferencia tiene poco valor.
Hasta aquí analizar los «derivados del ello» es cualitativamente distinto según se enfrente el
analista en la transferencia a: sustitutos anacrónicos, defensas o a actuaciones.
El análisis del yo ha cobrado importancia a partir del descubrimiento de que el yo es fuente
indudable de las resistencias, no coincide con la conciencia, y que el accionar del yo es en
buena medida inconsciente. Por otra parte preciso entonces analizar al ello y sus derivados
como al yo y su oposición al ello. En muchos casos sólo el análisis de las operaciones
defensivas inconscientes del yo permiten reconstruir el camino de la deformación de un impulso
instintivo.
No considera bueno un análisis que sea exclusivamente análisis del ello y sus derivados, ni un
análisis que sea exclusivamente análisis de las resistencias, ni tampoco exclusivamente de la
transferencia. Es decir el peligro está en la unilateralidad del análisis.
Cuestiona el funcionamiento infantil a la luz de contradicciones que hay entre éste y lo que sería
de esperar. Aquí hay patrones externos indicadores de normalidad o patología y por esta vía se
encuentra diciendo que el niño no es tan transparente: Cuando se realiza un deseo esperado en
lugar de alegría hay expectativa de castigo, o cuando se impone una postergación, en lugar de
mostrar decepción el niño muestra indiferencia, cuando nace un hermano hay ternura excesiva
en vez de celos. Esos son indicadores conductuales de que el niño padece angustia de
castración y esa es la manera del yo de defensa ante ella. En estos casos en que la conducta
infantil no responde a lo esperado hay que suponer que la resistencia está distorsionando la
dirección del impulso (del ello) y la tarea analítica es la misma con los niños que con los adultos,
es decir hacer consciente la resistencia y la defensa para neutralizarlas.
Para A: Freud el inconsciente es: 1.- fuente de determinaciones, en este sentido el ello y sus
mociones son «inconscientes» y también las representaciones y los afectos que ellas activan. 2.-
una operación de la que no hay posibilidad de percatarse, en ese sentido vemos a los
mecanismos que permiten al yo sin que se entere, rechazar o tornar inofensivo al ello y sus
mociones.
De esta forma el acento recae sobre el yo y sus defensas. Son estrategias o recursos que se
descubren como factor común ante el impulso y ante el afecto a él ligado, y que se descubren
también vigentes en la formación de síntomas y las resistencias al análisis. Podemos decir que la
defensa «está en la base de todas esas formaciones».
Ignorados por el yo actúan recursos para tornar desarmado al ello, al afecto a él ligado, a las
representación que él lleva, a las dificultades del avance hacia la cura cuando está acercándose,
los denominó «mecanismos» o defensas, que operan de distinto nivel (en realidad salvo el
desplazamiento son destinos pulsionales lo que llama mecanismos) la represión (que supone
tramitación y desplazamiento) el desplazamiento, transformación en lo contrario (que es más
bien un destino reactivo), recursos que se oponen tanto a la emergencia del impulso o a la
liberación de los afectos que los impulsos ponen en marcha.
El síntoma es así una resistencia local paralizada ante un específico impulso del ello, una
defensa estancada, el carácter es una coraza, una armadura que constriñe en nombre de la
defensa contra los impulsos del ello, la célula del yo, que la pone a trabajar contra el ello en lugar
de operar hacia el mundo.
Los síntomas neuróticos aparecen como modos de fijación de mecanismos defensivos. El
papel del yo consiste en el uso invariable o fijación de un especial método de defensa, erigido
contra una particular exigencia instintiva, que se repite exactamente con el retorno estereotipado
de la misma exigencia. Ciertas neurosis guardan relaciones estables con determinado tipo de
defensas, por ejemplo la histeria con la represión y la neurosis obsesiva con el proceso de
aislamiento y anulación. Esta misma conexión aparece con los afectos a ellos ligados.
Los pacientes histéricos utilizan especialmente la represión. Por ejemplo calla, reproduciendo
con ello en sus asociaciones la misma irrupción que tuvo lugar en su proceso instintivo en la
formación del síntoma. La resistencia del neurótico obsesivo es diferente no calla, por el
contrario habla aunque se encuentra en resistencia, pero ha roto la conexión entre sus
asociaciones y al hablar aisla la idea de sus afectos.
Para Anna Freud la defensa es la protección del Yo contra las exigencias instintivas, el
significado queda constreñido al de un método particular de defensa. Es en Inhibición Síntoma y
Angustia, donde después de su «sustitución» por la idea de represión, S. Freud restaura la noción
de defensa. A. Freud, sostiene la afirmación según la cual la represión es un modo específico de
defensa, y que en otras patologías se descubren métodos de defensa diferentes (en este caso la
formación reactiva, el aislamiento y la anulación). Así, represión, regresión, formación reactiva,
aislamiento, anulación, proyección, introyección, vuelta contra la propia persona y transformación
en lo contrario así como la sublimación arman la cartera defensiva.
Para A. Freud, son defensas indudables y constitutivas para la introyección y la proyección. Al
igual que su padre piensa en el yo como función de dominio de las pulsiones. En Freud se puede
observar un discurso que nos muestran al yo más como controlado que controlador de la pulsion
y de los mecanismos que le salen al paso.
Técnicas como el aislamiento y la anulación se hallan junto a procesos instintivos reales tales
como la regresión, la conversión en el contrario, la vuelta contra sí mismo. Unos son capaces de
dominar grandes cantidades instintivas o afectivas, otros únicamente cantidades insignificantes.
La represión combate ante todo deseos sexuales, otros métodos defensivos se emplean contra
los impulsos agresivos, tal vez estos combaten lo que la represión no logró dominar o dejó
inconcluso, o lo que retorna de la idea prohibida cuando la represión fracasa.
El aparato anímico emplea antes de la disociación del Yo y del ello y aun de la formación del
superyo, métodos de defensa distintos de los que pone en práctica, una vez alcanzadas estas
fases de su organización, la represión exige un yo conciente; en tanto el yo está confundido con
el ello carece de sentido hablar de represiones.
Los métodos de retención y expulsión de una idea o de un afecto fuera de la proyección y de la
introyección dependen de la separación entre el Yo y el mundo externo. La introyección solo será
de beneficio para el Yo cuando le queda claro que le pertenece a este y no al mundo externo.
La sublimación, es decir el desplazamiento de la dirección del objeto instintivo hacia uno de
valor social más elevado, presupone la aprobación o por lo menos el conocimiento de tales
valores, es decir la existencia de un superyo.
Procesos como la regresión, la trasformación en lo contrario, y la vuelta contra sí mismo
probablemente sean independientes del grado estructural psíquico alcanzado y tal vez son tan
antiguos como los instintos o como el conflicto.

CAPITULO VI.- LA NEGACIÓN EN LA DEFENSA