RENÉ DESCARTES
Tratado de LAS PASIONES DEL ALMA (1649)
PRIMERA PARTE
DE LAS PASIONES EN GENERAL Y ACCIDENTALMENTE DE TODA LA NATURALEZA DEL HOMBRE
Art. 34. Cómo obran una contra el otro el alma y el cuerpo.
Concebimos, pues, que el alma tiene su sede principal en la pequeña glándula que está en medio del cerebro, de donde irradia a todo el resto del cuerpo por medio de los espíritus de los nervios y hasta de la sangre, que, participando de las impresiones de los espíritus, las puede llevar por las arterias a todos los miembros; y recordando lo dicho antes sobre la máquina de nuestro cuerpo, es decir, que los hilillos de nuestros nervios están de tal modo distribuidos en todas sus partes que, en los diversos movimientos que en ellos provocan los objetos sensibles, abren diversamente los poros del cerebro, y esto hace que los espíritus animales contenidos en esas cavidades entren diversamente en los músculos, mediante lo cual pueden mover los miembros de todas las diferentes maneras como estos pueden ser movidos, y también que todas las demás causas que pueden de diversas maneras mover los espíritus bastan para conducirlos a diversos músculos, añadamos aquí que la pequeña glándula que es la sede principal del alma está de tal modo suspendida entre las cavidades que contienen estos espíritus que puede ser movida por ellos de tantas maneras diferentes como diferencias sensibles hay en los objetos; pero que puede también ser diversamente movida por el alma, la cual es de tal naturaleza que recibe tantas diferentes percepciones como diversos movimientos se producen en esta glándula; y recíprocamente, la máquina del cuerpo está constituida de tal modo que, por el simple hecho de que esta glándula es diversamente movida por el alma o por cualquier otra causa que pueda serlo, impulsa los espíritus que la rodean hacia los poros del cerebro, que los conducen por los nervios a los músculos, mediante lo cual les hace mover los miembros.