Blanchot y la filosofía: Imposibilidad recuperada, imposibilidad irrecuperable

La pasión de la pregunta. Blanchot y la filosofía

Sergio Espinosa Proa
Maestría en Filosofía e Historia de las Ideas
Universidad Autónoma de Zacatecas

Imposibilidad recuperada, imposibilidad irrecuperable
Un hegelianismo sin totalización — y sin teleología. Para Blanchot, la muerte es radical, lo que significa ante todo que es radicalmente irrecuperable. Ni el arte, ni la filosofía, ni la historia pueden incorporar la finitud de una manera productiva. La ausencia nunca se trae a la presencia —no hay posibilidad de parousía—, el afuera nunca es englobado por un adentro (no hay posibilidad de que llegue a ser apropiada por un sujeto). Pero esta constatación no tiene porqué conducir a la parálisis, o a la desfalleciente asunción de un fracaso imprescriptible.
Que sea irrecuperable es, como hemos visto al filo de Kafka, una garantía para la salud, la posibilidad misma de la libertad. ¿Cómo comprender cabalmente esto?
“La soberanía estaba en la muerte”, concluía Blanchot su ensayo introductorio a Kafka, “la libertad estaba en la muerte” (40).
La muerte es el afuera del lenguaje — y del pensamiento. Nunca “comienza”, pero ella es el origen, la fuente del lenguaje. La palabra repite incansablemente la impracticable travesía de Orfeo: “Como si sólo la literatura hiciera brillar a la luz del día lo que, de otro modo, estaría radicalmente perdido en las garras de la muerte, todo el movimiento de escribir aspira la presencia permanente que habría de verificarse al final de la historia, en que el espíritu del mundo contemplaría su poder absoluto, y que sólo sería el poder de percibir los ecos de todas las palabras del mundo” (41).
No hay juicio final. No hay fin.
Pero, ¿porqué no es este reconocimiento el equivalente de un abandono o la condición absoluta de
toda indiferencia? ¿Palpita en esta irrecuperable mortalidad una promesa hacia atrás, la sospecha de que entre las cosas y nosotros, antes de que hubiese “cosas” o “nosotros”, existía algo como una proximidad silenciosa?
¿Cómo sería la tierra antes de que una mirada la registrara? ¿Cómo aparecería el mundo sin un sujeto que lo aprehendiese? ¿Cómo, en resumidas cuentas, decir lo que el decir anula, ver eso que la mirada, por mirar, oculta?
¿De qué manera existir en (con) la muerte y la ausencia de Dios?
La muerte de Narciso, ¿abre para los hombres la posibilidad de una comunidad de “espíritus libres”,
o, por el contrario, muestra la imposibilidad de pertenecer a la comunidad y al mismo tiempo afirmar la libertad?
Ser humanos es estar condenados al exilio. Un exilio del paraíso, un interminable extrañamiento respecto de sí mismos. Y una escritura en la que resuena, traumática, la noticia, la huella de esa imposible expulsión.

Continúa en ¨La semiosis infinita¨

Notas:
40- M. Blanchot, “La literatura y el derecho a la muerte, loc. cit., p. 41
41- Cf. J. L. Villacañas, “La filosofía francesa entre la literatura y el poder”, cap. XIII de la Historia de la-filosofía contemporánea, Akal, Madrid, 1997, p. 293