Obras de M. Klein: Contribución a la psicogénesis de los estados maníacos-depresivos (1935) Parte II

En su primera infancia habla atacado a sus padres reales, en fantasía, con excrementos venenosos y los habla molestado en sus relaciones, defecando. La diarrea había sido siempre algo muy terrorífico para él. Junto con estos ataques a sus padres reales, toda esta guerra se hizo internalizada y amenazaba su yo con la destrucción. Puedo mencionar que este paciente recordaba en su análisis que alrededor de los diez años tuvo la sensación definida de que tenía un hombrecito dentro del estómago que lo controlaba y le daba órdenes, las cuales el paciente tenía que ejecutar, aunque siempre eran malas y equivocadas (similares sentimientos tenía respecto a su padre real). Cuando el análisis progresó y su desconfianza hacia mi disminuyó, el paciente se preocupó mucho por mí. A X siempre le había preocupado la salud de su madre, pero no había podido desarrollar un cariño real hacia ella, aunque hacía lo posible por complacerla. Ahora, con su interés por mí, ocuparon el primer plano sentimientos fuertes de amor y gratitud, junto con sentimientos de desvalorización, dolor y depresión. El paciente nunca se había sentido realmente feliz, su depresión se había extendido, podría decirse, sobre su vida íntegra, pero no había sufrido verdaderos estados depresivos. En su análisis pasó por fases de profunda depresión, con todos los síntomas característicos de este estado mental. Al mismo tiempo, los sentimientos y fantasías relacionados con sus dolores hipocondríacos cambiaron. Por ejemplo, el paciente sintió la ansiedad de que el cáncer le perforara la mucosa de su estómago. realmente quería protegerme a mí dentro de él -en realidad la madre internalizada-, que creía estaba siendo atacada por el pene del padre y por su propia voracidad (el cáncer). Otra vez el paciente tuvo fantasías relacionadas con trastornos físicos producidos por una hemorragia interna de la cual moriría. Se hizo claro que yo estaba identificada con la hemorragia: yo representaba la sangre buena. Debemos recordar que, cuando dominaban las ansiedades paranoides y yo era tomada principalmente como perseguidora, había sido identificada con la sangre mala que estaba mezclada con la diarrea (con el padre malo, los padres malos unidos). Ahora yo representaba la preciosa sangre buena – perderla significaba mi muerte, lo que implicaría su muerte-. Se hizo claro que el cáncer a quien él responsabilizaba por la muerte de su objeto amado, así como por la suya propia, y que representaba al pene malo del padre, ahora más que nunca era identificado con su propio sadismo, especialmente con su voracidad. Es por eso que se sentía tan desvalorizado y tan desesperado. Mientras predominaron las ansiedades paranoides y prevaleció la ansiedad de sus malos objetos unidos, X sólo sentía ansiedades hipocondríacas por su propio cuerpo. Cuando la depresión y el dolor empezaron, el amor y el interés por el objeto bueno se colocaron en primer plano (y del mismo modo, en la situación transferencial, su preocupación por mí y luego por su madre real), y el contenido de ansiedad, así como todos los sentimientos y defensas, se alteraron. En este caso, así como en otros, he encontrado que los temores y sospechas paranoides eran reforzados como defensa contra la posición depresiva encubierta- Citaré ahora el caso de un hombre de cuarenta y cinco años, Y, con fuertes rasgos paranoicos y depresivos (predominantemente paranoicos) y con hipocondría. Las quejas de múltiples trastornos físicos, que ocupaban gran parte de las horas de análisis, se alternaban con fuertes sentimientos de sospecha de las personas que lo rodeaban y a menudo se relacionaban directamente con ellos, puesto que los hacía responsables de un modo u otro de sus trastornos físicos. Cuando, después de un difícil trabajo analítico, disminuyeron la desconfianza y la sospecha, su relación conmigo mejoro cada vez más. Se hizo claro que sepultado bajo continuas acusaciones paranoides, de quejas y críticas de otros, existía un profundo amor por su madre e interés por sus padres así como por otras personas. Al mismo tiempo una gran tristeza y depresiones profundas tomaron el primer plano. Durante esta fase, las quejas hipocondríacas se alteraron, tanto en el modo como me fueron presentadas como en el contenido subyacente. Por ejemplo, el paciente se quejaba de los diversos trastornos físicos y después enumeraba las medicinas que había tomado para el pecho, garganta, nariz, orejas, intestinos, etc. Parecía como si hubiera estado cuidando estas partes del cuerpo y de sus órganos. Siguió hablando sobre su interés por algunos jóvenes a su cargo (era maestro), y luego sobre la preocupación que sentía por algunos miembros de su familia. Se hizo claro que los diversos órganos que trataba de curar estaban identificados con sus hermanos y hermanas internalizados, por los cuales se sentía culpable y a quienes tenía que estar salvando perpetuamente. La ansiedad exagerada por salvarlos -debido a que los había dañado en su fantasía– y su pena y desesperación excesiva fue lo que lo llevó a ese aumento de sus ansiedades y defensas paranoides, e hizo que el amor y el interés por las personas y su identificación con ellas se vieran sepultados bajo el odio. También, en este caso, cuando la depresión con todas sus fuerzas se instaló en primer plano y las ansiedades paranoides disminuyeron, las ansiedades hipocondríacas se relacionaron con los objetos amados internalizados y (así) con el yo, mientras que antes sólo habían sido experimentadas en relación al yo. Después de haber tratado de establecer las diferencias entre el contenido de ansiedad, los sentimientos y defensas en acción en la paranoia y los que actúan en los estados depresivos, debo aclarar una vez más que, en mi opinión, el estado depresivo se basa en el estado paranoide y genéticamente se deriva de él. Considero al estado depresivo como el resultado de una mezcla de ansiedad, sentimientos y defensas de dolor relacionados con la inminente pérdida de todo objeto amado. Me parece que introducir un término para aquellas ansiedades y defensas específicas podría hacer más factible la comprensión de la estructura y naturaleza de la paranoia así como la de los estados maníaco-depresivos (16). Según mi opinión, siempre que exista un estado de depresión, sea éste en los casos de sujetos normales, de neuróticos, de maníaco-depresivos o en casos mixtos, existe siempre este agrupamiento específico de ansiedades, de sentimientos de infelicidad, de mecanismos de defensa, que he descrito aquí como posición depresiva. Si este punto de vista resulta correcto, podremos comprender esos casos tan frecuentes donde se nos presenta un cuadro de una mezcla de tendencias paranoicas y depresivas, puesto que podemos entonces aislar los diversos elementos que lo componen. Las consideraciones que he presentado en este trabajo sobre los estados depresivos nos pueden conducir, según creo, a la mejor comprensión de la todavía enigmática reacción del suicida. De acuerdo con los hallazgos de Abraham y James Glover, el suicidio se dirige contra el objeto introyectado (17). Pero mientras que al cometer un suicidio el yo intenta matar sus objetos malos, según mi opinión, al mismo tiempo también se propone siempre salvar sus objetos amados, internos y externos. Para abreviar: en algunos casos las fantasías subyacentes al suicidio se dirigen a salvar los objetos buenos internalizados y esa parte del yo que está identificada con los objetos buenos, y también a destruir la otra parte del yo que está identificada con los objetos malos y con el ello. Al mismo tiempo se satisface el odio contra el objeto por medio del exterminio de los objetos internos. Una satisfacción más, que está en el fondo de la fantasía de suicidio, es la unión pacífica del yo con sus objetos amados. En otros casos, el suicidio parece estar determinado por el mismo tipo de fantasías, pero aquí ellas se relacionan con el mundo externo y con los objetos reales, en parte como sustitutos de los internalizados. Como se ha dicho, el melancólico odia no sólo sus objetos «malos», sino también su ello, y a este último vehementemente. Al cometer un suicidio, su propósito puede ser el de establecer una reparación definida de sus relaciones con el mundo externo, porque él desea librar el objeto real -o el objeto «bueno» que ese mundo entero representa y con el cual el yo está identificado- de si mismo, de aquella parte de su yo que está identificada con sus objetos malos y con su ello (18) . En el fondo percibimos que tal paso es la reacción contra sus propios ataques sádicos sobre el cuerpo de la madre, que es para el niño la primera representación del mundo exterior. El odio y la venganza contra los objetos reales (buenos) también tienen un papel importante en ese paso, pero es precisamente en él contra el que lucha en parte el melancólico por medio del suicidio, para salvar a sus objetos reales.Freud ha declarado que la manía tiene como base los mismos contenidos que la melancolía y que es, en realidad, una vía de escape de ese estado. Diría que en la manía el yo busca refugio no sólo de la melancolía sino también de una situación paranoica que no puede dominar. La dependencia peligrosa y torturante de sus objetos amados impulsa al yo a librarse de ellos. Pero su identificación con estos objetos es demasiado profunda para poder renunciar a los mismos. Por otra parte, el yo está perseguido por su miedo a los objetos malos y al ello, y, en sus esfuerzos por escapar de todas estas miserias, recurre a muchos mecanismos de defensa distintos, algunos de los cuales, desde que pertenecen a distintas fases del desarrollo, son mutuamente incompatibles. El sentimiento de omnipotencia es, en mi opinión, lo que primero y principalmente caracteriza a la manía, y después, como lo ha declarado Helene Deutsch (19), la manía está basada en el mecanismo de la negación. Yo difiero, sin embargo, con Helene Deutsch en el punto siguiente: ella sostiene que esta «negación» está conectada con la fase fálica y el complejo de castración (en las niñas es la negación de la falta de pene), mientras que mis observaciones me han llevado a la conclusión de que este mecanismo de negación se origina en aquella fase muy temprana en la que el yo aún no desarrollado se esfuerza por defenderse de la más abrumadora y profunda de las ansiedades, o sea su temor a los perseguidores internalizados y al ello. Es decir, lo que se niega primeramente es realidad psíquica, y el yo puede seguir negando una gran parte de la realidad exterior. Sabemos que la escotomización puede conducir al sujeto a la completa separación de la realidad y a su completa inactividad. En la manía, sin embargo, la negación está asociada a una sobreactividad, aunque este exceso de actividad, según señala Helene Deutsch, a menudo no tiene relación con los resultados reales. He explicado que en este estado, la fuente del conflicto es la incapacidad y falta de voluntad del yo para renunciar a sus objetos buenos internos, tratando, sin embargo, de escapar a los peligros de subordinación por parte de ellos y de los objetos malos. Su tentativa de alejarse de un objeto sin renunciar al mismo tiempo a él por completo parece que está condicionada a un aumento de la fuerza del yo. Tiene éxito en esta formación de compromiso negando la importancia de sus objetos buenos y también de los peligros que los amenazan por parte de los malos y del ello. Al mismo tiempo, sin embargo, trata incesantemente de dominar y controlar todos sus objetos, y la manifestación de este esfuerzo es su hiperactividad. Lo que en mi opinión es bien especifico de la manía es la utilización del sentimiento de omnipotencia con el propósito de controlar y dominar los objetos introyectados. Esto es necesario por dos razones: a) con el fin de negar el miedo que se está sintiendo, y b) para que el mecanismo (adquirido en la posición depresiva anterior) de efectuar la reparación del objeto pueda llevarse a cabo (20) . Al dominar sus objetos, el maníaco imagina que impedirá que lo dañen y que sean un peligro el uno para el otro. Emplea su dominio para impedir el coito peligroso entre los padres internalizados y su muerte (21) . La defensa del maníaco asume tantas formas que no es fácil postular un mecanismo general. Pero yo creo que realmente ese mecanismo consiste (aunque sus variedades son infinitas) en ese dominio de los padres internalizados, mientras que al mismo tiempo la existencia de este mundo interno es disminuida y negada. He encontrado que, tanto en niños como en adultos, donde la neurosis obsesiva era el factor más poderoso en el caso, tal dominio denotaba una enérgica separación de dos (o más) objetos; mientras que donde la manía predominaba, el paciente recurría a métodos más violentos. Es decir, los objetos eran matados, pero, desde que el sujeto era omnipotente, suponía que podía inmediatamente devolverles la vida. Uno de mis pacientes se refirió a este proceso como «manteniéndolos con una vida en suspenso». El matarlos corresponde al mecanismo de defensa (conservado de la primera fase de destrucción del objeto); el resucitarlos está de acuerdo con la reparación hecha al objeto. En esta posición el yo transige de nuevo de manera similar con la relación con los objetos reales. El hambre de objetos, tan característico de la manía, indica que el yo ha retenido un mecanismo de defensa de la posición depresiva: la introyección de los objetos buenos. El sujeto maníaco niega las diferentes formas de ansiedad asociadas con la introyección (ansiedad, ya sea que haya introyectado objetos malos o destruido los buenos por el proceso de introyección); su negación se relaciona no sólo con los impulsos del ello sino también con su propio interés por la salvación del objeto. Asi podemos suponer que el proceso por el cual el yo y el ideal del yo coinciden (como Freud ha demostrado que se lleva a efecto en la manía) es como sigue. El yo incorpora el objeto de un modo canibalístico (la «fiesta», como Freud la denomina en su explicación de la manía) pero niega sentir algún interés por él. «Seguramente», arguye el yo, «no es asunto de mucha importancia si este objeto particular se destruye… ¡Hay tantos otros para incorporar!» Este menosprecio de la importancia del objeto y su desprecio por él es, creo, una característica peculiar de la manía y permite al yo llevar a cabo una separación parcial que observamos se produce al mismo tiempo que su apetito por los objetos. Tal separación, que el yo no puede lograr en la posición depresiva, representa un adelanto, una fortificación del yo en relación con sus objetos. Pero este adelanto está neutralizado por los mecanismos regresivos descritos, que el yo emplea al mismo tiempo en la manía. Antes de seguir dando algunas indicaciones sobre el papel que las posiciones paranoide, depresiva y maníaca juegan en el desarrollo normal, hablaré sobre dos sueños de un paciente que ilustran algunos de los puntos que he presentado en conexión con las posiciones psicóticas. Diferentes síntomas y ansiedades paranoides e hipocondríacas habían inducido al paciente C a ser analizado. En la época en que é1 tuvo estos sueños el análisis estaba bastante adelantado. Soñó que estaba viajando con sus padres en un coche de ferrocarril, probablemente sin techo, puesto que estaban al aire libre. El paciente sintió que él estaba «dirigiendo todo», cuidando a sus padres, que eran más ancianos y estaban más necesitados de sus cuidados que en la realidad. Los padres estaban acostados en la cama, no uno al lado del otro, como acostumbraban, sino con los extremos de las camas unidos. Al paciente le fue difícil mantenerlos calientes. Luego el paciente orinó en una vasija que tenía en el medio un objeto cilíndrico, mientras sus padres lo observaban. Este procedimiento de orinar parecía complicado, puesto que tenía que tener especial cuidado de no hacerlo dentro de la parte cilíndrica. Sintió que esto no hubiera importado si él hubiera podido acertar exactamente dentro del cilindro sin derramar nada alrededor. Cuando hubo terminado de orinar notó que la vasija desbordaba, y esto le produjo una sensación incómoda por esto: como si su padre no debiera verlo, puesto que se sentiría vencido por el hijo, y él no quería humillarlo. Al mismo tiempo sentía que orinando le ahorraba a su padre la molestia de salir de la cama y orinar. Aquí el paciente se detuvo, y luego dijo que realmente sentía como si sus padres formaran parte de él mismo. En el sueño, la vasija con el cilindro se suponía que fuera un vaso chinesco, pero no era así porque el pie no estaba dentro de la vasija, como debiera haberlo estado: estaba «en un lugar equivocado», puesto que se hallaba sobre la vasija -realmente dentro de ella-. El paciente luego asocié la vasija con un bol de vidrio como el que se usaba en la casa de su abuela para dar luz de gas, y la parte cilíndrica le recordaba el tubo por donde pasaba el gas. Luego pensó en un corredor oscuro al final del cual había una luz de gas que ardía débilmente y dijo que el cuadro le evocaba sentimientos tristes. Le hacia pensar en casas pobres y arruinadas, donde todo parecía muerto excepto la débil luz de gas. Es cierto que con sólo estirar la cuerda, la luz se enciende plenamente. Esto le recordó que siempre había tenido miedo al gas y que las llamas del gas le hacían sentir como si ellas estuvieran saltando sobre él, mordiéndolo, como si fueran la cabeza de un león. Otra cosa que lo asustaba referente al gas, era el ruido («pop») que hacia cuando se apagaba. Después de mi interpretación de que la parte cilíndrica de la vasija y el tubo de gas eran la misma cosa y de que él temía orinar dentro porque no quería por alguna razón apagar la llama, contestó que naturalmente uno no puede extinguir la llama del gas de ese modo, puesto que el veneno perdura: no es como una vela, a la que uno puede simplemente apagar de un soplo. A la noche siguiente el paciente tuvo este sueño: oyó el ruido de algo que se estaba friendo en el horno. No podía ver lo que era, pero pensó en algo castaño, probablemente un riñón que se estaba friendo en la sartén. El ruido que oyó era como el chillido o lloro de una voz débil, y su creencia era que se estaba friendo a una criatura viva. Su madre estaba allí y él trató de llamarle la atención sobre eso, y hacerle comprender que freír algo vivo era lo peor que se podía hacer, peor que hacerlo hervir o cocinarlo. Era más torturante puesto que la grasa caliente impedía que se quemara del todo y lo mantenía vivo mientras se le quemaba la piel. No pudo hacer que su madre comprendiera esto y a ella no pareció importarle.Esto lo preocupaba, pero en cierto sentido lo consoló, porque pensó que después de todo no podía estar tan mal si a ella no le importaba. El horno, que él no abrió durante el sueño -nunca vio el riñón en la sartén-, le recordaba un refrigerador. En el departamento de un amigo había confundido la puerta del refrigerador con la del horno. Se preguntaba si el frío y el calor eran, en cierto modo, la misma cosa para él. La torturante grasa caliente de la sartén le recordó un libro sobre torturas que había leído siendo niño; se había emocionado especialmente con los degollamientos y con las torturas con aceite caliente. El degollamiento le recordaba al King Charles. Se había emocionado mucho con la historia de su ejecución y más tarde había desarrollado una especie de devoción por él. En lo referente a las torturas con aceite caliente, acostumbraba a pensar mucho en ellas, imaginándose en esa situación (especialmente que quemaban sus piernas), y tratando de descubrir cómo podría hacerse en caso de que se llevara a efecto, para que causara el menor dolor posible. El día en que el paciente me contó su segundo sueño había observado primero la manera en que yo prendía el fósforo para encender el cigarrillo. Dijo que era evidente que yo no lo prendía de la manera correcta porque un trocito de la punta había volado hacia él. Quiso decir que yo no lo había encendido en el ángulo correcto, y siguió diciendo: «como mi padre, que saca (hacer el saque) las pelotas de manera errónea en cl tenis». El se preguntaba con qué frecuencia había sucedido antes en su análisis que la punta del fósforo volara hacia él. (Antes había mencionado una o dos veces que yo debía tener fósforos malos, pero ahora la crítica se dirigía a mi manera de encenderlos). No se sintió inclinado a hablar, quejándose de que había tenido un fuerte resfrío los dos últimos días; sentía su cabeza muy pesada y sus oídos estaban tapados; el mucus era más espeso que otras veces en que había estado resfriado. Luego me contó el sueño que he relatado, y durante las asociaciones mencioné una vez más el resfrío y que éste le desanimaba para todo. A través del análisis de estos sueños una nueva luz se arrojó sobre algunos puntos fundamentales del desarrollo del paciente. Estos habían aparecido antes en su análisis, pero ahora volvían con nuevas conexiones para él. Sólo destacaré los puntos que sostienen las conclusiones a que hemos llegado en este trabajo . Debo decir que no tengo espacio para citar sus asociaciones más importantes. El orinar en el sueño lo condujo a sus tempranas fantasías agresivas hacia sus padres, especialmente dirigidas contra su relación sexual. Había tenido fantasías en las cuales los mordía y devoraba, y entre estos ataques, orinaba encima y dentro del pene de su padre, para desollarlo y quemarlo y hacer que su padre encendiera fuego en el interior de su madre durante sus relaciones (la tortura con aceite caliente). Estas fantasías se extendían a bebés dentro del cuerpo de la madre, que debían ser destruidos. El riñón quemado vivo representaba tanto al pene del padre (equiparado con las heces) como a los bebés dentro del cuerpo de su madre (el horno que él no abrió). La castración del padre está expresada por las asociaciones sobre degollamiento. La apropiación del pene paterno fue demostrada por el sentimiento de que su pene era tan grande y de que él orinaba por él y por su padre (fantasías de tener el pene de su padre dentro del suyo o unido al suyo se habían presentado en gran número en el análisis). El orinar del paciente dentro del bol significaba también su relación sexual con su madre (de donde el bol y la madre en el sueño representaban a ella como figura real y como internalizada). Al padre impotente y castrado se le hizo presenciar la relación del paciente con su madre -el reverso de la situación por la cual había pasado en fantasía en su niñez-. El deseo de humillar a su padre está expresado por su sentimiento de que él no debía hacerlo. Estas (y otras) fantasías sádicas han dado origen a diferentes angustias: en el sueño, a la madre no se le podía hacer entender que estaba en peligro debido al pene ardiente y mordiente en su interior (la cabeza ardiente y mordiente del león, el anillo de gas que él había encendido), y que sus bebés estaban en peligro de ser quemados, siendo al mismo tiempo un peligro para ella misma (el riñón en el horno). La creencia del paciente de que el pie cilíndrico estaba «en posición incorrecta» (dentro del bol en vez de fuera) expresaba no sólo su temprano odio y celos porque su madre había hecho entrar en su interior el pene paterno, sino también su ansiedad por este peligroso acontecimiento. La fantasía de conservar el riñón (el pene y los bebés) mientras lo torturaba, expresaba tanto las tendencias destructivas contra el pene y los bebés como, en cierto grado, el deseo de conservarlos sanos. La posición especial de las camas en las que los padres yacían (diferente de la que tenían en el dormitorio real) demostraba no sólo el primer impulso agresivo y de celos de separarlos en sus relaciones sino también la ansiedad por que no se dañaran o mataran durante sus relaciones que en su fantasía el hijo representaba tan peligrosas. Los deseos de muerte contra sus padres lo habían llevado a una abrumadora ansiedad por su muerte (la de ellos). Esto está demostrado por las asociaciones y sentimientos sobre la débil luz de gas, la edad avanzada de los padres en el sueño (más viejos que en la realidad), su desamparo y la necesidad de que el paciente los mantenga en calor. El mecanismo defensivo de desplazamiento de la responsabilidad de la culpa sobre el objeto atacado, se ve bien en sus asociaciones de que estoy encendiendo mal los fósforos y de que su padre hace el saque de manera equivocada. De este modo hace a los padres responsables de su coito equivocado y peligroso, pero el temor de la venganza basada en la proyección (que yo lo quemara), está exagerada por su observación de que él se preguntaba con qué frecuencia durante el análisis los extremos de los fósforos habían volado hacia él, y todos los otros contenidos de ansiedad relacionados con los ataques contra él (la cabeza del león, el aceite caliente). El hecho de que él había internalizado (introyectado) a sus padres se demuestra en lo siguiente: 1) El coche del ferrocarril, donde viajaba con sus padres, continuamente cuidándolos, «dirigiéndolo todo», representa su cuerpo. 2) El coche estaba abierto, en contraste con su sentimiento – representando la internalización de ellos- de que él no podía librarse de sus objetos internalizados, pero el estar abierto era una negación de eso. 3) Que él tenía que hacerlo todo por ellos, aun orinar por su padre. 4) La expresión definitiva de un sentimiento o creencia de que ellos eran parte de él. Por medio de la internalización de sus padres, todas las situaciones de ansiedad que he mencionado antes con respecto a sus padres reales, se hicieron internalizadas y así multiplicadas, intensificadas y, en parte, alteradas en su carácter. Su madre contenía el pene ardiente y a los niños moribundos (el horno con la sartén) en su interior. Esta ansiedad de que los padres tuvieran una peligrosa relación dentro de él y la necesidad de mantenerlos separados se tomó la fuente de muchas situaciones de ansiedad, y se encontró (en su análisis) que estaba en el fondo de sus síntomas obsesivos. En cualquier momento los padres podían tener relaciones peligrosas, quemarse y comerse entre ellos, y puesto que su yo se había convertido en el lugar donde se producían estas situaciones de peligro, destruirlo a él también. Asi, tenía que sobrellevar al mismo tiempo una gran ansiedad por ellos y por sí mismo. Estaba muy acongojado por la inminente muerte de sus padres internalizados, pero al mismo tiempo no se atrevía a devolverles la vida -no se atreve a tirar del hilo (o cordón) del gas-, puesto que sus relaciones sexuales estarían implicadas en su vuelta a la vida y esto causaría la muerte de ellos y la suya [el mecanismo maníaco de la resurrecció n]. Después están los peligros que amenazan desde el ello. Si los celos y el odio activados por alguna frustración real lo están torturando, él atacará de nuevo en su fantasía a su padre internalizado con su excremento ardiente, interrumpirá sus relaciones, lo que da lugar a renovadas ansiedades. Tanto los estímulos externos como los internos pueden aumentar sus ansiedades paranoides de perseguidores internalizados. Si entonces mata a su padre dentro de él, el padre muerto se vuelve un perseguidor de una naturaleza especial. Vemos esto por la observación del paciente (y las asociaciones siguientes) de que si el gas es extinguido como un líquido, el veneno perdura. Aquí la posición paranoide toma la delantera y el objeto muerto en su interior se equipara (o equivale) a las heces y flatos (22). Sin embargo, la posición paranoide, que había sido muy fuerte en el paciente en el comienzo del análisis, pero que ahora se halla muy disminuida, no aparece mucho en sus sueños.Lo que domina en sus sueños son los sentimientos dolorosos relacionados con la ansiedad por los objetos amados, que, como ya he señalado, son característicos de la posición depresiva. 

Continúación de ¨Contribución a la psicogénesis de los estados maníacos-depresivos (1935), parte III¨

Notas:

16) Esto está relacionado con otro problema de terminología. En mi trabajo anterior he descrito las ansiedades psicóticas y los mecanismos de defensa del niño usando los términos de fases de desarrollo. La conexión genética entre ellos, en verdad, ha sido respetada en mi descripción y también la fluctuación que continúa entre ellas bajo la presión de la ansiedad hasta que se alcanza más estabilidad, pero desde que en el desarrollo normal las ansiedades psicóticas y los mecanismos nunca predominan aislados (un hecho que por supuesto yo he puntualizado), el término fases psicóticas no es realmente satisfactorio. Uso ahora el término «posición», en relación con las primeras ansiedades y defensas psicóticas en el desarrollo del niño. Me parece mas fácil asociarlas con este término que con las palabras «mecanismos» o «fases», para las diferencias entre las ansiedades. psicóticas del desarrollo del niño y las psicosis del adulto: por ejemplo, el rápido cambio que tiene lugar de una ansiedad de persecución o de un sentimiento depresivo a una actitud normal, cambio que es tan característico en el niño.
17) Publicado en el Int. Journal of Psychoanalysis, vol. III, 1922; es el resumen de una conferencia dada en la Sociedad Psicoanalítica Británica con el título de «Notes on the Psychopathology of Suicide». Abraham describe el caso de un enfermo que hizo una tentativa de suicidio para librarse del objeto introyectado.
18) Estas razones son en gran parte responsables de ese estado mental del melancólico con el cual interrumpe toda relación con el mundo externo.
19) Deutsch (1933)
20) Esta «reparación» de acuerdo con el carácter de fantasía de la situación total es casi siempre de una naturaleza nada práctica e irrealizable. Véase Helene Deutsch, obra citada.
21) Bertram Lewin (1933) informó sobre una paciente maníaca grave que se identificaba con ambos padres en relación sexual.
22) Según mi experiencia, la concepción paranoica de un objeto muerto en el interior es la de un perseguidor secreto y siniestro. Se lo siente como s i no estuviera completamente muerto, y pudiera volver a aparecer en cualquier momento de un modo astuto e intrigante, y parece tanto más peligroso y hostil porque el sujeto trata de deshacerse de él matándolo (el concepto de un fantasma peligroso).