Comunicaciones: YO ME NARRO, YO ME MUESTRO. USOS DEL FACEBOOK EN ADOLESCENTES DE ENTRE 15 Y 17 AÑOS

COMUNICACIONES.

YO ME NARRO, YO ME MUESTRO. USOS DEL FACEBOOK EN ADOLESCENTES DE ENTRE 15 Y 17 AÑOS
Lic. Zamira E. Montaldi y Lic. Valeria Chorny
Instituto de Investigaciones Gino Germani, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires

Introducción
El protagonismo que han tomado las redes sociales para la vida cotidiana de los adolescentes y jóvenes, en los últimos años, ha puesto claramente en jaque la categoría de “intimidad”, con respecto a cómo ésta había sido definida y considerada durante la modernidad. Las interpretaciones más extremas incluso han llegado a afirmar que con el advenimiento e instalación de las nuevas tecnologías, y más concretamente de la red social Facebook, la instancia de “intimidad” en las sociedades del siglo XXI está en proceso de desaparición.
Dado que la “intimidad” es fundamental y juega un rol decisivo para la conformación de la subjetividad, es decir, de los modos de ser y estar en el mundo, nos hemos propuesto indagar en cuáles son las redefiniciones (si es que las hay) que hacen hoy los adolescentes de “lo íntimo” y “lo privado”, a través de los diversos usos que dan al Facebook.
Las siguientes páginas forman parte de las primeras observaciones y conclusiones preliminares de un trabajo más amplio que se desarrolla en el marco del Proyecto UBACyT “Mediamorfosis de las culturas juveniles. Nuevos cruces entre culturas juveniles y tecnologías digitales de la comunicación”, dirigido por el Lic. Marcelo Urresti, en el Instituto de Investigaciones Gino Germani, Facultad de Ciencias Sociales, UBA.
En esta primera etapa de la investigación hemos seleccionado a una población adolescente de 15 a 17 años, de una escuela privada del barrio de Constitución, de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, a la que se le realizó una encuesta acerca de los usos del Facebook, que ha sido complementada con algunas entrevistas en profundidad.
Intimidad versus Extimidad
El concepto de “intimidad”, hasta no hace mucho tiempo, era considerado como aquel espacio de la vida privada, doméstica y personal al que ningún otro no cercano, podía acceder; en otros términos, la definición de “lo íntimo” estaba dada por oposición a “lo público”.
Con la llegada de las redes sociales a la vida de, principalmente, los jóvenes y adolescentes, aquella definición comenzó a ser cuestionada. Lejos de encontrar algún tipo de continuidad o adaptación entre las prácticas anteriores y las nuevas, ciertos autores han planteado una hipótesis de ruptura a partir del advenimiento de estas nuevas herramientas o plataformas.
Autores como Paula Sibilia -muy frecuentemente retomada por otros investigadores de las ciencias sociales y los medios masivos de comunicación- afirman que la exhibición pública de la intimidad, generada y exacerbada a partir del uso de herramientas web como el Facebook y otras redes sociales, ha prácticamente devenido en la extinción de lo íntimo, tal como había sido considerado en la modernidad, a tal punto de generar un nuevo término: la extimidad o la intimidad pública. En su libro La intimidad como espectáculo, la autora se cuestiona directamente que hoy en día continúe existiendo una distinción entre lo público y lo privado:
¿Podemos decir, simplemente, que hoy lo privado se torna público? La respuesta se intuye más compleja, sugiriendo una imbricación e interpenetración de ambos espacios, capaz de reconfigurarlos hasta volver la distinción obsoleta120. (Sibilia 2008: Pág. 93).
No es de extrañar que a partir de este tipo de interpretaciones hayan surgido tantas otras múltiples manifestaciones “apocalípticas” sobre los usos de las redes sociales, que terminan siendo culpadas de la “desaparición de la intimidad” y su reemplazo por la sobreexposición y el exhibicionismo.
En una primera aproximación a esta cuestión, parecería exagerado afirmar que la categoría de intimidad ha desaparecido y que ya no hay un filtro para lo que se publica y aparece en internet, en general, y las redes sociales específicamente. Muy por el contrario, y como resultado preliminar de esta investigación, podemos afirmar que la categoría “intimidad” continúa operando claramente entre los adolescentes: hay cosas que ellos eligen mostrar y otras que no, y ello deriva específicamente de una decisión que toma cada uno de los individuos acerca de lo que quiere exhibir de sí mismo a los demás.
En general, lo que estos adolescentes eligen no mostrar tiene que ver, no sólo o principalmente, con cuestiones que hacen a lo corporal sino con cuestiones que pueden ser, en la mirada crítica de un adulto, censuradas. Los adolescentes entrevistados afirmaron que no les molestaría exhibir su mundo privado en tanto este no les genere inconvenientes a posteriori. Esto implica que exhibir su cuerpo desnudo tiene la misma auto-censura para ellos que mostrarse en la casa de un amigo un sábado por la noche si esa salida es producto de “haberle mentido a sus padres”. O sea, que lo que marca la línea de lo mostrable y lo no mostrable no es producto del pudor o recato sino de la necesidad de “guardarse” para escapar a la amenaza de sanciones. Otro dato que confirma lo anterior, está dado por las encuestas relevadas, en las cuales una gran mayoría afirmó que no le importa tener amigos que cuelguen fotos “subidas de tono” en el Facebook, en tanto que sólo un muy pequeño porcentaje de ellos dijo que podría eliminar a algún amigo de sus contactos por dicho proceder.
De alguna manera, esto explicita que no hay una enorme ruptura en cuanto al concepto “intimidad” a lo largo del devenir de estas últimas décadas121. Las generaciones de adolescentes anteriores a ésta, también vivían de un modo similar la intimidad. O sea, tantos los hijos de hoy como los padres de ayer, pretenden y pretendieron evitar que los adultos a cargo (padres, docentes, tutores) visualicen elementos “prohibidos”, como salidas para las que no han pedido permiso, amigos con los que no deberían encontrarse, o hasta el consumo de tabaco, alcohol o drogas, entre otras cosas.
“No se enteró todavía, no sabe usar el Facebook… Porque no se está fijando, pero el tema es que yo… No me gusta tener a mi vieja en Facebook ¿Por qué? La posta es que yo cuando empecé a fumar la eliminé, porque no quería que se entere… entonces dije “no la tengo”, a ver si suben una foto o algo…” (Mariana, 15 años).
En lo que sí podemos encontrar hoy una enorme ruptura es en el hecho de que, todas estas situaciones, son pasibles de ser expuestas en el afán compulsivo de documentar y “colgar” en el Facebook permanentemente:
“Siempre hay 2, 3 o 4 personas que salimos y llevan la cámara, sacan 500 fotos y después suben las 500 fotos cada una… que por ahí muchas fotos se repiten pero… como cada una lleva su cámara es como que están subiendo muchas fotos… los chicos casi ni suben fotos, casi siempre sacan las fotos que suben las chicas y las dejan o las ponen de perfil o lo que sea… pero… hay mucha gente que sí, que sube muchas fotos y todo eso, pero fotos de salidas, nada muy loco…” (Sofía, 17 años).
Este elemento que se desprende de la investigación no es un dato menor si tenemos en cuenta que cada generación es diferente a la anterior ya que se han sociabilizado en épocas distintas y, por lo tanto, su experiencia de mundo es diferente. Tal como la definen Margulis y Urresti122, una generación no es un colectivo que simplemente comparte la fecha de nacimiento, sino que por el contrario, es una hermandad que participa de un cúmulo de estímulos en una época determinada. Por lo tanto, aunque se podría pensar que por pertenecer a generaciones distintas, lo que se elige “no mostrar” diferiría, notamos como sigue girando en torno al mismo presupuesto: Hay prácticas que conviene no mostrar porque un mayor puede censurarlas; por eso mejor ocultarlas y dejarlas en la esfera de la intimidad.
Esta idea de control sobre el grado de exposición de los propios chicos para evitar las represalias de los adultos, se puede rastrear cuando los jóvenes entrevistados afirman que hay fotos que no dejan que sus amigos suban para no quedar “escrachados” frente a sus padres o, directamente, cuando no permiten que estos accedan a determinados espacios del Facebook.
Resulta interesante destacar que en muchos casos directamente hay una elección de no compartir la red social los sus padres, eliminándolos de su lista de contactos o restringiéndoles las posibilidades de ver su perfil, a través de las configuraciones del sistema. De hecho, es llamativo rastrear cómo muchos de estos adolescentes para mantener su privacidad se valen su condición de “expertos” frente a las nuevas tecnologías y se “aprovechan” de la ignorancia de los adultos en el uso.
“Tu mamá qué dijo que la eliminaste?¿Sabe?”
“Mi mamá no sabe cómo usarlo, así que lo bloqueo y ni se entera” (Mariana, 15 años).
Te agrego en mi “face” pero no necesariamente a mi vida
Por otra parte, también podemos encontrar elementos de esta elección de no exponer abiertamente toda su intimidad, a partir de la gran cantidad de contactos que muchos adolescentes tienen incorporados en el Facebook. De las personas entrevistadas el rango de contactos va de los 200 a los 700, señalando que muchos de sus amigos llegan a tener hasta 3000 personas agregadas. Si bien, a primera vista, esto nos podría hacer pensar en que no hay atención sobre quiénes y cuántos acceden a lo que estos chicos publican, encontramos que, por el contrario, esto genera un fuerte cuidado en los límites de lo que se muestra, ya que es claro que no toda esta cantidad “amigos” puede ser del círculo más cercano, a pesar de tener acceso a todas las publicaciones del Facebook:
“Yo prefiero tener una vida privada, que se enteren los que yo quiero y no que se anden enterando por ahí. Por más que yo conozca a mis amigos, a los que tengo en Facebook hay mucha gente que hace muchos años que no veo” (Cecilia, 17 años).
Ante la pregunta “¿Qué fotos no subirías al Facebook?”, algunas de las respuestas más llamativas se vincularon a la total exposición del cuerpo o de la pareja: “fotos desnuda”; “en ropa interior”; “mostrando partes del cuerpo no apropiadas”; “con una pareja, eróticas”; “fotos zarpadas o haciendo cosas malas”; “mostrando partes íntimas”; “poca ropa o mostrando el cuerpo para provocar”.
Es notorio que, en muchos de estos casos, el límite es bastante alto, y el rechazo se vincula a la exposición total de lo más íntimo, como la corporalidad y sexualidad, prácticamente refiriendo a lo genital o pornográfico. Todo lo que queda en el camino, es aceptado y naturalizado, aunque para otros puntos de vista, como los que mencionamos anteriormente, esto implique, de todos modos, la “publicación” (en el sentido de tornarse público) de la intimidad.
No sólo de sexo vive el hombre…
La intimidad de una persona no se compone únicamente de la sexualidad sino que también involucra todos los otros sentimientos que suelen compartirse únicamente con los más cercanos. De hecho, los jóvenes entrevistados mostraron una clara definición sobre el concepto “intimidad”, la cual no radicaba únicamente en lo corporal-sexual sino que se asentaba fuertemente en lo emotivo. De hecho, su conceptualización de la intimidad, no parece distanciarse mucho al modo en que un adulto podría definirla:
“Para mí la intimidad es lo que uno siente verdaderamente o lo que a uno le interesa, lo que uno piensa, eso es la intimidad. Todo lo que los demás no pueden ver; cuando vos pensás algo o sentís algo que es parte de tu mundo y nadie se puede enterar de eso… es como un secreto….” (Cecilia, 17 años).
Por tal concepción de la intimidad, y por la fuerte presencia que tienen las redes sociales en la cotidianeidad de los jóvenes, es que encontramos situaciones de esta índole que aparecen mediatizadas por el Facebook. Esta red virtual se ha convertido en un espacio donde los adolescentes pueden contar dolores profundos que, cara a cara, no podrían relatar:
“Tengo una compañera que escribió una nota sobre la muerte de su papá. Se le había muerto hace un montón y yo me lo enteré por el Facebook. Me enteré por una nota que escribió sobre cuánto lo extrañaba. Mi amigo subió la foto de su papá y escribió cosas. Muchos de nosotros le escribieron en el muro y le ponían ´bueno, sabés que contás conmigo´ y otros ‘en serio, viejo, estoy, se te murió tu viejo, sabés que cualquier cosa me llamás´” (Sofía, 17 años).
En este sentido, usar la red, al contrario de lo que muchas interpretaciones negativas pretenden mostrar, no necesariamente genera distancia y destrucción de lazos sociales, sino que puede traer compasión, acercamiento a los otros y empatía. En este sentido, y según relataron los propios entrevistados, el Facebook facilita abrirse y mostrarse:
“Es más fácil escribirlo que decirlo” (Mariana, 15 años).
Esto muchas veces tiene que ver con que la respuesta no es inmediata (a diferencia del cara a cara), lo cual simplifica la expresión de emociones profundas (como el dolor por una muerte, el intento de acercarse a otros o hasta agresiones) sin miedo a la reacción de cualquier tipo que puedan tener los demás.
Yo te observo, yo te espío
Si bien venimos viendo que no todos los adolescentes eligen mostrar su intimidad en el Facebook (y de hecho, la mayoría no lo hace), encontramos interesante que muchos de los chicos y las chicas -y mayoritariamente estas últimas- hacen un uso “voyeurista” o “chusma” de la red social, en donde lo central pasa por ver qué hacen los otros en cada momento. Ante la pregunta de “¿Por qué tenés Facebook?”, algunas de las respuestas han sido en este sentido:
“Para mirar acciones que realizan los demás” (mujer de 16 años).
“Para chusmear el muro de otros” (varón de 17 años)123.
“Lo que menos hago es publicar cosas y subir fotos, o sea, la verdad mías no hay muchas, pero miro lo que suben los demás y me fijo a ver qué onda” (Mariana, 17 años)
De alguna manera, quienes utilizan el Facebook de esta forma, consumen la exposición de intimidad de los demás, aunque no elijan exponerse a ellos mismos del mismo modo. Y esta presencia de “espectadores”, no pasa desapercibida para quienes desean ser vistos en la red. La mirada legitimadora de los otros, hace que muchas veces se armen imágenes de sí, que no necesariamente tengan que ver del todo con la real. Por un lado, como antes señalamos, el Facebook presenta la posibilidad y facilita la libertad de mostrarse como uno es; por el otro, la virtualidad simplifica la invención de personalidades no del todo reales. Pero eso pareciera no importar a los autores ni a sus “lectores-espectadores”, donde quienes desean exhibirse satisfacen “la avidez de curiosear y consumir vidas ajenas de los otros” (Sibilia: 2008, Pág. 92)
Conclusiones preliminares
Como los mismos entrevistados han manifestado, el nivel de exposición de la privacidad en el Facebook es manejable y depende estrictamente del uso que decida hacer cada uno de la herramienta. Lejos estamos de la afirmación acerca del fin de la intimidad, a partir de la incorporación de las redes sociales a la vida cotidiana de los jóvenes.
En las entrevistas y encuestas realizadas han aparecido numerosos ejemplos de imágenes o escenarios que los chicos y chicas no elegirían mostrar bajo ningún concepto: situaciones íntimas de pareja (imágenes o comentarios) o fotografías en donde se expone excesivamente el cuerpo (esto se refleja en el fuerte rechazo que hay hacia los pares que sí lo hacen).
Pero esto no quiere decir que no haya adolescentes que sí muestren lo que habitualmente no expone la mayoría. Por el contrario, existen muchos ejemplos de chicos y chicas que muestran este tipo de situaciones en las redes sociales. En el caso del presente trabajo, la referencia siempre ha sido en tercera persona (hay otros que supuestamente lo hacen pero nunca hemos dado con los protagonistas). De todos modos, es necesario destacar nuevamente que se trata de una elección personal y que la herramienta es únicamente una manera de facilitar la exposición de quienes desean hacerlo, mediatizando su intimidad, pero de ninguna manera eliminándola.
Cabría continuar preguntándose e indagar más en profundidad acerca de los distintos motivos que podrían llevarlos a exponerse de esa manera, para saber cuál es el límite de lo mostrable en esta generación de adolescentes y así, poder distinguir, lo superficial del verdadero corrimiento que se está dando en la categoría “intimidad”.

Bibliografía:
Arfuch, Leonor, “Cronotopías de la intimidad”, en Arfuch, Leonor (comp.), Pensar este tiempo. Espacios, afectos, pertenencias. Ed. Paidós, Buenos Aires, 2005.
Margulis, Mario y Urresti, Marcelo, La Juventud es más que una palabra. Ensayos sobre Cultura y Juventud, Biblos, Buenos Aires, 2008.
Sibilia, Paula, La intimidad como espectáculo, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2008.

Notas:
120 SIBILIA, Paula. (2008) La intimidad como espectáculo. FCE, Buenos Aires.
121 Tomamos como referencia la década del `60 partiendo de la llamada Revolución Sexual producto, entre otras cosas, de la salida al mercado de la píldora anticonceptiva y de la consecuente disociación entre sexo y procreación.
122 Margulis, Mario y Urresti, Marcelo, La Juventud es más que una palabra. Ensayos sobre Cultura y Juventud, Biblos, Buenos Aires, 2008.
123 Datos relevados de la encuesta para esta investigación.

Fuente: Sujetos, miradas, prácticas y discursos. Segundo Encuentro sobre Juventud, Medios e
Industrias Culturales
coordinado por María Gabriela Palazzo y Pedro Arturo Gómez. – 1a ed. – Tucumán : Universidad Nacional de Tucumán. Facultad de Filosofía y Letras. Inst. de Investigaciones Lingüísticas y Literarias. , 2013. E-Book.