Diccionario de Psicología, letra N, Nombre del padre

Nombre del Padre
Alemán: Name-des-Vates.
Francés: Nom-du-père.
Inglés: Name-of-the-Father
Expresión introducida por Jacques Lacan en 1953, y conceptualizada en 1956, como significante
de la función paterna.
En la doctrina lacaniana, este concepto no tiene el mismo estatuto que los otros. En efecto, no ha
sido tomado de un corpus preexistente. Tuvo su fuente primera e inconsciente en la vida del
propio Lacan, y en su experiencia personal y dolorosa de la paternidad.
Primero como hijo, él tuvo que sufrir las debilidades de su padre, Alfred Lacan (1873-1960),
abrumado por la tiranía de su propio padre, Émile Lacan (1839-1915). Más tarde, convertido en
padre por cuarta vez en julio de 1941, en las horas más sombrías de la Ocupación, Lacan no
pudo darle el apellido a su hija, que fue anotada en el registro civil como Bataille, pues su madre,
Sylvia (1908-1993), era aún la esposa legal de Georges Bataille (1897-1962). El enredo infernal
con el apellido del padre, debido a la legislación francesa sobre la filiación, se extendió hasta 1964, sumergiendo a Lacan, como él mismo lo manifestó en varias oportunidades, en un terrible sentimiento de culpa.
Si acaso fuera necesario, atestiguan ese sentimiento su seminario de 1961-1962, sobre la
identificación (en cuyo transcurso atacó con violencia a su abuelo paterno, «…ese horrible
personaje gracias al cual yo accedí a edad precoz a la función fundamental de maldecir a Dios»),
y después sus conferencias de 1975 sobre James Joyce (1882-1941), en las cuales, evocando
la relación del escritor con su hija esquizofrénica, se refirió de manera encubierta a su propio
drama de padre.
La cuestión de la paternidad obsesionó a Lacan, lo mismo que a Sigmund Freud. En 1938, en su
artículo magistral sobre la farnifia, demostró que el psicoanálisis había nacido en Viena a partir
de una sensación de debilitamiento de la ¡mago paterna, y de la voluntad freudiana de
revalorizarla. Él adoptó el mismo modelo de refundición simbólica de la paternidad, incorporándole
las tesis kleinianas sobre las relaciones arcaicas con la madre.
En 1953, en un comentario sobre el caso del Hombre de las Ratas (Ernst Lanzer), apareció por
primera vez en su pluma el sintagma «nombre del padre» (sin guiones). Basándose en la obra de
Claude Lévi-Strauss publicada en 1949, Les Structures élémentaires de la parenté, Lacan
sostuvo que el Edipo freudiano podía pensarse como un pasaje de la naturaleza a la cultura.
Desde ese punto de vista, el padre ejerce una función esencialmente simbólica: nombra, da su
nombre, y con ese acto encarna la ley. En consecuencia, si -como lo subraya Lacan- la
sociedad humana es gobernada por la primacía del lenguaje, la función paterna consiste en el
ejercicio de una nominación que le permite al niño adquirir su identidad.
Lacan pasa entonces a definir esa función como «Función del padre», más tarde como «función
del padre simbólico», y después como «metáfora paterna», lo que lo lleva a interpretar el complejo
de Edipo, no ya con referencia a un modelo del patriarcado o del matriarcado, sino en función de
un sistema de parentesco. En 1956, en su seminario sobre las psicosis y su comentario sobre la
paranoia de Daniel Paul Schreber, conceptualizó la función en sí, designándola
«Nombre-del-padre» (con guiones). El concepto fue entonces asociado al de forclusión.
Refiriéndose a la naturaleza de la relación de Daniel Paul Schreber con su padre, Lacan
consideró la psicosis del hijo como una «Forclusión del nombre-del-padre». Después extendió este prototipo a la estructura misma de la psicosis.
Con esa interpretación totalmente nueva del caso, Lacan se convertía en el primero de los
comentadores de Freud que teorizaba el vínculo existente entre el sistema educativo de un padre y el delirio del hijo. Es posible que esta idea le fuera sugerida por el recuerdo de la relación entre su padre (Alfred) y su abuelo (Émile), vivida por él de un modo dramático.
Según este enfoque, y en el marco de la teoría lacaniana del significante, el pasaje edípico de la
naturaleza a la cultura se opera de la manera siguiente: como encarnación del significante,
porque él nombra al hijo con su nombre, el padre interviene con este último como privador de la
madre, dando origen al ideal del yo. En la psicosis, esta estructuración no se produce. Como el significante del nombre-del-padre es forcluido, retorna en lo real, en la forma de un delirio contra Dios, encarnación de todas las figuras malditas de la paternidad.

Continuación