Diccionario de psicologia, letra A, Amo (discurso del)

Amo (discurso del)
 
Si el discurso «del» Amo -en el sentido del «de» objetivo, en la acepción del «de magistro»– ha sido llamado a desempeñar un papel directivo en la sistemática que dio Lacan de los Cuatro discursos, ello se debe en primer lugar a padrinazgos ilustres: Platón (formación para el saber del esclavo del Menón), Aristóteles (competencia técnica del esclavo y goce del Amo en la
Política), Hegel (Amo y Esclavo, conciencia de sí, trabajo y goce), Marx (dominación y
producción de la plusvalía). También se debe a la fecha de los seminarios donde fue formulado,
en el período de agitación de mayo de 1968; 1968-1969 para el seminario D’un Autre á l’autre,
1969-1970 para El reverso del psicoanálisis.
Además habrá que recordar con Lacan los títulos propiamente psicoanalíticos que ese discurso
extrae de la distribución de los roles en la génesis del chiste, en particular de la posición del
Tercero, que gratuitamente obtiene goce de su elaboración.
En cuanto a la estructura de un discurso que se refiere al amo, ella se caracterizará (por la
misma razón que los discursos de la histérica, la universidad y el analista) por las condiciones
específicas en las cuales se produce el anclaje de los momentos constitutivos de la cadena
significante de la palabra -sujeto $, significante amo S1, batería significante o Saber, S2, resto o
goce de más (a)- en los «sitios» principales de una fraseología colectiva: verdad, semblante o
agente (es decir, duplicatura de la verdad), otro y producto. En este caso, el lugar de la verdad
es ocupado por el sujeto dividido; el lugar del agente, por el significante amo; en la posición del
otro está el saber debajo del cual está, en tanto que producto, el plus-de-gozar.
El pivote del discurso es la posición del significante amo. Falta aún definirlo. «Al principio,
seguramente, no lo hay. Todos los significantes son equivalentes de alguna manera, por no jugar
más que con la diferencia de cada uno con respecto a todos los otros, por no ser los otros
significantes. Pero también por ello cada uno es capaz de ocupar la posición de significante-amo, muy precisamente en cuanto que es su función eventual representar un sujeto para cualquier otro significante. Es así como lo he definido siempre. Sólo que el sujeto que él representa no es unívoco. Está representado, sin duda, pero también no está representado. En este nivel, algo permanece oculto en relación con este mismo significante. En torno a ello se juega el juego del descubrimiento psicoanalítico.»
Desde este punto de vista, se encontrará superada una ambigüedad que subsiste en Hegel. En
efecto, «Hegel se atreve a partir de la Selbsbewusstsein en su enunciación más ingenua, a
saber: que toda conciencia sabe que es conciencia. Y sin embargo, trenza ese comienzo con
una serie de crisis -Aufhebung, como dice él-, de lo que resulta que esta Selbsbewusstsein en
sí, figura inaugural del amo, encuentra su verdad gracias al trabajo del otro por excelencia, aquel
que sólo se sabe por haber perdido ese cuerpo, ese mismo cuerpo en el que se sostiene, por
haber querido conservarlo en su acceso al goce, en otras palabras, el esclavo.»
¿Cómo no verse llevado -continúa Lacan- a otra vía de abordaje, a partir de lo que nos es dado de la experiencia analítica?
Se trata de que «hay un uso del significante que puede definirse por partir del clivaje de un
signiflcante- amo respecto de ese cuerpo del que acabamos de hablar, el cuerpo perdido por el
esclavo, para no convertirse en nada mas que aquel en que se inscriben todos los otros significantes».
De esta manera podríamos imaginar ese saber que Freud define poniéndolo en el paréntesis
enigmático de lo Urverdrängt, «que quiere decir justamente lo que no ha tenido que ser reprimido
porque lo está desde el origen».
La fórmula de la metonimia –un significante es lo que representa a un sujeto para otro
significante- se aplicará entonces aquí, en el sentido de que el significante-amo «se emite», como dice Lacan, «hacia un saber»: el saber de un individuo castrado de su goce, el saber del esclavo, el saber del psicoanalizante. Pero esto produce señaladamente un resto, precisamente un plus-de-gozar a, en tanto que causa del deseo: la plusvalía marxista, su homónimo freudiano en tanto que pérdida.