Diccionario de psicología, letra A, Antipsiquiatría

Antipsiquiatría
Alemán: Antipsychiatrie.
Francés: Antipsychiatrie.
Inglés: Antipsychiatry.

Aunque el término antipsiquiatría fue inventado por David Cooper en un contexto muy preciso, sirvió para designar un movimiento político de impugnación radical del saber psiquiátrico, que se desarrolló entre 1955 y 1975 en la mayoría de los grandes países donde estaban implantados la psiquiatría y el psicoanálisis: en Gran Bretaña, con Ronald Laing y David Cooper; en Italia, con Franco Basaglia; en los Estados Unidos, con las comunidades terapéuticas, los trabajos de Thomas Szasz y la Escuela de Palo Alto de Gregory Bateson. En ciertos aspectos, la psiquiatría fue la continuación lógica y el desenlace de la psicoterapia institucional. Si esta última había tratado de reformar el asilo y transformar las relaciones entre el personal y los internados en el sentido de una gran apertura al mundo de la locura, la antipsiquiatría apuntó a suprimir el asilo y a eliminar la noción misma de enfermedad mental.
En este movimiento no hubo nunca una verdadera unidad, y aunque Cooper fue su principal
iniciador, los itinerarios de cada uno de los protagonistas se deben estudiar por separado.
Además, si la antipsiquiatría tuvo a la vez una duración efímera y un impacto considerable en todo el mundo, fue porque era una rebelión. Constituyó de alguna manera una utopía, la de una transformación posible de la locura en un modo de vida, en un viaje, en una manera de ser otro y de estar del otro lado de la razón, según la había definido el poeta Arthur Rimbaud (1854-1891) y, después de él, el movimiento surrealista. En consecuencia, la antipsiquiatría se interesó especialmente por la esquizofrenia, es decir, por esa forma mayor de locura que había fascinado a todo el siglo desde Eugen Bleuler hasta la Self Psychology, pasando por el kleinismo.
Así como el movimiento psicoanalítico había forjado su leyenda de los orígenes a través de la
historia de Anna O. (Bertha Pappenheim), la antipsiquiatría reivindicó la aventura de una mujer: Mary Barnes. Esta ex enfermera, reconocida esquizofrénica e incurable, tenía unos 40 años cuando ingresó en el Hospital de Kingsley Hall, donde Joseph Berke permitió que hiciera una
regresión durante cinco años. A través de este descenso a los infiernos y de una especie de
muerte simbólica, Mary Barnes pudo renacer a la vida, convertirse en pintora y después
redactar la descripción de su «viaje».
En tanto que utopía, la explosión de la antipsiquiatría fue radical, y Cooper lo subrayó cuando dijo en Londres, en la tribuna del Congreso Mundial de 1967, que aspiraba a inscribirla en el marco de un movimiento general de liberación de los pueblos oprimidos. Rindió en efecto un vibrante homenaje a los revolucionarios de la Comuna de 1871, que les disparaban a los relojes para suprimir «el tiempo de los otros, de los opresores, y reinventar de tal modo un tiempo propio».
En Francia no existió ninguna verdadera corriente antipsiquiátrica, por un lado porque la
izquierda lacaniana ocupaba en parte el terreno de la rebelión contra el orden psiquiátrico, a
través de la corriente de la psicoterapia institucional, y por otra parte porque los trabajos de
Michel Foucault (1924-1984) y Gilles Deleuze (1925-1995) materializaban la impugnación
«antipsiquiátrica» frente a la doble ortodoxia freudiana y lacaniana.