Diccionario de psicología, letra T, Transferencia y repetición

Transferencia y repetición:
La relación entre transferencia y repetición ha sido objeto de múltiples debates desde Freud.
Casi siempre estos debates quedan atrapados en la idea de una repetición más o menos
sinónimo de la reproducción de algo pasado. Desde luego, esta idea se desprende de algunos
textos de Freud. No obstante, él admite que puede tratarse de ediciones revisadas y corregidas,
y no de simples reimpresiones. Pero incluso allí donde Freud subraya la especificidad de la
repetición, en «Recordar, repetir y reelaborar», sigue siendo cierto que ésta aparece
subordinada a la rememoración de lo que es repetido en el actuar de la transferencia. Hay que
esperar a Más allá del principio de placer para que Freud encare una coacción de repetición
independiente del principio de placer, y se sabe que Lacan la interpreta precisamente como la
coacción de lo simbólico. Pero incluso en ese punto, en Freud, ello no basta para desprender el
concepto de repetición del concepto de rememoración, y de tal modo se valoriza más en el
análisis el punto de vista diacrónico. Por otra parte, se vuelve tentador asimilar repetición y
transferencia, algo que no han dejado de hacer numerosos analistas.
No es ésta la posición de Lacan, quien, a partir del período que consideramos, distingue
repetición y transferencia, e introduce la sincronía como dimensión totalmente legítima. El sujeto
supuesto saber es correlativo de una nueva definición de la repetición, que subraya su valor
sincrónico y actual, de donde el pasado sólo se funda retroactivamente [aprés-coupl. La
temporalidad del a posteriori, retomada de Freud por Lacan, invierte el sentido pasado-presente
en que se desplaza la repetición, y con ella la transferencia.
Este resultado deriva de una verificación simple: el pasado del sujeto es un pasado hablado en el
presente con palabras que, por sus equívocos, sus conexiones imprevistas, o sencillamente por
ser palabras del pasado repetidas en el presente y dirigidas a algún otro, inscriben el discurso
sobre el pasado en el lugar del Otro. Esta reinscripción es la repetición. En el Otro se inscribe lo
que Freud llama la contraseña o palabra de pase (Passwort) de la repetición. El Hombre de las
Ratas lo hace todo por adelgazar, para no ser gordo, dick, como su primo de América, Dick, que
él odia. Este «dick», que Freud llama «palabra de pase», es exactamente lo que Lacan llama un
significante.
La naturaleza significante de la repetición se desnuda en la repetición de un mismo término
cuando revela que éste no es idéntico a sí mismo. Un trazo, que Lacan llama trazo unario, fija
esta «esencia» de no-identidad consigo mismo del significante. El trazo unario es a la vez uno y
dos; esto, que hace paradoja para el lenguaje, ya no es allí uno, puesto que encuentra su
soporte, si así puede decirse, en la estructura topológica del doble bucle (en ocho interior) del
corte moebiusiano: se trata de un mismo corte (que se re-corta) pero que engendra otra
superficie de propiedades diferenciadas (se vuelve bilátera). El segundo giro de corte no
completa el uno para hacer dos, sino que debe repetir el uno para hacerlo existir. La repetición
no repite uno para hacer dos, sino que repite uno para hacer existir uno. El segundo giro es
idéntico al primero y, al repetirse, por el hecho de que modifica la superficie, es soporte de la
diferencia de lo idéntico. En este sentido, la repetición es entonces una propiedad intrínseca del
significante en su relación con el sujeto. Al introducir en el principio de la transferencia al sujeto
supuesto saber, Lacan inscribe la transferencia en una dependencia del significante.
No obstante, si bien la definición del significante implica al sujeto, el sujeto no es completamente
determinado por esta definición. En la determinación del sujeto también debe tenerse en cuenta lo
imaginario (lo que se imaginariza del objeto a, el fantasma $àa) y lo real (el sujeto como corte).
Pero, sea cual fuere la dimensión (imaginaria, real, simbólica) a la que se refiera la transferencia
-incluso, entonces, en su articulación con el sujeto supuesto saber—, no se la puede vincular
con la repetición a menos que se tome en cuenta la sincronía de esta última. En la transferencia,
la repetición no tiene el sentido de un retorno del pasado que disolvería la efectividad de las
dimensiones presentes. En la repetición, el pasado es una realidad topológica.
En el lapso intermedio (el del seminario L’Angoisse) entre Le Transfert y Los cuatro conceptos….
que precede al retorno del sujeto supuesto saber, Lacan formula una notable proposición sobre
la cuestión del objeto a que también contribuirá a esclarecer el problema de la transferencia.
LIdentification consagra el pasaje de una metaforización del objeto a por el ágalma, a su
formalización topológica. Con el objeto a en el bolsillo, Lacan está en condiciones de interpretar
lo que para Freud, en «Análisis terminable e interminable», hace punto de impase al final del
análisis: «El límite de Freud ha sido la no-apercepción de lo que había propiamente que analizar
en la relación sincrónica [de transferencia] del analizado con el analista, concerniente a esta
función del objeto parcial» (9 de enero de 1963). Freud señala la angustia de castración como
límite del análisis; según Lacan, en la medida en que Freud seguía siendo para su analizado la
sede de ese objeto parcial, aquél no es un límite absoluto.
Los objetos a adquieren una función normativa -del deseo- al venir retroactivamente al lugar
ocupado por la falta fálica. La importancia de la propuesta de Lacan sobre el objeto a en el curso
de esos años intermedios lo lleva incluso a enunciar que el objeto a es el único objeto que hay
que proponer a la transferencia (12 de junio de 1963). Este enunciado, ¿es compatible con la
función del sujeto supuesto saber, que Lacan introduce inmediatamente después? Verernos
este punto más adelante, puesto que Lacan lo resuelve en seminarios ulteriores.