Diccionario de Psicología, letra B, Beneficio primario y secundario de la enfermedad

Diccionario de Psicología, letra B Beneficio primario y secundario de la enfermedad

Beneficio de la enfermedad designa, de un modo general, toda satisfacción directa o Indirecta que un sujeto obtiene de su enfermedad. El beneficio primario es el que entra en consideración en la motivación misma de una neurosis: satisfacción hallada en el síntoma, huida en la enfermedad, modificación favorable de las relaciones con el ambiente. El beneficio secundario podría distinguirse del anterior por: – su aparición con posterioridad, como ganancia suplementaria o utilización por el sujeto de una enfermedad ya constituida; – su carácter extrínseco en relación con el determinismo inicial de la enfermedad y con el sentido de los síntomas; – el hecho de que se trata de satisfacciones narcisistas o ligadas a la autoconservación más que de satisfacciones directamente libidinales. Desde sus comienzos, la teoría Freudiana de la neurosis es inseparable de la idea de que la enfermedad se desencadena y se mantiene en virtud de la satisfacción que aporta al individuo. El proceso neurótico responde al principio del placer y tiende a obtener un beneficio económico, una disminución de la tensión. Este beneficio se evidencia por la resistencia del sujeto a la cura, resistencia que se opone al deseo consciente de curarse. Pero sólo más tarde, y siempre en forma bastante aproximada, establece Freud la distinción entre beneficio primario y beneficio secundario. Así, en el estudio del Caso Dora, Freud parecía sostener inicialmente la idea de que los motivos de la enfermedad son siempre secundarios con relación a la formación de los síntomas. Éstos no tendrían al principio una función económica y podrían ser efímeros si no resultasen fijados en un segundo tiempo: «Cierta corriente psíquica puede encontrar cómodo servirse del síntoma, y éste adquiere así una función secundaria, quedando como anclado en el psiquismo» . El tema vuelve a ser examinado por Freud en las Lecciones de introducción al psicoanálisis (Vorlesungen zur Einführung in die Psychoanalyse, 1916-1917) y en una nota de rectificación añadida en 1923 al estudio del Caso Dora : El «beneficio primario» va ligado al propio determinismo de los síntomas. En él distingue Freud dos partes: la «parte interna del beneficio primario» consiste en la reducción de tensión que procura el síntoma; éste, por doloroso que sea, tiene por finalidad evitar al sujeto conflictos a veces más penosos: es el mecanismo llamado de la «huida en la enfermedad». La «parte externa del beneficio primario» estaría ligada a las modificaciones que el síntoma aporta en las relaciones interpersonales del sujeto. Así, una mujer «oprimida por su marido» puede conseguir, gracias a la neurosis, mayor ternura y atención, al mismo tiempo que se venga de los malos tratos recibidos. Pero si bien Freud designa este último aspecto del beneficio con los términos de «externo o accidental», la frontera que lo separa del beneficio secundario resulta difícil de trazar. Para describir este último, Freud alude al caso de la neurosis traumática o de una enfermedad física a consecuencia de un accidente. El beneficio secundario se materializa en este caso por la indemnización percibida por el enfermo, motivo poderoso que se opone a una readaptación: «Al librarlo de su enfermedad, le privaríais ante todo de sus medios de subsistencia, puesto que entonces tendría que preguntarse si todavía es capaz de reemprender su antiguo trabajo». Sobre la base de este claro ejemplo, es fácil descubrir las tres características que definen el beneficio secundario. Pero además se debe precisar que, incluso en un caso de este tipo, haría falta preguntarse por las motivaciones inconscientes del accidente, como han subrayado las investigaciones modernas. Tratándose de neurosis y a fortiori de neurosis no traumática, ¿no son las distinciones todavía menos netas? En efecto, un beneficio sobrevenido secundariamente en el tiempo, y aparentemente extrínseco, ha podido ser previsto y considerado en el desencadenamiento del síntoma. En cuanto al aspecto objetivo del beneficio secundario, oculta con frecuencia su carácter profundamente libidinal: el subsidio pagado al enfermo (para seguir con el mismo ejemplo) puede, por ejemplo, simbolizar una dependencia del tipo niño-madre. El punto de vista tópico es probablemente el que permite comprender mejor lo que se quiere indicar con el término «beneficio secundario», en la medida en que se toma en consideración la instancia del yo en su tendencia, o incluso «compulsión», a la síntesis (véase: Yo). Freud aborda este problema en el capítulo III de Inhibición, síntoma y angustia (Heminung, Symptom und Angst, 1926), en el cual el concepto de beneficio secundario se aclara al compararlo con el «combate defensivo secundario» emprendido por el yo, no directamente contra el deseo, sino contra un síntoma ya constituido. Defensa secundaria y beneficio secundario aparecen como dos modalidades de respuesta del yo a este «cuerpo extraño» que es ante todo el síntoma: «[…] el yo se comporta como guiado por la idea de que el síntoma persistirá en lo sucesivo y no podrá ser eliminado: no queda otro remedio que transigir con esta situación y obtener de ella la mayor ventaja posible». En este beneficio secundario de la enfermedad, que constituye una verdadera incorporación del síntoma al yo, distingue Freud, por una parte, las ventajas obtenidas del síntoma en el terreno de la autoconservación, y por otra parte las satisfacciones propiamente narcisistas. En conclusión, se observará que la denominación «beneficio secundario» no debe ser obstáculo para la investigación de motivaciones ligadas más directamente a la dinámica de la neurosis. La misma observación podría aplicarse a aquellos tratamientos Psicoanalíticos en los cuales se recurre al concepto de beneficio secundario para explicar el hecho de que el paciente parece hallar más satisfacción en el mantenimiento de una situación transferencial que en la curación.