Diccionario de Psicología, letra C, Chiste y su relación con lo inconsciente (el)
Obra de Sigmund Freud publicada por primera vez en 1905 con el título de Der Witz un seine Beziehung zum Unbewussten. Traducida por primera vez al francés en 1930 por Marie Bonaparte y Marcel Nathan, con el titulo de Le Mot d’esprit et ses rapports avec l’inconscient, y después por Denis Messier en 1988 con el titulo de Le Mot d’esprit et sa relation à l’inconscient. Traducida por primera vez al inglés en 1916 por Abraham Arden Brill con el titulo de Wit and its Relation to the Unconscious, y después, en 1960 por James Strachey con el titulo de Jokes and their Relation to the Unconscious. Sigmund Freud tenia pasión por los aforismos, los juegos de palabras, los cuentos judíos, y no cesó de coleccionarlos a lo largo de su vida. Como numerosos intelectuales vieneses (por ejemplo Karl Kraus), estaba dotado de un humor corrosivo, y adoraba los relatos de Schadhen (casamenteros judíos) o Schnorrer (mendigos), a través de los cuales se expresaban entre risas los problemas principales de la comunidad judía de la Europa central enfrentada al antisemitismo. En este sentido, como lo subraya Henri F. Ellenberger, su obra sobre el chiste es un pequeño monumento a la memoria de la vida vienesa: allí cuenta historias de dinero y sueños de gloria, anécdotas concernientes al sexo, la familia, el matrimonio, etcétera. En múltiples ocasiones, Freud usa el Witz (chiste) tanto para burlarse de sí mismo como para significarle a su entorno hasta qué punto él podía reírse de las realidades más sombrías. Así, el 21 de septiembre de 1897, después de haberle explicado a Wilhelm Fliess su renuncia a la teoría de la seducción, termina la carta con una anécdota de Schadhen: «Rebeca, quítate el vestido, ya no estás de novia». La palabra novia estaba escrita en ídish (kalle), y la frase significaba que Freud, después de haber decidido cambiar de orientación teórica, se encontraba totalmente desnudo, como una joven abandonada por su novio en vísperas de la boda. Cuarenta y un años más tarde, al final de su vida, obligado a dejar Viena, firmó bajo coacción una declaración con la cual reconocía que los funcionarios del Partido Nazi lo habían tratado correctamente. Ahora bien, según la leyenda, recogida por su hijo Martin Freud y después por Ernest Jones, Freud habría añadido: «Puedo recomendar cordialmente la Gestapo a todos». Freud se basa en cuentos de gueto para establecer el vínculo entre los mecanismos del sueño y las diversas modalidades de la risa. En otras palabras, parte de anécdotas específicas de una comunidad para realizar un análisis del chiste de alcance universal. En efecto, fueran cuales fueren sus modalidades, el Witz aparece a sus ojos como una expresión de lo inconsciente que puede descubrirse en todos los individuos. Después de La interpretación de los sueños y Psicopatología de la vidia cotidiana, El chiste y su relación con lo inconsciente es la tercera gran obra de Freud dedicada a la elaboración de una nueva teoría de lo inconsciente. Hay que completarla con los Tres ensayos de teoría sexual. Redactado al mismo tiempo y publicado el mismo año, este cuarto libro añade al edificio Freudiano una nueva doctrina de la sexualidad, y le aporta a la cuestión del chiste una iluminación esencial, puesto que subraya el aspecto infantil o polimorfo de la sexualidad humana, que se vuelve a encontrar en los juegos de lenguaje. La lectura en 1898 del libro de Theodor Lipps (1851-1914) titulado Komik und Humor fue lo que indujo a Freud a dedicar una obra a este tema. Del trabajo de este filósofo alemán, heredero del romanticismo, Freud retuvo la adecuación entre el psiquismo y lo inconsciente. Esto no le impidió encontrar otras fuentes de inspiración: Georg Christoph von Lichtenberg (1851-1914), Cervantes, Moliére, Heinrich Heine (1742-1799), entre otros. La obra está dividida en tres partes: una analítica, la siguiente sintética, y la última teórica. Freud estudia primero la técnica del chiste, para mostrar a continuación el mecanismo de placer que éste pone en marcha. Finalmente describe el aspecto social del chiste y su relación con el sueño y lo inconsciente. Entre los diferentes Witze, Freud distingue los que son inofensivos y los tendenciosos; estos últimos tienen por móvil la agresividad, la obscenidad o el cinismo. Cuando alcanza su meta, el chiste, que necesita la presencia de al menos tres personas (el autor de la broma, su destinatario y el espectador), ayuda a soportar los deseos reprimidos, proveyéndoles un modo de expresión socialmente aceptable. Según Freud, hay además un cuarto móvil, más terrible que los otros tres: el escepticismo. Los chistes de este registro ponen en juego el absurdo y no atacan a una persona o una institución, sino a la seguridad del juicio. Mienten cuando dicen la verdad, y dicen la verdad por medio de la mentira, como lo ilustra la siguiente historia judía: «En una estación de Galitzia, dos judíos se encuentran en un tren. «¿A dónde vas?», pregunta uno. «A Cracovia», responde el otro. «¡Eres un mentiroso!», grita el primero, furioso. «Si dices que vas a Cracovia, es porque quieres que yo crea que vas a Lemberg. Yo sé que vas verdaderamente a Cracovia. Entonces, ¿por qué mientes?»» Mientras que el sueño es la expresión de la realización de un deseo y de la evitación de un displacer, y conduce a una regresión al pensamiento en imágenes, el chiste es productor de placer. Si bien recurre a los mecanismos de la condensación y el desplazamiento, se caracteriza ante todo por el ejercicio de la función lúdica del lenguaje, cuyo primer estadio sería el juego del niño, y el segundo, la broma. Después de haber encarado todas las formas de lo cómico, desde las más ingenuas hasta las más complejas, Freud concluye su exposición con un estudio de la práctica del humor. Desde Mark Twain (1835-1910) hasta Don Quijote, distingue el humor, lo cómico y el chiste propiamente dicho. Estas tres entidades, dice, vuelven a llevar al hombre al estado infantil, pues «la euforia que aspiramos a alcanzar por estas vías no es más que el humor [ … ] de nuestra infancia, una edad en la que ignorábamos lo cómico, no teníamos ingenio, ni necesidad del humor para sentirnos felices en la vida». Freud no atribuía una gran importancia a este voluminoso libro, que consideraba un ensayo de psicoanálisis aplicado a la creación literaria, y que prácticamente no modificó a lo largo de los años. Por otra parte subrayaba de buena gana que se trataba de una digresión respecto de La interpretación de los sueños. El libro no recibió una acogida entusiasta, y los mil ejemplares de la primera edición sólo se agotaron siete años más tarde. Inspirándose en esta obra, el dibujante Ralph Steadman compuso en 1979 un álbum humorístico sobre la vida de Freud cuyas imágenes dieron la vuelta al mundo. En 1958, Jacques Lacan fue el primer gran intérprete de la historia del Freudismo que se interesó por esta obra de manera nueva, y le dio al Witz un estatuto de concepto técnico. En su célebre conferencia «La instancia de la letra en el inconsciente», calificó El chiste de texto «canónico«, considerándolo la primera parte de una especie de trilogía que incluía también a La interpretación de los sueños y Psicopatología de la vida cotidiana. El mismo año, en su seminario Las formaciones del inconsciente, tradujo la palabra Witz por «trait d’esprit» («rasgo de espíritu», «rasgo de ingenio»), y propuso una interpretación propia de la historia narrada por Freud, tomada de los Cuadros de viaje de Heinrich Heine, que pone en escena a un personaje jugoso, Hirsch-Hyacinth, vendedor de billetes de lotería y pedicuro de Hamburgo, el cual se jacta ante el poeta de ser tratado de manera famillionnaire por el rico barón de Rothschild. En ese chiste forjado por error (inconscientemente) a partir de familier y de millionnaire, Freud veía el resultado de un proceso de condensación semejante al que se encuentra en el trabajo del sueño. Con el objetivo de poner de manifiesto la relación entre el inconsciente y el lenguaje, Lacan realizó una lectura estructural de la noción Freudiana de condensación. Él la asimiló a una metáfora, haciendo del trait d’esprit un significante, es decir, la marca por la cual surge en un discurso un «rasgo» (trait) de verdad que se trata de ocultar. En el caso de Hirsch-Hyacinth, en el juego de palabras famillionnaire se expresa el deseo, imposible de objetivar, de «tener un millonario en el bolsillo». Desde este punto de vista, el libro de 1905, se convertía en una etapa principal en la elaboración de la teoría Freudiana de lo inconsciente. Según Lacan, Freud habría percibido una relación entre las leyes del funcionamiento del lenguaje y las del inconsciente, antes de los descubrimientos de la lingüística moderna. Lo mismo que Freud, Lacan tenía un humor corrosivo. Adoraba los juegos de palabras y las bromas de todo tipo, construidas según el modelo de los cuentos judíos. Fue un maestro del Witz, del retruécano y el aforismo, y sobre todo supo manejar la técnica de la «figuración por lo contrario» con más ferocidad que Freud, como lo atestigua su flamígera fórmula de la relación amorosa: «El amor es dar lo que uno no tiene a alguien que no lo quiere». La traducción de la palabra alemana Witz ha sido objeto de polémicas entre los Freudianos de lengua inglesa y lengua francesa. En 1916, Abraham Arden Brill realizó la primera versión en inglés de la obra, y eligió el término wit (agudeza) como equivalente a Witz, con riesgo de restringir la significación del chiste a la broma intelectual, en el sentido de algo «ingenioso» y «sutfl». Contra esta reducción, James Strachey prefirió en 1960 el vocablo joke, que amplía la significación a broma, chanza, farsa, con riesgo en este caso de que se perdiera el «rasgo de ingenio», es decir, el lado intelectual del Witz Freudiano, en el campo más vasto de las diferentes formas de expresión de lo cómico. De hecho, detrás de esta disputa se perfilaba una lucha ideológica entre los ingleses y los norteamericanos por la apropiación de la obra Freudiana. Pues Brill, en su traducción, había tratado de «adaptar» el pensamiento Freudiano al espíritu de ultramar, transformando ciertas bromas judías en chanzas norteamericanas. Strachey, en cambio, y contra Brill, reivindicó una mayor fidelidad al texto Freudiano, a la lengua inglesa (y no al inglés americano) y a la historia vienesa. En Francia, Lacan, contra Marie Bonaparte, que había empleado «mot d’esprit», quiso traducir Witz por trait d’esprit, disociando así el rasgo, trait, como significante, del esprit. Después de él, los lacanianos, fascinados por los juegos de palabras del maestro, prefieren hablar de Witz, más bien que de chiste, como si el empleo del término alemán permitiera remitir el Witz Freudiano a una función simbólica del lenguaje, a un rasgo significante que se pierde al cambiar de idioma. En 1988, en ocasión de la aparición de la excelente traducción de Denis Messier, Jean-Bertrand Pontalis escribió una nota en la cual refutaba la traducción de Witz por trait d’esprit. Aunque teniendo en cuenta el carácter positivo del aporte teórico lacaniano, subrayó ajusto título que el Witz en el sentido de Freud tenía una significación mucho más amplia y menos conceptual que la que surge de la lectura propuesta por Lacan. De allí la decisión de traducir el título de la obra como Le Mot d’esprit et sa relation à l’inconscient. En 1989, los traductores de las (Euvres complètes, bajo la dirección de Jean Laplanche, Pierre Cotet y André Bourguignon (1920-1996), anunciaron, al contrario, su intención de retomar el término de Lacan con otro enfoque. Sosteniendo la existencia de una supuesta «lengua Freudiana» y de una disciplina llamada Freudología, llegaron a la conclusión de que el Witz no era un chiste (mot d’esprit), sino un rasgo del espíritu Freudiano que había que hacer pasar a la lengua francesa. Al término de esa elaboración un tanto bizantina, decidían que la obra de Freud se publicara en francés con el título de Le trait d’esprit en el tomo VII de las Euvres complètes.