Diccionario de Psicología, letra E, Expulsión

Diccionario de Psicología, letra E, Expulsión

Expulsar: arrojar, echar afuera de cualquier cavidad, recinto, etcétera, una persona o cosa. Proceso en virtud del cual el sujeto, de un modo más o menos fantasmático, coloca afuera de su cuerpo un objeto. La expulsión constituye un fin pulsional y un modo de relación de objeto característicos de la fase anal. Constituye el prototipo corporal de la proyección y de la diferenciación yo-no yo.

Origen e historia del término

El concepto «expulsión» aparece en la obra de Freud vinculado a la negación; uno de sus grandes conceptos abarcativos. En 1924 K. Abraham propone diferenciar dos fases dentro de la organización de la libido, bajo la primacía de la zona erógena anal. La expulsión aparece vinculada a la fase primera dentro del desarrollo psicosexual otorgándole a aquélla su carácter impulsivo. En cuanto a la relación de objeto, ésta queda impregnada por la significación ligada a la función defecación-expulsión. La escuela kleiniana interpreta a la expulsión como un impulso del ello, a la vez que un mecanismo de defensa del yo. Tal como señalan Laplanche y Pontalis, desde la teoría psicoanalítica rige la afirmación que la realidad psíquica se constituye sobre la base de las experiencias de placer- displacer, esto es: a los movimientos de «tornar en uno mismo» lo que es bueno y rechazar lo que es malo, corresponden los conceptos de introyección y de proyección. Estos movimientos designan procesos psíquicos apuntalados en la experiencia corporal de la incorporación y del rechazo. Este proceso de introyección-proyección se expresa en el lenguaje de la pulsión oral por la oposición ingerir-rechazar. ¿Sobre qué recae la expulsión? Sobre aquello que amenaza al aparato psíquico. Laplanche y Pontalis señalan que el principio de constancia se halla en la base de la teoría económica Freudiana. Ejerce su influencia regulando el funcionamiento del aparato psíquico. Éste intentaría mantener la cantidad de excitación en él contenida en un nivel tan bajo, o por lo menos tan constante como sea posible. Esta constancia se obtiene, por una parte, mediante la descarga de energía ya existente; por la otra, mediante la evitación, el rechazo de lo que pudiera aumentar la cantidad de excitación. Esto significa que a la función desiderativa primaria se opondrían las barreras de contacto como aparatos protectores frente a un exceso de estimulación externa. He aquí la atracción desiderativa primaria y la defensa (rechazo) primaria. El rechazo será tanto más violento cuanto más intensa sea la amenaza de displacer. El desencadenamiento total del displacer, que impone un despliegue completo de defensas, forma parte de los considerados procesos psíquicos primarios. Dentro de éstos, la expulsión se constituye en la expresión cabal del rechazo fuera de uno mismo de lo inadmisible expresando, a la vez, lo más paradigmático de la pulsión: su carácter irrepresible. Su valor de acto la equipara a la escupida y al vómito.

Desarrollo desde la perspectiva vincular El concepto «expulsión» amplía la comprensión de algunos fenómenos vinculares a partir de lo que, en la escuela francesa, se ha dado en llamar el terreno de lo negativo. «Lo negativo no es tanto una categoría nueva, no es tanto una adjunción teórica a un corpus existente como una interpretación inédita» afirma Green en El trabajo de lo negativo. El concepto ha sido ampliamente trabajado por Kaës en su trabajo «El pacto denegativo en los conjuntos trans-subjetivos». El concepto «expulsión» participa de las llamadas formaciones transubjetivas, esto es: de aquellas formaciones del inconsciente que deben algunos de sus contenidos y una parte de sus destinos al hecho de estar constituidos dentro del conjunto y de ser constitutivos de éste. En la expulsión, formando parte de lo negativo, vendrían a manifestarse una economía y una dinámica grupal que expresarían el entreanudamiento de los enunciados singulares. En tal sentido hay que tomar en cuenta la ideología, los procesos de coapuntalamiento y cofantasmatización incluyendo las alianzas, pactos y contratos narcisistas. La expulsión, a la vez que la negación, el rechazo, la desmentida, la transformación en lo contrario forma parte de la noción de pacto denegativo que Kaës propone como concepto unificador de una serie de modalidades vinculares fundamentales en la organización del grupo. Su función es la de erradicar las angustias de persecución y de aniquilamiento que promueve el espacio psíquico grupal y que atentan contra la posición utópica. La expulsión es la expresión paradigmática de la búsqueda de homeostasis; es la defensa por antonomasia contra el exceso. Kaës hace referencia a tres modalidades de lo negativo. ¿Cómo se expresaría la expulsión en cada una de ellas? Desde la «negatividad de obligación», la expulsión remite a aquello que debe dejarse afuera del contexto vincular para que el vínculo funcione. La noción de obligación destaca, como señala el autor, el constreñimiento que se ejerce sobre el aparato psíquico para que efectúe tal operación y la ligazón que se entabla entre lo que ha sido expulsado, negado, suprimido o reprimido y lo que, por esto mismo, resulta preservado. Este dejar de lado (expulsar, reprimir, rechazar) tiende a configurar los llamados por Roussillon (citado por Kaës) bolsones de intoxicación o espacios basureros, que mantienen a los sujetos excluidos de su propia historia pero siempre expuestos a un retomo de lo negado. Desde la «negatividad relativa», se hace referencia a un proceso de negociación que sostiene el campo de «lo posible», así como de rechazo frente a aquello que «no podrá ser». Pactos, acuerdos e interdicciones -algunas de las cuales se convierten en tabú- señalan en qué condiciones puede lo rechazado permanecer dentro del espacio psíquico común o deberá ser expulsado fuera del límite constituido por el grupo como continente. Desde la «negatividad radical», la expulsión estaría vinculada a aquellos contenidos que permanecen refractarios a toda ligazón. Nos referimos a lo no-pensable, a lo no organizable, al no-vínculo, al espacio vacío. Esto es, a lo no-ligable en un sentido irreductible. Cuanto mayor sea la regresión producida por el grupo, mayor tendencia habrá a que la fantasmatización individual se aproxime al polo de lo originario. Siguiendo con la idea de Kaës que las fantasías inconscientes constituyen una expresión psíquica de las pulsiones arraigadas en la experiencia corporal, la expulsión remitiría, a este nivel, a la huella dejada por la experiencia inaugural de la expulsión fuera del cuerpo materno así como, también, a la representación del propio cuerpo que se desprende de una de sus partes. Desde la homologación cuerpo-cuerpo grupal, el grupo que aparta-expulsa a uno de sus miembros (el respresentante-cosa de lo inadmisible) ilustra metafóricamente ambas experiencias.

Problemáticas conexas Algunas controversias se vinculan a cierta ambigüedad dada por lo abarcativo del concepto y por su participación en una multiplicidad de operaciones intrapsíquicas y transubjetivas de carácter defensivo y estructurante, tales como la negación, la represión, la transformación en lo contrario, las formas negativas de la transferencia, etcétera. En un sentido amplio, la expulsión se emparenta con la represión en cuanto ambas tenderían a hacer desaparecer- expulsar de la conciencia un contenido inaceptable. Desde este punto de vista, la represión sería un tipo especial de expulsión. En un sentido estricto, a diferencia de la represión, el contenido expulsado no es traspuesto al inconsciente sino inhibido, abolido. La expulsión sería un mecanismo consciente que se situaría entre el consciente y el preconsciente a menos que, considerada como pulsión y por ser orgánica, no encuadrase dentro de la alternativa conciencia-inconsciencia. A diferencia de la represión, la expulsión, ligada a los modelos fisiológicos, estaría formando parte de una fase lógicamente anterior a la constitución de las defensas del Yo. Su articulación anal no impide, a niveles de mayor complejización, su participación en el sistema preconciencia-conciencia. Es así que, desde los estratos más arcaicos, la expulsión remitiría a un hecho real, no metaforizable, la excorporación llegando a los niveles donde el actuar del proceso secundario acercaría el concepto a los de exclusión, supresión. «Símbolo de la negación y juicio, por una parte, pero también y simultáneamente, pulsión por la otra, el ‘no’ de la expulsión es una representación que no deja de ser un acto que es ya una representación» (Guillaumin). Símbolo de la negación a la vez que pulsión, el concepto nos lleva a considerar los diferentes registros de la representación psíquica, a la vez que a considerar las condiciones que facilitarían el tránsito de la pulsión al símbolo. El vínculo y el grupo son, en principio, aferramientos contra toda expulsión. No obstante, estrechamente ligada a la problemática fusiónindividuación, la expulsión estaría tanto al servicio de la desunión, del narcisismo negativo, del ataque contra los vínculos y de la afirmación de las diferencias, como al servicio de la necesidad de afirmar las ligaduras y las identificaciones privilegiadas suprimiendo las diferencias y expulsando aquello que amenazare el «estar juntos».