ESTADÍOS TEMPRANOS DEL CONFLICTO DE EDIPO

ESTADÍOS TEMPRANOS DEL CONFLICTO DE EDIPO
    De acuerdo con mi experiencia, las tendencias edípicas de una niña se inician con sus deseos orales por el pene del padre. Estos deseos están ya acompañados por impulsos genitales. He encontrado que el deseo de robar a su padre el pene del padre e incorporárselo a sí misma es un factor fundamental en el desarrollo de su vida sexual. El resentimiento que su madre ha producido en ella al retirarle el pecho nutricio, es intensificado por el mal adicional que le ha hecho al no otorgarle al pene de su padre como objeto de gratificación, y esta doble injusticia es la causa más profunda del odio que la niña siente hacia su madre como resultado de sus tendencias edípicas.
    Estos puntos de vista difieren en algo de las teorías aceptadas en psicoanálisis. Freud ha llegado a la conclusión de que en la niña es el complejo de castración el que inicia el complejo de Edipo, y que lo que la hace alejarse de la madre es la envidia por no haber recibido un pene para ella . La divergencia entre el punto de vista de Freud y el presentado acá, sin embargo, resulta menos importante si reflexionamos que los dos están de acuerdo en dos puntos importantes: en que la niña quiere tener un pene y en que odia a su madre por no habérselo dado. Mas de acuerdo con mi punto de vista, lo que ella principalmente desea no es poseer un pene propio como atributo de masculinidad, sino incorporar el pene de su padre como objeto de gratificación oral. Más aun, creo que este deseo no es un resultado de su complejo de castración sino la expresión más fundamental de sus tendencias edípicas, y por consiguiente ella cae bajo el dominio de sus impulsos edípicos no indirectamente a través de sus tendencias masculinas y su envidia del pene, sino directamente, como resultado de sus dominantes componentes instintivos femeninos .
Cuando la niña elige el pene de su padre como objeto deseado, varios factores concurren para hacer su deseo más intenso. La demanda de sus impulsos orales de succión exaltados por la frustración que ha sufrido de los pechos de la madre crea en ella un cuadro imaginario del pene de su padre como un órgano que, a diferencia del pecho, puede proveerla de una tremenda e infinita gratificación oral . Los impulsos sádicos uretrales añaden su contribución a esta fantasía. Porque los niños de ambos sexos atribuyen mucha más capacidad uretral al pene donde es más visible que el órgano femenino de micción. Las fantasías de la niña sobre la capacidad uretral y el poder del pene se unen a sus fantasías orales en virtud de la ecuación que hacen todos los niños pequeños entre todas las sustancias del cuerpo, y en su imaginación, el pene es un objeto que posee poderes mágicos de suministro de gratificaciones orales. Pero desde que la frustración oral que ella ha sufrido de su madre ha estimulado todas las demás zonas erógenas, al hacer surgir sus tendencias genitales y deseos en relación con el pene del padre, este último resulta ser el objeto de sus impulsos orales, uretrales, anales y genitales al mismo tiempo. Otro factor que intensifica sus deseos en esta dirección es su teoría sexual inconsciente de que su madre se ha incorporado el pene del padre, lo que provoca en ella envidia hacia la madre.
    Creo que la combinación de todos estos factores, dota al pene del padre de enorme virtud a los ojos de la niña pequeña y lo hace el objeto de su más ardiente admiración y deseo . Si ella mantiene una posición predominantemente femenina, esta actitud frente al pene de su padre la llevará a menudo a asumir una actitud humilde y sumisa hacia el sexo masculino. Pero puede también causar en ella intensos sentimientos de odio por haberle sido negado lo que tan apasionadamente adoraba y deseaba, y si asume una posición masculina, ésta puede hacer surgir en ella todos los signos y síntomas de la envidia del pene.
    Pero desde que las fantasías de la niña sobre el poder enorme, gran tamaño y fuerza del pene de su padre surgen de sus propios impulsos orales, uretrales y analsádicos, también creerá que posee peligrosos atributos. Este aspecto que fundamenta su temor al pene malo se produce como una reacción a sus impulsos destructivos que, combinados con los libidinales, ha dirigido hacia el pene. Si lo más fuerte en ella es un sadismo oral, considerará al pene de su padre como algo para ser odiado, envidiado y destruido ; y las fantasías llenas de odio que ella centraliza alrededor del pene de su padre como algo que da gratificación a su madre serán en algunos casos tan intensas, que producirán un desplazamiento de su más profunda y poderosa ansiedad su miedo a su madre hacia el pene del padre como un apéndice odiado de su madre. Si sucede esto, la niña sufrirá graves trastornos en su desarrollo y será conducida a una actitud distorsionada hacia el sexo masculino. También tendrá una relación más o menos defectuosa con sus objetos y será incapaz de superar, al menos completamente, la etapa de amor parcial .
En virtud de la omnipotencia de pensamiento, los deseos orales de la niña por el pene de su padre le hacen creer que en realidad lo ha incorporado, y entonces sus sentimientos ambivalentes hacia él se extienden a su pene internalizado. Como sabemos, en la etapa de incorporación parcial el objeto está representado por una parte de él o ella misma y el pene del padre representa toda su persona. Esa es la razón, creo, por la que las imagos más tempranas del padre el núcleo del superyó paternal están representadas por su pene. Como he tratado de demostrar, el carácter cruel y aterrador del superyó en los niños de ambos sexos es debido al hecho de que han comenzado a introyectar sus objetos en un período del desarrollo en que su sadismo estaba en su punto máximo. Sus más tempranas imagos asumen el aspecto fantástico que les han impartido sus propios impulsos dominantes pregenitales . Pero esta impulsión a introyectar el pene del padre, que es el objeto edípico, y mantenerlo dentro es mucho más fuerte en la niña que en el niño. Esto se debe a que las tendencias genitales que acompañan sus deseos orales tienen también un carácter receptivo, de modo que bajo circunstancias normales sus tendencias edípicas están mucho más bajo la influencia de los impulsos orales incorporativos que en el varón. Es un asunto de importancia decisiva para la formación del superyó y el desarrollo de la vida sexual, tanto en varones como en niñas, que las fantasías que prevalezcan sean las de un pene «bueno o malo». Pero dado que la niña está más subordinada a su padre introyectado por lo tanto está más a la merced de sus poderes para lo bueno o malo que el niño en relación con su superyó . Su ansiedad y su sentimiento de culpa en relación a su madre sirven para complicar aun más los divididos sentimientos hacia el pene del padre.
Para simplificar nuestra investigación sobre la situación total, seguiremos primero el desarrollo de la actitud de la niña frente al pene del padre y así trataremos de descubrir hasta qué punto sus relaciones con la madre afectan sus relaciones con el padre. En circunstancias favorables la niña cree no sólo en la existencia de un pene introyectado peligroso, sino en uno benéfico y servicial. Como resultado de esta actitud ambivalente, luchará por contrarrestar su miedo a un pene «malo» introyectado por una introyección continua de uno «bueno» en el coito  y éste será un incentivo más para que pase por experiencias sexuales en la primera infancia y encuentre más tarde satisfacción en actividades sexuales y será un nuevo aporte a sus deseos libidinales de un pene.
    Por otra parte, sus actos sexuales, ya sea bajo la forma de la fellatio, coitus per anum o coito normal, le ayudarán a confirmar si los temores que juegan un papel tan fundamental y dominante en su mente en conexión con la copulación, están bien fundadas o no. La razón por la cual la copulación se ha cargado con tanto peligro en la imaginación de los niños de ambos sexos, es que sus fantasías optativas sádicas han transformado este acto, hecho entre el padre y la madre, en una situación de peligro amenazante . Ya hemos tratado en detalle la naturaleza de estas fantasías sádicas de masturbación y hemos encontrado que caen dentro de dos categorías distintas pero interconectadas. En las de la primera categoría los niños emplean varios medios sádicos para hacer un ataque directo sobre ambos padres, ya sea separados o juntos en el coito; en los de la segunda, que se derivan de un estado algo posterior a la fase de máximo sadismo, su creencia en su omnipotencia sádica sobre sus padres encuentra expresión de un modo más indirecto. Los dota de instrumentos de destrucción mutua, transformando sus dientes, uñas, genitales, excrementos, etc., en peligrosas armas, animales, etc., y los representa, de acuerdo con sus propios deseos, como atormentándose y destruyéndose el uno al otro durante el coito.
    Ambas clases de fantasías sádicas hacen surgir ansiedad desde diversas fuentes. Volviendo otra vez a la niña, vemos que en conexión con la primera categoría teme ser contraatacada por uno o ambos padres, pero particularmente por la madre, que es el más odiado de los dos. Espera ser atacada desde su interior o desde el exterior, puesto que ha introyectado sus objetos y al mismo tiempo los ha atacado. Sus temores sobre este punto están en relación íntima con el acto sexual, porque las acciones primarias sádicas estaban en gran parte dirigidas contra sus padres, a quienes ella imaginaba copulando . Pero es más especialmente en fantasías correspondientes a la segunda categoría que la copulación se transforma en un acto en el que hay gran peligro para ella. (De acuerdo con sus deseos sádicos su madre es destruida.) Por otra parte, el acto sexual que sus fantasías sádicas y deseos han transformado en una situación de extremo peligro es también, por esta razón, el método superlativo para dominar la ansiedad, aun más porque la gratificación libidinal que lo acompaña le proporciona el placer más alto que pueda lograrse y así disminuye la ansiedad.
    Pienso que estos hechos arrojan nueva luz sobre los motivos que urgen al individuo a realizar actos sexuales y sobre las fuentes psicológicas desde las cuales la gratificación libidinal que obtiene en este acto recibe un agregado. Como sabemos, la gratificación libidinal de todas las zonas erógenas implica también la gratificación de sus componentes destructivos, debido a la fusión de los impulsos libidinales y destructivos que se realizan en estos estadíos del desarrollo gobernados por las tendencias sádicas.
    Ahora bien, en mi opinión, los impulsos destructivos hacen surgir ansiedad en él muy tempranamente, en los primeros meses de la vida. En consecuencia, sus fantasías sádicas están ligadas a la ansiedad y esta unión entre las dos hace surgir situaciones específicas de ansiedad. Desde que sus impulsos genitales comienzan ya en la fase de máximo sadismo por lo menos es lo que yo he descubierto y el coito representa en sus fantasías sádicas un vehículo de destrucción de ambos padres, estas situaciones de ansiedad que han surgido en los primeros estadíos de su desarrollo se conectan también con las actividades genitales. Los efectos de esta conexión son por una parte que la ansiedad intensifica sus necesidades libidinales y, por otra, que la gratificación libidinal de sus distintas zonas erógenas le ayuda a dominar la ansiedad disminuyendo sus tendencias agresivas y con ellas su ansiedad. Además, el placer que obtiene de esta gratificación parece en sí mismo aliviar el temor a ser destruido por sus propios impulsos destructivos y por sus objetos, y también mitiga su temor de aphanisis (Jones), es decir, su temor a perder su capacidad de obtener gratificación sexual.
    La gratificación libidinal como expresión de Eros refuerza su creencia en las imagos bondadosas y disminuye los peligros que emanan del instinto de muerte y del superyó.
    Cuanto mayor es la ansiedad del individuo y cuanto más neurótico es, las energías de su yo y sus fuerzas instintivas estarán más absorbidas en el esfuerzo de vencer la ansiedad, y tanto más, también, la gratificación libidinal que obtiene será utilizada para este propósito. En la persona normal que está muy alejada de sus primeras situaciones de ansiedad y que las ha modificado con éxito, el efecto de estas situaciones sobre su actividad sexual es, claro, mucho menor, pero creo que nunca estará totalmente ausente . La impulsión que siente de poner a prueba sus situaciones específicas de ansiedad en sus relaciones con su partenaire también fortifica y da color a sus fijaciones libidinales, y el acto sexual siempre le ayuda en parte a dominar la ansiedad. Y las situaciones de ansiedad que predominan en él y las cantidades de ansiedad presentes son determinantes específicos de las condiciones bajo las cuales será capaz de amar.
    Si la niña convierte el acto sexual en criterio de sus situaciones de ansiedad y las somete a un juicio de realidad, auxiliada por sentimientos optimistas y de confianza, se verá conducida a tomar como objeto una persona que represente un pene «bueno». En este caso el alivio de la ansiedad que ella obtiene a través de la relación sexual le dará un fuerte placer que aumentará considerablemente la gratificación libidinal pura que experimenta y la conducirá a duraderas relaciones amorosas satisfactorias. Pero si las circunstancias son desfavorables y el miedo a un pene «malo» introyectado predomina, la condición necesaria para su capacidad de amor será que ella realice esta prueba de realidad por medio de un pene «malo», es decir, el compañero amoroso será una persona sádica. El test que hace en este caso tiene por fin informarla de qué clase de daño le infligirá su pareja en la relación sexual. Aun sus anticipados daños en este sentido, sirven para aliviar su ansiedad y son importantes en la economía de su vida mental, porque nada de lo que ella pueda sufrir por un agente externo puede igualar a lo que está sufriendo bajo la presión del miedo constante y abrumador de fantásticos peligros y daños dentro de ella . Su elección de pareja sádica se basa también en la impulsión de incorporar «malos» penes sádicos (porque así es como ella  ve al acto sexual) que destruirán los peligrosos objetos dentro de ella. Así, la más profunda raíz del masoquismo femenino parecería ser el temor de la mujer a objetos peligrosos que ella ha internalizado, y en especial el pene del padre; y su masoquismo no seria otra cosa, en última instancia, que sus instintos sádicos vueltos contra aquellos objetos internalizados .
Según Freud  el sadismo, aunque al principio aparece en relación con un objeto, fue originariamente un instinto destructivo dirigido contra el organismo mismo (sadismo primario), y sólo más tarde fue desviado del yo por la libido narcisística; el masoquismo erógeno es esa porción del instinto destructivo que no ha podido ser arrojada hacia afuera de este modo y que permanece dentro del organismo y se ha ligado libidinalmente a él. Piensa además que en cuanto cualquier parte del instinto destructivo que ha sido dirigido hacia afuera vuelve una vez más hacia sí y es separado de sus objetos, hace surgir el masoquismo secundario o femenino. Hasta donde he podido ver, sin embargo, cuando el instinto destructivo vuelve de este modo, todavía permanece adherido a sus objetos; pero ahora estos objetos son internalizados, y amenazando con destruirlos, amenaza también destruir el yo en el que se hallan situados. En este sentido, en el masoquismo femenino el instinto destructivo está una vez más dirigido contra el organismo mismo. Freud dice en su El problema económico del masoquismo, 1924, «…en el contenido manifiesto de las fantasías masoquistas se expresa un sentimiento de culpa, habiéndose supuesto que el sujeto ha cometido algún crimen (cuya naturaleza permanece incierta), el cual será expiado por sufrimiento, penas y torturas». Y me parece que hay ciertos puntos en común entre la conducta de autocastigo del masoquista y los autorreproches del melancólico, que, como sabemos, están en realidad dirigidos contra el objeto introyectado. Parecería, por lo tanto, que el masoquismo femenino se dirige contra el yo tanto como contra los objetos introyectados. Además, destruyendo sus objetos internalizados el individuo actúa llevado por un fin de autoconservación, y en casos extremos su yo no será capaz de arrojar fuera el instinto de muerte, porque ambos instintos, el de vida y el de muerte, están unidos en un fin común y el primero ha sido sustraído a su propia función de proteger el yo.
    Quiero ahora considerar brevemente una o dos formas típicas que puede tomar la vida sexual de la mujer en las que el miedo al pene introyectado es lo más importante . La mujer que junto a fuertes inclinaciones masoquísticas mantiene sentimientos de esperanza, a menudo tiende a ligarse a una pareja sádica, y al mismo tiempo realiza esfuerzos de toda índole esfuerzos que a menudo ocupan todas las energías de su yo para transformarlo en una persona amistosa y «buena». Mujeres de esta clase, en las que el miedo al pene «malo» y la creencia en uno «bueno» se balancean, a menudo fluctúan entre la elección de un objeto externo «bueno» o «malo». Frecuentemente el miedo de la mujer al pene internalizado la urge a hacer renovadas experiencias y verificar las situaciones de ansiedad, con el resultado de que estará bajo una compulsión constante de realizar el acto sexual con su objeto o de cambiar este objeto por otro. En otros casos el mismo miedo se vencerá de un modo opuesto y la mujer será frígida . Cuando niña, el odio a la madre le ha hecho ver el pene del padre no como algo largamente deseado y bienhechor sino como algo malo y peligroso o ha hecho que transformase la vagina en un instrumento de muerte y a la madre en una fuente de peligro para el padre en su relación sexual con ella. Su miedo al acto sexual se basa así en los daños que espera recibir del pene y en los daños que ella misma inflige al compañero. El miedo a castrarlo se debe en parte a su identificación con su madre sádica y en parte a sus propios impulsos sádicos.
    Como ya hemos visto, si las tendencias sádicas de la niña se dirigen contra los objetos introyectados, adoptará una actitud masoquística. Pero si el miedo al pene internalizado la impulsa a defenderse a sí misma de estas amenazas por medio de la proyección, dirigirá su sadismo hacia el objeto exterior, contra el pene que internaliza cada vez en el acto del coito, y así contra su compañero sexual. En estos casos, el yo ha logrado una vez más arrojar el instinto destructivo fuera de sí y de los objetos internalizados y dirigirlos contra el objeto externo. Si predominan en la niña las tendencias sádicas, considerará el coito como una prueba de realidad de su ansiedad, pero en modo opuesto. Sus fantasías de que la vagina y todo el cuerpo son destructivos para el compañero y de que en la fellatio ella arrancará de un mordisco el pene y lo despedazará, serán ahora su medio de vencer el miedo, al pene que ella ha incorporado y al objeto real. Empleando el sadismo contra el objeto externo, ella emprende en su imaginación una lucha de exterminio contra sus objetos internalizados.