Obras de S. Freud: El sueño es un cumplimiento de deseo

El sueño es un cumplimiento de deseo
Si hemos atravesado un desfiladero y de pronto alcanzamos una eminencia desde la cual los caminos se separan y se ofrecen las más ricas perspectivas en diversas direcciones, podemos demorarnos un momento y pararnos a considerar adónde nos dirigiremos primero. Algo semejante nos ha ocurrido después de tramontar esta primera interpretación de sueños. Ahora nos rodea la claridad de un conocimiento súbito. El sueño no es comparable al sonido desordenado de un instrumento que no pulsa el ejecutante sino que es golpeado por un poder externo; no carece de sentido, no es absurdo, no presupone que una parte de nuestro tesoro de representaciones duerme al tiempo que otra empieza a despertar. Es un fenómeno psíquico de pleno derecho, más precisamente un cumplimiento de deseo; debe clasificárselo dentro de la concatenación de las acciones anímicas de vigilia que nos resultan comprensibles; lo ha construido una actividad mental en extremo compleja. Pero un tropel de preguntas nos conturba en el mismo momento en que queremos regocijarnos con este conocimiento. Si el sueño según lo declara su interpretación figura un deseo cumplido, de dónde viene la forma sorprendente y extraña en que se expresa ese cumplimiento de deseo? Qué alteración han sufrido los pensamientos oníricos hasta que se configuró desde ellos el sueño manifiesto, tal como lo recordamos al despertar? Por qué vas se cumplió esa alteración De dónde surge el material que ha sido procesado como un sueño? De dónde provienen muchas de las características que podemos observar en los pensamientos oníricos por ejemplo, el que están autorizados a contradecirse entre sí? (Cf. la analogía con el caldero) Puede el sueño enseñarnos algo nuevo acerca de nuestros procesos psíquicos internos, puede su contenido corregir opiniones que sostuvimos durante el día? Propongo que por el momento dejemos de lado todas esas preguntas y sigamos adelante por un único sendero. Hemos averiguado que el sueño figura un deseo como cumplido. Nuestro interés inmediato debe ser saber si es este un rasgo general del sueño o sólo el contenido contingente de aquel sueño (el de la inyección de Irma) del cual partió nuestro análisis. En efecto, por más que contemos Con que todo sueño tiene un sentido y un valor psíquico aún tenemos que dejar abierta la posibilidad de que ese sentido no sea el mismo en todos los sueños. Nuestro primer sueño fue un cumplimiento de deseo; quizás otro resulte ser un temor cumplido, acaso un tercero tendrá por contenido una reflexión y un cuarto reproducir simplemente un recuerdo. Existen otros sueños que los de deseo o acaso sólo existen sueños de deseo? Es fácil demostrar que a menudo los sueños dejan ver bien a las claras el carácter del cumplimiento de deseo, a punto tal que puede maravillarnos que el lenguaje de los sueños no haya sido comprendido desde mucho, tiempo atrás. Por ejemplo, hay un sueño que yo puedo producir cuantas veces quiera, por así decir experimentalmente. Cuando al atardecer como sardinas, aceitunas u otros alimentos muy salados, por la noche me sobreviene una sed que me despierta. Pero el despertar es precedido por un sueño que todas las veces tiene idéntico contenido: yo bebo. Tomo agua a grandes sorbos, y me sabe tan gustosa como sólo puede serlo una bebida fría para el que muere de sed; después me despierto y tengo que beber en la realidad. La ocasión de este sueño simple es sin duda la sed, pues yo la experimento al despertar. De esta sensación nace el deseo de beber, y ese es el deseo que el sueño me muestra cumplido. Así sirve a una función que ahora dilucidar. Yo acostumbro dormir muy bien, y no estoy habituado a que me despierte una necesidad cualquiera. Si con el sueño de que bebo logro aplacar mi sed, no necesito levantarme para satisfacerla. Es, por tanto, un sueño de comodidad. El soñar sustituye a la acción, como por lo demás ocurre a menudo en la vida. Por desdicha, mi necesidad de agua para extinguir la sed no se satisface con un sueño como se satisfizo mí sed de venganza contra mi amigo Otto y el doctor M., pero la buena voluntad es la misma. No hace mucho este sueño se modificó en algo. En esta ocasión experimenté sed antes de dormirme, y apuré entero el vaso de agua que estaba sobre mi mesita. Horas después, en la noche, me sobrevino de nuevo una gran sed que trajo consigo sus incomodidades. Para procurarme agua deba levantarme y buscar el vaso que estaba sobre la mesita de luz de mi mujer. Son entonces, en armonía con este fin, que mi mujer me daba de beber en un cacharro; este era una urna cineraria etrusca que yo había traído para mí casa de un viaje a Italia, y que después regaló. Pero el agua que contenía sabía tan salada (por las cenizas, evidentemente) que hube de despertarme. Bien se ve cuán cómodamente dispone las cosas el sueño; puesto que su exclusivo propósito es un cumplimiento de deseo, está autorizado a ser un egoísta completo. Y, realmente, el amor a la comodidad es incompatible con la consideración por los demás. Es probable que la intromisión de la urna cineraria sea otro cumplimiento de deseo; me pesaba no poseer más ese cacharro, como por otra parte no me era asequible el vaso de agua que estaba del lado de mi mujer. La urna cineraria se adecua también a la sensación del sabor salado, que ahora se ha intensificado y sí que me obligara a despertar. Con mucha frecuencia tuve en mis años juveniles esos sueños de comodidad. Habituado desde siempre a trabajar hasta muy avanzada la noche, el despertar a hora me resultaba siempre difícil. Sola entonces soñar que había saltado de la cama y estaba junto al lavabo. Después de un tiempo ya no podía ocultarme más la evidencia de que aún no me había levantado, pero mientras tanto había dormido otro poco. Un sueño similar de pereza, cuya forma es particularmente chistosa, me fue comunicado por uno de mis jóvenes colegas que parece compartir mi gusto por dormir. Viva l cerca del hospital; su hospedera tena el estricto encargo de despertarlo a hora cada mañana, pero buen trabajo le daba cumplirlo. Cierta mañana el dormir era particularmente dulce. La mujer dio voces a través de la puerta: A levantarse, señor Pepi, que hay que ir al hospital! . Sobre eso so el durmiente con una habitación del hospital, una cama en la que l yaca, y una pizarra de cabecera donde podía leerse: Pepi H. . . . cand. med. {Candidato a médico}, veintidós años. Dijese en sueños: Puesto que ya estoy en el hospital, no necesito encaminarme a él; y se dio vuelta y siguió durmiendo. Así se había confesado sin tapujos el motivo de su sueño. Otro sueño cuyo estímulo sobrevino igualmente durante el dormir: una de mis pacientes, que había debido someterse a una operación del maxilar, de mal pronóstico, por deseo del médico deba llevar da y noche un aparato refrigerante sobre el lado enfermo de la cara. Pero ella sola arrojarlo de s tan pronto se dormía. Cierta vez me pidieron que se lo reprochase; de nuevo había tirado al suelo el aparato. La enferma se disculpó: En esta ocasión realmente no pude hacer nada; fue a causa de un sueño que tuve por la noche. En sueños estaba en un palco de la Opera y me interesaba vivamente por la representación. En cambio, en el sanatorio estaba Karl Meyer, que se lamentaba terriblemente porque le dolía la quijada. Me dije que yo no tena los dolores y entonces no necesitaba el aparato; por eso lo arrojó. Este sueño de nuestra pobre adolecida parece la figuración de un giro que aflora a nuestros labios en situaciones desagradables: Cómo quisiera algo más divertido! El sueño muestra eso más divertido. Karl Meyer, a quien la soñante atribuyó sus dolores, era, entre los jóvenes que podía recordar, el que le resultaba más indiferente. No es difícil descubrir el cumplimiento de deseo en algunos otros sueños que he recogido de personas sanas. Un amigo que conoce mi teoría sobre el sueño y la ha comunicado a su mujer me dijo cierto da: Debo contarte algo de mi mujer; ayer ha soñado que tena el período. Sabrás decirme el significado de eso?. Por cierto que s: si la joven señora ha soñado que tiene el período, es que este no apareció. Puedo suponer que le gustara gozar todavía por algún tiempo de su libertad antes de afrontar los trabajos de la maternidad. Fue un hábil modo de dar noticia de su primer embarazo. Otro amigo escribe que su mujer so, no ha mucho, que descubra manchas de leche en su blusa. Es también señal de un embarazo, pero no del primero; la joven madre desea entre tener para su segundo hijo más alimento que tuvo para el primero. Una joven señora que durante semanas estuvo aislada del trato social por cuidar a su hijo, que padecía una enfermedad infecciosa, so, después del desenlace feliz de esta, con una velada en que se encontraban Alphonse Daudet, Paul Bourget, Marcel Prvost y otros, todos los cuales se dirigían a ella con extrema amabilidad y la divertían exquisitamente. Lo.; aludidos autores presentaban en el sueño los mismos rasgos que se reproducen en sus retratos; Prvost, de quien ella no conocía retrato se vea idéntico al hombre encargado de la desinfección que había esterilizado la habitación el da anterior y que había sido su primera visita después de largo tiempo. Aquí creemos poder traducir el sueño sin dejar lagunas: Ya será hora de estar en algo más divertido que este eterno cuidar enfermos. Quizá baste con esta selección para demostrar que con mucha frecuencia y bajo las condiciones más diversas hallamos sueños que pueden comprenderse sólo como cumplimiento de deseos y que exponen su contenido sin ningún disfraz. Casi siempre son sueños breves y simples, que contrastan gratamente con las confusas y exuberantes composiciones oníricas que han atraído más la atención de los autores. Merece la pena, no obstante, demorarse un poco más en estos sueños simples. Las formas de sueño más simples de todas hemos de esperarlas de los niños, cuyas operaciones psíquicas son con seguridad menos complejas que las de los adultos. La psicología infantil está llamada, en mi opinión, a prestar a la psicología del adulto servicios parecidos a los que el estudio de la conformación y el desarrollo de los animales inferiores prestan a la investigación de la estructura de los animales superiores. Hasta ahora pocos escritos hubo que deliberadamente sacaran partido de la psicología del niño con este propósito. Los sueños de los niños pequeños son con frecuencia simples cumplimientos de deseos y en ese caso, a diferencia de los sueños de adultos, no son interesantes. No presentan enigma alguno que resolver, pero naturalmente son inapreciables para demostrar que el sueño, por su esencia más íntima, significa {tiene el valor psíquico de} un cumplimiento de deseo. Del material que me proporcionaron mis propios hijos pude recoger algunos ejemplos de tales sueños. A una excursión que hicimos en el verano de 1896 desde Aussee hasta la bella región de Hallstatt debo dos sueños, uno de mi hija, que por entonces tena ocho años y medio, y el otro de mi hijo, de cinco años y tres meses. Como informe preliminar debo indicar que ese verano residamos en una casa situada sobre una colina, en el Aussee, desde donde gozábamos, con buen tiempo, de una soberbia vista del Dachstein. Con el anteojo se discernía bien el refugio de Simony. Los pequeños se esforzaron muchas veces por ver a través del anteojo, no s Con qué resultado. Antes de la partida yo les había contado que Hallstatt estaba al pie del Dac hstein. Estuvieron muy alegres esa jornada. Desde Hallstatt llegamos hasta Echerntal cuyos cambiantes paisajes embelesaron a los niños. Pero uno, el de cinco años, fue poniéndose mustio. Cada vez que aparecía a nuestra vista una nueva montaña, preguntaba: Es el Dachstein?. A lo cual deba yo responderle: No, no son sino los contrafuertes. Después que hubo repetido algunas veces esta pregunta, se encerró en un mutismo total; por nada del mundo quiso trepar con los demás hasta una cada de agua. Lo creé fatigado. Pero a la mañana siguiente se llegó radiante hasta mí y me contó: Esta noche he soñado que estuvimos en el refugio de Simony. Entonces comprendí: había esperado, puesto que yo hablé del Dachstein, que en la excursión a Hallstatt escalara la montaña y llegara a tener al alcance de la vista el refugio de que tanto se había hablado con motivo del anteojo. Como vio entonces que se lo exhortaba a contentarse con meros contrafuertes y una cada de agua, se sintió defraudado y se enojó. El sueño lo resarció de ello. Quise saber detalles del sueño: eran muy pobres. Se sube por escalones durante seis horas, tal como había oído decir. También en la niña de ocho años y medio despertaron durante esa excursión deseos que el sueño debió satisfacer. Habíamos llevado a Hallstatt con nosotros al hijo de nuestro vecino, un muchacho de doce años, todo un caballero que, según me pareció, ya había conquistado las simpatías de la pequeña. Y bien, al levantarse por la mañana ella me contó el siguiente sueño: Figúrate que he soñado que Emilio era uno de los nuestros, les decía a ustedes «papá» y «mamá» y dormía con nosotros en la habitación grande como nuestros chicos. Entonces vino mamá a la habitación y echó un puado de grandes tabletas de chocolate, envueltas en papel azul y verde, debajo de nuestras camas. Sus hermanos, que por cierto no han heredado la capacidad de interpretar sueños, declararon, tal como lo hacen nuestros autores, que ese sueño era un disparate. Pero la niña se aferró por lo menos a una parte del sueño, y para la teoría de las neurosis interesa mucho saber a cuál: Que Emilio se haya quedado para siempre con nosotros es un absurdo, pero lo de las tabletas de chocolate no. Para mí, precisamente esto último era lo oscuro. La madre me dio la explicación. En el camino desde la estación de ferrocarril hasta la casa los niños se habían detenido frente a una máquina automática y codiciado precisamente esas tabletas de chocolate envueltas en papel metálico de brillantes colores que, como sabían por experiencia, la máquina entregaba a cambio de unas monedas. La madre, con razón, opinó que la jornada había traído consigo suficientes cumplimientos de deseos, y este deseo quedó pendiente para el sueño. La pequeña escena me había pasado inadvertida. En cuanto a la parte del sueño proscrita por mi hija, la comprendí sin más. Yo mismo había oído Cómo el juicioso huésped exhortaba por el camino a los niños para que aguardasen la llegada de papá o de mamá, De esa presencia temporaria hizo el sueño de la pequeña una adopción permanente. Su ternura no conocía aún otras formas de estar juntos que las mencionadas en el sueño y que derivan del amor fraterno. La razón por la cual las tabletas de chocolate fueron arrojadas bajo las camas no podía esclarecerse, desde luego, sin indagar a la niña. Por un amigo conozco un sueño en un todo semejante al de mi hijo varón. Lo tuvo una niña de ocho años. Su padre había emprendido un paseo hacia Dornbach, llevándola junto a otros niños, con el propósito de visitar el refugio de Rohrer; pero, habiéndose hecho muy tarde, emprendió el regreso, prometiendo a los niños resarcirlos por ello en otra ocasión. Cuando volvían, pasaron junto a un poste que señalaba el camino a Hameau. Los niños le pidieron que los llevase allá, pero otra vez, y por la misma razón, debieron contentarse con una promesa para otro da. A la mañana siguiente, la niña de ocho años acudió satisfecha a su papá: Papa, hoy so que estabas con nosotros en el refugio de Rohrer y en Hameau. Su impaciencia había anticipado entonces el cumplimiento de la promesa hecha por papá. Tan franco como este es otro sueño que la belleza del paisaje de Aussee suscitó en mi hijita, entonces de tres años y tres meses. Era la primera vez que la pequeña navegaba por el lago, y el paseo resultó muy corto para ella. Ya en el muelle, no quería abandonar la barca y lloró amargamente. A la mañana siguiente contó: Esta noche viajó por el lago. Esperemos que la duración de ese paseo onírico la haya dejado más satisfecha. El mayor de mis hijos varones, de ocho años a la sazón, soñaba ya con la realización de sus fantasías. Viajó con Aquiles en un carro y Diomedes era el auriga. Desde luego, das atrás se había entusiasmado con las sagas griegas que le fueran obsequiadas a su hermana mayor. Si se me concede que lo que hablan los niños mientras duermen pertenece igualmente al ámbito de los sueños, puedo comunicar uno de los más precoces de toda mi colección. Mi hija menor, que tenía diecinueve meses, había vomitado cierta mañana y por eso se la tuvo a dieta el resto del da. La noche que siguió a ese da de hambre se la oyó proferir, excitada, en sueños: Anna Freud, Er(d) beer, Hochbeer, Eier(s)peis, Papp. Utilizaba su nombre para expresar la toma de posesión: el menú abarcaba todos los platos que deban parecerle codiciables; el que las fresas apareciesen en dos variedades era una protesta contra la política sanitaria del hogar, y tena su explicación en la circunstancia colateral bien observada por ella, de que la niñera había atribuido la indisposición de Anna a un atracón de fresas; contra ese dictamen incómodo para ella tornó entonces en sueños su revancha. Si juzgamos dichosos a los niños porque todavía no conocen el apetito sexual, no desconozcamos que las otras grandes pulsiones vitales pueden convertirse para ellos en riquísima fuente de desengaño y de renunciamiento, y por lo tanto de estimulación onírica. Aquí va un segundo ejemplo de ello. Mi sobrino de veintidós meses recibí el encargo de felicitarme para mi cumpleaños y obsequiarme una canastilla de cerezas, que en esa época del año eran todavía las primicias. Parecí resultarle duro, pues repitió varias veces con voz inaudible: Kirschen sind d(r)in, y no daba. Señales de soltar la canastilla. Pero supo resarcirse. Hasta entonces sola contar a su madre por las mañanas que había soñado con el soldado blanco, un oficial de la guardia con su capote que lo había deslumbrado una vez por la calle. El día que siguió al sacrificio del cumpleaños se despertó alegre con esta noticia, que sólo pudo provenir de un sueño: He(r)mann alle Kirschen aulgessen!. Con qué sueñan los animales, eso no lo s. Un dicho cuya mención debo a uno de mis estudiantes afirma saberlo, pues pregunta: Con qué sueña el ganso? y responde Con maíz. Toda la teoría que ve en el sueño un cumplimiento de deseo está contenida en estas dos frases. Ahora reparamos en que habríamos alcanzado también por un camino más corto nuestra doctrina sobre el sentido oculto del sueño con sólo indagar en los modismos idiomáticos. La sabiduría del lenguaje juzga muchas veces bastante mal al sueño parece que quisiera dar razón a la ciencia cuando dictamina Los sueños, sueños son, pero en los giros idiomáticos el sueño es preferentemente el bienaventurado cumplidor de deseos. Ni en el sueño más atrevido lo hubiera imaginado, exclama, en su trasporte, el que ve sus esperanzas colmadas con creces en la realidad.