Estilos parentales y trastornos de conducta en la infancia: El estilo parental en la actualidad

(¨Estudio sobre los estilos educativos parentales y su relación con los
trastornos de conducta en la infancia¨ AUTOR: ANTONIO FÉLIX RAYA TRENAS)

EVOLUCIÓN HISTÓRICA DEL CONCEPTO DE ESTILO PARENTAL

8. El estilo parental en la actualidad.
Hasta este punto, se ha llevado a cabo una ilustración de las teorías más
extendidas sobre el estilo parental y la influencia que éste ejerce sobre los hijos. No
obstante, salvando la teoría propuesta por Darling y Steinberg (1993), diferentes autores
como Ceballos y Rodrigo (1998) o Palacios (1999) afirman que el modelo de
socialización propuesto durante varias décadas resulta demasiado rígido y simplista y no
tiene en cuenta los mecanismos a través de los que se influye sobre los hijos. Estos
autores resaltan entre las principales limitaciones:
Una concepción de los estilos educativos basada en una influencia unidireccional y
directa de la conducta de los padres sobre el desarrollo de los hijos.
– La poca importancia que se le ha dado a las influencias genéticas y de otros factores
externos a la familia.
– La minusvaloración de la comprensión por parte de los padres de las situaciones
educativas y la contribución de los hijos en el proceso.
– El establecimiento de un proceso de socialización lineal, de unas prácticas parentales
concretas a unos resultados de socialización concretos en los hijos.
Por otro lado, estos mismos autores señalan que los modelos establecidos no
tienen en cuenta el momento evolutivo de los niños ni sus características particulares a
la hora de juzgar la adecuación de los estilos parentales o la interpretación que los hijos
hacen de los mismos. Además, se da por hecho que la conducta de los padres tiene una
elevada consistencia a lo largo del tiempo, a la vez que se presupone que toda decisión
que toman los padres es una decisión consciente y razonada. Por ello, en la actualidad se
están haciendo ciertas aportaciones con el objetivo de llegar a una mejor comprensión
de los estilos parentales y su influencia sobre los hijos.
En este sentido, estudios como los de Plomin (1994) vienen a cuestionar la idea
de que los hermanos se parecen entre ellos porque se desarrollan en el mismo entorno
familiar. Si bien se tiende a creer que la familia proporciona experiencias estables y
homogéneas a los hermanos que determinan su parecido, los estudios de Plomin indican
que los niños no reciben las mismas influencias por vivir en el mismo entorno familiar,
de manera que se puede hablar de factores ambientales compartidos, que afectan a todos
los hermanos, y factores no compartidos, que afectan a alguno de forma específica, lo
que da lugar a las diferencias entre los mismos.
Entre los factores que son compartidos por los hermanos se encuentran aquellos
que derivan directamente de la influencia genética, que puede llegar a explicar cierto
porcentaje de la varianza poblacional respecto a determinados rasgos de la personalidad
o determinadas patologías (Jiménez y Muñoz, 2005). En esta misma línea, Caspi et al.
(2002) han manifestado que determinadas características genéticas interactúan con la
exposición de los sujetos a diferentes riesgos ambientales (malos tratos, deprivación
sociocultural…) que aumentan la probabilidad de que aparezcan conductas
desadaptativas en los niños.
En cuanto a las variables situacionales, Grusec y Goodnow (1994) señalan que el
mismo estilo educativo puede dar lugar a distintas manifestaciones en función de la
situación. De este modo, estos autores han señalado que los padres autoritativos suelen
usar el razonamiento ante el incumplimiento de normas convencionales, una
combinación de imposición y razonamiento ante comportamientos que suponen un daño
o molestia a otros y castigos ante los que suponen un daño a objetos y propiedades de
otros. En esta misma línea, Ceballos y Rodrigo (1998) afirman que los padres suelen
usar prácticas más coercitivas ante los problemas de tipo externalizante por suponer
comportamientos que atentan más directamente contra las personas del entorno y otras
prácticas más permisivas o inductivas ante los problemas de tipo internalizante, por
considerar que ejercen un efecto menos negativo en los demás.
Lo anterior indica que la conducta del niño condiciona en cierto modo el
comportamiento de los padres, por lo que, al final, la actuación socializadora será
resultado de la combinación entre el estilo más característico de los padres y el
comportamiento del niño en determinados momentos y situaciones (Palacios, 1999).
Del mismo modo que el comportamiento del niño determina en cierto sentido el
empleo de unas prácticas u otras por parte de sus padres, otras características más
estables como las que componen la personalidad también lo hacen. En este sentido, las
pautas educativas suaves con escasa afirmación de poder funcionan con niños tímidos y
miedosos, mientras que la descripción clásica del estilo autoritativo suele funcionar
mejor con los niños que no presentan estas características (Kochanska, 1995).
Otra característica del niño que puede determinar el estilo de sus padres es la
edad, ya que, a medida que aumenta la edad de los hijos, los padres perciben cierta
pérdida de control, recurriendo a técnicas más controladoras como la imposición frente
a la reflexión y el diálogo que se emplea en edades más tempranas (Palacios, 1999).
En cuanto a la influencia de agentes externos a la familia sobre el estilo parental
y, a su vez, sobre el desarrollo del niño, Rubin, Bukowsky y Parker (1998) propusieron
un modelo compuesto por tres niveles, que determina el éxito del niño en las relaciones
sociales con sus iguales. En este sentido, la competencia social del niño depende de tres
factores que se distribuyen en tres niveles concéntricos:
– Nivel intraindividual, compuesto por las características de personalidad y
predisposiciones biológicas.
– Nivel interindividual, donde se situarían los estilos educativos de los padres.
– Un tercer nivel o microsistema responsable de los factores de riesgo y protección
presentes en el contexto de desarrollo del niño.
En este sentido, numerosos autores han llegado a afirmar que la calidad y estilo
de interacción entre los padres y sus hijos depende del contexto social y concretamente
del nivel de estrés y apoyo emocional e instrumental experimentado por los padres
(Jiménez y Muñoz, 2005).
Una última cuestión pendiente y que está ocupando a muchos de los
investigadores sobre el estilo parental en la actualidad es la variabilidad en las
consecuencias del mismo en función del contexto social, cultural y étnico, tal y como
plantearon Darling y Steinberg (1993) en su extensa revisión.
Así, Dornbusch, Ritter, Liedermann, Roberts y Fraleigh, (1987) y Steinberg,
Dornbusch y Brown (1992) ya apuntaban que la asociación entre el estilo autoritativo y
los resultados académicos era mucho más fuerte entre los adolescentes norteamericanos
de procedencia europea o latina que entre los de procedencia africana o asiática. En esta
misma línea, García Coll y Magnuson (2000) señalaban grandes diferencias entre las
prácticas disciplinarias empleadas por los padres de raza blanca y clase media y las
empleadas por padres de raza negra y de zonas marginales de Estados Unidos. En este
estudio se observó que, aunque los padres de raza negra de zonas marginales son más
coercitivos y hacen un mayor uso del castigo físico, no se daba, sin embargo, un mayor
número de problemas externalizantes, hecho que sí ocurre cuando los padres de raza
blanca de clase media usan este tipo de prácticas disciplinarias.
Como se puede apreciar, son muchos los frentes abiertos en el estudio de los
estilos parentales desde que allá por el primer tercio del siglo XX aparecieran las
primeras teorías sobre el tema.
En este apartado hemos señalado que, en un principio, el estudio del estilo
parental trata de identificar una serie de actitudes holísticas inherentes a la crianza, que
determinaran de manera global la interacción entre padres e hijos. Posteriormente, se
plantea la necesidad de operacionalizar estas actitudes, para lo que se recurre a la
descripción de una serie de conductas y dimensiones. El estudio de estas conductas o
prácticas parentales así como determinadas dimensiones ha llegado hasta nuestros días, de manera que la mayoría de los estudios actuales sobre los estilos parentales miden
éstos a través de comportamientos concretos cuya suma aporta una puntuación global
sobre alguna determinada característica de los padres, de su labor como educadores o de
su interacción con los hijos.
Una aportación importante en el estudio de los estilos parentales consistió en
entender la relación entre padres e hijos desde una perspectiva bidireccional, de modo
que el comportamiento de los hijos es influido por sus padres pero, al mismo tiempo, el
comportamiento de los padres como educadores es condicionado por las características
de los hijos y el feedback que reciben de sus propias acciones educativas.
Si bien las distintas teorías sobre los estilos parentales han ido suponiendo un
avance en la comprensión del mismo, los nuevos descubrimientos no han invalidado a
otras teorías anteriores, sino que han ido ampliando y diversificando los distintos
aspectos que pueden ser estudiados. En este sentido, si bien a priori la clasificación
bidimensional de Maccoby y Martin (1983) puede parecer en cierto modo reduccionista,
los distintos trabajos que se realizan actualmente, como veremos más adelante, siguen
en su mayoría relacionando sus resultados con las cuatro tipologías clásicas a pesar de
medir aspectos tan distintos como la implicación en distintas tareas paternas, los
métodos de castigo o la calidad de la comunicación.
En base a lo anterior, se puede decir que el modelo integrador de Darling y
Steinberg (1993) supone un gran avance en la manera de entender los estilos parentales como un elemento que determina tanto las prácticas de crianza utilizadas por los padres como los efectos de estas prácticas sobre el desarrollo de los hijos.
A pesar de esto, son muchos los aspectos que aún quedan por estudiar en lo que
al estilo parental se refiere y las consecuencias que determinadas combinaciones de
estilos y conductas en los padres junto con determinadas características en los hijos
pueden tener sobre el desarrollo de los mismos.

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