Psicología del desarrollo: FUNCIÓN DE LA REPRESENTACIÓN EN LOS TRASTORNOS SEVEROS DEL DESARROLLO

Psicología del desarrollo: FUNCIÓN DE LA REPRESENTACIÓN EN LOS TRASTORNOS SEVEROS DEL DESARROLLO

Calzetta, Juan José; Juri, Silvia Nora
UBACyT. Facultad de Psicología, Universidad de Buenos Aires. Hospital Infanto Juvenil Tobar García

RESUMEN
Este trabajo procura profundizar en ciertos conceptos metapsicológicos
empleados para describir la constitución del aparato
psíquico en los trastornos severos del desarrollo y sus transformaciones
a partir de la adquisición de la escritura, en el
marco de la investigación: «ESCRITURA, COMUNICACIÓN Y
ESTRUCTURACIÓN PSÍQUICA EN LOS TRASTORNOS SEVEROS
DEL DESARROLLO» (UBACyT P028, programación
científica 2004-2007). La finalidad es aportar a la selección de
recursos que permitan la comparación y generalización de resultados.
Palabras clave: Comunicación Representación Economía Psíquica

La investigación (UBACyT) en curso: «Escritura, comunicación
y estructuración psíquica en los trastornos severos del desarrollo»
propone la integración de diversas líneas teóricas en el
abordaje de una temática compleja. Se explora el proceso de
adquisición de escritura en niños y jóvenes con Trastornos
Severos del Desarrollo que carecen de lenguaje oral, o cuyo
lenguaje oral es muy limitado, ecolálico o bizarro y que no se
comunican por medio de señas o escritura manuscrita espontánea.
Para tal fin se implementa una aplicación crítica de la
técnica conocida como «Comunicación Facilitada», por medio
de la cual se procura, a partir del soporte físico y emocional por
parte de un facilitador, que el sujeto logre acceder a la escritura
mediante una computadora u otro recurso técnico similar.
(Para una descripción detallada de la técnica, ver Calzetta et
al, 2005, Calzetta y Orlievsky, 2005 y Orlievsky y Calzetta,
2004). Son los objetivos generales de este proyecto: 1) investigar
el lenguaje en los trastornos del desarrollo y su relación
con la comunicación, y 2) formular hipótesis acerca de las peculiaridades
en la estructuración del aparato psíquico en los
sujetos estudiados.
Lo relativo a la estructuración psíquica es, específicamente, un
problema metapsicológico, que debe ser afrontado en este
caso con metodologías diferentes a lo que es habitual en el
enfoque psicoanalítico. Como fue señalado en anteriores trabajos,
originados a partir de ese proyecto y del que lo precedió,
la cuestión de las cantidades de excitación libres y, correspondientemente,
la de los sistemas representacionales que
pueden servirles de anclaje, adquieren una importancia capital
en la comprensión del funcionamiento del aparato psíquico en
el autismo y otras alteraciones severas del desarrollo.
En todos los casos pudo observarse una dificultad inicial común
para la elaboración de los incrementos de excitación en el
sentido de la cualificación de lo cuantitativo, o, en otras palabras,
en la capacidad de procesamiento psíquico. Hemos propuesto
que algunas de las conductas típicas en muchos casos
de autismo se tornan comprensibles en tanto intentos fallidos
de recuperar un nivel adecuado en la cantidad de excitación
presente en el psiquismo, dado que estos sujetos experimentarían
severas perturbaciones de su economía psíquica a causa
de su reducida posibilidad de cualificar los estímulos provenientes
tanto del exterior como del interior del organismo, de
prever los cambios en función de la comprensión de la realidad
(en particular de la complejísima realidad interhumana) y de
poner en marcha el apronte adecuado. Los rasgos más propiamente
autistas parecen corresponder a un sistema defensivo
primitivo cuya finalidad es aminorar el impacto de una masa de
estímulos difícilmente procesables. Hemos supuesto, por lo
tanto (Calzetta y Orlievsky, op. Cit.), que el aparato psíquico
del autista tiende a experimentar formas de desequilibrio comparables
a un estado traumático, tal como Freud concibió la
cuestión en «Más allá del principio del placer» (Freud, 1920).
Se sigue, por lo tanto, la concepción del punto de vista económico
que sostienen Freud y varias corrientes del psicoanálisis
contemporáneo (Como, por ejemplo, Green, 1995; Valls, 2004;
Avenburg, 1998, etc.)
Entre las hipótesis puestas a prueba y ya corroboradas en esta
investigación cabe destacar las siguientes, relacionadas con
este aspecto de los fenómenos investigados:
• La ausencia de lenguaje (verbal) o su uso empobrecido o ecolálico
no representa la totalidad de las posibilidades de comunicación para
una serie de casos con trastornos del desarrollo.
• En una importante proporción de los trastornos generalizados
del desarrollo se manifiesta una constitución anómala del
aparato psíquico a partir de disfunciones de diverso tipo, presentes
en proporciones variables para cada caso.
• Con la adquisición y el desarrollo de la escritura se producen
modificaciones en la estructura psíquica.
El aparato psíquico puede incrementar su nivel de organización
a partir de la inclusión de significantes verbales obtenidos
mediante la escritura.
Tales modificaciones en la estructura psíquica se hacen manifiestas
a través de cambios en la conducta de los sujetos, visibles
tanto en la situación de trabajo como a partir del relato
familiar. Esos cambios dan cuenta de un incremento en el nivel
de procesamiento psíquico y de la constitución de la instancia
yoica (Ver, para una descripción más precisa de los aspectos
observables tenidos en cuenta, Calzetta et al., 2005). En los
trabajos anteriormente citados hemos apelado al concepto de
representación y al punto de vista económico como aproximación
explicativa a esas transformaciones. Estas nociones, utilizadas
por diferentes autores, representan la mayor parte de
las veces la culminación de largas cadenas de pensamiento
abstracto y especulativo, cuya relación con los datos recogidos
en la experiencia resulta difícil. A los fines de seleccionar y
aplicar recursos adecuados para la evaluación de las manifestaciones
señaladas, que permitan la comparación y generalización
de resultados, se hace necesario profundizar teóricamente
en el tema del procesamiento de las cantidades de excitación
de modo de precisar con más nitidez el alcance de los
términos empleados. Esta presentación intenta aportar en tal
sentido.
La cuestión ostenta una larga tradición en Psicoanálisis, si
bien tanto el punto de vista económico -uno de los tres requeridos
por la metapsicología, tal como fue definida por su creador-
como la teoría de las representaciones han padecido, en
distintos momentos, fluctuaciones en el interés que despertaron
en los autores psicoanalíticos (Ver, al respecto, Green, op.
cit.). Las primeras propuestas pueden encontrarse ya en un
texto antiguo de Freud, no publicado por su autor -tal vez por
su lenguaje excesivamente ligado a la neurología-, que llegó a
ser considerado posteriormente como un verdadero plan de
investigación que Freud desarrolló a lo largo de las cuatro décadas
siguientes (Cf. Pribram y Gill, 1977, y Valls, 2005). En tal
«Proyecto de Psicología» (Freud, 1895 [1950]), se alude, en
principio, a la complejización creciente de las vías asociativas
como el fundamento material del proceso de cualificación de
las cantidades de excitación. Esa «cualificación» designa, en
realidad, el ascenso de los procesos de origen somático a un
nivel psicológico -dada la intención de Freud de conceptualizar
una psicología firmemente arraigada en su sustrato biológico-,
toda vez que la referencia a la consciencia queda excluida
como característica diferencial de lo psíquico. Pero esa complejización
sólo puede adquirir sentido en tanto implique ligar
cantidades de excitación (somáticas) a representaciones: el
producto propiamente psíquico no puede ser sino una representación,
que se presentará siempre acompañada por su carga
energética. Debe tenerse en cuenta que con el término «representación»
se designa, dentro de la teoría psicoanalítica, un
concepto complejo, que no puede reducirse a lo que se denomina
de igual forma en otras teorías y que, además, experimentó
un desarrollo considerable en la misma obra de Freud y
de sus continuadores.
En el texto mencionado se considera la forma en que se constituye
la huella mnémica de la vivencia de satisfacción primigenia;
es decir, lo que en ese momento del desarrollo de la teoría
puede ser considerado como representación primordial, que
incluye los movimientos de descarga del sujeto que pasan a
formar parte del registro de memoria de tal experiencia fundante.
Coinciden en esa producción psíquica inicial una información
acerca de la realidad (la realidad de los estímulos que
afectan desde el mundo circundante los órganos de los sentidos)
y un proceso de atribución de cualidad específica -que
debe remitir necesariamente a la serie placer-displacer- a determinados
incrementos y disminuciones en la cantidad de excitación.
Ambos pueden considerarse funciones propias de la
representación psíquica, que queda de este modo ligando el
mundo «exterior» (de las percepciones) con el «interior» (de los
estados excitatorios y, por ende, de las experiencias de placer
y displacer). De este modo queda claro que el concepto de
«representación» excede ampliamente la mera imagen copia
del original conservada tal cual ingresó en el archivo mnémico,
para dar cuenta del producto complejo de un esfuerzo permanente
de interpretación y cualificación de las aferencias, de
modo que en la misma idea de la cosa quedan incluidos tanto
lo percibido por los órganos de los sentidos, como el registro
de los movimientos propios del sujeto (asociados por contigüidad
con el resultado obtenido) y la valoración de lo representado
en función de su proximidad a las experiencias estructurantes
del placer y del displacer.
Este montaje de la representación obliga a tomar en consideración
dos aspectos de la cuestión:
1) Por una parte, el tema de la indiscriminación originaria sujeto-
objeto, de la imposibilidad inicial de establecer diferencias o
límites entre zona erógena y objeto de satisfacción; idea que
está en la base del concepto de narcisismo primario absoluto,
de aparición muy posterior en el cuerpo de la teoría, y que
provocó polémicas aún vigentes. André Green ha hecho de
esta noción un aspecto central de su explicación del funcionamiento
psíquico en las patologías fronterizas (Green, 1990).
Podría ser, también, especialmente útil para comprender modos
típicos de funcionamiento psíquico en el autismo (Calzetta,
2003).
2) Y, por otra, a la finalidad de la representación en el funcionamiento
psíquico.
Esta queda ligada a las formas iniciales de la pulsión de dominio,
que no se dirigen en un tiempo primordial al apoderamiento
del objeto -no constituido aún por oposición al Yo y, en cambio,
todavía coextenso con éste- sino a la doma de las cantidades
de excitación circulantes y, por lo tanto, a la evitación de
trauma.
La metapsicología freudiana (Freud, 1915 a y b) considera básicamente
dos niveles de representación, que corresponden a
otras tantas formas de organización de la memoria. De ellos, el
de origen más primitivo es el correspondiente a la «representación
de cosa» construida a partir de las huellas mnémicas que
conservan el aporte de la sensorialidad, organizado a predominio
visual y no accesible por sí mismo a la evocación reflexiva.
Dado que el contenido de la consciencia corresponde a lo
efectivamente percibido, tales representaciones no podrían
hacerse conscientes en principio -o sea, hasta tanto no se organice
el siguiente nivel representacional- más que mediante su
reactivación alucinatoria, por regresión tópica. Piera Aulagnier
(1975) y Andre Green (1995) descomponen este nivel en uno
originario (cuyo producto representacional es llamado «pictograma»
por un autor y «representante psíquico» por el otro, respectivamente),
y otro constituido por las representaciones de
cosa propiamente dichas, elementos de la fantasía inconsciente.
El «pictograma» es concebido como un derivado directo
del vínculo fusional primario, una forma elemental de representación
que da cuenta de la continuidad que el infans experimenta
entre la experiencia de sí y lo percibido del objeto de
satisfacción, de la unidad inseparable entre zona y objeto. Corresponde,
en términos de Piera Aulagnier, a la más primitiva
«puesta en forma», anterior a cualquier «puesta en escena» (de
la fantasía) que pueda concebirse. El «representante psíquico»,
por su parte, establece, también a modo de forma primigenia
de la necesidad global, el nexo entre el empuje de lo somático
y el representante representativo (la representación de
cosa) que ejerce esa investidura en un nivel ya netamente psíquico.
Si no se incluye la mediación de experiencias de satisfacción
-y por lo tanto el registro del objeto-, tal «representante
psíquico» no puede designar más que la percepción global de
un estado de tensión (aumento de cantidad de excitación, exigencia
de trabajo), en sí mismo indeterminado. Las representaciones
de cosa suponen la puesta en relación de respuestas
prefiguradas genéticamente en el niño con acciones específicas
ejercidas por el auxiliar (objeto) de modo que el registro
mnémico de los propios movimientos, que el infans inscribe,
se superpone, como se menciona más arriba, con lo percibido
del objeto. Se corresponde esto con la señalada indiscriminación
inicial entre Yo y objeto.
Sobre el nivel de las representaciones de cosa se apoya, posteriormente,
el de la «representación de palabra», preconsciente,
ligado asociativamente al anterior y utilizable por el pensamiento
reflexivo. En este último caso, el pensamiento verbal
equivale a un lenguaje (es decir, acción) interior, percibible por
tanto e incluido en la consciencia. Este nivel permite la evocación
reflexiva y el control secundario de los procesos de pensamiento.
Por lo tanto, da cuenta de la instalación de la lógica
secundaria, basada en el principio de no contradicción y del
tercero excluido.
Los resultados obtenidos en las investigaciones mencionadas
muestran en los sujetos estudiados importantes deficiencias
en el funcionamiento de cada uno de estos niveles representacionales
que, sin embargo, no abarcan por completo a ninguno
de ellos. Las representaciones existen de manera fragmentaria
y lacunar, lo que perturba radicalmente la posibilidad de
procesamiento psíquico. Es frecuente, como fue señalado en
las publicaciones realizadas hasta el momento, que se produzca
un efecto de sorpresa en familiares y terapeutas de los niños
y jóvenes atendidos en cuanto a los conocimientos que
estos sujetos efectivamente poseen y que hasta el momento
no habían podido ser comunicados. También suele resultar
sorprendente su capacidad para aprender y, sobre todo, los
cambios que se observan en su conducta a partir del comienzo
de la escritura, que interpretamos como consecuencia de modificaciones
en el funcionamiento de su aparato psíquico.
Esto pone en primer plano la necesidad de tomar en consideración,
tal como se señaló, la función de la representación
como interpretación de la realidad, a la cual debe subordinarse
su aspecto más propiamente figurativo. Las representaciones
de palabra adquiridas a partir de la escritura funcionarían en
estos casos como habilitadores de representaciones de cosa
antes inaccesibles, permitiendo por lo tanto el establecimiento
de nuevos procesos de cualificación.

BIBLIOGRAFÍA
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Freud, S. (1915b): «Lo inconsciente», en Obras Completas, vol. XIV, Amorrortu
Editores, Buenos Aires, 1976.
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