Obras de S. Freud: La interpretación de los sueños, Estímulos y fuentes del sueño: Fuentes psíquicas de estímulo (por qué olvidamos el sueño una vez despiertos?)

Fuentes psíquicas de estímulo

¿Por qué olvidamos el sueño una vez despiertos?

Consabido es que el sueño «se disipa» por la mañana. Sin duda, es susceptible de recuerdo.
En efecto, sólo sabemos del sueño por el recuerdo que de él tenemos después del despertar; pero muy a menudo creemos que lo recordamos incompleto, que en la noche había más en él; podemos observar cómo un recuerdo onírico todavía vívido por la mañana se desintegra en el curso del día hasta que no quedan sino pequeños fragmentos; muchas veces sabemos que hemos soñado, pero no lo que soñamos, y estamos tan habituados a la experiencia de que el sueño está expuesto al olvido que no rechazamos por absurda la posibilidad de que haya soñado por la noche aquel que por la mañana nada sabe del contenido ni de la ocurrencia misma de su soñar. Por otra parte, sucede que ciertos sueños muestran una extraordinaria permanencia en la memoria. He analizado sueños que mis pacientes habían tenido veinticinco años antes y aún más, y yo mismo puedo recordar un sueño mío al que treinta y siete años, por lo menos, separan del día de hoy y no obstante nada ha perdido de su frescura en mi memoria.
Todo esto es muy extraño, y de primera intención incomprensible.
Del olvido de los sueños se ocupa Strümpell con el mayor detalle [1877, págs. 79-80]. Este
olvido es manifiestamente un fenómeno complejo, que Strümpell atribuye no a una única razón,
sino a toda una serie de ellas.
En primer lugar, para el olvido de los sueños valen todas aquellas razones que en la vida de vigilia producen el olvido. En nuestra vigilia solemos olvidar enseguida un sinnúmero de sensaciones y percepciones porque eran demasiado débiles, porque la excitación psíquica
asociada con ellas fue de grado muy bajo. Esto mismo sucede con muchas imágenes oníricas;
se las olvidará porque fueron demasiado débiles, mientras que se recordarán imágenes más
fuertes próximas a ellas. Sin embargo, el factor intensidad no es sin duda decisivo por sí solo
para la retención de las imágenes oníricas; Strümpell, al igual que otros autores (Calkins, 1893
[pág. 312]), admite que a menudo se olvidan con rapidez imágenes oníricas de las que se sabe
que fueron muy vívidas, mientras que entre las conservadas en la memoria las hay muchas
fugaces y tenues. Además, en la vigilia se suele olvidar fácilmente lo que ocurrió una sola vez, y
retener mejor lo que pudo percibirse repetidas veces. Ahora bien, la mayoría de las imágenes oníricas son vivencias únicas; (1) esta característica contribuirá igualmente al olvido de todos los sueños. Más importante es una tercera razón del olvido. Para que sensaciones,
representaciones, pensamientos, etc., alcancen una cierta magnitud mnémica, es necesario
que no permanezcan aislados, sino que se presenten en conexiones y compañías del tipo
adecuado. Si fragmentamos un breve verso en palabras y entremezclamos estas, será muy
difícil retenerlo. «Bien ordenadas y en la secuencia que conviene, una palabra trae a la otra, y el
todo, pleno de sentido, se fija fácilmente y por largo tiempo en el recuerdo. La retención de lo
falto de sentido es en general tan difícil y rara en nosotros como la de lo confuso y
desordenado» [Strümpell]. Ahora bien, en la mayoría de los casos faltan en los sueños la
comprensibilidad y el orden. Las composiciones oníricas están desprovistas en sí mismas de lo que posibilitaría su recordación, y se las olvida porque casi siempre se desvanecen ya en los
instantes que! siguen. Sin embargo, con estas explicaciones no se compadece del todo lo que
Radestock (1879, pág. 168) sostiene haber observado: que retenemos mejor precisamente los
sueños más extraños.
Todavía más eficaces para el olvido del sueño parecen a Strümpell otros factores que derivan del vínculo entre sueño y vida de vigilia. La facilidad con que los sueños son olvidados por la conciencia vigilante no es manifiestamente sino el envés de un hecho ya mencionado: el sueño (casi) no toma de la vida de vigilia recuerdos ordenados, sino sólo detalles que él arranca de las conexiones psíquicas habituales dentro de las cuales se los recuerda en la vigilia. Así pues, la composición onírica no encuentra sitio en la sociedad de las series psíquicas de que el alma rebosa. Le falta cualquier ayuda-memoria. «De tal manera, la formación onírica se desprende, por así decir, del suelo de nuestra vida anímica y queda suspendida en el espacio psíquico como una nube en el cielo, que el primer soplo de viento disipa enseguida» (1877, pág. 87). En esta misma dirección trabaja la circunstancia de que, tan pronto despertamos, el mundo
apremiante de los sentidos acapara nuestra atención, y las imágenes oníricas que pueden
resistir su poder son las menos. Retroceden ante las impresiones del nuevo día como se
extingue el resplandor de las estrellas frente a la luz del sol.
En último lugar como favorecedor del olvido de los sueños debe mencionarse el hecho de que la mayoría de los hombres no ponen interés en ellos. Quien, por ejemplo como investigador, se ha interesado durante un tiempo por el sueño, soñará en ese lapso más que antes, o mejor dicho: recordará sus sueños con mayor facilidad y frecuencia.
Otras dos razones para el olvido de los sueños, que Bonatelli [1880] (según Benini [1898, págs.
155-6]) agregaría a las de Strümpell, en realidad nos parecen estar ya contenidas en estas
últimas; son: 1) que el cambio en la cenestesia al pasar del dormir a la vigilia no favorece la
reproducción entre uno y otra, y 2) que el diferente ordenamiento del material de
representaciones en el sueño lo vuelve por así decir intraducible para la conciencia vigilante.
Después de todas estas razones para el olvido, y como el propio Strümpell [1877, pág. 6] lo
destaca, es todavía más asombroso que retengamos en el recuerdo tanto de los sueños. Los
continuados esfuerzos de los autores por discernir reglas en el recuerdo de los sueños entrañan una confesión: también aquí ha quedado algo enigmático e irresuelto. Con justicia se ha insistido recientemente en algunas particularidades del recuerdo de los sueños; por ejemplo, que un sueño que de mañana se tenía por olvidado puede recordarse en el curso del día si su contenido, aunque olvidado, es rozado casualmente por una percepción (Radestock, 1879 [pág. 169]; Tissié, 1898 [págs. 148-9]).
Pero el recuerdo de los sueños, en general, está expuesto a una objeción susceptible de rebajar
grandemente su valor ante la consideración crítica. He aquí la duda: nuestro recuerdo, que tanto
descuida del sueño, ¿no falsea lo que ha retenido?
También Strümpell expresa esa duda sobre la exactitud de la reproducción del sueño (1877
[pág. 119]): «Entonces es fácil que la conciencia despierta introduzca mucho, involuntariamente, en el recuerdo del sueño: nos figuramos haber soñado cosas que el sueño que tuvimos no contenía».
Con particular énfasis se expresa Jessen (1855, pág. 547): «Además, en la investigación e
interpretación de sueños coherentes y lógicos es preciso tomar en cuenta una circunstancia en la que, al parecer, no se reparó lo suficiente hasta ahora: casi siempre nos alejamos de la verdad porque, cuando evocamos en nuestra memoria un sueño que tuvimos, sin advertirlo o sin quererlo llenamos y completamos las lagunas que presentan las imágenes oníricas. Rara vez, y quizá nunca, un sueño coherente lo ha sido tanto como nos aparece en el recuerdo. Ni aun el más veraz de los hombres puede contar sin añadidos ni adornos un sueño maravilloso
que ha tenido: el afán del espíritu humano por discernir coherencia en todo es tan grande que, frente al recuerdo de un sueño incoherente en algún sentido, completará involuntariamente esa falta de coherencia».
Casi como una traducción de las palabras de Jessen nos suenan estas observaciones de
Egger [1895, pág. 41], no obstante haber sido concebidas por este independientemente: « …
l’observation des rêves a ses difficultés spéciales et le seul moyen d’éviter toute erreur en
pareille matière est de confier au papier sans le moindre retard ce que l’on vient d’éprouver et de
remarquer; sinon, l’oubli vient víte ou total ou partiel; l’oubli total est sans gravité; maís l’oubli
partiel est perfide; car si l’on se met ensuite à raconter ce que l’on n’a pas oublié, on est exposé
á compléter par imaginalion les fragments íncohérents et disioints lournis par la mémoire ( … );
on devient artiste à son insu, et le récit périodiquement répété s’impose à la créance de son
auteur, qui, de bonne foi, le présente comme un faít authentique, dûment établi selon les bonnes
méthodes … ». (2)
En idéntico sentido se pronuncia Spitta (1882, pág. 338), quien parece suponer que sólo cuando intentamos reproducir el sueño introducimos el orden en los elementos oníricos asociados de manera inconexa: «Convertimos la yuxtaposición en secuencias y relaciones, y por tanto agregamos el proceso de conexión lógica que falta en el sueño».
Puesto que para determinar la fidelidad de nuestro recuerdo no poseemos otro control que el
objetivo, y este no es posible en el sueño, que es una vivencia personal nuestra y para el cual no
conocemos otra fuente que el recuerdo mismo, ¿qué valor resta a nuestro recuerdo del sueño? (3)

Notas:
1- [Con frecuencia se han observado sueños que se repiten periódicamente. Véase la recopilación de Chabaneix (1897)]
2- {« … la observación de los sueños ofrece dificultades especiales, y el único medio de evitar errores en tal materia es confiar al papel, sin la menor demora, lo que uno acaba de experimentar y observar; en caso contrario sobrevendrá rápidamente el olvido, ya sea total o parcial; el olvido total no es grave; pero el olvido parcial es pérfido; porque si uno se pone más tarde a dar cuenta de lo que no ha olvidado, corre el riesgo de completar mediante la imaginación los fragmentos incoherentes y desarticulados provistos por la memoria (…); uno se convierte en artista sin saberlo, y el relato periódicamente repetido se impone a la creencia de su autor, quien de buena fe lo presenta como un hecho auténtico, debidamente establecido según los métodos correctos».}
3- [Los interrogantes planteados en esta sección se retoman en el capítulo VII,]

Continúa en ¨Fuentes psíquicas de estímulo (Las particularidades psicológicas del sueño)¨