Humor Psy: Nuevas experiencias en terapia de pareja (Un caso: “La mujer que no”) por Rudy

Humor: Nuevas experiencias en terapia de pareja

Rudy

Un caso: “La mujer que no”

Por Alain Supositoire (miembro del equipo Buffet Freud)

Mi condición de psicoanalista lacaniano podría ser un fuerte obstáculo a la hora de tratar en análisis a una pareja. Si Jacques Lacan afirmó que  “la pareja no existe”, ¿cuál sería mi excusa ante mis colegas al decidirme a entrevistar a una, contraviniendo las enseñanzas del maestro del maestro del maestro de mi maestro? Debo señalar algunos matices que finalmente me decidieron a hacerlo y, aunque no me enorgullecen, tampoco hablan demasiado bien de mí: por un lado, la falta de pacientes individuales, que  me llevó a pensar si Lacan no debía haber dicho “los pacientes no existen”, pero además, aun sabiendo que mis colegas podrían vituperarme por mi decisión, me planteé “no tienen por qué enterarse”. Así fue como decidí aceptarlos como pacientes.

A la hora de la entrevista sonó el timbre de mi consultorio, hecho que no me sorprendió, casi diría que estoy acostumbrado a que así sea. Abrí la puerta y apareció ante mí un hombre joven, cosa que tampoco me sorprendió. Estaba solo, y eso, aunque hubiera podido alarmarme, tampoco me causó sorpresa. ¿Acaso no había dicho Lacan que “la mujer no existe”? Sí, me respondí con certeza, olvidando por un momento que también dijo que “toda certeza es delirante”.

Hice pasar entonces al presente Gustavo y a la ausente María:

—Adelante, Gustavo y María, pasen por favor —les dije.

—Licenciado —dijo Gustavo—, por suerte, si lo hubiera dicho María, yo hubiera necesitado un psiquiatra urgente. María no ha venido, ¿no lo ha notado usted?

—Por supuesto —mentí— pero eso no es lo importante, lo importante es sí lo ha notado usted, no yo.

—Entiendo —me respondió.

—¿Qué es lo que entiende?

-No lo sé, licenciado. En realidad debería decir que no, que no entiendo nada. Desde que estoy en pareja con María no entiendo nada, por eso vine aquí, a ver si usted me aclara.

—¿A Clara o a María? —le interpreté lacanianamente, basándome en el significante— ¿Usted quiere ver si se “aclara a María” o si  se “amaría a Clara?

—No sé quién es Clara —me respondió.

—¿Y sabe usted quién es María?

Sí, licenciado, es mi pareja, la mujer con la que sueño todos los días.

El comentario me llamó poderosamente la atención. Es raro que un hombre sueñe con una mujer, y más raro aún si esa mujer ya es su pareja; con lo cual, teniéndola a su lado en carne y hueso, ¿para qué soñar con ella? Pero en mi vasta experiencia como analista, la mayoría de los sueños suelen ocurrir de noche.

—De día, ¿no soñará usted con ella de noche?

—No, licenciado, de noche no, no sé en qué sueños andará ella de noche, pero yo sueño con ella de día.

¿Y eso genera un conflicto en la pareja?, ¿usted no saber dónde anda ella por las noches, dado que no está en sus sueños?

—No, licenciado, mi problema es que no sé dónde anda ella ahora, que es de día, estoy despierto, acá, y ella no está.

—¿No está?

—¿Acaso no ve usted que no está?

—No solamente veo que no está, sino que también escucho que no está, y podría palpar y oler que ella no está acá, Gustavo. Incluso, si fuera yo caníbal, podría degustar que no está, pero ya le dije, eso no importa, lo que importa es su percepción, no la mía. Y usted cree que ella no está.

—¡Acá no está!

—Exactamente, lo que podría querer decir que “está en otro lado” ¿No se ha preguntado usted, Gustavo, que si María no está acá, probablemente esté en otro sitio?

—¡¡¡Tiene razón!!! ¡Debe estar en algún otro lado!

Y dado que es su pareja, y sueña usted con ella, ¿se pregunta usted dónde estará ella, ya que no está acá?

—¡Es que yo esperaba que ella estuviera acá, conmigo!

—Bueno, pero ya hemos comprobado que eso no es así. ¿Acaso ella le dijo que vendría?

—No, licenciado, pero eso no me extrañó, ella jamás me dice lo que va a hacer.

—¿Acaso usted no se lo pregunta?

—¡Todo el tiempo, licenciado, todo el tiempo!

—¿Y ella?

—Nada.

—¿Nada?

—Nada, como si no estuviera presente.

—Como ahora, entonces.

—¡Tiene razón, como ahora, pero no acá!

—Claro, ella no está acá, eso ya lo hemos discutido, pero ¿sabe usted dónde está ella, en este momento?

—Ojalá lo supiera, licenciado. Pero nunca sé dónde está

—¿Nunca?

—Nunca.

—¿Y cómo hace para preguntarle lo que quiere hacer sin saber dónde está?

—Bueno, licenciado, creo que este es un problema que tenemos con María, aunque supongo que pasará en muchas parejas… ella nunca responde, nunca está.

—Discúlpeme Gustavo, pero ¿está seguro que María y usted son una pareja?

—Por supuesto, licenciado, desde hace cinco años que salgo con ella.

—Y ella, ¿cuánto hace que sale con usted?

—Bueno, no lo sé, habría que preguntarle a ella.

—¿Preguntarle a ella? Pero, ¿no me ha dicho que nunca le contesta?

—Justamente, por eso vinimos, para que le conteste a usted lo que no me contesta a mí.

—¿Vinimos? Mucho me temo que vino usted solo.

—¡Tiene razón! ¡Usted sí que la tiene clara!

—¿Ahora soy yo quien se queda con Clara? ¿Prefiere adjudicarme a mí una Clara, para que no compita con usted por María?

—¿Por qué habría de competir usted por María, si ni siquiera la conoce?

—No la conozco, pero usted me la ha presentado como una persona muy seductora, capaz de hacerlo soñar con ella.

—Bueno, pero usted no la conoce.

—Gustavo,  ¿usted la conoce a María?

—¡Por supuesto! Fue mi compañera de estudios hace cinco años. Allí la conocí y le propuse salir, ser una pareja, estar juntos, tener hijos...

—Y ella aceptó.

—A su manera, sí.

—¿Cómo es su manera?

—¿No lo sabe usted, licenciado? No dijo nada.

—Y usted tomó su silencio por aceptación.

—Desde luego, el que calla, otorga.

—Y dígame, Gustavo, discúlpeme que me meta en un tema tan delicado, pero es necesario… ¿tiene usted relaciones sexuales con ella?

—Por supuesto.

—¿Y ella con usted?

—Y yo que sé,  ¡pregúntele a ella! Hace como cinco años que no la veo. Yo le hablo, la miro, sueño con ella, y hasta tengo relaciones, y ella ¡¡¡que se yo dónde está!!!

Le dije a Gustavo que no me sentía muy cómodo  tratando a una pareja en la que uno de los integrantes no venía, pero que estaba dispuesto a tomarlo a él como paciente y, en todo caso, María podía tener su propio análisis con algún colega. Gustavo me miró sorprendido y luego me dijo que él estas cosas no las decidía solo, que lo iba a consultar con María y luego me llamaría para concertar una entrevista. Nunca lo hizo.

© Marcelo Rudaeff (Rudy), 2013.