INVESTIGACIONES Y EXTENSIÓN: Hacer con las marcas (identidad)

INVESTIGACIONES Y EXTENSIÓN: Hacer con las marcas
Por Micaela Grandoso

El Centro de Salud por el Derecho a la Identidad funciona
en el ámbito de la Secretaría de Extensión de la Facultad de
Psicología, en convenio con la Asociación Abuelas de Plaza de
Mayo. Desde hace diez años brinda asistencia psicoanalítica
a jóvenes afectados por el terrorismo de Estado y sus
familiares, como así también a miembros de la comunidad
que tienen dudas sobre su identidad o dificultades en su
filiación. Intersecciones Psi entrevistó a Alicia Lo Giúdice,
directora del Centro y profesora adjunta de la materia Clínica
de Niños y Adolescentes.
¿Cómo comenzó la atención psicoanalítica a víctimas
del Terrorismo de Estado?
A medida que corrían los años, aún en dictadura, Abuelas
comenzó a advertir que surgían necesidades que ellas solas
no podían cubrir. Así se armó, en principio, un equipo de
abogados, con el fin de impulsar herramientas jurídicas para
pedir que los nietos secuestrados volvieran con sus familias.
A la sustracción de identidad, retención y ocultamiento de un
menor a través de la falsificación de documentos públicos,
se le dio la forma del reclamo de Abuelas, llamándola
“apropiación”. La “restitución” significaba que los niños
recuperaran su identidad y volvieran con sus familias.
Pero la restitución jurídica no era suficiente. Cuando se
ubicaba a los niños, surgía la pregunta de en qué condiciones
se encontraban, suponiendo que estaban viviendo una
situación traumática, al haber nacido en circunstancias
violentas durante el cautiverio de sus mamás y luego haber
sido sustraídos y colocados en otra familia. En todos los
casos el punto en común era el ocultamiento de la situación.
¿Cómo se produjo su acercamiento a Abuelas?
En diciembre de 1984 se logró la primera restitución a partir
de una prueba genética y por orden judicial. Se trataba de
una nena que había sido secuestrada junto a sus padres
cuando tenía 23 meses y apropiada por un subcomisario, que
la inscribió como propia y como si fuera recién nacida. Por un
lado, la nena logró retener su nombre, insistía tanto que no
se lo pudieron cambiar, pero, por otro, detuvo su crecimiento
óseo. En el juicio, la abuela y el apropiador presentaron dos
partidas de nacimiento diferentes, una verdadera, y una falsa
que decía que la nena era dos años menor. A través de la
prueba de sangre se confirmó que era la nieta buscada.
En el 85, cuando todavía no formaba parte del equipo de
Abuelas, comencé a atender a esta nena en mi consultorio.
El área jurídica de la Asociación pidió conocerme al ver que
en mis informes yo fundamentaba el porqué de la restitución.
A partir de eso empezaron a derivarme otros casos, que
también atendía en mi consultorio. En los 90, el equipo
terapéutico de Abuelas renunció y Estela de Carlotto me
convocó para que me encargara del área.
¿Cuándo se formalizó como Programa de Extensión de
la Facultad de Psicología?
Sobre finales del 97 comenzamos a participar junto a la
Cátedra de Ética y Derechos Humanos. Así empezamos a
pensar en el armado de un centro de atención que fuera
público, abierto a la comunidad y unido a la Universidad.
En el 2000 se aprobó en Consejo Directivo la creación del
Programa, formalizando el lazo ya existente entre Abuelas y
la Facultad, y en el 2003 se inauguró el centro en la calle
Gurruchaga.
¿De qué manera interviene el Centro?
Las intervenciones están enfocadas, especialmente, a los
afectados por el terrorismo de Estado, nietos principalmente,
pero también otros familiares o personas que fueron detenidas
y secuestradas. En principio, se trata de orientarlos para que
por sí mismos tomen la decisión de acercarse.
También recibimos otras consultas que hacen al tema de
filiación, por ejemplo, de personas a quienes les dicen que
fueron adoptadas pero se enteran que esa adopción no
se hizo legalmente, sino que se trató de una inscripción
directa. Estos son casos muy comunes y es muy difícil
rastrear los orígenes.
¿Qué marcas quedan en un niño secuestrado o un bebé
nacido en un Centro Clandestino de Detención?
Siempre hay marcas. Freud dice que la fantasmática se habla
con lo visto y lo oído, y de lo oído el chico va extrayendo
significantes, si bien en un primer tiempo no tiene palabra
para poder decir lo que le está pasando. Además, habría
que ver en qué estado quedaron esas marcas, que son
inscripciones inconscientes que no tienen lugar, como si
fueran en la memoria simbólica. Entonces, hay que hacer
todo un trabajo para poder ubicar esas huellas y armar una
posibilidad de decir algo acerca de ello.
Hoy Abuelas acepta que como consecuencia de la situación
de secuestro y apropiación quedaron marcas, por eso se
plantea a los jóvenes la posibilidad de un espacio para poder
ubicar qué hacer con eso. El espacio terapéutico les permite,
dando lugar a la singularidad de cada uno, interrogarse “qué
es esto para mí”.
¿Cómo fueron las primeras restituciones de nietos,
teniendo en cuenta que por los medios de comunicación
circulaban discursos que se oponían a que éstos
volvieran con sus familias?
Era una cuestión sobre la que, o bien no se hablaba, o se
hablaba desde esta postura de que los apropiadores los
habían “criado con amor”. Esta idea había prendido mucho
en la sociedad, incluso en los nietos. En el caso de la primera
nieta, el juez decía que tenía que resolver entre el pedido
de los padres y el pedido de la abuela. Yo decía: los padres
de esta nena están desparecidos, la abuela tiene la guarda
porque es familiar y estas personas son los apropiadores, no
son los padres. En el caso de los mellizos Reggiardo Tolosa,
que tuvo mucha repercusión en los medios, ellos no estaban
de acuerdo, no aceptaban su situación y, sin embargo, hoy
en día colaboran con Abuelas. Entonces, es importante
destacar que, si bien es esencial la parte jurídica, porque
ordena, también es necesario ubicar que el joven, que quizás
está muy apegado a sus apropiadores, necesita un tiempo
para poder ubicar la situación. Para otros, al contrario, saber
que son hijos de desaparecidos les representa un alivio.
Es algo muy recurrente en las historias de los nietos esa
cuestión de sentirse extraños con las familias apropiadoras,
como cierta intuición de no pertenecer, ¿en ese sentido alivio?
Me ha pasado atender a alguien que viene y dice: “Miré
en la página web de Abuelas y debo ser hija de tal y tal”.
Pero siempre les decimos que sin el análisis de sangre no
se puede saber. En algunos casos, cuando se comprueba
que no son, se desilusionan, porque creer que son hijos de
desaparecidos les da la tranquilidad de pensar que la familia
siempre los buscó. A los jóvenes los conmueve mucho esta
búsqueda de las familias. Existe el caso de una nieta que tenía
mucha ligazón con el militar que la crió y que al enterarse que
todos los años, aunque ella no estaba, la familia le hacía una
torta el día de su cumpleaños, quedó muy impactada.
¿Qué piensa en relación a esta idea de que la restitución
significaba arrancar nuevamente a la persona de su
entorno?
Decían que significaba un segundo trauma. Y nosotros les
decíamos que el primer trauma se había provocado en el
secuestro y que, en todo caso, lo que se hacía era rectificar
una situación, con costos que uno no niega.
En 1978, la doctora Delia Pons, del Tribunal de Menores Nº
1 de Lomas de Zamora, respondió a un pedido de Abuelas
diciendo: “A los asesinos yo no pienso devolverles los hijos
por que no sería justo hacerlo. No tienen derecho a criarlos.
Tampoco me voy a pronunciar por la devolución de los niños
a ustedes. Es ilógico perturbar a esas criaturas que están en
manos de familias decentes que sabrán educarlos como no
supieron hacer ustedes con sus hijos”.
Respecto a esto, nosotros decimos que ellos se manejaban
con una idea de familiarismo delirante, donde ubicamos las
consecuencias que recaen sobre las personas cuando la
función de la familia está soportada por la voluntad del bien.
Lo que degrada a la familia en “familiarismo” es la añadidura
del término “delirante”, del que podemos extraer al menos
dos incidencias prácticas: una es el ocultamiento de los
acontecimientos que serán tramados como historia, y la
segunda es la adherencia a un código único que, sin dejar
de encontrar simpatías en la opinión pública, hace obstáculo
a los equívocos propios de la lengua que dan lugar a la
constitución subjetiva del niño.
¿Qué cree que puede provocar en la subjetividad de los
nietos u otros familiares de víctimas del terrorismo de
Estado la reciente muerte de Videla?
Es difícil saberlo. Los nietos que yo atiendo tomaron que el
tema no fue la muerte, sino lo que hizo en vida, que la muerte
es parte de la vida. Muchos se refirieron a que murió en una
cárcel, en soledad, condenado. Nadie es eterno, era lógico
que en algún momento se iba a morir. Pero lamentablemente
se llevó muchos secretos con él. El pacto de silencio se sigue
manteniendo y esto es una tortura para la gente.
Abuelas tiene la satisfacción de saber que se lo condenó a 50
años de prisión por su responsabilidad en el plan sistemático
de robo y ocultamiento de bebés. Yo pienso que el odio no
sirve, porque el peligro es que se vuelva en contra de uno
mismo. Lo bueno es que se pudo encontrar una respuesta
que apostó a la vida, porque buscar nietos es apostar a la vida.

Fuente: INTERSECCIONES PSI REVISTA ELECTRÓNICA DE LA FACULTAD DE PSICOLOGÍA – UBA