Obras de S. Freud: IX. Sentimiento de la realidad y figuración de la repetición [1919]

El trabajo del sueño (continuación): IX. Sentimiento de la realidad y figuración de la repetición [1919]

Un hombre que ahora tiene 35 años cuenta un sueño que recuerda bien, y dice que lo soñó a los cuatro años: El notario a quien su padre confió el testamento -el soñante perdió al padre a la edad de tres años- trajo dos grandes peras, y a él le dieron a comer una. La otra quedó en el alféizar de la ventana de la sala de estar. Despertó convencido de que era realidad lo soñado, y obstinadamente pidió a la madre la segunda pera, que sin duda seguiría sobre el alféizar. La madre se rió de ello.

Análisis

El notario era un señor mayor, jovial, que, según creía recordarlo, una vez trajo realmente peras.

El alféizar era tal como lo vio en sueños. Otra cosa no se le ocurre sobre ello; quizá solamente que la madre poco antes le había contado un sueño. Dos pájaros se han posado sobre su cabeza y ella se pregunta cuándo se volarán; mas no lo hacen, sino que uno vuela hasta su boca y chupa de ella.

El fracaso de las ocurrencias del soñante nos da el derecho de intentar la interpretación por sustitución de símbolos. Las dos peras -«pommes ou poires» (1) – son los pechos de la madre, que lo amamantó; el alféizar es la saliencia del busto, análogamente a los balcones en el sueño de casas. Su sentimiento de realidad al despertar tiene justificación, pues la madre lo amamantó de hecho, incluso bastante más tiempo que el usual, y acaso el pecho materno estaría aún disponible (2). El sueño ha de traducirse así: «Mamá, dame (enséñame) de nuevo el pecho del que antes bebí». El «antes» está figurado por el acto de comerse una pera, y el «de nuevo» por el pedido de la otra. La repetición temporal de un acto se convierte en el sueño, por lo general, en la multiplicación del número de un objeto.

Es muy llamativo, desde luego, que el simbolismo ya desempeñe un papel en el sueño de un niño de cuatro años, pero esta no es la excepción sino la regla. Puede decirse que el soñante dispone del simbolismo desde el comienzo.

Cuán temprano se sirve el hombre de la figuración simbólica, aun fuera de la vida onírica, puede enseñárnoslo el siguiente recuerdo, no influido, de una dama que ahora tiene 27 años: Tiene entre tres y cuatro años. La niñera los lleva al retrete a ella, a su hermanito’ once meses menor y a una prima cuya edad es intermedia entre ambos, para que hagan allí sus pequeños menesteres antes de salir de paseo. Siendo la mayor, ella se sienta en el inodoro, y los otros dos lo 1,acen en bacinillas. Ella pregunta a la prima: «¿Tienes tú también Un MONEDERO?

Walter tiene una SALCHICHITA, YO tengo un monedero». Respuesta de la prima: «Sí, yo también tengo un portamonedas». La niñera los oyó riendo y contó la conversación a la mamá, quien reaccionó con una recia reprimenda.

Intercalemos ahora un sueño (registrado en un artículo de Alfred Robitsek, 1912) cuyo bello simbolismo permitió una interpretación con escasa ayuda de la soñante.

Continúa en ¨El trabajo del sueño (continuación): X. «Sobre la cuestión del simbolismo en los sueños de personas sanas» [1914]¨

Notas:

1- {La palabra alemana «BIrne» puede significar «pera» o «manzana», como «poma» en castellano.}

2- Freud insiste sobre este punto -que un sentimiento de realidad especialmente intenso en relación con el sueño o con alguna parte de él, después de despertar, se vincula de hecho con los pensamientos latentes- en su estudio sobre la Gradiva de Jensen (1907a), AE, 9, pág. 48, y en el curso de sus primeros comentarios sobre el sueño del «Hombre de los Lobos» ( 1918h), AE, 17, pág. 33.]