LACAN, SEMINARIO 19. Clase 11: 14 de Junio de 1972

LACAN, SEMINARIO 19. Clase 11: 14 de Junio de 1972

Bueno, parece que hay problemas con la mezcla como la vez pasada (problemas de

micrófono). No se entiende nada, ¿me oyen bien así? ¿Un poco más alto? Bueno, en todo

caso acérquense un poco…

Entonces, viendo lo que recién llamé mezcla, las comunicaciones que pueden haberse

entablado entre mi público de aquí y el de Sainte-Anne, supongo que ahora se habrán

unificado. Ustedes habrán visto que pasamos de lo que llamé aquí un predicado hecho para uso

especial de ustedes, lo Uniano, bueno, en Sainte-Anne la última vez pasamos a

un término de otra factura que se fundaría en la palabra, en la forma Unegar (Unier). Eso

que dije, que expresé la última vez en Sainte-Anne, es el pivote de ese orden que se

funda(21), «Funda». Fúndenlo, que sea «Fundado fundido». Entonces digo este Unegar que

se funda, y les pedí que ese «fundamento» sea… que no les parezca muy fundamental lo

que llamé «dejarlo en lo fundido», ese Unegar que se funda en «hay uno, hay uno que dice

que no», que no es lo mismo que negar. Ese forjamiento del término Unegar como verbo

que se conjuga, podríamos decir que finalmente, en la función representada en el análisis

por el mito del padre (p-a-d-r-e), esto une (Unie). Este es, para los que hayan podido

escuchar en medio de este bochinche, el punto donde me gustaría permitirles entenderse.

El padre Une entonces. En el mito hay ese correlato de «todas, todas las mujeres». Ahí es

posible, si siguen mis inscripciones cuánticas (c-u-á-n-t-i-c-a-s-) introducir una

modificación: él las Uniega, sí, pero «no a todas», justamente. Aquí rozamos a la vez todo

lo que no es de mi cosecha, por ejemplo, el parentesco de la lógica y el mito. Que una

pueda corregir al otro es el trabajo que nos queda por delante. Por el momento les

recuerdo que con lo que he dicho como aproximación al padre, con lo que inscribí sobre

«e-patarlo», ustedes ven que la vía que conjuga, llegado el caso, el mito con la irrisión, no

nos es ajena y que no afecta en nada al estatuto fundamental de las estructuras

interesadas.

Es gracioso que algunos descubran tan tarde eso que puedo decir desde mí, y que es un

poco general por el momento, toda esa efervescencia, esta turbulencia alrededor de

términos como significante, signo, significación, semiótica, todo lo que ahora está en el

candelero… Es curioso que haya retrasos tan singulares.

Hay una revistita bastante buena, en fin, no peor que otras, donde apareció de sopetón un

artículo, ¡Dios mío!, que se llama: «Agonía del signo». La agonía es siempre muy

conmovedora. Agonía quiere decir lucha, pero también quiere decir «estirar la pata»,

entonces la agonía del signo es muy patética y lo cierto es que yo habría preferido que no

cayera en lo patético. Eso parte de una invención encantadora sobre la posibilidad de

forjar un nuevo significante que sería furmi… furmidable. Efectivamente, es «furmidable»

ese artículo. Pero uno se pregunta cuál puede ser el estatuto de «furmidable(22)».

Pero eso me gusta, y me gusta mucho más porque viene de alguien muy enterado desde

hace rato de ciertas cosas que digo y que, para colmo, al principio de ese artículo se cree

obligado a hacerse el inocente y a dudar con respecto a «furmidable», poniéndolo como

metáfora o como metonimia, para terminar diciendo que hay algo descuidado en la teoría

jakobsoniana que consistiría en embutir palabras unas detrás de las otras. ¡Hace mucho

que expliqué eso! Escribí «La instancia de la letra» expresamente: S sobre s, con el

resultado: I paréntesis efecto de significación, es el desplazamiento, la condensación,

exactamente la vía por donde se puede crear, y diría que hasta con más ingenio que

«furmidable», Unegar. Y además sirve para algo, sirve para explicarles a ustedes, por otro

camino, eso que renuncié completamente a abordar por la vía de los Nombres del Padre.

Renuncié porque en determinado momento me lo impidió precisamente la gente a quien le

habría venido mejor. Hasta podría haberles servido en su vida íntima, gente muy implicada

en el Nombre del Padre. Hay una camarilla muy especial que podríamos ubicar por el lado

de la tradición religiosa. A ellos podría haberlos «oxigenado», pero no vale la pena seguir

dándole al asunto…

Entonces cuento la historia de lo que Freud abordó precisamente como pudo para evitar

su propia historia: «al’shaddai», el nombre del » Innombrable», y se remitió al Edipo. Y sí,

hizo algo muy prolijo, hasta un poco aséptico. No fue más lejos y está bien, lo que pasa es

que se pierden las oportunidades de retomar a Freud precisamente en el punto que

debería hacer que el psicoanalista esté en su lugar en su propio discurso.

Perdió la oportunidad, ya lo dije, de modo que en el avión que me traía anoche de Milán…

traje una cosa que se llama Atlas y que Air France le da a los pasajeros. Pero por suerte

no lo tengo, lo dejé en casa, porque sino les habría leído el articulito ese y no hay nada

más aburrido que oír a otro leer. Bueno, en fin, hay psicólogos en Norteamérica, y

psicólogos del más alto vuelo, que hacen encuestas sobre los sueños, porque a los

sueños se los busca, se los encuentra, se los encuesta y finalmente se ve… ¡que son muy

raros los sueños sexuales! La gente sueña de todo, sueña con deportes, con caídas, con

infinidad de pavadas, en fin, no hay una mayoría aplastante de sueños sexuales. De

donde resulta que, como es de público conocimiento, se nos dice en ese texto

psicoanalítico que los sueños son sexuales. Y bien, el gran público, que está hecho de

difusión psicoanalítica (ustedes también son un gran público); ¡se va a desinflar como una

torta (soufflé)!

Es curioso que nadie, al fin de cuentas, entre todo ese gran público supuesto, porque todo

esto es suposición, bueno, es cierto que en cierta resonancia, todos los sueños —eso

hubiera dicho Freud— son sexuales. Pero él nunca dijo eso, precisamente jamás!,

¡jamás!, ¡jamás! Freud dijo que los sueños eran sueños de deseo: nunca dijo que fuera

deseo sexual.

Comprender la relación que hay ente el hecho de que los sueños sean sueños de deseo y

ese orden de lo sexual que carácteriza esto que digo me llevó mucho tiempo. Me llevó

mucho tiempo para no sembrar pánico en el espíritu de esas encantadoras personas que

no han hecho, al cabo de diez años de escuchar mis historias, más que soñar con una

cosa: entrar en la Asociación Psicoanalítica Internacional. Todo lo que yo les pude decir

eran por supuesto bellos ejercicios, ejercicios de estilo. Ellos estaban en lo serio, y lo serio

es la IPA.

Sí, por eso ahora puedo decir —y se puede entender— que no hay relación sexual y que

hay un orden que funciona donde estaría esa relación y que en ese orden algo es

consecuente como efecto de lenguaje. Hasta podríamos aventurarnos un poquito y pensar

que cuando Freud decía que el sueño es la satisfacción de un deseo, ¿satisfacción en qué

sentido? ¡Cuando pienso que todavía estoy en esto! Qué nadie, a pesar de todos los que

se dedican a embrollar lo que digo, a hacer ruido, nadie haya entendido eso que es la

estricta consecuencia de lo que dije y articulé de la manera más precisa en el 57, no, ni

tampoco, ¡en el 55!. A propósito del sueño de la «inyección de Irma» que usé para

mostrarles cómo se trabaja un texto de Freud, les expliqué, había algo ambigüo que está

justamente ahí y no en el inconsciente, a nivel de sus preocupaciones presentes, que

Freud interpreta ese sueño, sueño de deseo que nada tiene que ver con el deseo sexual,

aún teniendo todas las aplicaciones de transferencia que ustedes quieran. ¡El término

inmixción de los sujetos lo adelanté en el 55, ¿se dan cuenta? ¡17 años!.

Y después, claro, tuve que publicarlo y lo publiqué porque estaba absolutamente

asqueado de la manera cómo habían tratado el tema en un libro que se llama

«Auto-análisis» y que era mi texto pero con agregados que lo hacían incomprensible.

¿Qué es un sueño? Un sueño no satisface el deseo. Por razones fundamentales que no

desarrollaré ahora porque valdrían cuatro o cinco seminarios, por esa simple razón que

Freud da y que es palpable: el único deseo fundamental en el sueño es el deseo de

dormir. Les da risa, ¿verdad? Porque nunca lo escucharon. Sólo que está en Freud. Cómo

no lo entienden, de una vez por todas. ¿En qué consiste dormir? Consiste en eso que en

mi tétrada (el semblante, la verdad y el goce y el plus de goce) hay que suspender. No

hará falta que lo vuelva a escribir, ¿no? Para eso está hecho el sueño. Cualquiera puede

mirar dormir un animal para darse cuenta de lo que hay que suspender, precisamente eso

ambigüo en relación con el propio cuerpo: el goce. Si es posible que ese cuerpo acceda al

goce de sí, está claro que es cuando se sacude, cuando se hace daño. Eso es el goce.

Pero el hombre tiene puertitas de acceso que otros no tienen, y hasta se puede hacer una

meta de eso. En todo caso cuando duerme se acabó. Justamente se trata de que ese

cuerpo se enrolle, se oville. En fin, dormir es no ser molestado. El goce incluso es molesto.

Naturalmente, se lo molesta, pero mientras duerme el hombre puede esperar no ser

molestado. Por eso cuando duerme todo el resto se desvanece. Tampoco es cuestión de

semblante, ni de verdad, porque todo eso está, es lo mismo, ni de plus de goce. Sólo que

Freud dice: el significante, mientras tanto, sigue dando la lata. Por eso aunque duerma

preparo mis seminarios.

Por eso mientras dormía Poincaré descubrió las funciones de Fuchs…funciones fuxsianas

(fuchsiennes).

X. en la sala: —Es una polución.

Lacan: —Quién dijo eso?

X: —Yo.

Lacan: —Sí, eso es, y me gusta que haya elegido este término, usted debe ser muy

inteligente. ya me alegré públicamente de que una de mis analizadas que está por ahí y es

una mujer muy sensible haya hablado de «polución intelectual» a propósito de mi discurso.

Es una dimensión muy fundamental la polución. Probablemente yo no hubiera llevado hoy

las cosas hasta ese punto, pero usted parece tan orgulloso de haber dicho la palabra

polución que sospecho que no debe entender nada de eso. Sin embargo, ya verá que no

sólo la usaré enseguida sino que me alegraré nuevamente de que alguien la haya hecho

surgir porque esa es precisamente la dificultad del discurso analítico.

Marco esta intervención, le salto encima, agarro al vuelo algo que en la urgencia de un fin

de año necesito decir: es en el lugar del semblante donde el discurso analítico se

carácteriza por situar el objeto a. Figúrese usted, señor que creyó haber hecho u na proeza

y que abunda en la dirección de lo que quiero decir… La polución más carácterística de

este mundo es exactamente el objeto a del cual el hombre toma, y usted también toma, su

sustancia y es su deber, de esa polución que es el efecto más cierto del hombre sobre la

superficie del globo, hacer en su cuerpo y en su existencia de analista una representación

y observarla más de una vez. Los pobrecitos están enfermos, y debo reconocer que en

esta situación no estoy más cómodo que otro. Lo que intento demostrarles es que no

resulta totalmente imposible hacerlo con un poco de decencia. Gracias a la lógica llego- si

acaso ellos se dejaran tentar- a hacerles soportable esa posición que ocupan como a en el

discurso analítico y a permitirles concebir que evidentemente no es poca cosa elevar esa

función a la posición de semblante que es la clave de todo el discurso.

Ahí aparece lo que siempre he intentado hacer sentir como la resistencia del analista a

cumplir su función. No es que la posición de semblante sea cómoda para nadie, sólo es

sostenible a nivel del discurso científico y por una simple razón: allí la posición de mando

es algo totalmente del orden de lo Real mientras que todo lo que nos atañe de lo Real es

la Spaltung, la grieta, en otras palabras, mi definición del sujeto. Porque en el discurso

científico es el S, el S/ que tiene la posición clave. En el discurso universitario es el saber.

Allí la dificultad es aún mayor a causa de una especie de corto-circuito, porque para

aparentar un saber hay que saber fingir y eso se nota enseguida. Por eso cuando estaba

en Milán, ante una audiencia mucho menos numerosa que ustedes, digamos la cuarta

parte, había muchos jóvenes, muchos de esos jóvenes que están en eso que se llama «el

movimiento», y había también un personaje muy respetable y muy elevado que parecía ser

el representante. ¿Sabe o no sabe (lamentablemente no pude preguntárselo porque sólo

después supe que había estado allí), sabe o no sabe él que estando en ese lugar lo que

quiere, como todos los interesados en ese movimiento, es devolverle al discurso

universitario todo su valor? Como el hombre lo indica eso remite a las unidades de valor.

Ellos querrían poder dar una mejor apariencia de saber. Eso los guía, y es respetable ¿por

qué no? El discurso universitario es un estatuto tan fundamental como otro. Simplemente

marco que no es lo mismo…, no es lo mismo que el discurso psicoanalítico. El lugar del

semblante es sostenido de otra manera.

Y entonces, Dios mío, ¡cómo hacer con un auditorio nuevo y sobre todo si puede

confundirse! Traté de explicarles un poquito cuál era mi lugar, mi historia, comencé por

decirles que mis Escritos eran… eran la publicación, que no debían creer que ahí podían

encontrarme. Estaba también la palabra «seminario», por supuesto, ¡cómo hacerles

entender que el seminario no es un seminario sino un «parloteo» mío con mis buenos

amigos desde hace años, pero que hubo un tiempo en que sí mereció ese nombre, cuando

había gente que intervenía!… Eso me sacó de las casillas. Tuve que venir acá, y como en

el camino alguien me preguntó cómo era cuando; sí era un seminario… Bueno, me dije,

voy a decírselos hoy, la penúltima vez que los veo, porque todavía los voy a ver una vez

más. ¡Dios mío!, si alguien viniera a decir algo. ¡Y recibo una carta de Recanati! No les voy

a contar historias, no voy a «aparentar» que saco de esta galera esta intervención, les digo

simplemente que recibí una carta del señor Recanati, aquí presente, en respuesta a una

mía, y que me demostró, para mi gran sorpresa, haber entendido algo de lo que dije este

año. Ahora le voy a ceder la palabra para que les hable de algo relaciónado con ese surco

que intento abrir mediante la Teoría de los Conjuntos y la lógica matemática. El les dirá

cuál. Explíqueselos bien porque es muy importante, adelante.(Nota del traductor(23))

Recanati: —La carta que menciona el Dr. Lacan en realidad son algunas observaciones de

comentarios sobre tres textos de Pierce que le mandé, no tanto porque él no los conociera,

sino porque esos textos justamente diferían de los que él había citado. Son textos de

cosmología y textos relaciónados con la matemática. Voy a precisar un poco el tenor de

esos tres textos antes de comentarlos.

Con respecto a la matemática, Peirce hace una crítica de las definiciones que conoce de

los conjuntos continuos y examina tres definiciones, especialmente la de Aristóteles, la de

Kant y la de Cantor, criticándolas a las tres, en función de un criterio único. Ese criterio es

que él querría que en cada definición se marque el hecho mismo de la definición, porque,

según él, al definir un conjunto continuo se lo determina de cierta manera, y eso es

importante para el resultado de la definición, donde el proceso mismo de la definición debe

ser marcado como tal en algún lugar.

En cuanto a la cosmología, Peirce parte de un problema bastante similar, o de una

preocupación similar a propósito del tema de la génesis del universo. Su problema es el

del antes y el después. No se puede acceder al antes mediante la simple operación

analítica de retirar al después todo lo que lo carácteriza, porque así sólo se llegaría a un

después enmendado y porque precisamente sobre el modo de esa enmienda se

constituye el después que no difiere, sino por una inscripción precisa deslizada sobre el

modo de la enmienda, del antes.

En otras palabras, el antes es de alguna manera un después, o más bien, el después es

un antes inscripto y no se podrá de ninguna manera deducir el antes del después, porque

el antes que está inscripto en el después es precisamente el después, y en ese sentido no

tiene nada que ver con el antes cuyo propósito es justamente no estar inscripto. Dicho de

otra manera, lo que cuenta es la inscripción. O bien lo que está antes no es nada. Eso dice

Pierce cuando habla de la génesis del universo: antes no había nada, pero esa nada es

también una nada específica o quizá justamente no es específica porque de todas

maneras no está inscripta. Podemos decir que todo lo que ha habido después es nada

también, pero inscripto como nada. Eso no inscripto en general que él reencontrará un

poco por todas partes y no sólo en la cosmología es lo que Peirce llamará el

POTENCIAL(24) y sobre lo que les hablaré ahora.

Pero antes quería decirles algo sobre mi posición aquí, que evidentemente es paradojal

ya que no soy especialista en nada y menos que menos en Peirce o en cualquier otro, y

que todo lo que diga sobre ese autor y otros- porque hablaré de otros- será lo que retome

del discurso del Dr. Lacan. Entonces, en mi propia palabra conservo mi estatuto de auditor.

¿Cómo es posible? Precisamente por no significar en mi propio discurso más que el hecho

de haber escuchado. Eso me plantea el problema de a quién dirigirme, porque

evidentemente si me dirijo a quienes como yo han escuchado no inscribiré la nada y sólo

podré inscribir la nada de su no-escucha, permitiendo así una elaboración que

evidentemente servirá en sus consecuencias pero que no tendrá nada que ver con la nada

pura del principio; en este caso entonces nada cambiará y sólo si mi intervención de

auditor no molesta podré efectivamente representar al auditorio. Al fin de cuentas todas las

intervenciones de Aristóteles son supuestas en el discurso de Parménides y justamente

con respecto a las intervenciones de Aristóteles- más bien para que pudiera sostener un

verdadero discurso- necesitaba un auditorio mudo con quien identificarse, lo que explica

que el otro Aristóteles, en la Metafísica del vosotros platónico (porque fue recién después

que Platón habló, o si se quiere después que Parménides hablara para el otro) haya

podido comenzar a hacerlo. Por eso la paradoja, pero como esa paradoja no es mi tema lo

dejo para el Dr. Lacan.

No se puede, dice Pierce, oponer el vacío, el cero, a algo, porque sabemos que el cero es

algo, el vacío representa algo, y Pierce dice que forma parte de sus conceptos

fecundantes, conceptos importantes en él sobre los que volveré luego. No es una mónada

como vacío inscripto sino relativo. En efecto, si se plantea ese vacío, se lo inscribe. En

este caso la inscripción del conjunto vacío puede dar esto:

LACAN, SEMINARIO 19. Clase 11: 14 de Junio de 1972, figura 1

Esto se reconoce porque el conjunto vacío está considerado como un elemento del

conjunto de las partes del conjunto vacío. Luego aquí el vacío se constituye como Uno, y si

quisiéramos repetir un poco la operación y hacer el conjunto de las partes del conjunto de

las partes del conjunto vacío tendríamos inmediatamente algo así:

LACAN, SEMINARIO 19. Clase 11: 14 de Junio de 1972, figura 2

lo cual es más o menos:

LACAN, SEMINARIO 19. Clase 11: 14 de Junio de 1972, figura 3

y esto se reconoce por poder muy bien representar al 2.

También puede representar al 1.

Esto nos lleva a reiterar que es la repetición de una inexistencia que puede fundar muchas cosas, y particularmente la serie de los enteros en este caso. Pero lo que le interesa a

Pierce en esta observación es lo que se repite, no la inexistencia como tal o no

exactamente, sino la inscripción de la inexistencia en la medida en que la inexistencia se

marca en esta inscripción. Eso es lo que Pierce desarrollará muchas veces en varios

textos y de lo que hablaré.

Ahí reencontramos su propuesta matemática. Cuando se quiere definir un sistema donde

esta inexistencia está repetida, dice, hay que precisar que está repetida como inscripta. En

el punto de partida hay inscripción de una inexistencia, y esto es muy importante para la

lógica. El cuantificador universal sólo no podría definir nada. El cuantificador universal,

para Pierce, es algo secundante, por paradójico que resulte: es relativo a algo, como él

dice. Lo que funda a ese cuantificador es la nadización previa y posterior inscripta de los

valores que lo contradicen (nota del traductor(25)).

Así, desde un punto de vista puramente metodológico, Pierce critica a Cantor. Cantor se

equivoca, dice, porque su definición del continuo remite especialmente a todos los puntos

del conjunto. Y agrega: hay que hacer variar la definición desde un punto de vista lógico.

Una línea oval no es continua sino porque es imposible negar que al menos uno de sus

puntos debe ser verdadero para una función que no carácteriza de ninguna manera al

conjunto: por ejemplo, cuando se trata de pasar del exterior al interior, cuando

necesariamente hay que pasar por uno de sus puntos del borde. Eso, de alguna manera,

es una aproximación lateral. No se puede plantear así al cuantificador universal, hay que

pasar por una nadización previa y ésta a su vez deberá pasar por una función previa. La

negación está aquí erigida en función, y el conjunto de los conjuntos pertinentes para esta

función, en el caso presente, en la medida en que es imposible negarlo, etc., etc., es el

conjunto vacío que inscribe a la negación como imposible. El mismo tipo de ejemplo podría

tomarse eventualmente en topología. Si escucháramos a Pierce, el teorema de los puntos

fijos debería enunciarse como sigue. Lo voy a escribir:

(escritura en griego)

Es imposible negar que en una deformación de un disco sobre su borde al menos un punto

escapa a la deformación que él mismo autoriza por el propio hecho de escaparse. Si

usamos el teorema de los puntos fijos para un disco, se trata de algún modo de deformar

de manera continua un disco sobre su borde, es cierto, y está dado en el teorema, que al

menos un punto del disco escapa a la deformación, es decir que queda fijo y que porque

un punto queda fijo se puede efectuar la deformación general, sin lo cual no sería posible.

Pero acá puedo decir que evidentemente hay contradicción, digamos que hay una ligazón

muy neta entre ese punto que escapa a la función que él mismo autoriza, a la función

misma.

Lacan: —Eso es un teorema demostrado. No sólo demostrable sino matemáticamente

demostrado. Por otra parte, ese teorema se simboliza. Quizá usted pueda comentar cómo

está simbolizado por ese «existe x» que es una fórmula muy cercana a: existe x en la

medida en que sea preciso negar que no hay ? de x, que no hay existencia de x tal como

para que ? de x sea negado. Usted lo puede hacer entender.

Recanati: —Hay una doble negación, es cierto, pero no es que las dos negaciones no

sean equivalentes sino que no son exactamente las mismas. Y por otra parte, sobre todo,

esa doble negación, en la medida en que está inscripta como vemos aquí, no es lo mismo

que afirmar simplemente. Se habría podido afirmar. Por eso cité al comienzo la crítica del

cuantificador universal, de alguna manera como dada así. Si es el producto de una doble

negación, esta primera negación, según Pierce, apunta a una negación erigida como

función. Por ejemplo: los puntos no quedan fijos, y bueno, hay un punto que precisamente

escapa a esta función, y entonces antes que nada hay que inscribirlos. Por eso lo hice, y

convendría quizá subrayar específicamente eso que señalé como una imposibilidad, pero

que al mismo tiempo acá es nada más que el conjunto vacío planteado como el único

punto que funciona para la función de la negación.

Lacan: —Me parece que usted debería destacar esto: que la barra trazada sobre los dos

términos, cada uno como negado, es un «no es verdad que». Un «no es verdad que» a

menudo utilizado en matemática, pues es el punto clave a que nos conduce la llamada

demostración de «contradicción». En realidad se trata de saber porqué, en matemática, se

acepta que se pueda fundar, pero solamente en matemática, porque en otro lugar, ¿cómo

se podría fundar algo afirmable sobre un «no es verdad que»? De ahí viene, desde la

matemática, la objeción al uso de la demostración por el absurdo. El asunto es saber

cómo, en matemática, la demostración por el absurdo puede fundar algo que se

demuestra efectivamente como tal, pero no voy a insistir sobre la contradicción. Ahí se

específica el campo propio de la matemática. Entonces, desde ese «no es verdad que»,

vemos que se trata de dar estatuto a la barra negativa que aparece en un punto de mis

esquemas para decir que eso es una negación: no hay x que satisfaga esto: ? x negado

(fórmula en griego)

Recanati: —Según Pierce el trabajo es lo primero, la primera inscripción. El dice — y es un

concepto bastante elaborado que reaparecerá en el curso— que lo potencial es el campo

de inscripción de las imposibilidades aún no inscriptas, el campo de las imposibilidades

posibles y en ese campo algo viene a subvertirlo por medio de ese trazo que de alguna

manera es imposibilidad. Una especie de corte en un terreno que antes fue único. Por eso,

dice Pierce, primero hay que inscribir la primera imposibilidad porque determina todo, y

después eventualmente las negaciones y todas esas especificaciones siguen

determinando pero ya dentro de lo imposible. En otras palabras, él dice que hay dos

campos: por un lado el campo de los potenciales, que es el elemento del cero puropodríamos

decir del vacío puro- y por el otro los imposibles que nacen del potencial. Pero

para oponerse más claramente y dentro de los imposibles, se pueden decir cosas como

ésta: «no existe x como no ? de x», » existe x como no ? de x». Pero Pierce presenta esos

dos campos como fundamentalmente opuestos, uno como el elemento del cero puro y el

otro como elemento que yo llamaría del cero de repetición. Sobre eso quisiera volver.

Lacan: —Usted admite por ejemplo que transcriba sus palabras diciendo que el potencial

iguala el campo de las posibilidades como determinando lo imposible.

Recanati: —Como determinando, y aclaro enseguida lo que él dijo: es el campo de las

posibilidades el que determina lo imposible, pero no en el sentido Hegeliano. Hay que prestar atención, dice Pierce, porque eso determina pero no necesariamente sino

potencialmente. O sea que no se puede decir: necesariamente eso tenía que ocurrir;

observamos que ha ocurrido, sabemos que ese potencial ha determinado este imposible,

pero no necesariamente estamos de acuerdo. Eso es exactamente lo que yo quería

decirles. El potencial…

Lacan: —Quizá podríamos transcribirlo así: potencial = campo de las posibilidades como

determinando lo imposible.

Recanati: —Con este tipo de consideración Pierce construye el concepto de potencial: el

lugar donde se inscriben las imposibilidades. Es la posibilidad general de las

imposibilidades no efectuadas, es decir no inscriptas. Es el campo de las posibilidades

como determinando lo imposible. Pero que no comporta, como dije, ninguna necesidad

con respecto a las inscripciones que allí se producen. Eso significa, para un problema

matemático, que del 2 no se puede dar cuenta racionalmente en el sentido hegeliano, es

decir necesariamente. El 2 está, podemos decir de dónde ha venido, podemos ponerlo en

relación con el 0, con lo que hay entre el cero y el 1, pero decir porqué está es imposible.

El potencial permite definir la paradoja de continuo. Y eso está en un texto de Pierce,

«Reflexiones sobre la definición kantiana del continuo»; lo cito aunque en realidad no lo

estudié bastante y no voy a desarrollarlo. Si a un punto de un conjunto contínuo potencial

se le confiere una determinación precisa, una inscripción, una existencia real, la

continuidad misma se rompe. Y eso era interesante, no desde el punto de vista del

contínuo sino del potencial. El potencial existe verdaderamente como potencial pero una

vez que se inscribe de una u otra manera deja de ser potencial para ser producto de algo

desconocido que ha surgido de él.

Lacan: —Ahí es donde Cantor se equivoca.

Recanati: —En cosmología, el cero absoluto, la nada pura como dice Pierce, es diferente

del cero que se repite en la serie de los enteros. Ese cero que se repite en la serie de los

enteros no es sino el orden general del tiempo, mientras que el cero absoluto es el orden

en general del potencial. Entonces el cero tiene una dimensión propia y Pierce insiste para

que esa dimensión se inscriba en algún lado, o al menos sea marcada, presentada en las

definiciones matemáticas. El problema evidentemente es…

Lacan: —Cantor no se opone.

Recanati: — … como pasar de una dimensión, la del potencial, por ejemplo, a otra que yo

llamaría de lo imposible, del tiempo o lo que sea. Pierce presenta así el problema: cómo

pensar no temporalmente lo que había antes del tiempo. Eso recuerda por cierto a Spinoza

y a San Agustín, pero sobre todo a los empíricos y aquí debo decir que a menudo se ha

observado que Pierce retoma el estilo de los empíricos y sus preocupaciones… Pero, para

situar verdaderamente la originalidad de Pierce, eso nunca se les adjudicó a los empíricos,

nunca se buscó en ellos lo que pudo haber preparado esto. Sin embargo, esas dos

dimensiones, una potencial y la otra si se quiere temporal, o mejor todavía, una dimensión

del cero absoluto y una dimensión del cero de repetición, estaban presentes desde el

comienzo de la epopeya empírica. Y sobre eso quiero agregar algo para que quede más

claro.

Lacan: —¡Dígalo!, ¡grítelo!

Recanati: —Bueno, pero después vuelvo a la semiótica de Pierce en relación con esto.

Sí, el objeto de la psicología empírica, y hay que aclararlo expresamente, son los signos y

nada más, es el sistema de los signos. Vale decir una extensión del sistema cuaternario de

Port-Royal, del cual a su vez Saussure es una resultante: la cosa como cosa y como

representación, el signo como cosa y como signo, el objeto del signo como signo y la cosa

como representación. Es lo mismo que dice Saussure, y no voy a repetirlo: el signo como

concepto y como imagen acústica. Sólo con la escolástica se evacuó el problema en

general de la cosa en sí, llegándose a ver en el mundo —y eso en todas las teorías del

gran libro del mundo— el signo del pensamiento. A partir de allí se llega a algo como esto:

el mundo como representación, en tanto sólo se lo conoce como representación,

reemplaza a la cosa en el sistema cuaternario del signo y el pensamiento del mundo en

general reemplaza a la representación, lo cual equivale a enfrentar pensamiento del

mundo y mundo del pensamiento. Es evidente que el pensamiento del mundo y el mundo

del pensamiento difieren quizá por alguna parte, pero no importa. Entonces, hay un

problema para el sistema cuaternario porque existe una dualidad irreductible en el sistema

cuaternario y hay que dejarlo o cambiarlo. Sabemos que Berkeley lo deja y establece

justamente una especie de identidad entre el pensamiento del mundo y el mundo del

pensamiento. Locke lo cambia y dice: las representaciones, las ideas no representan a las

cosas, sino que se representan entre ellas. Las ideas más complejas representan a las

más simples. Hay facultades por ejemplo de representación de las ideas entre sí y eso

está muy desarrollado. Existe toda una tópica que es más o menos una jerarquía de las

ideas y de las facultades.

Me gustaría insistir sobre algo que no se vio en Locke, quizá lo más interesante, y que

preanuncia a Condillac, quien a su vez por esa vía precede en cierto modo a Pierce: hay

otra facultad que para Locke permite eso, algo que aparentemente funciona solo. Es

preciso algo para que el sistema funcione, una nueva facultad, una nueva operación que

no se tuvo en cuenta porque no está en sus pequeñas clasificaciones sino en las notas y

que él llama «la observación». La observación funciona sola, en todos los niveles, se

encuentra en todas partes y es también intrínseca a todos los elementos, algo bastante

incomprensible que es a un tiempo proceso y medio de transformación, el elemento en

general de lo transformado. Es a la vez el medio… y por esta observación en alguna

medida una idea simple se transforma en imagen de sí misma, es decir en idea compleja,

pues su objetividad la rodea en la idea, pero en esa idea general por donde es

transformada hay una inscripción, una connotación de la inscripción, de su transformación

en imagen, es decir que la idea, una vez transformada, de alguna manera está inscripta,

deviene idea compleja y ya no idea simple. El problema reside en saber cómo es posible,

vale decir, qué había al principio, qué se transforma al principio, a partir de qué se

transforma para obtener la primera causa, ¿Qué es, de alguna manera, lo «ante-primero»?

Locke lo plantea en esos términos cuando habla de sensación irreductible de una

sensación originaria. Si una reflexión es originaria ¿qué es reflexionado que sea

pre-originario? Es decir ¿qué es lo pre-originario? ¿Qué posibilita esa facultad?

Ahí, Condillac toma la posta. Su método es absolutamente ejemplar y va a delimitar lo que

ha visto en Locke, lo inalcanzable, dándole un nombre, haciéndolo funcionar como una

incógnita en una ecuación. Más tarde, los críticos de Condillac dirán que su sistema no era

psicología sino lógica, un sistema lógico, un sistema sin contenido. Justamente allí reside

el interés de Condillac. En especial esa sensación de la cual según él deriva todo, (al

menos eso dice en uno de sus tratados mayores). Esa sensación finalmente no es nada y

nunca la define con precisión. Al contrario, todo el desarrollo que hace, todo lo que

muestra como derivado es una especie de contribución a su definición. Lo que permite que

todo el resto derive de allí, los atributos de la sensación, lo que permite esa atribución, es

el elemento cero, presente desde siempre en la sensación y sobre el cual se interrogará.

Para tratar de alcanzar ese elemento irreductible, Condillac carácterizará todo lo que

ocurre con la ayuda de ese elemento, pero con algo más todavía. Como él lo expresa:

«todo lo que pasa en el entendimiento». Con eso se podrá ver en qué funda

verdaderamente la originalidad de la sensación, si de la sensación deriva todo lo que pasa

en el entendimiento. Lo propio del entendimiento, dirá en su primer ensayo —insisto

porque después hay una especie de pequeña divergencia y se alejará de esa idea que era

realm ente su máxima originalidad— lo propio del entendimiento es el orden, la ligazón,

ligazón como ligazón de las ideas, de los signos, de las necesidades; de hecho es siempre

una ligazón de los signos, es siempre la misma cosa. En el hombre, dice Condillac, el

orden funciona solo, y se explica un poco, mientras que en los animales, es necesario,

para poner el «orden en movimiento», un impulso exterior puntual. El usa una frase muy

bella. Unos no llegan a capturar el orden: son los idiotas que sistemáticamente no logran

atrapar el orden; los otros no llegan nunca a desasirse y quedan completamente ahogados

en el orden sin poder tomar distancia, » sin poder separarse».

El orden en general es lo que permite pasar de un signo a otro, es la posibilidad de tener

una idea de la frontera entre dos signos, y Condillac concebirá al signo como algo siempre

impropio, siempre metáfora. Lo dirá con todas las letras en un curso de estudios donde se

hace la apología de los tropos, retomando quizá, no estoy muy seguro, los términos de

Quintilliano.

Para él un signo es lo que completa el intervalo entre otros dos signos. En ese sentido

¿Qué se considera de un signo? Los otros dos signos limítrofes, de los cuales al menos

dos que son considerados, pero no como signos que pudieran implicar una representación

desde el punto de vista de su propio borde, es decir desde el punto de vista formal. Y

Condillac agrega que eso no puede ser sólo una representación de los signos porque «no

hay representación formal» , no hay representación abstracta, hay siempre una

representación que representa a una representación, es decir que hay siempre una

mediatización de la representación del signo, pero jamás una inmediatización del

contenido, por ejemplo. «La imagen de una percepción, su repetición no es sino su

repetición alucinatoria, y no se puede diferenciar una percepción de su imagen», dirá. Ahí

critica todas las teorías anteriores. Entonces el orden es lo que el signo representa en la

medida en que el signo sustantifica un intervalo entre dos signos. Sólo que en todas las

teorías de las que Condillac es heredero los signos representan algo, y eso para él es un

problema porque no llega a desprenderse. ¿Cómo se establece la ligazón entre el signo

formal y su referencia en general? Esa misma ligazón, dice Condillac para zanjar el tema,

deriva de la incógnita, deriva de la sensación. Entonces, la incógnita es ya una relación

entre el signo como acontecimiento y el signo como inscripción del acontecimiento. Esto

último no lo dice Condillac sino Destutt de Tracy, su exégeta, y Maine de Biran, que era

alumno de…

Lacan: —Las dos frases que yo había empezado a escribir recién y que quizá algunos de

ustedes hayan copiado son directamente el enunciado de sus palabras… Aquí reproduzco

a Recanati.

Recanati: —Maine de Biran, discípulo de Destutt de Tracy, deja morir al principio esa

diferencia entre el acontecimiento y la inscripción del acontecimiento, de la que hará más

tarde el pivote de toda su teoría. Hay, dice, un perpetuo desfasaje entre la inscripción y el

acontecimiento. Ese desfasaje proviene del desfasaje entre el ser hablante —y no estoy

bromeando— el sujeto del enunciado y el sujeto de la enunciación. En los «Fundamentos

de la psicología» Maine de Biran dice que al representarse el yo, en la medida en que en

toda representación hay un yo, se puede decir que, en ese momento, hay dos.

Cuando se trata de representarse el «yo», automáticamente hay dos, inmediatamente hay

dos, sólo hay uno mediatamente.

Para Condillac el orden de los signos, en la medida en que el orden de los signos es el

orden de ese desfasaje, tiene como modelo lo que él denomina espacio pluridimensional

del tiempo. Podemos decir que el tiempo no es sino la distribución infinita de las

puntualidades, la puntualidad como tiempo-cero. Pero se plantea el mismo problema de

antes: no es lo mismo la puntualidad que se repite en el tiempo que la que procede del

tiempo, la puntualidad cero de donde proviene el tiempo, la puntualidad cero como

transparencia justamente entre la inscripción y el acontecimiento. La puntualidad que se

repite en el tiempo —siempre para Condillac— está relativizada a ser considerada en el

tiempo como esa puntualidad presente, pasada o futura. También es considerada desde el

punto de vista de sus bordes, desde el punto de vista de su frontera. El tiempo, que es

toda una serie de puntualidades, está en la serie de las fronteras interpuntuales en tanto la

frontera es justamente el punteado de los bordes efectivos de las dos puntualidades o

también de los dos signos. Hay la misma diferencia entre la puntualidad absoluta y el

tiempo; que entre el conjunto vacío y el conjunto de sus partes: es la inscripción del cero

que es elemento de éste, así como la inscripción de la puntualidad es el elemento del

tiempo.

Hay una falla presente desde el principio en esta teoría y que quizá Maine de Biran trataba

de delimitar mejor. El sistema de los signos no es sino la repetición infinita de esta falla.

Como tal, toda falla (y esto se repite en todos los escritos de los empíricos y surge de la

experiencia y la investigación de esa escuela) es algo de lo que no se habla. Condillac

también, aunque raramente, habla de la naturaleza humana: «me pregunto cómo se

establece esa relación, ese orden; porqué, si justamente es falido el orden entre la

inscripción y el acontecimiento, y si es falido y no encaja, porqué existe». ¿Por qué hay una

inscripción de lo que no es sino cero? Evidentemente ese es su problema, y responderá,

después de haber hecho una pequeña pieza oratoria: «no sé, es la naturaleza humana».

Esa falla es la que permite la automotricidad del sistema de signos, para Condillac, que

habría dicho: «los sistemas de signos caminan solos». En su tratado sobre los animales

cuentan montones de historias para mostrar que en los animales también hay un sistema de signos y que ese sistema de signos está bajo la dependencia de todos los objetos

exteriores.

Volvamos entonces a la semiótica de Peirce de donde arrancamos. Peirce llama

«phaneron», del griego (escritura en griego) al conjunto de todo lo que está presente en el

espíritu. Real o no ese es más o menos el sentido de (escritura en griego) lo

inmediatamente observable, y parte de allí, descomponiendo los elementos del

«phaneron». Hay tres elementos indisociables en el «phaneron», que el llama

sucesivamente, «priman», que es la mónada en general, creo que él usa la palabra mónada

—elemento completo en sí mismo— «secondan», fuerza estática, oposición, tensión

estática entre dos elementos, es decir que cada elemento evoca inmediatamente al otro

con el que se relacióna, y eso es de alguna manera un conjunto absolutamente

indisociable. Lo más importante es el «tertian», elemento inmediatamente relativo a la vez a

un primero y a un tercero. Peirce precisa: «toda continuidad, todo proceso en general

depende de lo terciario». A partir de allí, a partir de esa concepción de lo terciario como

derivado de sus teorías astronómicas primeras…

Lacan: — Peirce era astrónomo…

Recanati: —… a partir de lo terciario construye una lógica que se especifica en semiótica,

«Logic of semiotic», la propia semiótica específicándose a cierto nivel como retórica, y esto

es importante para Peirce. Todo cabe en su definición del signo. El lama al signo

«representamen» y dice: «el representamen es aquello que para alguien ocupa el lugar de

otra cosa desde cierto punto de vista o de cierta manera». Allí hay cuatro elementos: para

alguien que es el primero —vuelvo a citar a Pierce— » significa que el signo crea en el

espíritu del destinatario un signo más equivalente o quizá más desarrollado». El segundo

punto se desprende de allí: la recepción del signo es entonces un segundo signo que

funciona como «interpretante». En tercer lugar, la cosa de la cual el signo hace las veces es

llamada su «objeto». Esos tres elementos constituirán las cimas del triángulo semiótico. El

cuarto término es más discreto, pero no menos interesante y Pierce lo llama el «ground»; el

signo hace las veces de objeto pero no de manera absoluta, sino con referencia a una

especie de idea llamada «ground», es decir el piso o el fondo de la relación del signo y el

objeto. Esos cuatro términos son los objetos respectivos de las tres ramas de la semiótica.

Primera relación: la relación signo-fondo, signo-ground, «es la gramática pura o

especulativa, dice Peirce. Se trata de reconocer…

LACAN, SEMINARIO 19. Clase 11: 14 de Junio de 1972, figura 4

Lacan: —Sí, porque la gramática especulativa no se inventó ayer…

Recanati: —… lo que debe ser verdadero del signo para tener sentido. En general la idea

es la focalización del «representamen» sobre un objeto determinado, según el «ground» o el

punto de vista. Se ve entonces que la significación se recorta de alguna manera sobre un

fondo diferenciado y que el «ground», la determinación del «ground», es casi la

determinación del primer punto de vista que determina la inscripción, todo eso sobre el

potencial. De igual modo, el «representamen» es con respecto a su fondo la determinación

de cierto punto de vista que dirige la relación con el objeto. El «ground» es entonces el

espacio preliminar de la inscripción. La segunda relación, «representamen-objeto», es el

terreno de la lógica pura para Pierce, es la ciencia de lo que debe ser verdad del

«representamen» para que pueda hacer las veces de un objeto.

La tercera, y la más importante para nosotros, es la relación entre el representamen y el

interpretante, lo que Pierce llama, con verdadero talento, la «retórica pura», que reconoce

las leyes —porque funciona a nivel de leyes— según las cuales un signo da origen a otro

signo que lo desarrolla. Según el curso de los «interpretantes» Pierce aborda la cuestión de

la retórica pura con ayuda de su triángulo semiótico. Voy a deslindar cada uno de los

términos para que se capte mejor lo que afirma Pierce de esta relación. El primer

«representamen» tiene una relación primitiva con el segundo, el objeto; el objeto es

entonces el segundo, el signo es dado primero, «pero esta relación puede determinar a un

tercero, el interpretante, a tener a su objeto la misma relación que él mantiene». En otras

palabras, la relación del representamen con el objeto está llamada a ser la misma relación,

la misma desde el punto de vista del orden, pero sin embargo diferente, vale decir más

especificada, que en cierto modo se ha reducido el campo de posibilidades de ese signo

que aparece, y así hasta el infinito, reduciéndose cada vez más. «El ground», ausente aquí,

determina la relación del «representamen» con el objeto, y a su vez la representación del

«representamen» con el objeto que determina como repetición la relación del representante

con el objeto que ella misma determina como repetición. Pero de algún modo se puede

decir, y Pierce lo hace, que el objeto de la relación entre el interpretante y el objeto no es

exactamente el objeto que es objeto del interpretante, sino el conjunto de

LACAN, SEMINARIO 19. Clase 11: 14 de Junio de 1972, figura 4 bis

esa relación, es decir por una parte que todo eso es el objeto de esto y que por otra parte

esto debe repetir aquello, repetirlo en general en la forma y tenerlo por objeto. Y

podríamos tomar un e jemplo, Pierce da un ejemplo…

Lacan: —Que yo traduzco diciendo que la existencia es la insistencia.

Recanati: — El problema es el principio, lo que pasa entre el «representamen» y el objeto.

Precisamente es imposible decir nada de lo que pasa ahí, volver sobre eso. Lo único que

se sabe es que lo que pasa entre los dos da por resultado todo el resto. Por ahí voy a

llegar al resto porque el resto sigue hasta el infinito. Para que tenga sentido, dice Pierce

—el proceso de significación se hace a partir de allí— para que tenga sentido de una u

otra manera, es necesario que de la relación, si se toma el objeto «justicia» y el

«representamen» balanza, es necesario que esa relación que en sí no es nada, sea

interpretada por sus interpretantes, sus interpretantes que pueden ser cualquiera; podrá

ser «igualdad» y entonces la relación del interpretante será interpretada por un segundo

interpretante, podemos decir «comunista», podemos poner lo que queramos, y así

continuamente. Es decir que al principio hay un todo que es dado, una especie de vía, un

fondo elegido dentro de un fondo diferenciado, y a partir de allí hay una tentativa de

exhaución, absolutamente imposible, de ese fondo a partir de la primera etapa que es

dada en el todo. El triángulo semiótico reproduce la misma relación terciaria que ustedes

mencionaron para los nudos Borromeos. Es decir —aunque Pierce no lo diga ni elija los

nudos Borromeos, pero sí emplee los mismos términos: que los tres polos están ligados

por esta relación de una manera que no admite relaciones duales múltiples sino una tríada

irreductible. Lo cito: «el interpretante no puede tener relación dual con el objeto sino con la

relación que le impone la del signo-objeto, que no puede ser tampoco idéntica sino

degenerada. La relación signo-objeto será el propio objeto del interpretante como signo».

Luego el triángulo se desarrolla en cadena como «interpretación interminable» dice Pierce,

y es realmente fantástico eso de «interpretación interminable», es decir que cada vez, lo

que trazamos como nueva hipotenusa es tomado por objeto del nuevo interpretante. Este

punteado, de alguna manera, será afirmado como objeto enseguida por el nuevo

interpretante, y el triángulo continúa hasta el infinito.

LACAN, SEMINARIO 19. Clase 11: 14 de Junio de 1972, figura 5

En este ejemplo la relación «igualdad-justicia» es del mismo orden que la relación

«balanza-justicia», pero sin embargo no es la misma. «Igualdad» apunta no sólo a «justicia»

sino también a la relación «balanza-justicia». Entonces, volviendo a Locke, por ejemplo,

vemos que justamente eso se toma como objeto de una interpretación, pero lo que es

nuevo, de alguna manera, es el punto de vista terminal, en el resultado de la

interpretación, es que la inscripción del objeto está marcada como tal, porque justamente

la relación en general «balanza-justicia» está puesta al costado del objeto mismo, «la

justicia». Ese es el modelo del proceso de significación en tanto interminable. En un primer

desvío, dado por un primer trazo dentro del «ground-representamen-objeto», de un primer

desvío nace una serie de otros y el elemento puro del primer desvío será ese «ground»,

análogo al cero puro. Aquí también surge la doble función del vacío.

Bueno, ya es tarde y no sigo porque habría montones de ejemplos para dar en Pierce y en

todas las teorías. Aquí tomé el empirismo pero podría haber tomado cualquier otra.

Ustedes buscaron en Berkeley y es una buena idea porque es un autor muy rico, en fin,

podríamos multiplicar los ejemplos pero tendríamos que limitarnos al comentario.

Lacan ha dicho que su discurso permitía volver a darle sentido a los discursos más

antiguos, por cierto es el primer fruto que se puede recoger, pero la señalización de lo que

se produce generalmente como surco en la pluma de Pierce por ejemplo no es aún más

que la inscripción de lo que hasta ese momento no era tenido en cuenta. Hasta ese

momento, hasta Pierce o hasta Lacan, como ustedes quieran. A partir de esa inscripción

que hasta ese momento era cero, debe nacer una enorme serie infinita, y a esa serie es a

la que hay de darle lugar.

Lacan: —Bueno, fue necesario que viajara a Milán para sentir la necesidad de una

respuesta. Creo que la que acabo de recibir es lo suficientemente satisfactoria como para

que ustedes, por hoy, también se den por satisfechos.

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