Proyecto de una psicología para neurólogos: La conciencia del sueño

La conciencia del sueño

La conciencia de la representación onírica es, ante todo, discontinua; no ha devenido conciente un decurso asociativo íntegro, sino sólo algunas estaciones. Entre ellas hay eslabones intermedios inconcientes que uno descubre con facilidad en la vigilia. Si se averigua la razón de estos saltos, aparece lo siguiente. Sea A una representación onírica devenida conciente, que conduce hasta B; pero en lugar de B, hallamos C en la conciencia, y ello debido a que [C] se sitúa sobre el camino entre B y una investidura D presente de manera simultánea.

Sobreviene entonces un desvío por una investidura simultánea de otra especie, por lo demás no conciente ella misma. Por eso C ha sustituido a B, cuando en verdad B correspondía a la conexión de pensamiento, al cumplimiento de deseo.

Por ejemplo, [en un sueño mío] R. ha aplicado una inyección de propilo a A., y entonces yo veo frente a mí trimetilamina muy vív idamente, alucinada como fórmula. Explicación: el pensamiento simultáneamente presente [DI es la naturaleza sexual de la enfermedad de Irma.

Entre este pensamiento y el propilo [Al hay una asociación en la química sexual [B], sobre la que he hablado con W. Fliess], a raíz de lo cual él me puso de relieve la trimetilamina. Y entonces esta deviene conciente [C] por estar promovida desde ambos lados.

Es muy enigmático que no deviniera conciente también el eslabón intermedio (química sexual) o la representación desviadora (naturaleza sexual de la enfermedad), y ello demanda explicación.

Uno creería, simplemente, que la investidura de B o D no era lo bastante intensa para abrirse paso hacia la alucinación retrocedente, mientras que C, investida en común, lo habría conseguido. No obstante, en el ejemplo elegido, D (naturaleza sexual) era por cierto tan intenso como A (inyección de propilo), y el retoño de ambas, la fórmula química, era enormemente vívido. El enigma de unos eslabones intermedios inconcientes es igualmente válido para el pensar de vigilia, donde hechos semejantes ocurren cotidianamente. Sin embargo, sigue siendo característica del sueño la li gereza de desplazamiento de Q h y, junto con ello, la sustitución de B por un C cuantitativamente privilegiado.

Algo semejante sucede con el cumplimiento de deseo en el sueño en general. No se da el caso de que el deseo devenga y después se alucine su cumplimiento, sino sólo esto último: el eslabón intermedio tiene que ser inferido. Con toda certeza se ha pasado por él, pero no pudo plasmarse cualitativamente. Ahora bien, uno intelige que la investidura de la representación-deseo no puede ser más intensa que el motivo que hacia ella esfuerza. El decurso psíquico acontece entonces en el sueño según Q; pero no es Q lo que decide sobre el devenir-conciente.

De los procesos oníricos acaso se pueda deducir, además, que la conciencia se genera durante un decurso de Q h , es decir, no es despertada por una investidura constante. Y uno conjeturaría, por añadidura, que una corriente intensa de Q h no favorece la génesis de la conciencia; esta seguiría el resultado del movimiento: a una más reposada demora de la investidura, por así decir. Es difícil, entre estas estipulaciones que se contradicen entre sí, abrirse paso hacia el efectivo condicionamiento de la conciencia. Y, por otra parte, para ello habrá que tomar en cuenta las constelaciones bajo las cuales se genera conciencia en el proceso secundario.

Quizá la peculiaridad antes indicada de la conciencia onírica se explique por el hecho de que una corriente retrocedente de Q h hacia f es inconciliable con una corriente más enérgica hacia las vías asociativas y . En los procesos de conciencia f parecen regir otras condiciones.

25 de setiembre de 1895.