Anna Freud: MANTENIMIENTO E INTERPRETACIÓN DE LA RELACIÓN ENTRE EL NIÑO Y EL ANALISTA

Anna Freud. Extensión del alcance del psicoanálisis: la psicología del yo

MANTENIMIENTO E INTERPRETACIÓN DE LA RELACIÓN ENTRE EL NIÑO Y EL ANALISTA

En el periodo inicial en que Anna Freud desarrollaba la técnica,

la segunda herramienta del análisis infantil era la interpretación

de su relación con el paciente. En el análisis adulto, el

éxito de la terapia exigía la relación de transferencia y el desarrollo

de una auténtica neurosis de transferencia. Como hemos

visto, cuando el paciente es un niño la relación de transferencia

incorpora una cualidad afectuosa, en esencia positiva, que

no es inherente al psicoanálisis adulto. De hecho, aunque a

la larga aparecerán sentimientos negativos hacia el analista,

Anna Freud los consideraba como interferencias temporales

que deben manejarse de inmediato para impedir la ruptura de los delicados lazos que unen al niño

con el terapeuta (1927, p. 41). Concluyó que el único trabajo en verdad productivo con

los niños tiene lugar en una atmósfera de apego emocional

positivo.

La relación de transferencia del niño hacia el analista presenta

otras diferencias importantes con la del adulto. A diferencia

de sus contrapartes adultas, los niños se encuentran

todavía en las etapas formativas de sus verdaderas relaciones

con sus padres o tutores y otras personas importantes. En el

análisis no recuerdan ni reexaminan o reviven esas relaciones

como parte del pasado, sino que las viven en el presente.

Fuera del consultorio analítico, sus placeres y sufrimientos

dependen aún, en gran medida, de quienes influyen en su vida

cotidiana. Los analistas que intentan interponerse en este

esquema de las cosas tienen que compartir el afecto de los

niños por sus padres así como sus hostilidades, decepciones

e idealizaciones de los mismos. En contraste, el analista de

pacientes adultos se convierte en blanco de los sentimientos

reconstruidos del pasado del paciente. Por un momento, el

analista adulto se transforma en una pantalla en blanco sobre

la cual el paciente puede proyectar sentimientos no resueltos

y poco realistas transferidos de sus relaciones tempranas con

sus padres.

La situación se complica más en casos en que los niños

tienen poco o ningún afecto por sus padres. Los niños con

privación emocional pueden obtener de su analista una relación

de afecto y cuidado que no han experimentado en casa.

Esos niños no proyectan en el analista una recreación fantaseada

de sus relaciones emocionales (A. Freud, 1927, p. 45).

Por esas razones el niño no forma una neurosis de transferencia.

A pesar de todos sus impulsos positivos y negativos hacia el

analista, sigue mostrando sus reacciones anormales en el lugar

en que las mostró antes: en la casa. Debido a ello el analista

infantil no sólo debe tener en cuenta lo que sucede ante sus

ojos, sino que también debe dirigir su atención al área en que

se encontrarán las reacciones neuróticas: la familia del niño (A.

Freud, 1927, p. 46).

El análisis infantil implica la comprensión e interpretación

de los vínculos interpersona1es dentro y fuera de la situación

analítica. Además de entender esas relaciones desde

el punto de vista del niño paciente, el analista también debe

ser capaz de explorar la perspectiva de los adultos con los

que el niño tiene los contactos más íntimos. Los analistas

infantiles a menudo violan una regla del análisis adulto al

confiar y buscar información sobre el paciente en fuentes

externas.

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