Mecanismos de defensa de la personalidad

MECANISMOS DE DEFENSA DE LA PERSONALIDAD.
Comentaremos ahora en forma muy elemental uno de los más significativos aportes del psicoanálisis: los mecanismos de defensa del yo o mecanismos de defensa de la personalidad, según prefiramos llamarlos.
Estos mecanismos que se van estructurando a través de la propia experiencia funcionan predominantemente a nivel inconsciente y, por ello, se apartan de las leyes que rigen nuestro proceso consciente. Por expresarse también en los sueños, podríamos utilizar las vivencias oníricas como marco de referencia para comprender la complejidad de estos según avanza el desarrollo de la personalidad. Así, desde mucho tiempo atrás, se sabe que los sueños de los niños son fácilmente comprensibles si tomamos en cuenta las experiencias que precedieron el dormir. Un niño que va al zoológico con su tío reproduce esta vivencia en sus sueños casi sin modificación alguna, cosa que no ocurre en otras etapas de la vida donde se determinan notables distorsiones por la mayor complejidad de los mecanismos bioquímicos, neurofisiológicos y psicológicos; estos últimos representados en esencia por los procesos inconscientes que nos ocupan.
La utilización de los mecanismos de defensa en los niños durante la vigilia es fácilmente apreciable debida al carácter rudimentario e ingenuo de sus procesos adaptativos. Un niño que se atemoriza ante el rugido de una fiera enjaulada durante una tarde de diversión en el zoológico puede evitar involuntariamente que se afecte su vivencia positiva al comunicar a su acompañante:
“Vamos abuelito, que tú tienes miedo”, y estará usando un mecanismo de proyección. Este mismo niño responderá al señalamiento de que mojó la cama con un rotundo “Fuiste tú”, con lo que, sin saberlo, se apoya en mecanismos de negación y conversión en lo contrario para proteger su autoestima sin tener todavía la más mínima noción de lo que esto significa. La situación es totalmente diferente en los adultos, por resultar mucho más compleja y difícil de identificar. La tarea es todavía más difícil cuando el objetivo terapéutico es que el sujeto lo reconozca, meta que será, desde luego, solamente trazada cuando los mecanismos de defensa utilizados hayan determinado resultados no satisfactorios.
Destacaremos ahora algunos de los más frecuentes: La proyección. El sujeto se comporta como una cámara cinematográfica y dirige hacia otras personas que fungen como pantalla, contenidos no aceptables de su vida psíquica o características negativas de su personalidad. El refranero popular se refiere a ella cuando señala “el ladrón piensa que todos son de su condición” o “Ve la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio”. En la clínica psiquiátrica este mecanismo es muy evidente en las ideas de referencia y apréciese que en este caso, en que el sujeto piensa, por ejemplo, que otras personas comentan su comportamiento poco viril, el mecanismo, lejos de atenuar la ansiedad, la determina o incrementa, por resultar ineficaz o exagerado y desempeñar por ello un papel inadaptativo en lugar de su pretendido protector.

La negación. Son las críticas a otras personas sobre características muy evidentes en el emisor de la valoración. La parsimonia y la diplomacia en un sujeto con importantes componentes de hostilidad en su personalidad es el modelo para la conversión en lo contrario, también llamada formación reactiva. Los sentimientos dirigidos hacia el médico que reproducen los otrora dirigidos a personas significativas modelarán la transferencia, y las respuestas inadecuadas del terapeuta ante comunicaciones que movilizan conflictos personales se explicarían por la contratransferencia.
La hostilidad dirigida al jefe en lugar de la madre punitiva expresa el desplazamiento y, en cierto grado también, la regresión; la conducta filantrópica de alguien culpado por comportamientos egoístas anteriores podría ejemplificar el deshacer (undoing ). La exclusión de la conciencia de contenidos desagradables sería un efecto de la represión, que se manifiesta en la sesión terapéutica como resistencia. Las amnesias de las experiencias catastróficas propias de las reacciones ante estrés grave representarían la disociación; y la incapacidad psicógena para deambular, es ejemplo del mecanismo de conversión.
La voz gruesa y la actitud autoritaria de alguien con sentimientos de inferioridad por no aceptar su estructura indica la compensación, y si el mecanismo se exagera conduciendo a comportamientos violentos para “darse a respetar” sin que realmente se justifique es un signo de la sobrecompensación.
La conducta algo infantil que ciertos pacientes adoptan ante afecciones predominantemente somáticas resulta, por lo general, expresiva de la regresión. Uno de los factores que explican la notable efectividad de Alcohólicos Anónimos es precisamente que sus asociados resultan guiados en forma más o menos consciente por el mecanismo de expiación, el mismo que a veces explica comportamientos estoicos en personas con algún sentimiento de culpa.
Cuando el autor estudiaba medicina nunca se presentó a examen de premio debido al mecanismo de racionalización de que era mejor dedicar el tiempo al examen ordinario siguiente, y fue muchos años después de ser médico que comprendió que era un modo involuntario de manejar su inseguridad.
El temor exagerado a las inyecciones en una mujer inhibida sexualmente después de una violación en la infancia podría indicar el mecanismo de simbolización. A veces las personas, sin darse cuenta, imitan a otros y muchas veces esa imitación persigue objetivos gananciales como aumentar la seguridad personal, el mecanismo subyacente es la identificación. El sujeto agresivo que se hace campeón en tiro con pistola posiblemente esté movido por mecanismos de sublimación.
Estos y otros muchos mecanismos pueden explicar muchas manifestaciones psicopatológicas.

Fuente: Ricardo González Menéndez,¨psicología y salud¨, capítulo I, la conciencia.