Neurosis y vida sexual, Sigmund Freud

Freud: las neurosis y la vida sexual.
Hacia la segunda mitad del XIX, antes de Freud e incluso antes de la investigación de Charcot, se admitía una relación de la histeria con la sexualidad (que venía de la Antigüedad: histeria viene del término griego hysterá, que significa matriz o útero). Se admitían 2 modos de relación:
a) Directamente anatómica: ciertas anormalidades en los genitales producían efectos “reflejos” sobre el sistema nervioso. La histeria se incluía en el campo de las neurosis reflejas.
b) Asociada a la vida sexual, sobre todo la abstinencia. La histeria se asociaba a muchachas solteras o monjas, que carecían de satisfacción sexual. (Ver K. Levin, Freud y su primera psicología de las neurosis, México, FCE, 1985, pp. 141-145.)
    
La posición inicial de Freud sigue a Charcot y se distancia de las opiniones prevalecientes: la sexualidad no jugaba un papel central. En “Histeria” (1888, artículo para una enciclopedia) se mencionan las condiciones de la vida sexual pero subordinadas al papel de la herencia, que era la posición de Charcot. En el caso Emmy (1889) no menciona la sexualidad.
En Isabel y Lucy (finales de 1892) descubre que la "resistencia" al recuerdo corresponde a pensamiento eróticos, aunque todavía no hay teoría del trauma ni se mencionan los acontecimientos sexuales infantiles. Un giro mayor queda expuesto en “Las neuropsicosis de defensa” (1894) y en el prefacio a los “Estudios sobre la histeria” (1895): la sexualidad es la fuente de ciertos acontecimientos traumáticos que motivan una defensa represiva. Pero todavía no destaca el papel de los traumas sexuales infantiles.
A partir del descubrimiento de los traumas sexuales busca ampliar y generalizar el papel de la sexualidad en las neurosis y se ocupa de la otra gran neurosis que se destacaba en la clínica: la neurastenia, que a menudo se comparaba y se buscaba diferenciar respecto de la histeria.
La “Neurasthenia” fue descrita  por Beard, un médico norteamericano, en 1869. Asociada al agotamiento, el esfuerzo excesivo y la debilidad física y mental, era considerada una anormalidad nerviosa funcional. Para Beard era típicamente norteamericana y derivaba de la excitación, las exigencias y esfuerzos de la vida moderna. En Europa en cambio se buscaban otros factores, sobre todo en la herencia, pero también en la vida sexual: el factor de la masturbación (o más bien de los excesos de la masturbación) se mencionaba ya antes de Freud. Y también se mencionaba el coitus interruptus, sobre todo en el caso de la neurastenia femenina. Por otra parte, la asociación con la sexualidad estaba en los síntomas mismos: era un cuadro que presentaba síntomas como la impotencia y la eyaculación precoz.
La herencia para algunos (por ejemplo Charcot) cumplía un papel menor en la neurastenia que en la histeria. Sobre la masturbación, sin embargo (que es el factor que va a destacar Freud) se mantenía una disyuntiva: ¿es una causa directa o más bien un efecto de una constitución neuropática, degenerativa y por lo tanto hereditaria? Esa era la posición de Magnam, que dominaba la psiquiatría francesa y el paradigma de la degeneración. Como se ve, la posición de Freud debe ser incluida en el seno de una discusión sobre la relación entre neurosis y sexualidad que lo precede y acompaña.
Freud no se interesa inicialmente por la neurastenia: su foco está en la histeria porque le interesa el “mecanismo psíquico” (defensa, represión) y sobre todo quiere mostrar que puede ofrecer un procedimiento psicoterapéutico eficaz: la catarsis. En cambio, la neurastenia no aparece como un cuadro donde pueda encontrar una importancia equivalente de los factores psíquicos. Esta era la opinión de Charcot: en la neurastenia hay cambios fisiológicos sin mecanismos psíquicos; por ende, no es tratable por sugestión y autosugestión. Freud repite esa idea en los “Estudios sobre la histeria”; lo mismo pensaba Bernheim.  
Freud recién se ocupa de la neurastenia cuando destaca y reevalúa el papel de la sexualidad, en la medida en que busca construir una teoría general de las neurosis fundada en la sexualidad. Aquí puede verse que Freud trata de realizar un ideal científico médico: distinguir y clasificar los cuadros por su etiología específica y establecer correlativamente las terapéuticas adecuadas. A partir del descubrimiento del papel de los traumas sexuales en la histeria y la neurosis obsesiva, necesita encontrar la etiología sexual específica de las otras neurosis. Entonces, se ocupa de la neurastenia y de la neurosis de angustia, y construye una nosología a partir de la siguiente separación:  
a) Por un lado, las neuropsicosis de defensa (histeria y neurosis obsesiva), donde opera el mecanismo psicológico. El factor etiológico es el recuerdo reprimido de acontecimientos sexuales pasados (“trauma”) y el mecanismo psíquico es la defensa.
b) Por otro lado, lo que va llamar neurosis actuales (neurastenia y neurosis de angustia) donde opera un mecanismo fisiológico, que responde a  “anormalidades de la vida sexual”.
En el caso de la neurastenia, no se trataría de una “neurosis refleja” de alguna alteración genital, sino la consecuencia directa de la masturbación.  Respecto de la neurosis de angustia, el factor etiológico es el coitus interruptus. Aquí hay una innovación de Freud: al separar los cuadros de angustia de la histeria, por un lado y de la neurastenia, por otro.
    
Hacia 1895, después de la publicación de los “Estudios sobre la histeria”, va a sostener, por unos años, la tesis de que los acontecimientos traumáticos decisivos son infantiles, anteriores a la pubertad (aunque despertados por alguna experiencia posterior a la misma); son del orden de una seducción llevada a cabo por un adulto o por un niño mayor. Si fueron sufridos pasivamente dan origen a síntomas histéricos y si fueron asumidos activamente y con placer dan lugar al cuadro obsesivo. Esta teoría (expuesta en 1896 en “La herencia y la etiología de las neurosis” y en “Nuevas puntualizaciones sobre las neuropsicosis de defensa”) reconoce un factor etiológico específico en el recuerdo de los traumas infantiles y abandona, en buena medida, los primeros descubrimientos sobre el papel de las vivencias eróticas adultas, tal como aparecía en los casos de Isabel o Lucy.  Dado ese factor etiológico, Freud se inclina por considerar que las psiconeurosis son curables a través de la psicoterapia. En cambio, las neurosis actuales requieren de una intervención más directa del médico práctico sobre la vida sexual del paciente. En esos casos lo importante es el consejo médico que procura modificar los hábitos perniciosos: la masturbación y el coito interrumpido.