Obras de Anna Freud. Normalidad y patología en la niñez: Evaluación del desarrollo. Conclusiones

Normalidad y patología en la niñez: Evaluación del desarrollo.

(Versión castellana de Humberto Nágera)

CONCLUSIONES
Dentro del terreno de las regresiones permanentes y de la
sintomatología neurótica fijada, nada producirá cambios en el
niño con excepción del análisis que trabaja para alterar el equilibrio
de las fuerzas dentro de la estructura. Fuera del campo
de las neurosis, la personalidad infantil permanece más fluida
y abierta a una variedad de influencias que se ejercen en la
vida familiar, en la educación o en el tratamiento.
En el desarrollo del niño las potencialidades inherentes se
aceleran o demoran de acuerdo con el grado de interés o desinterés
que tengan las madres en ellas. El progreso disarmónico
se equilibra si los padres Iíbídinízan las líneas del desarrollo
en las cuales el niño se ha detenido, en vez de cometer el error
común de estimular aun más la inteligencia del niño con alto
coeficiente o el habla de los que se demuestran muy verbales,
o dándole al niño físicamente activo más oportunidades para
la acción.
Las tendencias destructivas que han aumentado de manera
excesiva por la defusión y agresión de la libido se disminuyen
y atan de nuevo, si se promueven los vínculos libidinales. Los
mismos procesos libidinales y agresivos responden al ofrecimiento
de un objeto para la catexis. Las actitudes del yo se
modifican cuando existe la oportunidad para identificaciones o
la presión del superyó disminuye con la oportunidad de externalizaciones
adecuadas. En suma, las posibilidades de una intervención
beneficiosa en el campo del desarrollo son prácticamente
tan ilimitadas como las de interferencia lesiva en el desarrollo
o como las infinitas variaciones de normalidad y anormalidad.
Algunos analistas, después de un estudio intensivo de campos
y períodos específicos del desarrollo infantil, recomiendan
que para ciertos tipos de patología puede resultar ventajoso si
el trastorno y la terapia se relacionan más estrechamente; que
en los niños con retardos libidinales sus necesidades autistas
o simbióticas deben ser atendidas antes que nada; que debe
darse la oportunidad de una experiencia emocional correctiva
a los niños que han experimentado una privación materna temprana
(Augusta Alpert, 1959; Margaret Mahler, 1955). Siguiendo
el mismo razonamiento, se debería ofrecer a los niños con
defectos del yo exclusivamente, la protección tranquilizadora del
yo auxiliar que buscan, y a los niños limítrofes los métodos
de la verbalización y clarificación.
A primera vista esta especialización de la terapia resulta
racional y económica puesto que reduce el gasto de esfuerzo
potencial que demanda un procedimiento complejo como el análisis
de niños al margen del campo legítimo de las neurosis,
es decir, para pacientes que en realidad utilizan una mínima
parte de los distintos elementos terapéuticos y se concentran
en los menos esenciales. No obstante, la observación más precisa
hace que surjan en la mente una cantidad de objeciones contra
la aplicación de estos métodos a la mayoría de los casos.
Una de las objeciones se basa en la experiencia real de que
pacientes infantiles se presentan con un cuadro clínico puro
que justificaría, él solo, un tratamiento dirigido a un factor
específico. En la mayoría de los casos, los trastornos consisten
más bien en mezclas y combinaciones de elementos que contribuyen
en distintos grados al resultado patológico final: defectos
en la libido asociados o subsiguientes, a defectos en el yo ; influencias
traumáticas agudas se combinan con la influencia de
situaciones crónicas perjudiciales; rasgos delictivos y neuróticos
entremezclados, igual que los rasgos de naturaleza limítrofe
y atípica con los conflictos neuróticos; excepto en los casos
más graves existen siempre zonas normales y anormales en la
personalidad del niño. Es esta psicopatología mixta que requiere
el método comprensivo del análisis específico de niños, puesto
que sólo en él se encuentra disponible la gama completa de
posibilidades terapéuticas para el paciente y cada uno de sus
aspectos recibe la oportunidad, por un lado, de manifestarse
y, por el otro, de curarse.
Para la mente inquisitiva del analista, una segunda y vital
objeción es la imposibilidad de obtener datos de evaluación
cuando no se utiliza el método analítico. Necesitamos tener
absoluta certeza en la clasificación de un caso determinado antes
de que los elementos terapéuticos seleccionados pasen desde
el paciente a nuestras manos, es decir, antes de limitar las
oportunidades de la terapia a un factor único. Sin embargo,
en el estado actual de nuestra capacidad de evaluación considero
que esta exactitud de juicio diagnóstico es un verdadero
ideal que alcanzaremos no con nuestros conocimientos actuales,
sino en un futuro distante.

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