PODER Y RESISTENCIA EN MICHEL FOUCAULT: Poder

PODER Y RESISTENCIA EN MICHEL FOUCAULT

(The Power and Resistance in Michel Foucault)

REINALDO GIRALDO DÍAZ

UCEVA -Unidad Central del Valle del Cauca (Colombia)

Artículo de reflexión Recibido: Abril 26 de 2006 Aceptado: Mayo 30 de 2006

Poder

Las obras de Michel Foucault pueden ser puestas en sintonía como elementos de un mismo proyecto filosófico que consiste en la elaboración de una historia general de las diversas modalidades de constitución y configuración de los sujetos en la sociedad moderna. En los años 60, al introducir el análisis arqueológico Foucault inscribe el tema del sujeto en sus problematizaciones sobre el saber. Esta perspectiva será modificada en su análisis genealógico (década de los 70) al considerar el tema del sujeto en el problema del poder. En los primeros años de la década del 80 modifica esta perspectiva al estudiar el tema del sujeto en sus elaboraciones sobre el gobierno de sí. En el horizonte de su intento por desvelar el estatuto del sujeto moderno, el poder y la resistencia son preocupaciones constantes que aparecen a lo largo de su itinerario filosófico de distintas formas.

En este artículo se considera el llamado período genealógico de Michel Foucault. Después de El orden del discurso, texto programático, Foucault encuentra innecesario describir el poder en términos negativos, como lo que excluye, reprime, inhibe, censura, abstrae, enmascara, y esconde. Deja de entender el poder mediante el modelo jurídico, centrado en el Rey y en los aparatos normativos del Estado y realiza un desplazamiento de esa concepción jurídica del poder, negativa y represiva (que despliega en Historia de la locura en la época clásica), a una productiva, creativa del poder. Al pasar de una concepción negativa a una positiva de poder, aunque cambia su noción de resistencia, no la concibe de manera negativa, sino como un proceso de creación y de transformación permanente; la resistencia no es una sustancia y no es anterior al poder, es coextensiva al poder, tan móvil, tan inventiva y tan productiva como él; existe sólo en acto como despliegue de fuerza, como lucha, como guerra.

Michel Foucault considera insuficiente la crítica que se hace de la sociedad a partir de las nociones de ideología y represión, las cuales presuponen un papel determinante del Estado y la economía, pues, reducen lo político, descuidan las relaciones de poder que están entre lo más oculto del cuerpo social y conducen a un naturalismo o a una cierta teoría o creencia según la cual por debajo del poder, sus violencias y sus artificios, sería posible encontrar las cosas mismas en su vivacidad primitiva.

Esta preocupación de Foucault por el funcionamiento del poder comienza a partir de una serie de experiencias iniciadas en 1968, a propósito de la psiquiatría, la delincuencia, la escolaridad, que hicieron las veces de desbloqueo político y pusieron un campo de análisis nuevo a su disposición. Los acontecimientos de Mayo del 68 mostraron a los intelectuales franceses que era posible una crítica a la sociedad capitalista diferente a la realizada por las orientaciones marxistas contemporáneas.

Diversos grupos que no estaban asociados con el «proletariado» detonaron el estallido de protesta. Estudiantes, artesanos, trabajadores industriales, homosexuales, feministas, jóvenes obreros fabriles recurrieron a nuevos métodos de acción a través de los cuales buscaban fundamentalmente poner de manifiesto la debilidad del orden establecido (sin las pretensiones de derribar al gobierno o de adueñarse del poder). Implantaron nuevas formas organizativas democráticas como el Comité de Acción, rechazaban todas las formas no democráticas de organización social, criticaban todos los sectores de la vida cotidiana y no sólo la fábrica, reclamaban la autogestión y un papel creativo en toda la actividad social.

A comienzos de la década del 70 surgieron diversos movimientos como respuesta a los sucesos de mayo del 68, tales como el movimiento feminista, el movimiento de liberación de los homosexuales, el movimiento de reforma de las cárceles, el movimiento ecologista y antinuclear, el movimiento de anti-psiquiatría y distintos movimientos regionalistas. Algunos pensadores como Foucault, Deleuze, Guattari, Castoriadis, Lefort, Lyotard, Baudrillard, Morin y Lefèbvre tomaron esta situación con mucha seriedad y revisaron su propio pensamiento en función de la nueva exigencia política.

Foucault se había preocupado por el problema de la significación y se había formado en la escuela de la fenomenología, en el análisis de las significaciones implícitas, en la percepción y en la historia, pues, «el horizonte filosófico de la época inmediatamente posterior a la Segunda guerra mundial es algo así como una fenomenología marxista, que remite a la vez al sujeto constituyente y a la ideología, al juego de las superestructuras e infraestructuras» (Margot, 1995:209-210).

Después de mayo del 68 para Foucault los temas del poder y de la dominación pasaron al primer plano. Desde su alocución inaugural en el Collége de France en 1970, Foucault comenzó a insistir en la conexión entre razón y poder. En adelante no estudiará solamente los sistemas de exclusión, lo que la razón reprime, es decir, la función negativa, excluyente y represora del poder sino su fuerza positiva y productiva. Es así como en la obra Vigilar y Castigar describe el modo en que las relaciones de poder se instauran en un contexto histórico, político y económico determinado: el surgimiento de la Sociedad Disciplinaria. La particularidad de estas relaciones de poder implica superar la subordinación del poder a la instancia económica, a la ideología y al juego de las superestructuras e infraestructuras, lo mismo que dejar de remitir dicho poder al sujeto constituyente; cuestiones estas que proceden de un cierto marxismo y una cierta fenomenología.

La derecha, nos dice Foucault, se planteaba el problema del poder únicamente en términos de constitución, de soberanía, es decir, en términos jurídicos y el marxismo en términos de aparato de Estado. «El modo como se ejercía concretamente y en el detalle, con su especificidad, sus técnicas y sus tácticas no se buscaba; bastaba con denunciarlo en el “otro”, en el adversario, de un modo a la vez polémico y global: el poder en el socialismo soviético era denominado por sus adversarios totalitarismos; y en el capitalismo occidental, era denunciado por los marxistas como dominación de clase, pero nunca se analizaba la mecánica del poder» (Foucault, 1994:134).

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