PODER Y RESISTENCIA EN MICHEL FOUCAULT: Sociedad Disciplinaria

PODER Y RESISTENCIA EN MICHEL FOUCAULT

(The Power and Resistance in Michel Foucault)

REINALDO GIRALDO DÍAZ

UCEVA -Unidad Central del Valle del Cauca (Colombia)

Artículo de reflexión Recibido: Abril 26 de 2006 Aceptado: Mayo 30 de 2006

Sociedad disciplinaria

La sociedad disciplinaria se caracteriza porque el régimen de producción de verdad se constituye a través de una red de dispositivos y aparatos que producen y regulan tanto costumbres como hábitos y prácticas sociales. La sociedad disciplinaria se pone en marcha a través del aseguramiento de la obediencia a sus reglas, procedimientos y mecanismos de inclusión y de exclusión, aseguramiento que se logra por medio de instituciones disciplinarias como la prisión, la fábrica, el asilo, el hospital, la universidad y la escuela, las cuales estructuran el terreno social y presentan lógicas adecuadas a la «razón» de la disciplina.

En Vigilar y castigar Foucault muestra cómo, a partir del siglo XVII y XVIII, existió un verdadero desbloqueo tecnológico de la productividad del poder; las monarquías de la Época Clásica además de grandes aparatos de Estado, como ejército, policía y administración fiscal, instauraron procedimientos que permiten hacer circular los efectos de poder de forma a la vez continua, ininterrumpida, individualizada por todo el cuerpo social (Foucault, 1984:36). El poder no se posee, funciona; no es una propiedad, ni una cosa, por lo cual no se puede aprehender ni conquistar; no se conquista, sino que es una estrategia. Tampoco es unívoco, ni es siempre igual ni se ejerce siempre de la misma manera, ni tiene continuidad; el poder es una red imbricada de relaciones estratégicas complejas, las cuales hay que seguir al detalle (microfísica).

El poder no está, pues, localizado, es un efecto de conjunto que invade todas las relaciones sociales. El poder no se subordina a las estructuras económicas. No actúa por represión sino por normalización, por lo cual no se limita a la exclusión ni a la prohibición, ni se expresa ni está prioritariamente en la ley. El poder produce positivamente sujetos, discursos, saberes, verdades, realidades que penetran todos los nexos sociales, razón por la cual no está localizado, sino en multiplicidad de redes de poder en constante transformación, las cuales se conectan e interrelacionan entre las diferentes estrategias.

Foucault estudia el surgimiento y la extensión de las formas de disciplina en cuanto que tecnologías políticas y procedimientos disciplinarios que no anulan la individualidad sino que la producen a través de una estrategia de normalización caracterizada por el encierro. Este encierro comprende una gran variedad de formas y de métodos para la corrección que van desde los trabajos forzados y el aislamiento hasta la educación. Busca someter a los desviados a la normalización y a la vigilancia.

En la sociedad disciplinaria surge una economía política del cuerpo en la que se deja el castigo de las sensaciones y se pasa a un castigo del alma de los individuos. La realidad histórica del alma es producida en la superficie y en el interior del cuerpo sobre aquellos a quienes se castiga, se vigila, educa y corrige, mediante procedimientos de castigo, de vigilancia, de pena y de coacción. Sobre esta realidad referencia como la denomina Foucault se construyen conceptos diversos y se delimitan campos de análisis como la psique, la subjetividad, la personalidad, la conciencia, etc. Foucault estudia la metamorfosis de los métodos punitivos a partir de una tecnología política del cuerpo donde pueda leerse una historia común de las relaciones de poder y de las relaciones de objeto.

El cuerpo en la sociedad disciplinaria deja de ser un espectáculo público para convertirse en intermediario entre el castigo y el alma del individuo, el sometimiento se ejerce por parte de los aparatos de control sobre los individuos (Foucault, 1984:36). El poder se incardina en el interior de los hombres, realiza una vigilancia y una transformación permanente, actúa aún antes de nacer y después de la muerte, controla la voluntad y el pensamiento en un proceso intenso y extenso de normalización en el que los individuos son enumerados y controlados.

El arte de castigar, en el régimen del poder de las disciplinas, no tiende ni a la expiación ni a la represión. Utiliza cinco operaciones: referir los actos, los hechos extraordinarios, las conductas similares a un conjunto que es a la vez campo de comparación, espacio de diferenciación y principio de una regla a seguir. Diferenciar a los individuos unos respecto de otros y en función de esta regla de conjunto. Medir en términos cuantitativos, jerarquizar en términos de valor las capacidades, el nivel, la naturaleza de los individuos, hacer que juegue, a través de esta medida que valoriza la coacción de una conformidad que realizar. Trazar el límite exterior de lo anormal, es decir, normalizar. La penalidad perfecta atraviesa todos lo puntos y controla todos los instantes de las instituciones disciplinarias. Compara, diferencia, jerarquiza, homogeniza, excluye. En suma, normaliza. A través de las disciplinas aparece el poder de la norma.

El examen disciplinario combina tanto la técnica de la jerarquía que vigila como las técnicas de la sanción normalizadora, es una mirada normalizante, una vigilancia que califica, clasifica, castiga. Todas estas funciones del examen procuran que esté altamente ritualizado; el examen también lleva consigo todo un mecanismo que une a cierta forma de ejercicio de poder cierto tipo de formación de saber. El examen es la técnica por la cual el poder, en lugar de emitir los signos de su potencia, en lugar de imponer su manera a sus sometidos, mantiene a estos en un movimiento de objetivación. La disciplina tiene su propio tipo de ceremonia. No es el triunfo, sino la revista, el desfile, forma fastuosa del examen.

La sociedad disciplinaria es la época del examen infinito y de la objetivación coactiva. Los procedimientos disciplinarios hacen de la descripción de los individuos un medio de control y un método de dominación. El examen indica la aparición de una nueva modalidad del poder en la que cada cual recibe como estatuto su propia individualidad, y en la que es estatutariamente vinculado a los rasgos, las medidas, los desvíos, las «notas» que lo definen y hacen de él un «caso» (Foucault, 1984:197).

En el régimen disciplinario la individualización es descendente, es decir, a medida que el poder se vuelve más anónimo y más funcional, aquellos sobre los que se ejerce tienden a estar más fuertemente individualizados. El individuo es fabricado por esa tecnología específica del poder denominada disciplina. El poder produce realidad, ámbitos de objetos y rituales de verdad. El individuo y el poder que de él se obtienen corresponden a esa producción. El medio político a través del cual se distribuye a los individuos es la disciplina, cuyas relaciones de poder se ejercen sobre los cuerpos individuales mediante la figura arquitectónica de Bentham: el Panóptico.

El Panóptico es el espacio cerrado, recortado, vigilado en todos sus puntos, donde los menores movimientos se controlan, los acontecimientos se registran, en el que un trabajo ininterrumpido de escritura une el centro y la periferia, en el que el poder se ejerce por entero, de acuerdo con una figura jerárquica continua, en el que cada individuo está constantemente localizado, examinado y distribuido entre otros individuos. Este aparato arquitectónico es una máquina que crea y sostiene las relaciones de poder, que fabrica efectos de poder. El panóptico es un lugar privilegiado que hace posible la experimentación sobre los hombres (Foucault, 1984:203).

El Panóptico es un modelo generalizable de funcionamiento que se propaga en el cuerpo social, es el principio general de una nueva anatomía política cuyo objetivo y fin no son las relaciones de soberanía sino las relaciones de disciplina. Pero la disciplina se presenta en dos imágenes o modelos, por un lado una disciplina bloqueo, la institución cerrada que se enfrenta a unas funciones negativas: detener el mal, suspender el tiempo, terminar las comunicaciones. Al otro extremo del panoptismo, la disciplina-mecanismo: un dispositivo funcional que trata de mejorar el ejercicio del poder, volverlo más rápido, ligero, eficaz, un modelo de coerciones sutiles para una sociedad.

La disciplina es un tipo de poder que implica un conjunto de instrumentos, de técnicas, de procedimientos, de niveles de aplicación, de metas, de tecnología. El poder disciplinario fabrica individuos, encauza sus conductas, los guía en la multitud multiplicando sus fuerzas. Es un poder modesto, meticuloso, simple, triunfante, discreto e intenso, cuyo éxito se debe al uso de instrumentos simples como la inspección jerárquica, la sanción normalizadora y su combinación en un procedimiento que le es específico: el examen. El ejercicio de la disciplina supone un lugar privilegiado, un arte de la luz y de lo visible, un dispositivo que coacciona por el juego de la mirada, por miradas que ven sin ser vistas.

La disciplina es un poder que se ejerce haciéndose invisible, movilizando fuerzas, efectos, puntos de dominación, en relaciones que llegan a ser infinitesimales, induciendo efectos a través del modelo observatorio que tiene su antecedente en los campamentos militares y se caracteriza por un diagrama de poder, dotado de una visibilidad general que abarca muchas facetas del cuerpo social como son los colegios, las universidades, los hospitales, la familia. La aplicación de este modelo observatorio que vigila, controla, corrige y transforma se extiende a medida que la producción se vuelve más compleja, cumpliendo una función primordial.

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