PODER Y RESISTENCIA EN MICHEL FOUCAULT: Sociedades de control

PODER Y RESISTENCIA EN MICHEL FOUCAULT

(The Power and Resistance in Michel Foucault)

REINALDO GIRALDO DÍAZ

UCEVA -Unidad Central del Valle del Cauca (Colombia)

Artículo de reflexión Recibido: Abril 26 de 2006 Aceptado: Mayo 30 de 2006

Sociedades de control

Las investigaciones que realiza Michel Foucault sobre el poder permiten ver el pasaje histórico de las sociedades disciplinarias a las sociedades de control (2). En la sociedad del control los mecanismos de gobierno son más «democráticos», inmanentes al campo social y se distribuyen a través de los cuerpos y las mentes de los hombres; los comportamientos de inclusión y exclusión social adecuados para gobernar son cada vez más interiorizados dentro de los propios sujetos.

El poder se ejerce por medio de máquinas que organizan las mentes (en sistemas de comunicaciones, redes de información, etc.) y los cuerpos (en sistemas de bienestar, actividades monitoreadas, etc.) hacia un estado de alienación autónoma del sentido de la vida y el deseo de la creatividad (Hardt y Negri, 2001:166). La sociedad de control intensifica y generaliza los aparatos normalizadores del disciplinamiento, que animan internamente nuestras prácticas comunes y cotidianas, pero, en contraste con la disciplina, este control se extiende muy por fuera de los sitios estructurados de las instituciones sociales, por medio de redes flexibles y fluctuantes. Las sociedades de control están sustituyendo a las sociedades disciplinarias, por lo cual, en adelante habrá que inscribirse en luchas políticas específicas, en resistencias que no son marginales o el lado bueno de las relaciones de poder, sino activas en el centro de una sociedad que se abre en redes.

El efecto que le interesa a Foucault de estos dispositivos de poder es el de «la fabricación de sujetos». El estudio de los operadores de dominación desemboca en las relaciones de fuerza, y éstas, en la relación de guerra. Foucault no intenta demostrar que se deban explicar las relaciones sociales en función de la guerra. Lo que va a hacer es poner de manifiesto la aparición de discursos que han mantenido esta posición, la emergencia de un nuevo discurso histórico-político sobre la sociedad, y sus implicaciones. Para este discurso, nacido a finales del siglo XVI, la guerra es una relación social permanente, la base de las instituciones y de las relaciones de poder. Y es además un discurso ambiguo, ya que será utilizado en Inglaterra por grupos burgueses y populares como instrumento de lucha contra el poder, y en Francia por los aristócratas como reacción contra la monarquía absoluta. También los biólogos racistas de fines del XIX apelarán a un sustrato de guerra.

Según este discurso la ley nace de conflictos, de la violencia de las luchas, de la guerra, que continúa viva incluso después del establecimiento de los Estados. Una consecuencia importante de esto es que entonces la sociedad está atravesada por esta lucha, ya no hay un sujeto neutral, sino que el que enuncia la historia está dentro del proceso bélico, defiende una posición u otra según su lugar en la batalla. El origen de la historia queda remitido a hechos de tipo violento, caracterizados por el vigor, la fuerza, la presión de una raza sobre otra, en definitiva, por una relación binaria que organiza la guerra de las razas.

Esta teoría de la guerra de razas va a desarrollarse en dos direcciones, una biológica y otra de clases. El discurso que inicialmente aparece descentrado, como ataque al poder establecido, es adoptado con el tiempo por este poder, es incorporado y utilizado desde el centro. Pero antes se ha producido un cambio fundamental: de un planteamiento inicial que distinguía una raza exterior y otra interior (en el caso de Inglaterra, la de los normandos invadiendo territorio habitado por sajones; en Francia, la de los germanos contra los galos), se pasa a la idea del desdoblamiento de una misma raza dentro del cuerpo social en una super-raza y en una sub-raza, es decir, hay una raza verdadera (vinculada al poder y a la norma) y una «contra-raza» que amenaza el patrimonio biológico: aquí toman asiento los discursos biológicos del XIX sobre la degeneración, que avalan la segregación de todo lo que puede poner en peligro a la sociedad.

El salto que supone esta nueva concepción es importante porque fundamenta la aparición, a comienzos del siglo XX, del racismo de Estado, es decir, de un racismo que la sociedad ejerce contra sí misma, contra sus propios elementos, contra sus propios productos, de un racismo interno -el de la purificación permanente- que será una de las dimensiones fundamentales de la normalización social.

Foucault sitúa la aparición del racismo en sentido propio en el momento en que se produce esta reconversión del discurso de la lucha de razas en un discurso biológico de lucha por la vida. La sociedad, antes dividida internamente por cuestiones de raza, lo está ahora por la amenaza de elementos heterogéneos, los desviados que produce accidentalmente la sociedad. Así, el Estado cobra un nuevo papel: el de protector de la integridad social, el de gestor de la pureza de una raza en singular, verdadera, patrimonio precioso que las técnicas médico-normalizadoras deben conservar. Esta nueva función higiénica de la ciencia comienza a manifestarse a finales del siglo XIX, y sus efectos perduran hasta hoy.

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Notas:

2 El paso de la sociedad disciplinaria a la sociedad de control no está elaborado explícitamente por Michel Foucault; sin embargo, se encuentra implícito. En este punto seguimos la interpretación de Gilles Deleuze, quien considera que Foucault conocía la brevedad del modelo disciplinario, modelo que entra en crisis y se resuelve en provecho de otras fuerzas que se están asentando lentamente desde la Segunda Guerra Mundial. Actualmente, las sociedades de control están sustituyendo a las sociedades disciplinarias. Véase Gilles Deleuze. Foucault. 1ª ed., trad. José Vásquez Pérez, Barcelona, Paidós, 1987; y «Post-scriptum sur les sociétés de contrôle» (Paris: Minuit, 1990).