PRIMERAS RELACIONES CON LA MADRE

PRIMERAS RELACIONES CON LA MADRE
    La actitud de la niña frente al pene introyectado está fuertemente influida por su actitud frente al pecho de la madre. Los primeros objetos que ella introyecta son la madre «buena» y la madre «mala», representadas por el pecho. Su deseo de succionar y devorar el pene deriva directamente de su deseo de hacer lo mismo con el pecho de la madre. Así, la frustración que sufre del pecho prepara el camino para sentimientos que surgen de su posterior frustración en relación con el pene. No sólo la envidia y el odio que siente frente a su madre colorean e intensifican sus fantasías sádicas contra el pene, sino que sus relaciones con el pecho de la madre afectan también su actitud subsecuente con el hombre en otros sentidos. Tan pronto como comienza a asustarse del pene malo introyectado, comienza a volver a la madre, de la que, espera auxilio, tanto como figura real, como introyectada. Si su primera actitud con la madre ha sido gobernada por una posición oral de succión, de modo que contenga fuertes corrientes de sentimientos positivos y optimistas, será capaz de ampararse en cierto modo tras de la imago de su madre «buena» contra la imago de la madre «mala» y contra el pene «malo»; si no, su miedo de la madre introyectada aumentará su miedo al pene introyectado y a los padres aterradores unidos en copulación.
    La importancia que la imago materna de la niña tiene para ella como figura de «amparo» y la fuerza de su apego a la madre son muy grandes, puesto que (en su imaginación) la madre posee el pecho nutricio y el pene del padre y los niños, y de este modo tiene el poder de gratificar todas sus necesidades. Porque cuando comienzan las tempranas situaciones de ansiedad de la niña pequeña, su yo utiliza la necesidad de nutrición, en el más profundo sentido de la palabra, para ayudarla a vencer esa ansiedad. Cuanto más miedo tiene a que su cuerpo esté envenenado y expuesto a ataques, mayores serán sus deseos de leche «buena», pene «bueno» y niños, sobre los que cree que su madre tiene un poder ilimitado. Necesita estas cosas buenas para protegerse contra las malas y para establecer una especie de equilibrio dentro de ella. En su imaginación, el cuerpo de la madre es por esto una especie de almacén que contiene la gratificación de todos sus deseos y el alivio de sus miedos. Son estas fantasías las que conducen al pecho de la madre como la primer fuente de gratificación y como la más preñada de consecuencias, las responsables de su enorme adhesión a la madre. Y la frustración que ella sufre de la madre en conexión con esto le hace sentir, bajo la creciente presión de su ansiedad, un renovado resentimiento contra ella, y redobla sus ataques sádicos sobre su cuerpo.
    En un estadío algo posterior del desarrollo, sin embargo, en un momento en que sus sentimientos de culpa se hacen sentir continuamente , su deseo de apoderarse de los contenidos «buenos» del cuerpo de la madre, o más bien su convicción de que lo ha hecho y expuesto así a su madre, figurativamente, a los malos contenidos, hace surgir un sentimiento de culpa y de ansiedad muy graves. Habiendo así destruido a su madre, cree haber arruinado el depósito del cual obtiene la satisfacción de todas sus necesidades morales y físicas. Este temor, que es de tan enorme importancia en la vida mental de la niña pequeña, fortifica aun más los vínculos que la ligan a su madre. Esto hace surgir un impulso a restituir y dar a su madre todas las cosas que ha tomado de ella, una impulsión que se expresa en numerosas sublimaciones de naturaleza típicamente femenina.
    Pero este impulso se opone a otro, estimulado por el mismo miedo, de apoderarse de todo lo que su madre tiene, con el objeto de salvar su propio cuerpo. En este estadío del desarrollo, pues, la niña está gobernada por la compulsión tanto de tomar como de restituir, y esta compulsión, como ha sido dicho , es importante en la etiología de la neurosis obsesiva en general. Por ejemplo, vemos niñas pequeñas dibujando estrellitas cruces que significan heces o niños, u otras mayores escribiendo letras o números sobre una hoja de papel que representa el cuerpo de la madre o el suyo propio, y cuidando de no dejar espacios vacíos. O sólo querrán apilar ordenadamente pedazos de papel en una caja hasta que esté completamente llena. Muy frecuentemente dibujarán una casa que representa a su madre y pondrán frente a ella un árbol simbolizando el pene del padre y algunas flores representando niños. Niñas más grandes dibujarán, coserán o harán muñecas y trajes de muñecas, o libros, etc., y estas cosas representan el cuerpo reconstituido de la madre (ya sea como uno todo o como una de las partes dañadas individualmente), el pene del padre y niños dentro de ella, o sus padres, hermanos y hermanas en persona.
    Mientras están ocupadas en estas actividades o después de haberlas terminado, las niñas a menudo muestran rabia, depresión o disgusto, o a veces reaccionan de un modo destructivo. La ansiedad de esta índole, que es un obstáculo subyacente a todas las tendencias constructivas, surge de diferentes fuentes . La niña, en su imaginación, ha tomado posesión del pene del padre y heces y niños, pero debido al miedo al pene, a las heces y niños, miedo que ha surgido de sus fantasías sádicas, pierde fe en su virtud. Los problemas en su mente son ahora: ¿serán las cosas que ella devuelve a su madre «buenas», y puede ella restituirlas adecuadamente en lo que respecta a la cantidad y calidad y orden en que ellas deben ser arregladas en su interior? (porque eso también es una parte necesaria del acto de la restitución). Por otra parte, si cree que ha devuelto a su madre bien y debidamente los buenos contenidos, se asusta de haber puesto en peligro su propia persona al hacerlo.
    Estas fuentes de ansiedad hacen surgir además una actitud especial de desconfianza en la niña frente a la madre. Cuando entran a mi cuarto, muchas pacientes niñas miran con desconfianza los papeles y lápices que hay en el cajón reservado para ellas, por si se los han cambiado, o por si son más chicos en tamaño o menores en número que los del día anterior; otras veces desearán estar seguras de que el contenido de su cajoncito no ha sido desarreglado, que todo está en orden y que nada ha sido cambiado ni falta . A veces quieren envolver sus dibujos o moldes de papel o lo que en ese momento simbolice para ellas el pene o niños; los atan cuidadosamente y los depositan en el cajón de muñecos, con signos de profunda desconfianza respecto a mi. En estas ocasiones no se me permite acercarme al paquete o aun al cajón, y debo retirarme o no observar mientras lo hacen. El análisis demuestra que el cajón y los paquetes en su interior representan su propio cuerpo y que tienen miedo no sólo de que la madre las ataque y las despoje, sino de que ponga cosas «malas» dentro de él en cambio de las «buenas».
    Además de estas múltiples fuentes de ansiedad, la niña, comparada con el niño, se halla bajo otras desventajas, debido a razones fisiológicas. Su posición femenina no la ayuda contra su ansiedad desde que su posesión del niño, que sería una confirmación completa y un logro de esa posición, es, después de todo, sólo prospectiva . Ni tampoco la estructura de su cuerpo la provee de alguna posibilidad de conocer cuál es el estado real de su interior, mientras que el niño encuentra ayuda en su posición masculina, porque gracias a la posesión del pene puede convencerse por un examen de la realidad de que todo está bien en su interior.
Es esta incapacidad de conocer algo sobre su condición lo que agrava lo que en mi opinión es el miedo más profundo de la niña, esto es, el de que el interior de su cuerpo ha sido lastimado o destruido y que no tiene hijos o sólo los tendrá dañados