PRIMEROS ESTADIOS DEL CONFLICTO DE EDIPO Y DE LA FORMACIÓN DEL SUPERYÓ (segunda parte)

SITUACIONES TEMPRANAS DE ANSIEDAD Y SU EFECTO SOBRE EL DESARROLLO DEL NIÑO
PRIMEROS ESTADIOS DEL CONFLICTO DE EDIPO Y DE LA FORMACION DEL SUPERYÓ

En su artículo, «Die Identifizierung» (1926), Fenichel ha aplicado cierto criterio que diferencia los «precursores del superyó», como él llama a las tempranas identificaciones de acuerdo con la sugestión hecha por Reich , del superyó propiamente dicho. Estos precursores existen, según cree, en un estado disperso e independientemente uno de otro y carecen de la unidad, severidad, oposición al yo, cualidad de ser inconsciente y del gran poder que caracteriza al superyó real como heredero del complejo de Edipo. Según mi opinión, tal diferenciación es incorrecta en diferentes sentidos. Hasta donde me ha sido posible observar es precisamente este superyó primario el que es especialmente severo, y, normalmente, en ningún período de la vida es tan fuerte la oposición entre el yo y el superyó como en la temprana infancia. Es más, este último hecho explica por qué, en los primeros estadíos de la vida, la tensión entre los dos es principalmente sentida como ansiedad. Además he encontrado que las órdenes y prohibiciones del superyó no son menos inconscientes en los niños pequeños que en los adultos y que no son de ningún modo idénticas a las órdenes que provienen de los objetos reales. Creo que Fenichel tiene razón al decir que el superyó del niño no está ya íntimamente organizado como en los adultos. Pero esta diferencia, aparte de que no es una verdad universal, puesto que muchos niños pequeños muestran un superyó bien organizado y muchos adultos un superyó disperso, me parece que está de acuerdo simplemente con el grado menor de cohesión mental que posee el niño pequeño si lo comparamos con el adulto. Sabemos que los niños pequeños tienen un yo no tan altamente organizado como el de los niños en período de latencia. Sin embargo, no decimos que el niño no tiene yo, sino que tiene precursores del yo.
Ya se ha dicho que en la fase del sadismo máximo un aumento de las tendencias sádicas conduce a un aumento de ansiedad. Las amenazas expresadas por el temprano superyó contra el ello contienen en detalle la totalidad de las fantasías sádicas que fueron dirigidas hacia el objeto, así que ahora cada una de ellas se vuelve contra el yo.
Así, la presión ejercida por la ansiedad en su primer período corresponderá en grado a la suma total del sadismo originariamente presente, y en cualidad a la variedad y riqueza de las fantasías sádicas que la acompañan  La gradual superación del sadismo y la ansiedad es un resultado del desarrollo de la libido , Pero el mismo exceso de esta ansiedad también impulsa al individuo a vencerla. La ansiedad ayuda a cada una de las zonas erógenas a crecer en fuerza y a ganar dominio una después de otra. Así, la supremacía de los impulsos sádicos orales y uretrales es seguida por la supremacía del impulso analsádico, y aunque los mecanismos pertenecientes al primer período analsádico, por poderoso que este sea, están ya actuando en favor de las defensas que han sido dirigidas contra la ansiedad surgida de los tempranos estadíos sádicos, se infiere que aquella misma ansiedad, que es preeminentemente un agente inhibidor en el desarrollo del individuo, es también un factor de fundamental importancia como promotor del crecimiento del yo y de la vida sexual.
En este período del desarrollo del individuo, sus métodos de defensa son proporcionales a la presión de la ansiedad en él y son extremadamente violentos. Sabemos que en el temprano estadío analsádico lo que expulsa es su objeto que percibe como algo hostil a él y que equipara con excrementos. Desde mi punto de vista, lo que también expulsa es su terrorífico superyó que ha introyectado en el período oral sádico de su desarrollo. El acto de expulsión es, así, un medio de defensa empleado por su yo aterrorizado contra su superyó; expele sus objetos internalizados y los proyecta al mundo externo.
Los mecanismos de proyección y expulsión están íntimamente ligados en el individuo al proceso de formación del superyó. Así como su yo trata de defenderse a sí mismo de su superyó, expulsándolo violentamente y destruyéndolo, de este modo, por las amenazas de su superyó, trata de desembarazarse de su ello sádico, esto es, de sus tendencias destructivas por el mismo método de expulsión por la fuerza. En Inhibición, síntoma y angustia Freud dice que considera el concepto de defensa como bien adecuado para una «designación general de todos los métodos empleados por el yo en aquellos conflictos que pueden llevar a una neurosis; en tanto que el concepto de represión debe ser reservado para ese particular método de defensa que nuestra investigación nos ha llevado a comprender primero». Además establece explícitamente la posibilidad de «que la represión sea un proceso que está en una relación especial con la organización genital de la libido y que el yo se vuelve hacia otros métodos de defensa cuando tiene que protegerse contra la libido en otros estadíos de su organización». Mi punto de vista está también sostenido por Abraham en un pasaje en el que dice que: «La tendencia a proteger el objeto y a preservarlo, ha resultado de una tendencia destructiva más primitiva, por medio de un proceso de represión» .
En cuanto a la línea de división entre los dos períodos analsádicos, el mismo autor dice: «Considerando esta línea divisoria extremadamente importante, nos encontramos de acuerdo con el punto de vista médico general». Porque la división que nosotros, psicoanalistas, hemos hecho apoyados en la fuerza de los datos empíricos, coincide, en efecto, con la clasificación en neurosis y psicosis hecha por la medicina clínica. Pero los analistas, es claro, no intentarían hacer una separación rígida entre las afecciones psicóticas y neuróticas. Por el contrario, saben bien que la libido de cualquier individuo puede regresar más allá de esta línea divisoria entre las dos fases analsádicas, dada una causa adecuada de enfermedad y dados ciertos puntos de fijación en su desarrollo libidinal que faciliten una regresión de esta naturaleza .
Como sabemos, no es la estructura de la mente del hombre normal en sí la que diferencia a éste del neurótico, sino los factores cuantitativos que están en acción. Las citas dadas de Abraham significan que la diferencia entre el psicótico y el neurótico es también una diferencia de grado. Mi propio trabajo psicoanalítico con niños, no sólo confirma la opinión de que los puntos de fijación para las psicosis yacen en un estadío de desarrollo que precede al segundo nivel anal, sino que también me ha convencido de que los niños normales y neuróticos también tienen allí puntos de fijación, aunque en menor grado.
Sabemos que en el psicótico existe una cantidad de ansiedad mucho mayor que en el neurótico; sin embargo, la teoría aceptada de la formación del superyó no explica el hecho de que tan abrumadora ansiedad aparezca en estos tempranos estadíos del desarrollo en que, según Freud y Abraham, están situadas las fijaciones para las psicosis. Las últimas teorías de Freud, que expresa en Inhibición, síntoma y angustia, excluyen la posibilidad de que esta inmensa cantidad de ansiedad pueda surgir de una conversión de libido no satisfecha en angustia.
Tampoco podemos presumir que el temor de un niño a ser devorado, cortado y muerto por sus padres sea un temor real. Pero si suponemos que esta excesiva ansiedad puede ser sólo el efecto de procesos intrapsíquicos, no estaríamos lejos de las teorías expuestas en estas páginas, de que la ansiedad temprana procede de una presión del superyó. La presión que en la primera etapa de desarrollo de un niño ejerce el superyó sobre sus tendencias destructivas, no sólo responde en grado y clase a sus fantasías sádicas, sino que despierta situaciones de ansiedad que reflejan los varios períodos que ha recorrido su fase sádica. Estas situaciones de ansiedad hacen surgir especiales mecanismos de defensa por parte de su yo y determinan el carácter específico que asumirá su perturbación psicótica (además de ser decisivo para su desarrollo en general) .
Antes de intentar el estudio de las relaciones entre las tempranas situaciones de ansiedad y el carácter específico de las afecciones psicóticas, sin embargo, dirigiremos primero nuestra atención al modo en que la formación del superyó y el desarrollo de las relaciones de objeto se influyen mutuamente. Si es cierto que el superyó se forma en tal etapa temprana del desarrollo del yo, cuando está aún tan alejado de la realidad, debemos ver el crecimiento de las relaciones de objeto bajo una nueva luz. El hecho de que el individuo crea un cuadro deformado de sus objetos, en virtud de sus propios impulsos sádicos, no sólo acuerda un carácter distinto a la influencia ejercida por esos objetos y su relación con ellos en la formación del superyó, sino que, recíprocamente, aumenta la importancia de la formación del superyó en cuanto a sus relaciones de objeto. Cuando, como niño pequeño, comienza a introyectar sus objetos y éstos, no debemos olvidarlo, son sólo muy vagamente conocidos por él y principalmente por medio de sus órganos separados, su temor a esos objetos introyectados pone en movimiento los mecanismos de expulsión y proyección, tal como ya hemos visto; sigue luego una acción recíproca entre proyección e introyección que parece ser de fundamental importancia no sólo para la formación de su superyó, sino también para el desarrollo de sus relaciones de objeto con las personas y su adaptación a la realidad. El apremio continuo y sin tregua que lo domina, de proyectar sus identificaciones aterradoras sobre sus objetos, parecería dar por resultado un aumentado impulso a repetir los procesos de introyección una y otra vez, y es asimismo un factor decisivo en la evolución de su relación con los objetos .
La interacción entre la relación de objeto y el superyó también se muestra por el hecho de que en cada etapa del desarrollo los métodos usados por el yo en su trato con los objetos corresponden exactamente a aquellos usados por el superyó hacia el yo y por el yo hacia el superyó y el ello. En la fase sádica el individuo se protege del temor de sus objetos violentos, ya sea introyectados o externos, redoblando sus propios ataques destructivos sobre ellos, en su imaginación. Liberándose así de su objeto, busca, en parte, silenciar las intolerables amenazas de su superyó. Pero una reacción de este tipo presupone que el mecanismo de proyección ha empezado ya a trabajar en dos sentidos: uno en el cual el yo coloca el objeto en el lugar del superyó del cual quiere liberarse y el segundo por el cual hace que el objeto esté en el lugar del ello, del cual también desea librarse. En esta forma, la cantidad de odio que era primero dirigida contra los objetos se aumenta por el monto adherido al ello y al superyó. Así parecería que en las personas en las cuales las situaciones de temprana ansiedad son demasiado poderosas y que han retenido los mecanismos de defensa que pertenecen a esa edad temprana, el temor al superyó, si por razones externas o intrapsíquicas sobrepasara ciertos limites, las obligaría a destruir sus objetos y formaría la base para el desarrollo de un tipo de conducta criminal .
Pienso que estas situaciones de ansiedad temprana y demasiado fuerte son también de fundamental importancia en la etiología de la esquizofrenia. Pero aquí puedo sostener este punto de vista presentando sólo dos o tres ideas. Como ya ha sido señalado, la proyección de su terrorífico superyó sobre sus objetos aumenta en el individuo su odio a esos objetos y así también su temor a ellos, resultando que si la ansiedad y agresión son excesivas, su mundo externo se transforma en un lugar terrorífico y sus objetos en enemigos, y se siente amenazado de persecución, tanto por parte del mundo externo como de sus enemigos introyectados. Si su ansiedad es excesiva o si su yo no puede tolerarla, tratará de eludir el miedo de los enemigos externos poniendo fuera de acción sus mecanismos de proyección; éstos, a su vez, evitarán que se produzca una introyección posterior de objetos, lo que pondrá fin al desarrollo de su relación con la realidad  y le dejará expuesto más que nunca al miedo de sus objetos ya introyectados. Estaría aterrado de ser atacado y dañado de diversos modos por un enemigo interno del que no podrá escapar. Un temor de esta clase es quizá una de las fuentes más profundas de la hipocondría, y un sobrante de él, no susceptible de ser modificado o desplazado, es obvio que exigiría métodos de defensa particularmente violentos. Una perturbación como ésta del mecanismo de proyección, parece además ser paralela a una negación de la realidad intrapsíquica . La persona así afectada niega , y dentro de ciertos límites elimina , no solo la «fuente» de su ansiedad, sino también sus «afectos». Un gran número de fenómenos pertenecientes al síndrome esquizofrénico puede ser explicado como un intento de defenderse, dominar o luchar contra un enemigo interno. La catatonía, por ejemplo, puede ser considerada como un intento de paralizar los objetos introyectados y mantenerlos inmóviles, haciéndolos inocuos .
Los primeros períodos de la fase analsádica se caracterizan por una gran violencia de los ataques dirigidos contra el objeto. En un período posterior de esta fase, coincidiendo con el primer estadío anal, en el cual los impulsos analsádicos toman la delantera, predominan métodos de ataque más secretos, tales como el uso de materias explosivas y envenenadas. Los excrementos representan entonces venenos  y en sus fantasías el niño utiliza las heces como instrumento de persecución  contra sus objetos y secretamente los introduce de un modo mágico  en el ano o en otros orificios del cuerpo de estos objetos y los deja allí. En consecuencia, comienza a asustarse de sus propios excrementos como sustancias peligrosas y dañinas para su cuerpo y de los excrementos incorporados de sus objetos, de los que espera un ataque similar por este medio peligroso. Así, sus fantasías conducen al temor de tener una multitud de perseguidores dentro de su cuerpo o de ser envenenado, y ésta es la base de los temores hipocondríacos. Ellos también sirven para aumentar el temor surgido de la equiparación de los objetos introyectados con las heces , porque aquellos objetos introyectados se hacen aun más peligrosos por ser semejantes a envenenados y destructivos escíbalos. Como consecuencia de sus impulsos uretralsádicos, el niño también considera la orina como algo peligroso, como algo que quema, corta y envenena, preparando al inconsciente para considerar el pene como un órgano sádico y temer  al peligroso pene del padre dentro de si (como perseguidor).
En el período en que realiza ataques por medio de excrementos envenenados, el temor del niño a los ataques subterráneos contra sí por parte de sus objetos externos e introyectados se hace múltiple, de acuerdo con la mayor variedad y sutileza de sus propios procedimientos sádicos, y ellos apremian la actividad de los mecanismos de proyección hasta su limite extremo. Su ansiedad se despliega y es distribuida sobre muchos objetos y fuentes de peligro en el mundo externo, y así espera ahora ser atacado por un gran número de perseguidores . El secreto y la astucia que atribuye a estos ataques lo conduce a observar el mundo con ojo sigiloso y suspicaz, y así fortalece sus relaciones con la realidad por un lado, aunque esta relación pueda ser falsa; mientras que su temor del objeto introyectado a pesar de los mecanismos de proyección es un constante incentivo para mantener en acción dichos mecanismos.
Pienso que el punto de fijación de la paranoia es este período de la fase de máximo sadismo, en el cual los ataques del niño sobre el interior del cuerpo de la madre y contra el pene que él imagina allí se realizan por medio de excrementos envenenados y peligrosos  y los delirios de referencia y persecución arrancan de las situaciones de ansiedad que acompañan a estos ataques .
De acuerdo con mi punto de vista, el temor del niño a los objetos introyectados lo incita a desplazar este miedo al mundo externo. Al hacerlo, sus órganos, objetos, heces, y toda clase de cosas, así como sus objetos internalizados, son equiparados con los externos; también distribuye su temor de estos objetos externos sobre un gran número de objetos equiparándolos unos con otros .
Una relación de esta índole con muchos objetos, basada, como está, en parte en la ansiedad, y realizada por medio de equiparaciones , puede llamarse un mecanismo fóbico de ansiedad, y pienso que es un mayor progreso por parte del individuo en el establecimiento de sus relaciones con los objetos y en su adaptación a la realidad, porque su primera relación de objeto sólo incluía una cosa: el pecho de su madre como representante de su madre. En la fantasía del niño pequeño, estos múltiples objetos se sitúan en el interior del cuerpo de la madre y este lugar es también objetivo de sus tendencias destructivas y libidinales y también del despertar de su deseo de saber. Como sus tendencias sádicas aumentan y en su fantasía se apodera del interior del cuerpo de su madre, esta parte de ella se hace representante de su persona total como objeto, y al mismo tiempo simboliza el mundo externo y la realidad. En realidad, por medio de su pecho, originariamente la madre representa para él el mundo externo. Pero ahora, el interior de su cuerpo representa con mas amplio sentido objetos y mundo externo, ya que, por una más amplia distribución de su ansiedad, contiene objetos más diversos  Así, las fantasías sádicas del niño sobre el interior del cuerpo de su madre le dan una fundamental relación con el mundo externo y con la realidad. Pero la agresión y la ansiedad que siente como consecuencia de ella, aunque es una de las bases de sus relaciones de objeto, no es la única. Su libido también actúa al mismo tiempo y su influencia se hace sentir. La relación libidinal con los objetos y la influencia ejercida por la realidad neutralizan su temor a los enemigos internos y externos. Su creencia en la existencia de figuras bondadosas y útiles creencia que se basa en la eficacia de su libido, permite así que sus objetos reales emerjan cada vez con más fuerza y que sus imagos fantásticas retrocedan a último término .
En este sentido, la interacción entre formación del superyó y relación de objeto, que se basa en una interacción de proyecciones e introyecciones, influye profundamente en su desarrollo. En los primeros estadíos la proyección de sus imagos aterradoras al mundo externo transforma este mundo en un lugar de peligro y a sus objetos en enemigos; mientras la introyección simultánea de objetos reales, de hecho bien dispuestos para con él, trabaja en dirección contraria y disminuye la fuerza de su temor a las imagos aterradoras. Bajo esta luz, la formación del superyó, relación de objeto y adaptación a la realidad, son el resultado de una interacción entre la proyección de los impulsos sádicos del individuo y la introyección de sus objetos.