Particularidad del análisis con adolescentes: el silencio del analista

Es claro que el análisis de pacientes adolescentes se aparta de lo que puede ser una cura clásica -si es que ello existe- ya que el analista es, generalmente, más activo y participativo, haciendo un mayor uso de su propia persona.
En este sentido, hay diferencias importantes en cuanto al uso del silencio por parte del analista. Aquí como en todo lo que hace a la construcción del lugar del analista, no existe ninguna receta a seguir que constituiría simplemente una ilusión de un camino seguro. Podemos señalar sí que muchas veces el silencio en pacientes neuróticos adultos, incide de tal modo, que permite abrir el campo analítico a nuevas asociaciones. En tanto que muchas veces el silencio del analista, en el tratamiento con adolescentes puede relanzar las angustias por el vacío, la soledad y las dificultades identificatorias que se viven como un abandono por parte del analista.
Cuando hay indicadores de proceso analítico (Kancyper, 2002) tales como apertura a nuevas fantasías, asociaciones, recuerdos o momentos de elaboración psíquica frente a dificultades o síntomas del paciente, es imprescindible que nuestro silencio otorgue un espacio y un tiempo para que ese proceso tenga lugar, siendo esto un correlato del concepto winnicottiano sobre la importancia del estar-jugar a solas en presencia de la madre (1958). Como lo plantea Salas (1973) en relación al púber, si se interpreta demasiado rápido, y aunque esto le resulte muy claro al
analista, su intervención puede ser vivida como la de una persona que como el púber mismo, no tiene capacidad de continencia adecuada y no puede aguardar. Así el valorar especialmente el momento de la intervención, se vincula con un modelo donde la memoria, la capacidad de espera y la continencia ocupan un rol importante.