Perspectivas: Psicología Social y Psicología Política

Perspectivas: Psicología Social y Psicología Política

Martin Wainstein

Problemas de genealogía

Diez años atrás Maritza Montero y Alejandro Dorna recordaban un coloquio de la Asociación Francesa de Ciencias Políticas y de la Sociedad Francesa de Psicología en el que Serge Moscovici sostenía que hablar de Psicología Política y de Psicología Social era un pleonasmo, figura retórica que nos describe la redundancia. Era como si el pensador francés a partir de su afirmación se preguntara  ¿Para que diferenciar lo que seria lo mismo?

Dada la talla del disertante sorprendió esa superposición o equivalencia retórica entre lo “social” y lo “político”. En realidad la propuesta del pensador francés ubicaba la discusión en un eje entre dos cuestiones: la simultaneidad histórica de su surgimiento como temas de estudio y la de cierta interdependencia que siempre se mantuvo entre ambas disciplinas.

El debate repetía, casi sin novedad, otro anterior. En su origen, la identidad de la Psicología Social fue puesta en duda y definida como una zona fronteriza y borrosa entre la Psicología y la Sociología o como una disciplina auxiliar de alguna de ellas. Aun así, de allí en más se desarrolló haciendo convivir dos “tradiciones”, una más psicológica y otra más sociológica, poco compatibles entre sí y de resultados dudosos en los productos de sus interacciones.

¿Corre la Psicología Política el mismo destino, ser eliminada o simplemente reducida a una frontera o disciplina auxiliar de la Psicología Social? ¿Es la Psicología Política “hija” de su “madre”, la Psicología Social? ¿Son acaso hermanas nacidas en los albores del siglo XX como reminiscencias de la Filosofía Social y la Filosofía Política? 

Es difícil y posiblemente inútil buscar un ADN que resuelva estas genealogías. De todos modos, la historia parece ir aclarándose, los tiempos han cambiado y una visión “constructivista” del conocimiento asocia estas preguntas y discusiones como algo relacionado con los aún vigentes estertores de una perspectiva enciclopedista nacida en el siglo XVIII. En aquel entonces una clase social ilustrada, la burguesía industrial en ascenso, trataba de desplazar el absolutismo y los criterios teológicos de autoridad y buscaba imponer su saber; un saber “verdadero”, dividido en “campos” bien definidos para “educar” a la sociedad en el marco de “disciplinas” precisas. La universidad -institucionalización de la unidad de lo diverso-  era su emblema.

La filosofía de la Ilustración aún persiste en nuestro lenguaje y obviamente en muchas de las ideas que circulan entre y a través de nosotros. La institucionalización de la ciencia como una profesión, la constitución de una burocracia científica ilustrada, acantonada en paradigmas que definen conceptos, métodos y prácticas válidas, son los elementos constituyentes del “cientificismo”, descripto por Kuhn bajo el eufemismo de la “ciencia normal”, fuertemente presente en el mundo actual.

En ese universo de ideas modernas, que más allá de su vigencia también son cuestionadas -en la actualidad por los nuevos vientos de la posmodernidad o el posrenacimiento-, todas las disciplinas clásicas sufren inevitablemente una crisis de “identidad”. Todas deben resituarse de algún modo ante las nociones de incertidumbre, incerteza y versiones del mundo ambiguamente complementarias que reemplazaron el esquema de objetos simples de verdades únicas.

Todas las disciplinas deben afrontar la “encrucijada” a que las desafíen las nuevas ideas de transversalidad, de transdisciplina y la pérdida de un “objeto de estudio” a manos de un pensamiento más “sistémico”. Un modo de conocer que se centra más en cuestiones problemáticas emergentes y modos de intervención para resolverlos. Una ciencia de la complejidad que se permite priorizar la excepción sobre la probabilidad, y el acontecimiento sobre la varianza, llevando de hecho la cuestión de la complejidad al corazón mismo de la ciencia.

Estos vientos traen también noticias de un mundo en el que la verosimilitud reemplaza la verdad y las creencias y la argumentación a las explicaciones. Un mundo en el que la “evidencia”, el sueño cartesiano, se entrecomilla y se reconoce como multifacética, temporal-histórica, etnocéntrica, consensuada y persistentemente conflictiva.

Problemas de juventud

En este mundo complejo, la joven Psicología Política es, históricamente, una de las últimas invitadas a la fiesta de las disciplinas de la enciclopedia. De allí posiblemente uno de sus principales problemas y también una de sus ventajas: su “encrucijada” no cuestiona su identidad, sino que es su identidad. Definir su identidad requiere traspasar los obstáculos epistemológicos de la psicología clásica individualista, arrastrados desde el cartesianismo, tanto como los supuestos ideológicos inscriptos en la “razón instrumental” del cientificismo moderno.

En lo académico o en la calle, como trabajador formador o en su praxis social se le requieren al psicólogo político -como a pocos- que sus conceptos, métodos, diagnósticos y modelos de intervención faciliten la resolución de los problemas políticos contemporáneos. La mayoría de ellos de difícil acceso por medio de los métodos tradicionales.

En su gran mayoría refieren estos problemas a cuestiones estructurales presentes en la vida política, como las siguientes, por citar solo algunas de ellas:

1)  Las llamadas crisis de representación política. ¿Son los partidos políticos representantes del pueblo? ¿Es la corrupción inevitable? ¿Cómo relacionar válidamente la sociedad civil con la sociedad política?

2)  La inclusión de nuevas formas de participación política y la viabilidad de la participación mediante la acción directa en una sociedad de masas. ¿Son las organizaciones sociales y las tecnologías de comunicación una nueva forma de participación política legítima? ¿Surgen de la crisis de representación o representan la crisis?

3) El impacto de las nuevas tecnologías, ya sea tanto por su poder de manipulación como por el de democratización del saber. ¿Cuál es su papel  en la construcción de la política como espectáculo?

4) ¿Cual es la responsabilidad de la acción política como agente ante la vulnerabilidad social, la exclusión-inclusión social desde una perspectiva de derechos?, ¿cuál ante la diversidad social y la discriminación?

La queja es global. Nunca el mundo ha producido tanta riqueza. Sin embargo esa riqueza sigue generando quejas por la legitimidad de su apropiación y distribución. La insatisfacción ciudadana con la política, en la persona de sus actores, los partidos políticos, parece ser un problema recurrente de la sociedad actual sin que surjan formulas para atajarla. El político profesional que Weber imaginaba profesando su vocación como hacedor del Estado ha resultado masivamente un fiasco. La crisis económica del 2009 fue leída por sus víctimas y aun por sus hacedores como un fracaso de la incompetencia de las clases políticas nacionales ante la voracidad y la “inteligencia” de los ejecutivos del capitalismo financiero internacional.

Ante las urgencias que estos problemas generan en la vida de la gente, el sueño positivista de la neutralidad y la “distancia óptima al objeto” de estudio debiera ser entendida como parte de esos problemas.

Aportes del construccionismo social a la construcción de una identidad para la Psicología Política

Como resultado de las dificultades, llamada también “crisis”, a la que llevaron a la Psicología Social sus dos tradiciones, una más psicologista y otra más sociologista, alrededor de los años sesenta surgió la perspectiva construccionista. Imbuida del pragmatismo, la fenomenología, los estudios culturales, los cambios de dirección de la antropología, el pensamiento sistémico, la cibernética, la nueva lingüística, la retórica  y el impacto de la variable tecnológica en la posguerra, el construccionismo cuestionó de lleno el “alma” de la Psicología: su concepto de mente. Muchos psicólogos sociales se hicieron “relativistas”, comenzaron a sospechar de los discursos demasiado “ciertos”. 

Los construccionistas no entienden el conocimiento como un discurso, una reflexión o el armado de un mapa del mundo por parte de un pensador profesional. No es un resultado de inducciones o hipótesis generales surgidas del ámbito académico. Expresiones como “política”, “representante”, “poder”, “imagen”, “lenguaje”, “ciudadano”, “verdad”,  mediante las cuales se  intenta captar la realidad son artefactos sociales, resultado de una construcción colectiva situada en un territorio y tiempo particulares.

La validez de los conceptos y métodos mediante los cuales pensamos no depende de validaciones empíricas, sino de validaciones que son resultado de reglas complejas que regulan procesos colectivos que incluyen conflictos, negociaciones difíciles y consensos apenas equilibrados.

El construccionismo alerta sobre el lenguaje, que es la gran posibilidad de la vida humana, pero es también la trampa que puede crear las condiciones de una realidad que cuestione la supervivencia. Para esta visión, la idea -predominante aún en la psicología académica- de una mente individual sometida a desequilibrios por las presiones de factores endógenos, como los que gobiernan una mítica “personalidad autoritaria”; o exógenos, como la “influencia todopoderosa de los medios y la propaganda”, soslaya la posibilidad de entender la mente como un proceso sistémico, resultado de acciones colectivas en las que las representaciones son constructos sociales que atraviesan las subjetividades individuales que colaboran en su construcción. En esas construcciones la validez es también una construcción, un nuevo discurso también socialmente construido que asignará criterios de verosimilitud particulares desde una inteligibilidad colectiva negociada. El construccionismo busca entender como cuestiones tan importantes como el mal o el bien o la actividad científica, pueden ser banales, es decir construidas en la cotidianeidad por personas sencillas cuya responsabilidad se diluye en acciones colectivas cuya explicación escapa al presente.     

La juvenil Psicología Política llega en un momento de la historia en que la participación en las decisiones es un quehacer social en el que grandes masas son parte activa y en el que parte fundamental de esa actividad es reclamar ser parte. En que las sociedades reclaman de la ciencia soluciones a los problemas humanos.

Ayudan a esto las nuevas tecnologías de la comunicación, que permiten crear y disolver sistemas mentales colectivos, globales, versátiles a una velocidad como nunca se conoció en la historia. Una historia en la que esta rebelión de las masas opaca al sujeto cartesiano de la psicología general y parece requerir la construcción de conceptos y métodos aptos para entender  sujetos “sistémicos”.

Por ahora los modos de intervención y la práctica profesional del psicólogo político están marcados por una diversidad de enfoques y perspectivas dependientes de escuelas y tradiciones nacionales. Si bien sus métodos aún siguen predominantemente atados al psicoanálisis, las escalas de actitudes y un lugar de observador poco participante, la aparición de una realidad social que se proyecta delante de la realidad de la modernidad con el surgimiento de nuevas formas de participación política durante las endémicas crisis de la región y el cuestionamiento de materias como opinión publica y medios, ofrecen en la actualidad de los países latinoamericanos  un campo propicio para el desarrollo de una perspectiva construccionista que haga coincidir la construcción de teoría con la construcción de acciones colectivas.  

Martin Wainstein. Sociólogo, Psicólogo, Doctor en Psicología, Profesor Adjunto Regular de Psicología Social.