Piera Aulagnier, El pensamiento

Piera Aulagnier, El pensamiento

 También aparecerá otra actividad esperada y preanunciada: la actividad de pensar. La actividad de pensar para la madre tiene un rango diferente a las otras  actividades.
La madre necesita tener la certeza de que la capacidad de pensar del niño responde a la norma o la supera. Para toda madre es muy importante tener la certeza de que el hijo piensa bien.
Tan pronto como él piensa ella sabe, aunque lo olvide, que se ha perdido la transparencia de la comunicación, el saber acerca de la necesidad y el placer del cuerpo.

Aquí plantea un problema importante, porque en el momento en que piensa bien el chico deja de ser transparente para ella.
El pensar, en ese sentido, representa la primera función cuyas producciones pueden ser ignoradas por la madre y a través de las cuales puede comprender sus mentiras (el chico).
El pensamiento es entonces el primer instrumento de la autonomía del niño.
Piera Aulagnier dice que hay tres respuestas maternas frente al comienzo del pensar:
1) el pensar es continuación de funciones corporales; en consecuencia ha pasado al registro libidinal.
2) Si bien el pensar es una continuación de funciones corporales, la analogía entre funciones corporales y pensar es una analogía defectuosa, dice Piera. En tanto el pensar es la vía regia que le indica a la madre la aceptación o rechazo de lo que ella espera.
3) el riesgo que trae el pensar, es la pérdida de la ilusión del saber materno, con la consecuente pérdida de la transparencia del pensamiento.

Si se mantiene una invariancia o un exceso de las tres funciones, o de una de ellas, la madre pasa del deseo lícito y necesario al deseo de no cambio prohibiéndole al niño un pensamiento autónomo.
La madre tendrá que renunciar a tener un lugar en el devenir de la relación madre-hijo, tiene que aceptar la variabilidad de la relación.
El exceso se da cuando el propósito de la madre es lograr que el pensar presente o futuro concuerde con un molde preestablecido e impuesto por la madre.
El poder-saber materno no permitirá el secreto y sólo serán legitimados los pensamientos que declare lícitos. Este abuso de poder es el primer responsable de la constitución de un delirio.
Si hay un exceso de parte de la madre y el niño se adhiere a este discurso, tendrá que tomar las vivencias familiares que él tiene (acerca de lo familiar) como una verdad imposible, porque de ser posible el discurso materno sería falso.
El discurso marca límites infranqueables, dice Piera, que contienen el conjunto de las posiciones identificatorias que puede ocupar el yo en una cultura dada.
El psicótico no puede transgredir, puede rechazar el orden de relación que rige al conjunto de los enunciados, no puede ubicarse por fuera del espacio discursivo.