Psicología: Profesión de alto riesgo

Poner el cuerpo. ¿Qué hace que una persona elija una profesión de alto riesgo? Osadía, inconciencia, vocación de servicio, amor a la adrenalina: cualidades inusuales. Y necesarias.
Roberto Troglia es un hombre valiente. Pero esa vez el miedo lo acompañó cada uno de los seis kilómetros que tuvo que atravesar casi a ciegas. Era como estar en el centro de la tierra. A 600 metros de profundidad, y a la misma distancia de la boca de la mina. Con trajes especiales para poder respirar a pesar del humo y el calor. Y el único vehículo capaz de sacarlos se rehusaba a arrancar. No había fuerzas para salir caminando: la pendiente; el desgaste físico y la falta de aire lo hacían imposible. Troglila y los demás rescatistas se miraron, como anticipando quién moriría primero. Había entrado para buscar los cueros de siete mineros muertos en un incendio. Y los habían encontrado ¿Podría salir con ellos?
No es la escena de una película catástrofe. Es sólo un día – particular, sí, pero un día más – en la vida de una persona cuya profesión tiene al peligro extremo como parte de la descripción laboral. Finalmente el vehiculo arrancó y el comisario Roberto Troglia (47), jefe de la división Brigada Especial de Rescate de la Superintendencia de Bomberos, comenzó a planificar cómo sacar los cuerpos de la mina de Río Turbio. Era junio de 2004, un día antes del día del padre ¨ en mi mente siempre existió la pregunta de si se justificaba correr ese riesgo para sacar a siete personas que, sabíamos, tenían que estar muertas ¨, confiesa Troglia. ¨ Uno trata de evaluar el riesgo. Si pasaba algo ahí, no salíamos más. Pero sabíamos que afuera esperaban familias destruidas, los chicos llorando por esos papás que están adentro… había que darles una respuesta. Tomé todas las medidas de seguridad que pude. No obstante, ante una emergencia la distancia que tenía que recorrer para escapar del desastre era demasiado larga. Pero la satisfacción de poder entregarles los cuerpos a las familias fue más grande ¨.
Necesidad de tener todo bajo control, personalidad obsesiva, alta motivación interna, compulsión a repetir conductas: estas son algunas de las características que según el licenciado Emilio Schettini, psicólogo de Bomberos, debe tener quien se desempeñe en emergencias. Troglia asiente cuando Schettini nombra las restantes: necesidad de gratificación, compulsión a vivir riesgos, gran necesidad de ser necesitado y aburrimiento frente a lo cotidiano. Es que este hombre capaz de bucear en aguas de visibilidad cero, rescatar personas en altura, realizar operativos en derrumbes, terremotos o incendios forestales, hace más de treinta años que siente la adrenalina correr por el cuerpo cada vez que escucha sonar sirenas de bomberos ¨ Ahora me toca dirigir, dice, pero yo me formé para estar arriba del camión ¨. Casado más de veinte años, Troglia admite que separar lo emocional de lo profesional no es fácil. ¨ Uno no puede dejar e pensar en la familia – dice- . Cada vez que entraba en la guardia sabía que tenía primero uno, después dos, y más tarde tres hijos que me esperaban. ¨ Pero la capacitación, el entrenamiento físico y mentales dieron una gran seguridad en sí mismo. ¨ Miedo tenemos todos –dice-; lo importante es saber cómo superarlo ¨.
¿Quién dijo miedo? ¿Y cuándo no se le tiene miedo a nada? Porque eso asegura Ariel Freiría (31), un hombre capaz de prenderse fuego, arrojarse al vacío desde una altura de treinta metros o volcar un auto, uno de los pocos asuntos pendientes en su lista. Es doble de riesgo desde hace más de diez años. ¨ Vos podes cruzar la calle y te puede pisar un auto – dice-. Si no miras, si no estás atento, te puede pasar. A otro nivel, esto es lo mismo ¨. Uno podría retrucarle que no, que no es lo mismo en absoluto pero Ariel – que hace más de 15 años que practica gimnasia deportiva y participó de dos mundiales –transmite tanta confianza que parece un hombre a prueba de todo : ¨ El trabajo es riesgoso, pero yo no lo soy. Soy muy cuidadoso. En los efectos especiales todos los días haces algo distinto. Un día te tiras de una escalera, al otro saltas desde las alturas a un colchón de aire. Siempre tenés cuidado ¨. Nunca se replanteo su profesión, ni siquiera cuando nació su hija Paloma (4) o cuando sufrió un golpe terrible en la pierna colgado desde la losa de un quinto piso. ¨ Sé que estoy siempre al límite. No sé si fue la gimnasia deportiva, pero nada me da miedo. Me provoca adrenalina, pero miedo no ¨, asegura.
Según la psicoanalista y escritora Elba Serafín, quien dicta clases universitarias de orientación vocacional, en este tipo de trabajos están muy presentes las pulsiones de vida y de muerte: son gente que si realiza una actividad que la pone en riesgo de perecer se siente más viva que nunca. ¨ En algunos casos -explica – se plantea la experiencia como un juego, se da una relación lúdica y da satisfacción repetirla y vivirla con intensidad ¨. Este placer tiene que ver con una serie de cambios que se dan en el organismo con la adrenalina: varía la frecuencia cardíaca, llega más sangre al cerebro, las pupilas se dilatan y la visión se agudiza. Algunos combinan esta atracción por la intensidad con vocación de servicio. A otros les llaman les profesiones que ponen la destreza física al límite.
Pero ¿Cómo nace la vocación por un trabajo de riesgo? En el caso de Pedro Rodríguez (31) todo empezó cuando, recién llegado de San Luis del Palma, Corrientes, un amigo le mostró el oficio. ¨ Empezamos bajo – dice riendo-: a dos, tres pisos de altura. ¨ Claro que para el resto de los mortales, estar suspendido a esa distancia del suelo ya haría temblar las manos. Pero para un hombre que hace pocos días limpiaba tranquilamente los vidrios del piso 46 de las torres El faro de Puerto Madero, esa altura equivale a no haber despegado del piso.
En el ojo de la tormenta. Ahí arriba estaba Pedro con su silleta cuando estallo una terrible tormenta. ¨ Era impresionante, parecía que otra persona se te colgaba de la soga de tanto viento que había.¨ Pero Pedro, encargado de la seguridad de los demás silleteros, no entró en pánico ni pensó en su mujer, Laura, embarazada de ocho meses, o en su hija Lucía, de dos años y medio. Apeló a la disociación instrumental, como define Schettini a la capacidad de separar lo afectivo en una situación de emergencia. ¨ Tenía que pensar en cómo bajar – cuenta-: coordinarlos, engancharnos unos a otros, porque en un caso así lo importante es bajar juntos. Me preocupaba un chico que había quedado solo debajo del puente.¨
Considerado uno de los mejores silleteros del país, Pedro se respalda en su dominio del oficio. Quizás esto es lo que permite a su mujer vivir tranquila con su marido colgado a más de cien metros por encima de alguna avenida. ¨ En este trabajo no podés dudar ¨, cuenta Alejandro De Brito, gerente operativo de la firma Stelimp, para el que trabaja Ariel. ¨ Tenés que tener seguridad en lo que estás haciendo y saber que en una situación límite vas a tener que tomar una determinación. Y te tiene que gustar la altura. Se presenta mucha gente (alpinistas, escaladores) que lo ven como algo divertido. Pero una cosa es una montaña y otra, la verticalidad del edificio. ¨ Una vez Pedro intentó cambiar de oficio; después de todo es tornero e instalador eléctrico… ¨ Pero duré tres meses; no aguanté estar encerrado.¨
Alicia Varela (60) tampoco imagina su vida lejos del hospital Muñiz. Entró como mucama pero al tiempo vio que se apuraba en hacer sus tareas para poder estar al lado de los enfermos, y descubrió una vocación. Incentivada por sus compañeros, estudió como auxiliar de enfermería. Una vez recibida la asignaron la asignaron a la sala 16, donde se interna a las mujeres enfermas de HIV. Y ahí trabaja desde hace más de 20 años.
Alicia ama su profesión. Y ama a cada una de las pacientes a las que conoció en esos años. Aunque más de una vez haya estado en riesgo de contagio. ¨ yo absorbí las primeras pacientes enfermas de HIV. En esa época empezaron a venir también pacientes de los penales, especialmente de Ezeiza. Se cortaban, se peleaban y yo siempre en el medio. Era la época en la que murió Rock Hudson y la enfermedad apenas se nombraba.¨
Los enfermeros se entrenaron en el día a día. ¨ Se nos capacitó en normas de bioseguridad. Entre las indicaciones fundamentales estaba no encapuchar la aguja, porque uno corre el riesgo de pincharse un dedo ¨, cuenta Alicia, y recuerda la primera vez que olvidó esta indicación y se pinchó, días antes de Navidad. Fue entre medio de una de las tantas peleas entre las pacientes del turno noche. ¨ El médico de guardia me indico que les pusiese un Valium endovenoso ¨, cuenta Alicia. ¨ Se los puse e instintivamente encapuché la aguja. Enseguida sentí el pinchazo.¨ esa noche, angustiada, fue a ver al padre Mario para pedirle que le impusiera las manos. El 23 de diciembre le dieron el resultado: negativo. Lo mismo se repitió un par de veces más, pero Alicia – con un hijo, un nieto y otro en camino- siempre privilegió a las mujeres que la necesitan. ¨ Pienso que Dios me protege porque las pacientes me necesitan ¨. ¿Valentía, altruismo, vocación? En casos como el de Alicia y el comisario Troglia, todo eso junto. Y más también.

Fuente: Revista Viva, suplemento de diario Clarín. Del 23 de diciembre del 2007.