Psicoterapia y Logoterapia
Carlos Díaz
(Profesor de la Universidad Complutense de Madrid, Fundador de los Institutos EmmanuelMounier en España y América Latina. Ver más en nuestro link de Autores.)
FUENTE: PERSONA . Revista Iberoamericana de Personalismo Comunitario – Nº18, año VI, Diciembre 2011
2. Imperativo categórico de la existencia: la vida tiene sentido
“Pero no fue el sufrimiento mismo su problema,
sino la ausencia de respuesta al grito de la pregunta
¿para qué sufrir?” (Friedrich Nietzsche).
Podemos variar el dicho docendo discimus (aprendemos enseñando)
en consolando consolamur (somos consolados consolando).
Mi credo psiquiátrico: si detrás del desarreglo
psicótico no estuviera la persona, aunque condenada a
la impotencia expresiva e instrumental, si el elemento
psicofísico, además de trastornar a la persona, pudiese
destruirla, no valdría la pena ser psiquiatra. Sólo vale la
pena ser psiquiatra para la persona que aguarda a ser liberada.
Mi segundo credo: si no hubiera una posibilidad
de ayudar a la persona a afrontar la psicosis como enfermedad psicofísica, nunca seríamos
capaces de practicar
la psicoterapia en las psicosis. Sólo en el supuesto de
que el primer credo sea verdadero vale la pena ser psiquiatra,
y sólo suponiendo la validez del segundo credo
soy capaz de ser psiquiatra; de lo contrario, yo no podría
ejercer de psiquiatra: sería inútil.
Así las cosas, “el imperativo categórico de la logoterapia
reza: Vive como si ya estuvieras viviendo por
segunda vez y como si la primera vez ya hubieras obrado
tan desacertadamente como ahora estás a punto de
hacerlo. Nada hay que pueda estimular más el sentido
humano de la responsabilidad. Al declarar que el hombre
es una criatura responsable y que debe aprehender
el sentido potencial de su vida, quiero subrayar que el
verdadero sentido de la vida debe encontrarse en el
mundo y no dentro del ser humano o de su propia psiqué,
como si se tratara de un sistema cerrado. Por idéntica
razón, la verdadera meta de la existencia humana no
puede hallarse en lo que se denomina autorrealización.
Ésta no puede ser una meta en sí misma por la simple
razón de que cuanto más se esfuerce el hombre por conseguirla
más se le escapa, pues sólo en la misma medida
en que el hombre se compromete con el cumplimiento
del sentido de su vida, en esa misma medida se autorrealiza.
En otras palabras, la autorrealización no puede
alcanzarse cuando se considera un fin en sí misma, sino
cuando se la toma como efecto secundario de la propia
trascendencia. No debe considerarse el mundo como
simple expresión de uno mismo, ni tampoco como mero
instrumento o como medio para conseguir la autorrealización.
En ambos casos la visión del mundo, su Weltanschauung,
se convierte en Weltentwertung, es decir, en
menosprecio del mundo”11. Veámoslo.
2.1. Sentido contra absurdo
No es la logoterapia para los apologetas del absurdo
y del sinsentido. Para ellos el sentido de la vida es otra
estéril divagación filosófica: hablemos, dicen, en su lugar
de los problemas concretos inmediatos que nos acosan a
diario. Vida cotidiana, pues, contra absurdo existencial.
Además de eso, el absurdo sólo tendría sentido
en la medida en que éste no se aceptase. No radicaría
en comprobar que algo no tiene sentido, es también y
al mismo tiempo la negativa a admitir que no tiene sentido,
el violento deseo de encontrar una razón a lo que
no tiene ninguna: “El absurdo es una tensión perpetua
entre dos términos, un desgarramiento continuo. Tomar
conciencia de que la vida no tiene sentido no es nada,
lo que resulta dramático es sentir al mismo tiempo la necesidad imperiosa, la necesidad lancinante, de darle
un sentido y no poder hacerlo. La primera actitud que
parece desprenderse del reconocimiento del absurdo
es la que formularon la mayoría de los filósofos de la
existencia, desde Jaspers a Chestov y a Kierkegaard: la
esperanza. La vida es incomprensible, por lo tanto Dios
existe, su grandeza es su inconsecuencia, su prueba es
su inhumanidad. Estamos salvados, en su fracaso el creyente
encuentra su triunfo y se comprende entonces el
famoso creo porque es absurdo. La segunda actitud que
parece autorizar el absurdo es la de la desesperación
absoluta. En el momento en que se suicida, el hombre
niega al mismo tiempo las razones por las cuales se
suicida, es decir, el absurdo. La conciencia del carácter
absurdo de la vida no se deriva de una tranquila constatación,
es un desgarramiento, una tensión interminable
y un rechazo de la absurdidad misma de la vida y de la
muerte. Se trata de morir irreconciliado y no de pleno
acuerdo. Finalmente la tercera actitud es la de la rebelión,
la del hombre absurdo que se libera del futuro,
todo depende de él, su destino le pertenece por fin. En
efecto, hay una libertad absoluta, eterna, y una libertad
a la medida del ser humano, concreta e inmediata; el
absurdo destruye una y libera la otra. El hombre de la
esperanza o de la inconsciencia vive como si fuese libre,
vive con unos objetivos, con una constante preocupación
por el futuro, y conforma todos sus pensamientos y
sus actos a esos objetivos y al sentido de la vida que cree
haber descubierto, se cree libre pero está en esclavitud.
El hombre absurdo no tiene futuro, sabe que es esclavo
de una condición contra la cual se rebela, por eso no
hace nada con miras a lo eterno, por eso no cree en el
sentido profundo de las cosas, tiene hacia el futuro una
sublime indiferencia que hace saltar todas las barreras y
que permite agotar completamente lo dado, el presente.
La indudable certeza de su esclavitud le otorga una maravillosa
libertad. Se tratará para él de volcarse decididamente
hacia alegrías sin día después, todo le está permitido.
El presente y la sucesión de los presentes ante
un alma sin cesar consciente: ése es el ideal del hombre
absurdo”12. Resulta imposible, pese a esa apología del
absurdo, pensar el sufrimiento que ella conlleva.
2.2. Sentido del sufrimiento
Yo soy más que mi síntoma, más que mi problema
y mi sufrimiento13. “Si una persona ha hallado
el sentido que buscaba, está preparada para sufrir, a
ofrecer sacrificios, e incluso, si ello es preciso, a dar su vida”14. “Traigo a la memoria lo que tal vez constituya
la experiencia más honda que pasé en un campo de
concentración. Las probabilidades de sobrevivir en uno
de esos campos no superaban la proporción de 1 a 28
como puede verificarse por las estadísticas. No parecía
posible, cuanto menos probable, que yo pudiera
rescatar el manuscrito de mi primer libro, que había
escondido en mi chaqueta cuando llegué a Auschwitz.
Así pues, tuve que pasar un mal trago y sobreponerme
a la pérdida de mi hijo espiritual. Es más, parecía como
si nada o nadie fuera a sobrevivirme, ni un hijo físico,
ni un hijo espiritual, nada mío. De modo que tuve que
enfrentarme a la pregunta de si, en tales circunstancias,
mi vida no estaba huérfana de todo sentido. Aún no
me había dado cuenta de que ya me estaba reservada
la respuesta a la pregunta con la que yo mantenía
una lucha apasionada, respuesta
que muy pronto me sería revelada.
Sucedió cuando tuve que abandonar
mis ropas y heredé a cambio
los harapos de un prisionero que
habían enviado a la cámara de gas
nada más poner los pies en la estación
de Auschwitz. En vez de las
muchas páginas de mi manuscrito,
encontré en un bolsillo de la chaqueta
que acababan de entregarme
una sola página arrancada de un
libro de oraciones en hebreo, que
contenía la más importante oración
judía, el Shema Israel. ¿Cómo
interpretar esa ‘coincidencia’ sino
como el desafío para vivir mis pensamientos
en vez de limitarme a
ponerlos en el papel? Un poco más
tarde, según recuerdo, me pareció
que no tardaría en morir. En esta situación crítica, sin
embargo, mi interés era distinto del de mis camaradas.
Su pregunta era: ‘¿Sobreviviremos a este campo? Pues
si no, este sufrimiento no tiene sentido’. La pregunta
que yo me planteaba era algo distinta: ‘¿Tiene sentido
todo este sufrimiento, estas muertes a mi alrededor?
Porque, si no, definitivamente la supervivencia no
tiene sentido”15. Y ¿qué pasa cuando sigue existiendo
después de la terapia una ausencia de finalidad? “Si se
suprime una neurosis queda un vacío. El paciente se
adapta bien pero surge una ausencia de sentido”16.
2.3. Sentido y acción
2.3.1. La vida no es un test autoproyectivo
“En el principio era el sentido, y el sentido era la
acción. No respondemos a la vida con palabras, sino
con acciones, eso sí, acciones de las que nos hacemos
responsables”17. “En mi Universidad de California tuve
entre los alumnos a algunos oficiales norteamericanos.
Se dio la coincidencia de que entre ellos estaban los tres
oficiales que más tiempo pasaron en cárceles norvietnamitas,
en celdas de aislamiento, etcétera, una experiencia
inimaginable. Uno de ellos estuvo recluido hasta
siete años, ¡siete años! Celebramos un debate abierto
cuya conclusión fue que si hubo algo que los mantuvo
vivos -y lo mismo se oirá de los deportados de Stalingrado
y de los prisioneros de los campos
de concentración- fue el tener conocimiento
de que algo los esperaba
en el futuro. Algo o alguien. Hace
poco he desarrollado en el marco
de la logoterapia el survival value,
término que designa el incremento
de las posibilidades de supervivencia.
Significa que una persona que
se proyecta hacia un sentido, que
ha adoptado un compromiso por él,
que lo percibe desde una posición
de responsabilidad, tendrá una posibilidad
de supervivencia incomparablemente
mayor en situaciones
límite que las del resto de la gente
normal. Naturalmente, ésta no es
una condición suficiente para sobrevivir,
pero sí necesaria”18.
Esta responsabilidad es siempre presente: “En el
Antiguo Testamento hay una cita del sabio Hillel, que
fue uno de los fundadores de las dos primeras escuelas
del Talmud; también se cree que fue uno de los maestros
de Jesús. Este versículo dice lo siguiente: ‘Si no lo
hago yo, ¿quién lo hará? Y si no lo hago ahora, ¿cuándo
tendré que hacerlo? Y si lo hago sólo para mí, ¿qué soy
yo?”19. Tal responsabilidad por el futuro desde el presente
puede darse respecto del pasado. “En cierta ocasión
viene a mi consulta un anciano médico que hacía un año
había perdido a su mujer, a quien él amaba sobremanera,
sin que pudiera encontrar algo capaz de consolarle
por esta pérdida. Yo pregunto a este paciente, tan profundamente
deprimido, si se le había ocurrido pensar
alguna vez lo que hubiese sucedido en caso de haber muerto él antes que su mujer. ‘No se puede imaginar,
mi mujer se habría desesperado’. Entonces me permití
hacerle esta observación: ‘Vea usted de qué trance se ha
librado su mujer, y usted ha sido precisamente quien se
lo ha evitado, aunque esto le cueste a usted tener que
llorarla ahora muerta’. En ese mismo instante comenzó
a cobrar un sentido su dolor: el sentido del sacrificio.
Su sino estaba decidido y nada podía cambiarlo, pero
se había cambiado su actitud frente a él. El destino le
había exigido la renuncia a la posibilidad de plenificar su
vida en el amor, pero le había quedado la posibilidad de
tomar postura ante este destino, la de aceptarlo y enfrentarse
a él dignamente”20. “Si usted se siente obligado
a erigir una lápida por amor a la persona muerta, ¿no
se siente más obligado aún a llevar una vida por amor a
ella, a seguir viviendo?”21.
“No hay ninguna situación de la vida que realmente
carezca de sentido. Esto tiene su origen en que
los aspectos aparentemente negativos de la existencia
humana, en especial la tríada trágica en que se juntan el
dolor, la culpa y la muerte, pueden también transformarse
en algo positivo, en una realización, con sólo afrontarlas
con la actitud y tesitura correctas… Ahora bien, en
la esencia misma de la constitución humana hay mucho
sufrimiento inevitable, y el terapeuta debería cuidarse
de colaborar con la tendencia del paciente a huir de este
hecho existencial”22. “El sentido de la vida no puede ser
dado, sino que ha de ser descubierto y encontrado por
la persona; la vida no es un test autoproyectivo como el
de las láminas de Rorschach, ni un mero resultado de la
voluntad23, como tampoco de inventarlo refugiándose
en el absurdo subjetivo, pues en este caso se corre el
riesgo de pasar por alto el sentido verdadero, los auténticos
quehaceres y problemas del mundo real”24. “El proceso
de búsqueda del sentido es una especie de proceso
de percepción de la forma. Es algo único e irrepetible.
¿Cómo pueden la tradición o nuestros padres saber
qué clase de deberes o situaciones concretas deben
imponernos o proponernos?”25 “Los logoterapeutas sólo
podemos contribuir a ampliar el campo de visión del
paciente. A su pregunta de si el sentido se encuentra o se inventa, le responderé sin ambigüedades que el logoterapeuta
no es pintor, sino oculista. El pintor pinta la
realidad tal como él la ve, mientras que el oculista ayuda
al paciente para que pueda ver la realidad como es, tal
como es para el paciente. Es decir, amplía su horizonte,
su campo de visión para un sentido y unos valores. La
mayoría de las personas que buscan un sentido no son
neuróticas. Las personas nunca enferman porque estén
ávidas de sentido. Como es normal, mucha gente se
siente aludida por una psicoterapia que, si bien trata en
un 80% las neurosis obsesivas y de ansiedad, también
trata en un 20% algo que les corre mucha prisa”26, algo
implícito en el siguiente logodrama:
“En cierta ocasión la madre de un muchacho que
había muerto a la edad de once años fue internada en
mi clínica tras un intento de suicidio. Mi ayudante la invitó
a unirse a una sesión de terapia de grupo y ocurrió
que yo entré en la habitación donde se desarrollaba la
sesión de psicodrama. En ese momento, ella contaba su
historia. A la muerte de su hijo se quedó sola con otro
hijo mayor, que estaba impedido como consecuencia de
la parálisis infantil. El muchacho no podía moverse si no
era empujando una silla de ruedas. Y su madre se rebelaba
contra el destino. Ahora bien, cuando ella intentó
suicidarse junto con su hijo, fue precisamente el tullido
quien le impidió hacerlo. ¡Él quería vivir! Para él la vida
seguía siendo significativa, ¿por qué no había de serlo
para su madre? ¿Cómo podría seguir teniendo sentido
su vida? ¿Y cómo podríamos ayudarla a que fuera consciente
de ello? Improvisando, participé en la discusión. Y
me dirigí a otra mujer del grupo. Le pregunté que cuántos
años tenía y me contestó que treinta. Yo le repliqué:
‘No usted no tiene 30, sino 80, está tendida en su cama
moribunda y repasa lo que fue su vida, una vida sin hijos
pero llena de éxitos económicos y de prestigio social’.
A continuación la invité a considerar cómo se sentiría
ante tal situación. ‘¿Qué pensaría usted, qué se diría a
sí misma?’ Voy a reproducir lo que dijo exactamente
tomándolo de la cinta en que se grabó la sesión: ‘Me
casé con un millonario; tuve una vida llena de riquezas
¡y la viví plenamente!, ¡coqueteé con los hombres, me
burlé de ellos! Pero ahora tengo ochenta años y ningún
hijo. Al volver la vista atrás, ya vieja como soy, no puedo
comprender el sentido de todo aquello; y ahora no
tengo más remedio que decir: ¡mi vida fue un fracaso!’
Invité entonces a la madre del muchacho paralítico a
que se imaginara a ella misma en una situación semejante,
considerando lo que había sido su vida. Oigamos
lo que dijo, grabado igualmente: ‘Yo quise tener hijos y
mi deseo se cumplió; un hijo se murió y el otro hubiera
tenido que ir a alguna institución benéfica si yo no me
hubiera ocupado de él. Aunque está tullido e inválido,
es mi hijo después de todo, de manera que he hecho lo posible para que tenga una vida plena. He hecho de mi
hijo un ser humano mejor’. Al llegar a este punto rompió
a llorar y, sollozando, continuó: ‘En cuanto a mí, puedo
contemplar en paz mi vida pasada, y puedo decir que mi
vida estuvo cargada de sentido y yo intenté cumplirlo
con todas mis fuerzas. He obrado lo mejor que he sabido;
he hecho lo mejor que he podido por mi hijo. ¡Mi
vida no ha sido un fracaso!’”27
2.3.2. Acciones resilientes
El término resiliencia se refiere en ingeniería a la
capacidad de un material para volver a alcanzar su forma
inicial después de soportar una presión que lo deforme
y por analogía se extiende a la capacidad de una persona
o grupo para volver a su estado previo a pesar de las
dificultades vividas, e incluso tras salir fortalecido por la
superación de la prueba. Según Gerónimo Acevedo, las
acciones resilientes en logoterapia serían: 1. Búsqueda
de sentido, 2. Humor, 3. Introspección existencial, 4. Autodistanciamiento
y autoconciencia, 5. Independencia,
6. Capacidad de relacionarse, 7. Afectividad, 8. Autoestima,
9. Calidad de vínculos, 10. Capacidad valorativa,
11. Iniciativa, 12. Creatividad, 13. Coherencia. Toda una
síntesis elaborada por todo un maestro28.
2.4. Sentido y felicidad
¿No es la felicidad lo que hace amanecer? “No hay
nada en el mundo capaz de ayudarnos a sobrevivir, aun
en las peores condiciones, como el hecho de saber que
la vida tiene un sentido. Hay mucha sabiduría en Nietzsche
cuando dice: ‘Quien tiene un por qué para vivir
puede soportar casi cualquier cómo’. Yo veo en estas palabras
un motor que es válido para cualquier psicoterapia.
La salud se basa en un cierto grado de tensión entre
lo que ya se ha logrado y lo que todavía no se ha conseguido,
en el vacío entre lo que se es y lo que se debería
ser. Esta tensión es inherente al ser humano y por consiguiente
indispensable al bienestar mental. Considero
un concepto falso y peligroso para la higiene mental
dar por supuesto que lo que el hombre necesita no es
vivir sin tensiones, sino esforzarse y luchar por una meta
que le merezca la pena. Lo que precisa no es eliminar la
tensión a toda costa, sino sentir la llamada de un sentido
potencial que está esperando a que él lo cumpla. Lo que
el hombre necesita no es la ‘homeostasis’, sino lo que
yo llamo la noodinámica, es decir, la dinámica espiritual
dentro de un campo de tensión bipolar en el cual un polo viene representado por el significado que debe
cumplirse y el otro polo por el hombre que debe cumplirlo.
No debe pensarse que esto es cierto solo para las
condiciones normales; su validez es aún más patente en
el caso de individuos neuróticos. Cuando los arquitectos
quieren apuntalar un arco que se hunde, aumentan
la carga encima de él, para que sus partes se unan así
con más firmeza. Así también, si los terapeutas quieren
fortalecer la salud mental de sus pacientes, no deben
tener miedo a aumentar dicha carga y orientarles hacia
el sentido de sus vidas”29. Esa es la cuestión, aumentar la
carga, romper los barrotes del alma, como dijera Unamuno
en su más importante libro, El sentimiento trágico
de la vida: “Según te adentras en ti mismo y en ti mismo
ahondas, vas descubriendo tu propia inanidad, que no
eres todo lo que no eres, que no eres lo que quisieras
ser, que no eres, en fin, más que nonada. Y al tocar tu
propia nadería, al no sentir tu fondo permanente, al no
llegar a tu propia infinitud, ni menos a tu propia eternidad,
te compadeces de todo corazón a ti propio, y te
encierras en doloroso amor a ti mismo”.
“Lo que el hombre quiere es tener un motivo para
ser feliz. Una vez tiene el motivo, la felicidad llega por
sí sola. Pero si, en lugar de aspirar a un motivo para ser
feliz, persigue la propia felicidad, fracasará en el intento
y se le escapará; como dijo Kierkegaard, ‘la puerta de la
felicidad da al exterior’”30. “La logoterapia difiere del psicoanálisis
en cuanto considera al hombre como un ser
cuyo principal interés consiste en cumplir un sentido y
realizar sus principios morales, y no en la mera gratificación
y satisfacción de sus impulsos e instintos ni en poco
más que la conciliación de las conflictivas exigencias del
Ello, del Yo y del Superyo, o en la simple adaptación y
ajuste a la sociedad y al entorno”31.
2.5. Intención paradójica y sentido
La intención paradójica consiste, dicho brevemente,
en educar a los pacientes para que lleguen a desear justo aquello que temen, rompiendo así el círculo vicioso
que supone toda neurosis (un síntoma desencadena
una fobia o una obsesión. Pero, cuanto más se combate
la fobia o la obsesión, con más intensidad aparece el
síntoma). Si en alguna ocasión tengo palpitaciones, me
digo a mí mismo: El corazón debe palpitar todavía más.
A renglón seguido acaban las palpitaciones. O si no
puedo dormir me digo: Hoy no dormiré nada. Al contrario:
hoy quiero permanecer despierto. O en plena extracción
de mi muela animando al dentista: mata a esa rata32.
La intención paradójica inspira paradójicamente de
este modo una especie de eso que los psicólogos conductistas
llamarán más adelante inundación: “Resulta
harto interesante ver cómo los terapeutas conductistas,
quienes a tenor de su imagen del hombre deberían ser
los mayores detectores de la logoterapia, se han adueñado
de mi intención paradójica”33. En cualquier caso,
no hay que olvidar que la intención paradójica no debe
usarse en los trastornos depresivos endógenos, pues en
esos casos se carece de la sensibilidad necesaria en las
fórmulas humorísticas, sólo serían recibidas como un
sarcasmo. Decir a alguien que está triste ¡siga llorando
con todas sus fuerzas! sería ir más allá de los límites de lo
razonable. Eso sí, ya que no es posible aconsejar al enfermo
que desee la tristeza, se le puede disuadir de combatirla. El depresivo endógeno no tiene por qué contenerse,
como a veces intenta desesperadamente. Debe
limitarse a soportar pacientemente que la fase depresiva
amaine y esperar la curación; esta actitud contribuye ya
a mitigar su tormento.
Más adecuadamente ha de emplearse, por ejemplo,
cuando se culpabiliza a los demás, y especialmente
a, los propios padres: mis padres son culpables de todo,
pues siempre hice sumisamente lo que me decían y
ahora yo no puedo decidir porque ya nadie me dice lo
que debo hacer, etc. Si el adulto no sabe liberarse de los
posibles errores pasados, sino que se considera inútil y
poco independiente para toda la vida, si no ve ninguna
posibilidad de salir de esta intención infantil, entonces
no tendrá ninguna solución, se quedará atascado eternamente
en ella, y ni siquiera a los mil años sería más
maduro, porque con esa intención ha interrumpido el
proceso de su propia curación, así que… ¡intención paradójica
al canto!
– 2.6. La intención paradójica exige autodistanciamiento en tres clases de neurosis
Volver a la primera parte de «Psicoterapia y Logoterapia«
Notas:
11 Frankl, V.: El hombre en busca de sentido. Ed. Herder,
Barcelona 1991, pp. 108-109.
12 Ibáñez, T.: Actualidad del anarquismo. Libros de Anarres,
Buenos Aires 2007, pp. 13-16.
13 Freire, J.B.: El humanismo de la logoterapia de Víctor Frankl.
La aplicación del análisis existencial en la orientación personal. Ed.
EUNSA, Pamplona 2002.
14 Frankl, V.: Psicoterapia y humanismo: ¿Tiene un sentido la
vida? FCE, México, 1992, p. 18.
15 Frankl, V.: El hombre en busca de sentido, cit. Cfr. también
Klingberg, H.: La llamada de la vida. La vida y la obra de Víctor Frankl.
RBA Libros, Barcelona 2000.
16 Frankl, V.: Psicoterapia y humanismo: ¿Tiene un sentido la
vida?, cit., pp. 18-19.
17 Frankl, V.: En el principio fue el sentido. Reflexiones en torno
al ser humano. Ed. Paidós, Barcelona 2000, p. 58.
18 Ibid., pp. 33-36.
19 Ibid., p. 78.
20 Frankl, V.: La idea psicológica del
hombre. Ed. Rialp, Madrid 1986, p. 117.
21 Frankl, V.: Logoterapia y análisis existencial. Textos de cinco
décadas. Ed. Herder, Barcelona 2003, p. 162.
22 Frankl, V.: Psicoanálisis y existencialismo. De la psicoterapia
a la logoterapia. FCE, México 2005, p. 332.
23 “Quien no sabe introducir su voluntad en las cosas introduce
en ellas al menos un sentido”, proponía Nietzsche para sustituir sentido
por voluntad (Crepúsculo de los ídolos, “Sentencias y flechas”, 1, 18.
Alianza Editorial, Madrid 1973).
24 Frankl, V.: La presencia ignorada de Dios, cit., p. 102.
25 Frankl, V.: En el principio era el sentido. Reflexiones en torno
al ser humano. Ed. Paidós, Barcelona 2000, p. 38.
26 Frankl, V.: Ibid., pp. 33-34.
27 Frankl, V: El hombre en busca de sentido, cit., pp. 113-114.
28 Cfr. Acevedo, G.: Desde Víctor Frankl. Hacia un enfoque
transdisciplinario del enfermar humano. Ed. Fundación Argentina
de Logoterapia ‘Viktor Frankl’, Buenos Aires 2003, pp. 134 ss.
29 Frankl, V.: El hombre en busca de sentido, cit., pp. 104-105.
30 Frankl, V.: En el principio era el sentido. Reflexiones en torno
al ser humano. Ed. Paidós, Barcelona 2000, p. 72.
31 Frankl, V.: El hombre en busca de sentido, cit., p.103. Para
el psicoanálisis “la existencia se puede considerar como una lucha
constante por la satisfacción de necesidades, la reducción de tensiones y
el mantenimiento del equilibrio. Se trata, en otros términos, del principio
de la homeostasis. Esta fórmula deja de lado la naturaleza de la verdadera
tendencia humana. La característica esencial de ésta es su resistencia al
equilibrio: la tensión se mantiene y no se reduce. La hipótesis freudiana
apoyada en la física de su época de que la descarga de la tensión es la única
tendencia primaria del ser vivo no se corresponde con la realidad” (Frankl,
V.: El hombre doliente. Fundamentos antropológicos de la psicoterapia.
Ed. Herder, Barcelona 1990, pp. 24-25).
32 Esto escribía yo mismo a una persona aplicando la intención
paradójica: “Siempre la culpa. Tú-y-tu-culpa. ¡Qué cantidad de
remordimientos llevándose tus mejores energías! Y además, ¿qué ganas
con culpabilizarte? Concedido: sí, eres culpable de todo y de todos,
gran diosa del mal. Ánimo, un poco más con ese infierno que te corroe,
conviértete en infierno tú misma instalándote en tu culpa. Hoy eres
culpable por esto, mañana por lo que será, ayer por lo que fue. ¿Hay para
ti algún tiempo libre de asedio? Renuncia a todo lo que no sea amargura,
no seas feliz, revuélcate en tu baba. Y olvida al Dios bueno, impotente
y derrotado por tu culpa, por tu culpa, por tu gran culpa. “Mata a Dios,
maldícele y muérete”, como la esposa recomienda al Job destrozado en
el estercolero. Dale vueltas a tu infortunio y ráscate con una teja. Cuanto
más hedor, mejor. Que no se diga que no eres capaz de ser culpable. No
perdones nunca la culpa de los demás cuando te culpabilizan. Defiéndete
del culpable, al culpable ni un vaso de agua. Tus culpas no tienen perdón
de Dios, una vez que te has convertido en diosa del pecado, de la culpa,
del remordimiento y de la desgracia. Ya tienes el panorama que buscabas.
Vamos, cágate de miedo en cada esquina, císcate de una vez, échate al
suelo, cúbrete de polvo y ceniza, revuélcate en el fango y renuncia a Dios.
¡Qué gran figura de pecadora das en tu propia cámara! Acúsate de que si
hubieras nacido en Inglaterra serías protestante. Qué lástima que no puedas
reunir todos los pecados del mundo, porque a ti a pecadora remordida no
hay quien te gane ya. El mundo no te merece, tienes dedos de cristal, todo
te hiere, frágil licenciada Vidrieras, un poco más y una teja desprendida te
habrá matado. Eres más mala en tu género que el Dios bueno en el suyo.
Dios te envidia y se ha echado una apuesta con el diablo sobre tu absoluta
maldad, ánimo, un poco más y bates el record. ¿Espabilarás algún día, o
siempre tendremos que estar poniendo talco en tu culito de bebé? Me voy
de viaje dentro de dos horas cargando tu sufrimiento, y tú tendrás la culpa
de que me pase algo malo”.
33 Frankl, V.: En el principio era el sentido. Reflexiones en torno
al ser humano, cit., p. 30.