RELACIONES CON SUS NIÑOS

RELACIONES CON SUS NIÑOS
Al describir el primer desarrollo sexual de la mujer, no di muchos detalles sobre sus deseos de tener niños, puesto que quise tratar su actitud infantil frente a sus niños imaginarios al mismo tiempo que trataba su actitud en la vida posterior, durante el embarazo, frente al niño verdadero dentro de ella.
Freud ha dicho que el deseo de la niña de tener un hijo toma el lugar de su deseo de poseer un pene ; pero de acuerdo con mis observaciones, lo que toma este lugar es su deseo del pene del padre considerado como objeto libidinal. En algunos casos, la principal ecuación que realiza es entre los niños y las heces. Aquí su relación con el niño parece desarrollarse principalmente sobre líneas narcisísticas. Es más independiente de su actitud frente al hombre y está más íntimamente relacionada con su propio cuerpo y con la omnipotencia de sus excrementos. En otros casos equipara principalmente los niños con un pene. De aquí que su actitud frente al niño descanse más fuertemente sobre sus relaciones con su padre o con el pene de él. Hay una teoría sexual infantil universal de que la madre incorpora un nuevo pene cada vez que copula y que estos penes o parte de ellos se transforman en niños. Como consecuencia de esta teoría, las relaciones de la niña con el pene del padre influyen en sus relaciones primero con sus niños imaginarios y más tarde con sus niños verdaderos. En el libro que ya he citado, Zur Psychoanalyse der weiblichen Sexualfunktionen, Helene Deutsch, al discutir la actitud de la mujer embarazada frente al niño dentro de ella, sostiene el siguiente punto de vista: La mujer considera a su hijo como parte de su yo y como objeto exterior al mismo «con respecto al cual repite todas las relaciones de objeto negativas y positivas que ha tenido hacía su propia madre». En sus fantasías. su padre se ha transformado en su hijo en el acto de la copulación, «que en último grado representa para su inconsciente la incorporación oral de su padre» y «conserva este papel en la preñez imaginaria o real que le sigue». Después de que este proceso de introyección ha tenido lugar, su niño se transforma en la «encarnación del yo ideal que ha desarrollado anteriormente» y también representa «la encarnación de sus propios ideales que no ha podido realizar». La actitud ambivalente que adopta frente a su hijo es debida, en parte, a que toma el lugar de su superyó a menudo en fuerte oposición con su yo y reaviva en ella aquellos sentimientos ambivalentes hacia sus padres que surgieron de su situación edípica, pero también es, en parte, debida a que hace una carga regresiva de sus primeras posiciones libidinales. Su identificación de niños con heces, de las cuales tiene una valoración narcisística, se transforma en la base de una valoración similar narcisística de su hijo, y sus formaciones reactivas contra su original sobreestimación de sus excrementos despiertan sentimientos de repugnancia en ella y hace que quiera expeler a su hijo.
Esta opinión requiere, creo, ser ampliada en uno o dos puntos.
La ecuación que hace la mujer en los primeros estadíos de su desarrollo entre el pene del padre y un hijo, la conducen a darle al niño dentro de ella el significado de un superyó paternal, desde que su pene internalizado forma el núcleo de su superyó. Así, su actitud frente a su hijo real o imaginario es no solamente una actitud ambivalente, sino que está cargada por una cierta cantidad de ansiedad que ejerce una influencia decisiva sobre sus relaciones con su hijo. He encontrado que la ecuación que ha hecho entre heces e hijos había afectado ya la relación con su hijo imaginario cuando era muy pequeña. Y la ansiedad que siente a causa de sus fantasías sobre sus excrementos ardientes y venenosos, los que en mi opinión refuerzan sus tendencias de expulsión pertenecientes a un estadío anal primario, es una de las razones por las cuales experimenta más tarde sentimientos de odio y temor hacia el niño verdadero que está en su interior.
Como ya he señalado, el miedo de la niña a su pene introyectado «malo» la induce a fortalecer su introyección de un pene «bueno», desde que esto le ofrece protección y auxilio contra el pene «malo» dentro de ella y contra sus malas imagos y sus excrementos, que considera como sustancias peligrosas. Es este pene cordial y «bueno», concebido a menudo como uno pequeño, el que toma el significado de un niño. Este niño imaginario, que provee a la niña pequeña de protección y ayuda, representa originariamente en su inconsciente los contenidos buenos de su cuerpo. La ayuda que le presta contra su ansiedad es, por supuesto, puramente fantástica, pero entonces los objetos que teme son igualmente fantásticos, porque en este estadío de su desarrollo está principalmente gobernada por una realidad subjetiva e interna .
En mi opinión, la niña normalmente siente un deseo tan intenso de tener niños deseo que es mayor que ningún otro debido a que la posesión de niños es un medio de vencer su ansiedad y aliviar su sentimiento de culpa.
Como sabemos, las mujeres desean a menudo más un niño que un compañero sexual. La actitud de la niña pequeña frente al niño es también de gran importancia para la creación de sus sublimaciones. Los ataques imaginarios que realiza contra el interior de su madre por medio de sus excrementos destructivos y venenosos originan do das sobre los contenidos de su propio cuerpo. Debido a la equiparación de heces con niños, sus fantasías sobre heces «malas» en su interior la conducen a la formación de fantasías sobre tener un niño «malo» allí dentro , y esto es equivalente a tener un niño «horrible» y mal formado. Las formaciones reactivas de la niña contra sus fantasías sádicas de las heces peligrosas dan lugar, me parece, a sublimaciones de tipo específicamente femenino. Analizando niñas pequeñas, vemos claramente cuán íntimamente sus ansias de poseer un niño «hermoso» (bueno y sano) y sus esfuerzos infatigables por embellecer sus bebés imaginarios y sus propios cuerpos están relacionados con su miedo de haber producido, en ella misma y en su madre, niños «malos» y «horribles», que ella equipara a excrementos venenosos.
Ferenczi ha descrito los cambios que sufren los intereses del niño por las heces en los diversos estadíos de su desarrollo y ha llegado a la conclusión de que sus tendencias coprofílicas están tempranamente sublimadas, sólo en parte, en un placer por las cosas brillantes .
Creo que un elemento en este proceso de sublimación es el miedo del niño por los trozos de excrementos peligrosos y «malos». Desde aquí hay un camino directo sublimatorio que conduce al tema de la «belleza».
La misma fuerte necesidad que sienten las mujeres de tener un cuerpo hermoso, un hogar encantador y belleza en general, se basa en sus deseos de poseer un hermoso interior de su cuerpo, en el cual se alojen los objetos buenos y hermosos y excrementos inofensivos. Otra línea de sublimación, que parte del miedo de la niña a los excrementos peligrosos y malos, conduce a la idea de los productos buenos en el sentido de saludables (aunque incidentalmente bueno y hermoso a menudo significan lo mismo para la niña pequeña). De este modo se refuerzan en ella aquellos sentimientos maternales originarios de dar, que surgen de su posición femenina.
Si la niña pequeña se halla suficientemente animada por sentimientos de naturaleza optimista, creerá no sólo que su pene internalizado es bueno, sino también que los niños dentro de ella son seres útiles. Pero si está llena de miedo a un pene internalizado «malo» y a excrementos peligrosos, la relación con su hijo real en su vida posterior estará a menudo dominada por la ansiedad. Sin embargo, a menudo, cuando sus relaciones con su compañero sexual no la satisfacen, establecerá una relación con su hijo que le proporcionará satisfacción y apoyo moral. En estos casos, en los cuales el acto sexual en sí ha recibido demasiado fuertemente el significado de una situación de ansiedad y su objeto sexual se ha transformado en un objeto de ansiedad para ella, es su niño el que atrae para si la calidad de un pene bueno y provechoso. La mujer que vence la ansiedad precisamente por medio de sus actividades sexuales, puede tener una relación bastante buena con su esposo y mala con su hijo. En este caso ha desplazado en su mayor parte su ansiedad concerniente al enemigo dentro de ella, hacia su hijo; y son los miedos que resultan de esto los que, según he encontrado, están en el fondo de su miedo al embarazo y al parto, miedos que se agregan a sus sufrimientos físicos mientras está embarazada y que pueden hacerla incapaz psicológicamente de concebir un hijo.
Ya hemos visto de qué modo el miedo de la mujer al pene «malo» puede aumentar su sadismo. Mujeres que tienen una actitud fuertemente sádica hacia su esposo, en general consideran a su hijo como un enemigo. Así como consideran el acto sexual como un medio de destruir su objeto, quieren tener un hijo para tenerlo en su poder como si fuera algo hostil a ellas. Pueden entonces emplear el odio que sienten por su temido enemigo interno contra sus objetos externos, esposo o hijos. Por supuesto que hay también mujeres que tienen una actitud sádica frente a su esposo y una amistosa y cordial frente a sus hijos y viceversa, pero en cada uno de estos casos es la actitud de la mujer frente a sus objetos introyectados, especialmente al pene del padre, la que determinará su actitud frente al esposo e hijos.
La actitud de la madre frente a sus hijos está basada, según sabemos, sobre sus primeras relaciones con sus objetos. De acuerdo con que su hijo sea varón o mujer, tendrá frente a él, en mayor o menor grado, aquellas relaciones emocionales que tuvo en su primera infancia con el padre, tíos y hermanos, o con su madre tías y hermanas. Si ha equiparado principalmente la idea de un hijo con la de un pene «bueno», serán los elementos positivos de estas relaciones los que transferirá a su hijo . Condensará un número de imagos amistosas en su persona , representará la «inocencia» de la infancia y será a sus ojos lo que ella quiso ser en su primera infancia. Y uno de los motivos fundamentales de las esperanzas que abriga sobre su feliz y satisfactorio crecimiento es que ella pueda, en sentido retrospectivo, transformar su propia infancia insatisfecha en una época de felicidad.
Existe, creo, un gran número de factores que ayudan a fortificar las relaciones emocionales que tiene la madre hacia su hijo. Al traerlo al mundo ha producido la refutación más fuerte de todos los miedos que surgen de sus fantasías sádicas. El nacimiento de su hijo no sólo significa en su inconsciente que el interior de su propio cuerpo y los niños imaginarios están ilesos o han sido bien hechos, sino que también invalida todas las clases de miedos asociados con la idea de niños. Esto demuestra que los niños dentro de la madre sus hermanos y hermanas y el pene del padre (o su padre) que ha atacado allí, y también su madre, están todos ilesos o restaurados otra vez. Tener un bebé representa, así, la restauración de un número de objetos, y aun en algunos casos, la recreación de todo un mundo.
Amamantar a su hijo es también muy importante y crea una ligazón íntima y especial entre ellos. Al dar a su hijo el producto de su propio cuerpo, que es esencial para su nutrición y crecimiento, puede finalmente refutar y poner buen final al círculo vicioso que comenzó en ella siendo niña, con sus ataques sobre el pecho de su madre como primer objeto de sus impulsos destructivos, y que contenían fantasías de destruir su pecho mordiéndolo en pedazos y ensuciándolo, envenenándolo y quemándolo por medio de sus excrementos. Porque en su inconsciente considera que dar a su hijo leche nutritiva y benéfica es prueba de que sus primeras fantasías sádicas no se han realizado, o de que ha tenido éxito en la restauración de sus objetos .
Como ya ha sido señalado, el individuo ama su objeto «bueno» tanto más porque siendo algo al cual él puede dedicar sus tendencias restitutivas le suministra gratificación y disminuye su ansiedad. Ningún objeto posee esta cualidad en un grado tan importante como el niño pequeño. Además, empleando su amor maternal y sus cuidados sobre su hijo, ella no sólo realiza sus primeros deseos, sino que desde que se identifica con él, comparte el placer que le proporciona. En la inversión de las relaciones de la madre y el niño, ella puede experimentar una feliz renovación de sus primeras ligazones hacia su madre y permitir que sus primitivos sentimientos de odio hacia ella retrocedan al fondo y que tomen la delantera sus sentimientos positivos.
Todos estos factores contribuyen para dar a los niños una enorme importancia en la vida emocional de las mujeres, y podemos ver fácilmente por qué es que su equilibrio mental estará tan trastornado si su hijo no resulta sano y especialmente si es anormal. Así como un hijo sano y que prospera es la refutación de gran número de miedos, del mismo modo, uno anormal, enfermizo o simplemente que no la satisface, es una confirmación de ellos, y puede aun llegar a ser considerado como un enemigo y un perseguidor.