SECCION III. Psicofarmacología especial, Capítulo 16: Psicofarmacología geriátrica (Consideraciones generales)

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Psicofarmacología geriátrica

16-10. Consideraciones generales del tratamiento

Hasta la actualidad, las drogas de eficacia probadas en la enfermedad de Alzheimer son los inhibidores de la acetilcolinesterasa y la combinación de estas drogas con otras que actúen sobre la misma u otras líneas de neurotransmisores.

Se pueden asociar los inhibidores de la acetilcolinesterasa (tacrina, donepezil, rivastigmina )con:

a) anticolinérgicos (lecitina, nicotina);
b) aminérgicos (IMAO, desimipramina, nortriptilina, clonidina);
c) serotoninérgicos (IRSS, moclobemida, risperidona);
d) dopaminérgicos (L-deprenyl, bromocriptina, neurolépticos);
e) antioxidantes (idebenona, vitamina E);
f) antiinflamatorios (aspirina, ibuprofeno, prednisona).

Si se trata de la enfermedad de Alzheimer leve, las demencias de tipo vascular o de otras causas no degenerativas, los moduladores glutamatérgicos (aniracetam, memantina) y los compuestos neuroprotectores y activadores del metabolismo neuronal (idebenona, bifemelano, fosfatidilserina, Pacetilcarnitina, gangliósidos) pueden producir una disminución del declinamiento y/o una mejoría cognitiva. Estas drogas pueden ser combinadas con las anteriormente nombradas. El efecto cognitivo aparece de 1 a 6 meses de comenzado el tratamiento.

Si bien hay datos que muestran la implicancia del factor genético en la etiología del Alzheimer, la expresión fenotípica de la enfermedad depende de la interacción de lo genético con factores individuales y ambientales a conocer, al igual que los instrumentos terapéuticos que le den una mejor calidad de vida a quienes padecen un síndrome demencial.

Dado que en estos momentos transcurre la «era sintomática» del tratamiento, además de los efectos terapéuticos y colaterales de los diferentes fármacos, se deberá tener en cuenta -si se lo considera efectivo- la relación económica entre costo y beneficio, ya que el tratamiento es prácticamente de por vida. La esperanza terapéutica radica en que, en un futuro próximo, se desarrollen tratamientos a largo plazo preventivos (genéticos, antiamiloideos, antiautoinmunes, etc.).