SESION NUMERO UNO (Lunes), Caso Richaard

SESION NUMERO UNO (Lunes)

(Las dos primeras sesiones están basadas en notas incompletas.)

M.K. ha preparado algunos juguetitos, un cuaderno, lápices y tizas, y los ha colocado sobre una mesa a la que hay arrimadas dos sillas. Cuando se sienta, se sienta también Richard, quien no presta atención a los juguetes y se queda mirándola con aire expectante y ansioso, evidentemente esperando que diga algo. M.K. le dice que ya sabe la razón por la cual ha venido a verla: porque tiene ciertas dificultades para las que necesita que se le ayude.
Richard se muestra de acuerdo y en el acto empieza a hablar de sus preocupaciones (nota 1). Tiene miedo de los chicos que encuentra en la calle y de salir sólo, temor que se hace cada vez mayor. Ha llegado a hacerle odiar el colegio. También piensa mucho en la guerra. Por supuesto que sabe que los aliados van a ganarla y esto no le preocupa, pero ¿no es tremendo lo que Hitler hace con la gente, y en particular las cosas terribles que ha hecho a los polacos? ¿Se propone hacer lo mismo aquí? Agrega que está seguro de que va a ser derrotado (Y al hablar se dirige a un mapa grande que cuelga de una pared.)… Después sigue. M.K. es austriaca, ¿no? Hitler ha sido espantoso con los austríacos a pesar de serlo él mismo… Después se refiere a una bomba que cayó cerca de su jardín donde solían vivir (en "Z"). La pobre cocinera estaba sola en la casa. Da una dramática descripción de lo ocurrido. El daño real no fue demasiado grande: sólo se rompieron algunas ventanas y se desplomó el invernadero del jardín, pero la pobre cocinera debió de estar aterrorizada y tuvo que ir a dormir a casa de unos vecinos. También piensa Richard que los canarios deben de haberse sacudido dentro de sus jaulas y asustado muchísimo… Habla otra vez de la crueldad de Hitler para con los países conquistados… Y a continuación trata de recordar si tiene otras preocupaciones que no haya aún mencionado. Ah, sí, a veces se pregunta cómo es él por dentro y cómo son los demás. Le causa extrañeza la manera como circula la sangre. Si uno se pusiera cabeza abajo durante un tiempo largo y toda la sangre bajara a ella, ¿se moriría?
M.K. le pregunta si no se preocupa a veces también por su madre .
Richard contesta que con frecuencia de noche tiene miedo y que hasta hace cuatro o cinco años llegaba a estar realmente aterrado. Últimamente también se ha sentido a menudo "solo y abandonado" justo antes de dormirse. Se preocupa frecuentemente por la salud de mamá que a veces no está bien. Una vez, tras un accidente, la trajeron a casa en una camilla: la habían atropellado. Aunque esto ocurrió antes de nacer él, piensa en ello a menudo… De noche teme que un hombre asqueroso -una especie de vagabundo- venga a secuestrar a mamá. Entonces se imagina cómo él, Richard, iría a ayudarla, y quemaría al vagabundo con agua caliente hasta dejarlo desmayado. Y si llegara a morirse por hacerlo, no le importaría… bueno sí, le importaría mucho… pero ello no le detendría de ir al rescate de mamá.
M.K. le pregunta cómo piensa que el vagabundo entraría en la pieza de su madre.
Richard contesta, tras alguna resistencia, que quizá podría entrar por la ventana, rompiéndola.
M.K. entonces sugiere que ese vagabundo se parece mucho al Hitler que asustó a la cocinera durante el bombardeo aéreo y que maltrató a los austríacos. Como Richard sabe que M.K. es austriaca, piensa que también ella va a ser atacada. Quizá también de noche, cuando sus padres se van a la cama, teme que pase algo con sus genitales de manera que mamá quede dañada (nota II).
Richard queda sorprendido y asustado. Parece no entender lo que significa la palabra "genital" . Hasta ahora, es evidente que ha comprendido todo y que ha estado escuchando con sentimientos contradictorios.
M.K. le pregunta si sabe lo que quiere decir la palabra "genital".
Aunque Richard dice al principio que no, admite luego que cree que sí. Dice que mamá le ha contado que dentro de ella se hacen los bebés; que tiene allí huevitos y que papá le echa una especie de fluido que los hace crecer. (Conscientemente parece no tener ninguna idea del coito, ni saber el nombre de los genitales .) Continúa diciendo luego que su papá es muy bueno y bondadoso, y que nunca haría nada a mamá.
M.K. interpreta que puede tener sentimientos contradictorios hacia papá. Que a pesar de saber que papá es bueno, de noche, cuando tiene miedo, puede temer que haga daño a mamá. Cuando habló del vagabundo no se acordó de que papá, que duerme en la misma habitación que mamá, la podría también proteger, y esto se debe a que siente que es el mismo papá el que podría dañarla. (En este momento Richard parece impresionado y claramente acepta la interpretación.) M.K. continúa diciéndole que durante el día piensa que papá es bueno, pero que de noche, cuando no puede ver a sus padres ni saber lo que hacen en la cama, puede pensar que papá es malo y peligroso y que todas las cosas terribles que le pasaron a la cocinera, y la ruptura de vidrios y el estallido, le estuvieran también pasando a mamá.
[División de la imagen paterna en una parte buena y otra mala.]
Estos pensamientos pueden estarle preocupando aunque no se dé cuenta de ellos. Hace un momento ha hablado de las cosas terribles que el austríaco Hitler hace a los austríacos, con lo cual quiere decir que maltrata a su propia gente, incluyendo a M.K. De la misma manera puede papá atacar a mamá.
Aunque Richard no dice nada, parece aceptar la interpretación (nota III). Desde el comienzo de la sesión ha estado extremadamente ansioso por hablar de sí mismo, como si esperara esta oportunidad desde hace mucho tiempo. Aunque repetidamente ha mostrado señales de angustia y de sorpresa, y ha rechazado algunas interpretaciones, hacia el final de la hora su actitud cambia y se pone menos tenso. Dice que ha visto los juguetes, el papel y los lápices en la mesa, pero que no le gustan los juguetes, y que prefiere hablar y pensar. Se muestra muy amistoso y satisfecho cuando se separa de M.K. y dice que se alegra de volver al día siguiente (nota IV).
Notas de la sesión número uno.

I. No es raro que en el período de latencia los niños pregunten para qué vienen al análisis. Lo más probable es que lo hayan ya preguntado en casa, resultando de utilidad discutir el asunto con los padres o con la madre antes de empezar. Si el niño reconoce sus propias dificultades, la contestación que hay que darle es fácil: se le contesta que viene a causa de ellas. En el caso de Richard yo misma introduje el tema, pues la experiencia me dice que es útil hacerlo en los casos en que el propio niño no lo hace a pesar de la curiosidad que siente. De no hacerlo así, pueden transcurrir varias sesiones antes de que se tenga la oportunidad de explicar las razones del tratamiento. Hay, sin embargo, casos en los que tenemos que descubrir en el material inconsciente el deseo del niño de saber cuál es la relación que guarda con el analista y su toma de conciencia de que necesita el tratamiento y de que éste le es útil. (He dado ejemplos acerca del comienzo de un análisis de latencia en El psicoanálisis de niños, capítulo IV.)
II. El punto de vista de los analistas difiere en cuanto al momento de la transferencia en que conviene interpretar. Aunque creo que no debe de transcurrir ninguna sesión en la que no haya alguna interpretación transferencial, mi experiencia me ha demostrado que no es siempre al principio cuando se debe interpretar la relación transferencial. Cuando el paciente está profundamente preocupado por la relación que mantiene con su padre, madre, hermano o hermana, o con experiencias pasadas o presentes, es necesario permitirle toda posibilidad en la que pueda referirse a estos temas. En estos casos la referencia al propio analista debe de venir después. En otros, en cambio, uno siente que cualquiera sea el tema que el paciente esté tocando, todo el énfasis emocional se refiere a su relación con el analista, y entonces la interpretación debe referirse antes que nada a la transferencia. No necesitamos recordar que las interpretaciones transferenciales siempre implican referir a objetos anteriores las emociones que se sienten hacia el analista. De no hacerse así, no se cumple del todo la función a la que están destinadas. Esta técnica de interpretar la transferencia fue descubierta por Freud desde las primeras épocas del psicoanálisis y sigue teniendo total validez en la actualidad. La intuición del analista es la que debe llevarle a reconocer la transferencia en material en el que quizás él no haya sido mencionado directamente.
III. En varias ocasiones a través de todo el caso, indico las respuestas de Richard a mis interpretaciones. Algunas veces éstas eran negativas, e incluso expresaban un fuerte rechazo; otras, expresaban un total acuerdo, mientras que en ocasiones, la atención del niño parecía desviarse como si no me oyera. Pero aun en estas oportunidades sería erróneo suponer que no hubiera en él respuesta; lo que pasaba es que a menudo no pude yo tomar nota del efecto fugaz que mi interpretación le había hecho. El niño a veces se mantenía en silencio, sentado, mientras yo hablaba, o bien podía levantarse, y coger un lápiz, un juguete o el papel. También solía interrumpirse con algo que constituía una asociación más o una duda. Por todo ello mis interpretaciones pueden con frecuencia parecer más largas y seguidas de lo que en realidad fueron.
IV. Es poco común que un latente produzca en las primeras sesiones el tipo de material que trajo Richard. Por ello las interpretaciones son también diferentes. Tanto el contenido de la interpretación, como el momento en que se formula, varían de acuerdo con el paciente, el material que éste da y la situación emocional dominante.(Véase El psicoanálisis de niños, capítulo IV.)

 

(4)Su madre me había dicho que se preocupaba mucho cuando a ella le pasaba algo. Este tipo de información no puede ser usado a menudo y sólo debe formar parte de la interpretación si encaja muy profundamente en el material. Es más seguro depender sólo del material que el niño dé, pues si no, podemos hacerle sospechar que el analista se mantiene en un contacto estrecho con sus padres. Pero en este caso particular sentí que el niño estaba excepcionalmente dispuesto a hablar de sus preocupaciones.
(5)Véase la Introducción.
(6)Yo le habla preguntado a su madre cuál era la expresión con que Richard deno¬minaba a su genital, y ésta me contesto que con ninguna, pues nunca se refería a él. Tampoco llamaba de ninguna manera a los actos de orinar y defecar, pero cuando yo introduje las expresiones de "lo grande" y "lo chico" (big job, little job), y más tarde la palabra heces, las comprendió sin ninguna dificultad.
En casos como éste en que el ambiente ha favorecido tanto la represión que no se usa expresión alguna para designar a los genitales ni a las funciones corporales, el analista debe él mismo introducirlas. No cabe duda de que el niño sabe que tiene un genital, tanto como se produce orina y materia fecal, de manera que las palabras que se le dan le ponen en contacto con este conocimiento, tal como se demostró en este caso. De igual manera al principio tuve que referirme a las relaciones sexuales con la descripción de lo que él mismo creía inconscientemente que sus padres hacían durante la noche. Gradualmente fui usando las palabras "relaciones sexuales" y más tarde "coito».