Salud mental y trabajo: tratamiento de la depresión (prevención primaria, secundaria y terciaria)

Dada la relación etiológica entre el lugar de trabajo
y la depresión, una forma de considerar su tratamiento sería el
uso de la prevención primaria, secundaria y terciaria.
La prevención
primaria
, consistente en el intento de eliminar la raíz del
problema, supone la realización de cambios organizativos fundamentales
para mejorar algunos de los factores estresantes ya
descritos. La prevención secundaria, que consistiría en intentar
“inmunizar” al individuo frente a la enfermedad, comprendería
intervenciones como la formación para el afrontamiento del
estrés y los cambios del estilo de vida. La prevención terciaria, o
la tarea de ayudar a la persona a recuperar su salud, supone un
tratamiento psicoterapéutico y psicofarmacológico.
El clínico de hoy dispone de una gama creciente de enfoques
psicoterapéuticos. Las estrategias psicodinámicas estudian las
luchas y conflictos del paciente en un formato poco estructurado
que permite explorar todos los materiales que van surgiendo en
la sesión, por muy marginales que parezcan ser al principio. Se
han hecho ciertas modificaciones de este modelo, limitando el
número de sesiones o la amplitud del foco, con el fin de crear
muchas formas nuevas de terapia breve. La terapéutica interpersonal
se centra de modo más exclusivo en los patrones de las
relaciones entre el paciente y los demás. Otra terapéutica, de
popularidad creciente, es la cognitiva, basada en el precepto “Lo
que piensas es lo que sientes”. En este caso, se aplica un formato
muy estructurado se analizan, cuestionan y modifican los
“pensamientos automáticos” del paciente ante ciertas situaciones
para obtener una respuesta emocional menos inadaptada.
Aunque las psicoterapias se han desarrollado con gran
rapidez, el arsenal psicofarmacológico lo está haciendo más aún.
En los últimos decenios previos a 1990, los medicamentos más
utilizados en el tratamiento de la depresión eran los tricíclicos

(imipramina, amitripitilina y nortriptilina, por ejemplo) y los
inhibidores de la monoaminooxidasa (Nardil, Marplan y
Parnate). Todos ellos actúan sobre los sistemas neurotransmisores
que se cree intervienen en la depresión, pero afectan
también a otros receptores, lo que origina diversos efectos secundarios.
A comienzos del decenio de 1990 se introdujeron varios
fármacos nuevos (fluoxetina, sertralina, Paxil, Effexor, fluvoxamina
y nefazodona), que han logrado una gran difusión por ser
“más limpios” (al unirse de forma más específica a las localizaciones
relacionadas con la depresión) y permitir, de este modo,
un tratamiento eficaz con muchos menos efectos secundarios.