Seminario 13: Clase 21, del 8 de Junio de 1966 (segunda parte)

En otros términos, es necesario que en la relación hombre—mujer, el
objeto contingente, el objeto caduco del goce mamífero sea capaz de ser
negativizado. Es necesario que el hombre se de cuenta que el goce
masturbatorio no es todo
, inversamente de que la mujer se abra a la
dimensión de que este goce le falta. No digo ahí cosas muy esotéricas,
pero está ahí el verdadero fundamento de la relación castrativa, si
queremos darle un sentido cualquiera en cuanto a la manera o en la
manera que funciona realmente. Dicho como se los acabo de decir, eso
acaba por caer en la perogrullada. Es en este caso que ustedes no ven
dónde está el problema, a saber, que ella es la naturaleza de éste signo
negativo que se trata de llevar sobre esto objeto, el falo.
Esas no son, por supuesto, cosas que intentaré siquiera abordar en los
últimos minutos de mi Seminario de este año. Pero, es precisamente para
responder a tales cuestiones que el del año próximo, —si Dios la da su
favor— se llamará La lógica del fantasma. No obstante, quisiera desde
ahora hacerles notar como introducción a esta lógica que la cuestión que
concierne a lo negativo, como se dice, o a la negatividad, merecería,
en fin, que tocáramos ahí una orientación que no fuera simplemente
parcelaria y para no descifrarla, sino para esclarecerla, comenzaré como
hice, desde siempre con instrumentos: el arado de madera que abre un
surco, breve, por supuesto y es aquel en el que me entretuve, esto desde
hace mucho tiempo, yo no sé incluso si lo dejé salir jamás frente a
vuestro auditorio para puntuar estos tres registros que son: el primero,
el imaginario, que escribo así con una pequeña ortografía china que
todos decimos cuando, —¿qué…?—, cuando en un campo encontramos el
vacío. ¡Y si ustedes creen que es fácil de explicar eso, esta noción de
campo y de vacío!. Desde luego, el registro gestáltico se ofrece
inmediatamente, sólo que la rapidez con la que se contamina hacia una
versión simbólica con la noción de clase, por ejemplo, que toca
justamente de su presencia toda su densidad, debe volvernos
extremadamente prudentes en cuento al manejo, aunque sepa escribirlo con
esta ortografía barroca, que es esta de la que no hago nada más que una
ocasión de memorizarla con mi instrumento transitorio, llamo a esto:
hainada2 , escrito como ustedes lo ven ahí. Hay algo que está, en todo
caso bien zanjado y que no tiene nada que ver con el hainada, es el que
expreso en la segunda línea y bajo esta forma. Son, después de todo, no
tengo razón para rehusarles la anécdota, esta forma torcida del lenguaje
de un nenito que era muy inteligente, ya que era mi hermano. El
gniakavaba, me dice conjugando así extrañamente un verbo, cuyo radical
sería gniaka. Y bien, un registro del gniaka es absolutamente esencial,
esto por lo cual un estado presente se supone derivado de algo que hace
sea amputado de algo.
Esta es la forma más radical por la que se introduce toda una categoría
donde tendremos, justamente, que orientarnos en cuanto a las
instauraciones propiamente simbólicas de la negación. Porque el gniaka
va muy lejos, puede ser una falta, puede ser también un punto de
partida: gniaka, tener un punto de partida, a eso se lo llama el cero,
elemento neutro. Nada más que por este gniaka ustedes tienen lo que, se
llama un grupo abeliano. Esto para indicarles en qué vía seremos
llevados a ordenar nuestras reflexiones el año próximo. Pero,
seguramente este gniaka no deja de indicarnos volver sobre lo que
dijimos el año pasado en cuanto a la función del cero como suturando la
instancia del sujeto y articular la relación del sujeto al deseo y
también a la castración, gniaka, meter el signo negativo sobre el pene y
la función fálica se instaura con todo el uso absolutamente ciego que
sabemos hacer de esto. Y luego hay algo para lo cual no hay palabras, ni
etiqueta, al menos en mi registro, y esto por una buena razón es que si
yo lo denominara o si yo lo supusiera tendría alguna relación con esta
función imaginaria o aquella de la simbolización.
Este tercer término al que desde hace ya tres años que estoy acá, les
enseño a conocer por alguna vía que no podría decir que sea la de la
palpación, es mucho, más, intento, solicito, apelo a ustedes para que se
identifiquen en lo que se puede llamar ahí en un lenguaje matemático el
factor T.O.R., lo que quiere decir lo que hay en lo real, en este real
con el que tenemos que ver y que es, justamente, la que hay más allá por
fuera de esta necesidad que nos constriñe a no unir al goce, sino ese
poco de realidad del fantasma. Este real testimonia una cierta torsión.
Esta torsión no es la ananké de la que habla Freud porque ananké y no
logos son, ambos, del orden de lo simbólico.
La única necesidad
constrictiva es la que impone el real no entra más allá, como es
manifiesto en la experiencia, sino para entre estas soluciones
necesarias —porque siempre hay varias—, designar aquella que es
imposible. Tal es la función de lo real y su torsión. Esta torsión es la
misma que intentamos captar a nivel de lo que es nuestro campo, que yo,
al menos, este año intenté aportarles el material que les permita, a
continuación de lo que tenemos que decir, que repetir, cómo se corta en
una tela que es común esta relación del sujeto al Otro, este
advenimiento del sujeto en el significante, gracias a lo cual se
sostiene en este fantasma en su relación con lo real, gracias a lo cual
la opacidad nos aparece de un goce indefinido.