Seminario 14: Clase 18, del 10 de Mayo de 1967

Ante todo quiero avisarles que a mi pesar no daré el seminario el miércoles próximo porque hay huelga y voy a respetarla. No habrá entonces seminario sino en quince días, el 24 de Mayo.

¿Alguien tiene alguna observación que hacerme sobre lo dicho en la última sesión?, ¿alguien ha reflexionado en lo que he escrito en el pizarrón?. No parece. No sé si debo o no respirar por eso, a causa de la profunda distracción con la que se recibe lo que hago.

Me hice mala sangre, por haber escrito en el pizarrón la fórmula de a= (raíz cuadrada de 5 menos 1 sobre 2) y a continuación después el valor de 2,236… Hubiera sido mejor precisarles lo que había escrito, no era el valor de a sino de √ 5. Uno se imagina que a sea 2,… (esta es una cifra mucho más elevada que 6/10); es útil conocerla cuando quieran escribir sus magnitudes, esas líneas de las que me sirvo, ponen en una proporción exacta la longitud de a al lado de la definida para equivaler a la unidad.

Continuaremos avanzando en esta lógica que elaboro bajo el nombre de lógica del fantasma, tiene un fin que muchas veces he definido, que hace falta que venga a aplicarse sobre lo que no podría ser algo más que una obra de cribado, de crítica, contra lo que está adelantado en cierto nivel de experiencia y bajo una forma teórica que quizá pueda ser defectuosa.

En esta línea he puesto para vuestro uso la obra que me había parecido importante en el momento que surgió; es accesible a todo el mundo, ya que fue traducido al francés bajo el título de Nevrose de base. Es de alguien a quien no le falta talento ni penetración, Bergler, obra que les recomiendo a título de ejemplo, de soporte ocasional de lo que puede servir en este trabajo. Recomendárselos a título de ejemplo no es recomendárselos a título de modelo. Es, sin embargo, una obra de gran mérito a pesar de no ser por esa vía que veremos esclarecerse, la naturaleza de las neurosis. No es decir tampoco, que no se haya percibido ahí algún resorte esencial: las nociones de estructura que están en primer plano (que, además, en el sentido en que empleo esta palabra no son privilegio de este autor); lo que se enuncia en esta noción de capa, que por la misma razón va de lo superficial a lo profundo, o inversamente de lo profundo a lo superficial. Principalmente aquella de donde parte el autor, a saber en el caso que examina, pero aún hace falta agregar que las considera como las más numerosas en la neurosis -los casos definidos, según él, por lo que llama regresión oral. Se definen en su texto:

Las neurosis hacen surgir constantemente la situación del triple mecanismo en la oralidad que tenemos aquí:

1) Me crearé el deseo masoquista de ser rechazado por mi madre, creando o deformando situaciones en las que algunos sustitutos de la imagen preedípica de mi madre rehusarán mis deseos. Esta es la capa más profunda, la de acceso más difícil, contra cuya revelación el sujeto se defenderá con más fuerza y por más tiempo. Esto para los oyentes más novicios de esta sala.

2) no seré cociente de mi deseo de ser rechazado y de que soy el autor de este rechazo, veré solamente que tengo razón de defenderme. Mi indignación está justificada, así como la seudo agresividad que testimonio frente a esos rehusamientos.

3) después de lo cual me apiadaré de mí, en razón de que tal injusticia no pueda llegar más que a mí, y gozaré una vez más de un placer masoquista.

Dejo lo que Bergler agrega sobre lo que llama el punto de visto clínico, singular diferenciación que por otra parte considera como resumen de la génesis del triple elemento genético. Forma o aspecto clínico que se define para nosotros por la intervención de un Superyó, cuya vigilancia consiste en mantener la presencia del elemento que aquí designa como masoquista, como elemento siempre activo, en el mantenimiento de la defensa.

Este segundo punto de vista es discutible, no lo haré hoy. Lo que adelanto sobre este tema es: que en ninguna parte está articulado que en la pulsión oral el sujeto quiera ser rehusado, porque no es verdad decir que la pulsión oral consiste en querer obtener principalmente el seno. Si la observación es fundada, en su posición radical, en ningún punto de este trabajo, Bergler da cuenta de lo que esto quiere decir con relación a una pulsión oral, y el porque de alguna manera al comienzo lo que parece tendencia natural es así invertido. Punto importante ya que el sujeto argumentará su posición natural para sostener esta agresividad, que Bergler denomina justamente seudo, ya que no es una, dejando abierta de qué se trata al nivel de una agresividad que no sería seudo.

Sobre este tema he introducido el registro del narcisismo, equivalente a lo que en la teoría ordinariamente establecida se llama narcisismo secundario, he aquí la agresividad como su dimensión constitutiva y como distinta, a ese título, de la pura y simple agresión. Nos encontramos con un abanico de nociones desde la pretendida agresión, que no conviene casi en ningún caso, cuando se trata de fenómenos neuróticos de la agresividad narcisista, en fin, esta seudo agresividad que especifica Bergler surgiendo en cierto nivel de la neurosis oral... Puntúo simplemente estas distinciones sin darle por ahora su desarrollo completo.

Sea cual fuera la cuestión, se plantea lo que conviene mantener como estatuto, hasta el presente mantenido como agresivo, de cierto tiempo de la pulsión oral, y porque en la neurosis oral este acento es referido y planteado por Bergler como el más radical.

El alcance de mis señalamientos no es cortar, en cuanto que un corte implicaría buscar de qué habla, a saber, de qué neurosis, de qué momento. Pero falta en este teórico (sino hubiera que inclinarse en el punto donde las cosas se detienen) que quiere decir y porque es pertinente el término ser rehusado.

Ser rehusado sugiere a lo que queda en suspenso: ¿Ser rehusado a título de qué?, ¿en tanto que?. No tenemos que suponer en el umbral de la teoría analítica, como una novedad lo que pasa cuando nos presentamos en una relación, por ejemplo, que se calificaría de intersubjetiva.

Saben por al respecto lo que expresó cierto pensamiento, hegeliano, del que Sartre destacando una rama ha acentuado, en cierto nivel, la exclusión radical mutua de las conciencias, el carácter incompatible de sus existencias, o él o yo, que surgiría desde que aparece la dimensión del sujeto. Es bastante decir también, cuanto puede avanzar también en la génesis inicialmente tomada en la lucha a muerte que toma su estatuto de la concepción radical del sujeto como absolutamente autónomo como Selbstbewußtsein.

¿Es de este orden que se trata?. No me parece, por todo lo que nos aporta la experiencia psicoanalítica en lo atinente al estadio oral; hace intervenir otra dimensión, la dimensión corporal de la agresividad oral, de la necesidad de morder y el miedo a ser devorado.

El ser rehusado hay que tomarlo en esta ocasión, como relativo al objeto. En verdad se verá fácilmente en su justificación en esto: que ser rehusado sería, en este registro, salvarse de engullimento del partenaire. Sería demasiado simple responder así a la cuestión del estatuto del ser rehusado y decir que es demasiado simple y suficientemente subrayado por esto (dos veces repetido en los renglones que acabo de leerles de Bergler) que asocia a esta neurosis oral, como siendo esencial, la dimensión del masoquismo. El ser rehusado en cuestión, es rehusamiento de derrota, es un rehusamiento humillante, escribe aún el autor; y es lo que le permite introducir la etiqueta de masoquismo, que califica de masoquismo psíquico, consagrado de alguna manera arbitrario al término masoquismo. No diga que no haya en el texto de Freud pretexto para introducirlo, pero está tomado con un uso donde de ahora en más es corriente, y hablando con propiedad, ruin.

La alusión de la referencia al objeto al nivel de este rehusamiento, es lo que podría justificar la introducción de la dimensión del masoquismo. Es inexacto decir que lo que carácteriza al masoquismo es el lado penoso, asumido como tal en una situación. Abordar las cosas desde este ángulo termina en el abuso de hacer de la dimensión sadomasoquista el registro esencial, por ejemplo de la toda relación analítica.

Hay una verdadera perversión analítica, tanto del pensamiento de Freud como de la teoría y de la práctica y esto es insostenible, cuando la dimensión del masoquismo es definida por el hecho de que el sujeto asuma una posición de objeto (en el sentido más acentuado que le damos a la palabra objeto), para definirlo como este efecto de caída, de desecho de resto del advenimiento subjetivo, dado que el masoquismo instaura una situación reglada de antemano hasta en sus detalles, que pueden llegar a hacer permanecer al sujeto bajo una mesa en la posición de un perro. Forma parte de una puesta en escena, de un escenario que tiene su sentido y su beneficio, que está incuestionablemente al principio de un beneficio de goce, algo que podemos agregar relativo al mantenimiento, al respeto de la integridad, del principio de placer.

Que este goce este enteramente ligado a una maniobra del Otro, que se exprese más comúnmente bajo la forma del contrato (cuando digo contrato digo contrato escrito), es algo que dicta, tanto al Otro y mucho más al Otro que al masoquista mismo, su conducta. Esto nos debe introducir a la relación que da su especificidad, su originalidad, a la perversión masoquista, hecho para aclararnos hasta el fondo sobre el goce del Otro, en el sentido en que entiendo este término como lugar donde se despliega una palabra, que es una palabra de contrato.

Reducir uso del término masoquismo luego de esto, a algo que se presente como una excepción, una aberración al acceso del placer más simple, es de naturaleza tal como para engendrar todos los abusos. El primero para lo cual no creo emplear un término demasiado fuerte ni inapropiado, revelando en Bergler, de una punta a la otra a la otra de este libro notable, lleno de interpretaciones rebuscadas e instructivas, lo llamaría una exasperación, que no está lejos de realizar una actitud malvada desde el punto de vista de la enfermedad, toda esa gente que llama, como si fuera un gran error, colecciónistas de injusticias. Como si estuviéramos después de todo en un mundo donde la justicia fuera un estado tan ordinario que haga falta poner de lo suyo para tener que lamentarse de algo.

Colecciónistas de injusticias, en los que descubre su operación más secretas en el hecho de ser rechazado pero después de todo no podemos nosotros mismos no emitir contra Bergler esta idea: que en ciertos casos ser rechazado, como lo hemos marcado suficientemente en el fantasma, es otra cosa, hablo aquí de la realidad, además de tiempo en tiempo ser rechazado que ser aceptado demasiado rápido. Por ejemplo tal persona que demanda que lo adopten no es siempre la mejor solución hacerlo, no se puede siempre escapar. Porqué esta parcialidad que de alguna manera implica que estaría en la naturaleza de la cosa en su curso hacer siempre lo que hace falta para ser admitido suponiendo que ser admitido es siempre beneficioso. Esto no es sin ser inquietante, como para puntuarlo, como para señalar que tal cosa que puede parar en el mundo como un pequeño distrito del sudoeste asiático. ¿De qué se trata?. Se trata de convencer a cierta gente que está bien errada de no querer ser admitida en los beneficios del capitalismo, prefiere ser rechazada.

A partir de ese momento, aparece, deberían plantearse cuestiones que tienen alguna significación.

Por ejemplo, la que nos mostraría, pero no es hoy que haré este paso, que si Freud ha escrito en alguna parte que la anatomía es el destino, habrá quizás un momento en que se volverá a una sana percepción de lo que Freud ha descubierto, se dirá, no digo la política es el inconsciente, simplemente: el inconsciente es la política.

Quiero decir que lo que diga y opone a los hombres es precisamente un costado de lo que intentamos articular por ahora, la lógica. Esa falta de esta articulación lógica que estos deslizamientos pueden producirse, antes de percatarse que, para ser rechazado, sea esencial como dimensión para el neurótico, que haga falta en todo caso, que él se ofrezca. Como lo he escrito en alguna parte, tanto el neurótico como lo que hacemos nosotros mismos, y con causa ya que son los caminos que seguimos- consiste en con oferta, intentar hacer demanda; tal operación ni en la neurosis ni en a cura analítica resulta siempre, sobre todos es conducida torpemente. Ningún discurso analítico deja de presentar para nosotros la ocasión de percibir interrogandolo, lo que implica cierto discurso inocente que no debe jamás hasta donde llega en lo que articula. Nos permitiría percatarnos, en efecto, que si la clave de la posición neurótica tiene esta relación estrecha a la demanda del Otro, en tanto intenta hacerla surgir, es como decía, porque él se ofrece.

Vemos al mismo tiempo el carácter fantasmático, caduco, de este mito introducido por la prédica analítica que se llama oblatividad, es un mito del neurótico.

Qué motiva estas necesidades que se expresan con un sesgo paradójico y siempre tan mal definido?. Si se lo remite al beneficio recogido o no de su continuación en la realidad, si se omite esta primera etapa esencial, sólo a la luz de la cual lo que resulta de lo real pueda juzgarse, queda la articulación lógica de la posición neurótica en el caso presente como en rodeos los otros. Sin una articulación lógica que no haga intervenir ningún prejuicio de lo que se quiera para el sujeto... ¿qué saben ustedes?, ¿qué saben si el sujeto tiene necesidad de casarse con tal o cual; si él ha amargado su matrimonio, si no es una suerte para él?, ¿qué se meten?. Dicho de otra manera, la única cosa con la que tienen que ver es con la estructura lógica, en cuanto a una posición como, para calificarla, la del deseo de ser rechazado, es a saber, lo que el sujeto en ese nivel persigue, que es para el neurótico la necesidad, el beneficio quizás que hay al ser rechazado.

Enganchar como excedente el término masoquismo es peyorativo, inmediatamente seguido de una actitud directiva del analista que puede llegar hasta ser persecutoria.

He aquí porque es necesario retomar como entendido hacer lo este año, y ya que estamos aquí recordar que si he partido del acto sexual en su estructura de acto es con relación a esto: que el sujeto viene a la luz por la relación de un significante a otro significante, y esto exige de estos significantes su material. Hacer un acto es introducir una relación del significante; por el contrario la coyuntura es consagrada como significativa, es decir, como una ocasión para pensar, acentuando el dominio de la situación por la que uno imagina que es la voluntad que preside al fort-da del juego del niño, por ejemplo. No es el lado activo de la motricidad la dimensión esencial —este lado activo de la motricidad no se despliega más que en la dimensión del juego— es su estructura lógica la que distingue esta aparición del fort-da tomado como ejemplar, devenido ahora un lugar común. Es porque es la primera tematización del significante bajo la forma de oposición fonemática de ciertas situaciones que se pueden calificar de activas, solamente en el sentido que de ahora en más llamaremos activo: que tiene (en el sentido en que lo he definido) la estructura del acto.

En el cuestionamiento del acto en esta relación tan distorsionada, escondida, excluida, ensombrecida que es la relación entre dos seres aparentemente de dos clases que son definitivas para el estado civil y el juzgado, nuestra experiencia nos ha enseñado a ver (por no ser absolutamente evidente para la vida familiar, por ejemplo, que está bastante enredada), lo que define al hombre y a la mujer. La teoría y la experiencia analítica aportan ahí la noción de satisfacción como esencial en este acto; satisfacción, en el texto de Freud Befriedigung, que introduce la noción de paz que sobreviene.

¿Esta satisfacción es la satisfacción de la descarga, de la de tumescencia?. Satisfacción simple en apariencia y completamente admisible. Sin embargo, es claro que todo lo que desarrollamos en términos más menos propios o impropios, quiere decir que satisfacción (ya que distinguimos aquella que sería del orden pregenital de la que es genital) implica otra dimensión, la implicada aún por sus diferencias. En principio que un término como el de la relación de objeto sea aquí impuesto va de suyo. No quita el carácter bufonesco de lo que pasa cuando se intenta inscribir este término, variarlo, escalonarlo, según la mayor o menor facilidad donde se inscribe la relación. No se trata de ninguna otra cosa cuando se distingue la relación genital, cuando se habla de la pretendida ternura de la que se podría fácilmente, me jacto de hacerla, decir que no es en ningún caso más que la reversión de un desprecio, por otra parte que se ha acentuado la presencia de la pretendida ruptura del duelo, por ejemplo. El progreso de la relación sexual en tanto que devendría genital, sería que habría más facilidad al pensar del partenaire: podés reventar.

Retomemos las cosas sobre otro plano: ¿a que satisface el acto sexual?. Se puede responder, legítima y simplemente, al placer.

No conozco más que un registro en el que esta respuesta sea plenamente sostenible, en el plano acético sustentado en la historia por Diógenes. Él hace el gesto público de la masturbación como signo de afirmación teórica de un hedonismo, en razón misma de este modo de satisfacción cínica que se puede considerar un tratamiento médico del deseo, no sin pagar cierto precio. Ya que introduje la dimensión política, cosa curiosa, es completamente sensible que este tipo filosófico se excluya así mismo, como se ve no solamente en las anécdotas sino en la posición del personaje en su tonel. Hubo un visitante como Alejandro que se contentó de una exclusión de la dimensión de la ciudad. Hay algo de lo que de sonreír se hubiera equivocado, de una faceta ascética, un modo de vivir; no es tan corriente como parece, no se nada de eso, no he probado.

No hará falta olvidar ese lugar de placer, el de la menor tensión. Es claro que no es suficiente, hay muchos modos, una gran variedad de modos de la satisfacción aparecen al nivel de la búsqueda implicada por el acto sexual. Aquella a la cual da cuerpo nuestro curso de este año es esta: la imposibilidad de asir el conjunto de estos modos fuera del escrutinio lógico, único capaz de recoger en sus variedades como en su altitud, los diferentes modos de esa satisfacción. El conjunto que instaura lo que llamaremos provisoriamente, y bajo reserva, un ser masculino y un ser femenino, en este acto fundador que hemos evocado al inicio de nuestro discurso de este año, llamándolo acto sexual. Si he dicho que no hay acto sexual, es en el sentido en que este acto conjugaría bajo una forma de repartición simple, en una técnica como la del cerrajero constituyendo el pacto inaugural, donde la subjetividad se engendraría como tal, macho o hembra.

He hecho uso en su tiempo y en su lugar del famoso: tú eres mi mujer, no basta que lo diga para que quede como su hombre, pero en fin, bastaría, no resolvería nada, me fundo en algo. Es un voto de preferencia, un pacto de preferencia, no sitúa absolutamente nada ni del hombre ni de la mujer. Como mucho se puede decir que son dos términos opuestos, es indispensable que haya dos. Pero lo que es cada uno o alguno está completamente excluido del fundamento de la palabra; en cuanto a la dimensión matrimonial, su quieren, la dimensión del sacramento no cambia en nada la cuestión del ser hombre o ser mujer. Eso deja en particular de lado la categoría de la feminidad. Ya que he tomado el ejemplo de tú eres mi mujer, nunca es malo emitir este ejemplo al maestro mismo del psicoanálisis, del que se puede decir que para él este pacto ha sido extraordinariamente prevalente; ha asombrado a todos aquellos que lo han frecuentado. Uxurioso, así lo clasifica Jones después de tantos otros, pero después de todo no es misterio tampoco que su pensamiento haya obstinado hasta el fin sobre el tema: ¿Que quiere una mujer, lo que, es decir, qué es ser una mujer?.

Hace falta agregar que durante sesenta y siete años los forjadorcillos psicoanalíticos no han hecho nada para que sepamos más sobre el goce femenino, aunque de la mujer, de la madre —no se sale cómo se dice— hablemos sin parar, es algo que vale la pena resaltarlo. Por eso ese esquema heurístico del a, del uno y del Otro.

Les recuerdo que articulamos actualmente que el acto sexual implica un elemento tercero en todos los niveles. Por ejemplo la madre en el Edipo, a la que está ligada todo la degradación de la vida amorosa, en todo caso la prohibición que queda siempre presente en el deseo de ese hecho. O aún el falo, en tanto que debe faltar a quien lo tiene, al hombre; ya que el complejo de castración quiere decir algo que no está puesto al día, pues implica que inventamos a propósito de eso el avance de una negación especial: si no lo tiene en ese registro, y en tanto que el acto sexual puede existir, no quiere decir que lo pierde. El sujeto de esta negación podrá, espero, ser abordado antes de fin de año.

Que este falo por otra parte, devenga el ser del partenaire que no lo tiene, aquí encontramos sin duda la razón por la que Aristóteles (por ser sometido a la gramática proyectiva que estuviera, se nos dice al desarrollar el abanico, la lista, el catálogo de las categorías, las cualidades, etc,) no lo han indagado, aunque la lengua griega cuando esté, como la nuestra, sometida a lo que Pichón llama sexul-semblance. A saber, el género gramatical; los entretendrá sobre una dimensión completamente disimulada de la relación analítica. Como sea, Aristóteles no ha soñado jamas en sostener a propósito de ningún ente, saber si había una categoría del sexo; o no estaba tan guiado por la gramática o hay omisión.

Cuando hable del ser femenino o del ser masculino, había un ejemplo falido, a saber, que el ser es, como dice Pichón insexuable, que la quiddidad del sexo es quizá faltante, no hay tal vez más que el falo. Eso explicaría muchas cosas, en particular esta lucha salvaje que se efectúa alrededor, y que es la raíz visible sino última, de la lucha de los sexos. Creo también que en la lucha de los sexos, la historia lo demuestra, los analistas han sido los más superficiales.

Si embargo queda que una cierta ahíqeia tomada en el sentido y con el acento que le da Heidegger, habría que instaurar en cuanto al acto sexual. Es lo que justifica el empleo de este esquema para no confundirnos en otras cosas relativas a la función del corte, del que les he dicho alguna vez que tal como lo simbolizo hago jugar ahí el plano proyectivo; pretendo no hacer una metáfora sino hablar de su soporte real.

a, 1, Otro, trinidad alrededor de la cual puede y debe desarrollarse ciertos números de puntos que tenemos que poner de relieve: lo que se remite al sexo, al síntoma, y lo que entiendo hacerles escuchar; no podría repetir tanto las osas cuando se trata de una categoría nueva, repetir lo que servirá de base.

El uno para comenzar por el medio, es el más litigioso en lo atinente a la pretendida unión sexual. Es decir, el campo donde es puesto en cuestión saber si se puede producir el acto de partición que necesitaría la repartición de las funciones definidas como macho y hembra. Hemos dicho ya, con la metáfora del caldero que he recordado la última vez que hay aquí provisoriamente algo que no podemos designar más que como la presencia de un agujero. Hay algo que no pega, que no va de suyo, y que es lo que he recordado siempre: el abismo que separa toda promoción toda proclamación de la bipolaridad macho y hembra, de todo lo que nos da la experiencia respecto al acto que la funda.

Es de este campo del uno, uno ficticio, uno al que se aferra toda una teoría analítica de la que me han escuchado muchas veces denunciar sus falacias. Importa plantear que es desde este campo designado, numerado, no asumido como unificante (al menos hasta que hagamos la prueba), es desde ahí que habla la verdad, en tanto que para nosotros analistas, y para muchos otros antes de que hayamos aparecido, aunque no hace mucho tiempo desde un pensamiento que data desde el giro marxista, la verdad no tiene otra forma que el síntoma.

El síntoma, es decir, la significancia de las discordancias entre lo real y la ideología, si quieren, pero con la condición de que para este término incluyan la percepción. La percepción es el modelo de la ideología, es una criba con relación a la realidad. Porque nos llamaría la atención si todo lo que existe desde la ideología, desde que el mundo está lleno de filósofos, no está jamas construido sobre la reflexión primero que llevaba sobre la percepción.

Vuelvo a lo que Freud llama el río de lodo con relación al más basto campo del conocimiento, toda esta parte del conocimiento que inunda, del que emergemos apenas para engancharlo del término conocimiento místico, en base a todo lo que se manifestó en el mundo de este orden: no hay más que acto sexual, revés de la fórmula, no hay acto sexual. La posición freudiana es completamente superflua si no se toma a la letra, que en la base de todo lo que a aportado hasta el presente al conocimiento, digo al conocimiento para distinguirlo de lo que ha nacido en nuestros días bajo el modo de la ciencia, en su origen, no hay más que sexualidad. Leer en Freud que hay en el psiquismo funciones desexualizadas quiere decir que hace falta buscar el sexo en su origen. No quiere decir que haya en tal lugar, para las necesidades políticas, la famosa esfera no conflictiva; por ejemplo un yo más o menos fuerte, más o menos autónomo que podría tener una aprehensión más o menos acéptica de la realidad.

Decir que hay relaciones a la verdad, digo la verdad, que el acto sexual no interese para esto que no es verdadero, no hay nada de esto.

Me excuso por estas fórmulas, a propósito de las cuales les sugiero que lo tajante que tienen pueda ser vivamente sentido; pero me he hecho esta observación, todo esto está implicado en lo que enuncié en tanto que se lo digo, pero que sepa lo que digo no basta para que lo reconozcan, porque en el fondo la sola sanción de que sé que digo es lo que no digo; no es mi salida sino la de todos aquellos que saben lo que dicen. Es lo que vuelve la comunicación tan difícil es lo que se dice y se lo dice, pero en muchos casos hace falta considerar que es inútil porque nadie señala que el nervio de lo que tienen que hacer escuchar es lo que ustedes no dicen jamás. Lo que los otros dicen continúa siendo su ruido y entraña efectos, es lo que nos fuerza de tiempo en tiempo, y más corrientemente que en nuestro viaje, a evocarnos a un trabajo de limpieza. Una vez que uno se ha enganchado en esta vía que tiene alguna razón para terminar, había una vez un tal Hércules que había terminado su trabajo en la caballería de Augias, es el única caso que conozco, la limpieza de las caballerizas.

Se trata de cierto dominio (no hay más que uno, parece, y no estoy seguro que no hay relación con el acto sexual, en tanto que compromete a la verdad), en el punto en donde la matemática confluye con la lógica. Creo que es lo que permitió a Russell decir que no sabe jamás si lo que se adelanta es verdadero. No digo verdaderamente verdadero, es verdadero de hecho a partir de una posición definicional de la verdad. Si tales axiomas son verdaderos, entonces un sistema se desarrolla del que hay que juzgar si es o no consistente.

¿Cuales la relación de esto con lo que acabo de decir, a saber, con la verdad en tanto que necesitaría la presencia, el cuestionamiento, del acto sexual como tal?. No estoy seguro, aún después de haber dicho esto, que este maravilloso, este sublime despliegue moderno de la lógica matemática, esté sin relación con el suspenso de si hay o no un acto sexual.

Basta entender el gemido de un Cantor, es bajo la forma de un gemido que en un momento dado de su vida enuncia que no se sabe que la gran dificultad, el gran riesgo de la matemática, es ser el lugar de la libertad. Se sabe que Cantor lo ha pagado muy caro.

De suerte que la fórmula de la verdad atañe a lo real en tanto ahí estamos enlazados por el acto sexual el que adelanto desde el principio que no es seguro que exista, aunque no será más que él quien importa a la verdad me parecería la fórmula más justa en el punto al que arribamos, pues el síntoma, todo síntoma, está en el lugar del uno, agujereado que se anuda. Por llamativo que nos parezca, en esto consiste la cara de satisfacción del síntoma.

La verdad sexual es exigente, vale más ahí satisfacer un poco, desde el punto de vista de la satisfacción, al síntoma podemos concebirlo como más satisfactorio que la lectura de una novela policial. Hay más relaciones entre un síntoma y un acto sexual que entre la verdad y el no pienso fundamental, donde les he recordado al principio de estas reflexiones que el hombre aliena su no soy demasiado poco soportable. Es por nuestra relación a lo que nuestra cortada del ser rechazado siempre aunque no sea muy agradable, puede parecernos más soportable. Terminado por ahora por el uno, hacía falta que aquí lo indique.

Pasemos al Otro como el sitio donde toma lugar el significante.

El significante no existe más que como repetición porque es quien toma la cosa como verdadera. En el origen no se sabe de donde sale, es nada más que ese rasgo que es también corte, a partir del cual la verdad puede nacer.

El Otro es el reservorio del material para el acto; el material se acumula probablemente por el hecho de que el acto es imposible. Cuando digo eso no digo que no existe, ya que lo imposible es lo real, simplemente, lo real puro exigiendo la definición de lo posible siempre una primera simbolización. Si ustedes excluyen esta simbolización, les parecerá más natural la fórmula: lo imposible es lo real.

Es un hecho que no se ha probado, el acto sexual, la posibilidad, en ningún sistema formal. ¿Que prueba que no se pueda probarlo?. Ahora que sabemos bien que no decibilidad no implica irracionalidad, que se define, se cierne perfectamente, se escribe volúmenes enteros sobre este dominio del estatuto de la decibilidad, que se puede definir lógicamente. ¿En este punto, que es ese Otro?, ¿Cuál es su sustancia?. Me he dejado decir ya que en verdad hace falta creer que me dejo cada vez menos decir, pues no lo escucho más, que camuflaba en ese lugar del Otro al espíritu. Lo enojoso es que es falso. El Otro finalmente no lo ha aún adivinado, es el cuerpo.

¿Porqué se llamaría algo como un volumen, un objeto, en tanto sometido a las leyes del movimiento, un cuerpo?. ¿Porqué se hablaría de caída de los cuerpos?. ¡Que curiosa extensión de la palabra cuerpo!, ¿qué relación hay entre una pequeña bola que cae de la Torre de Pisa y el cuerpo?. No es más que a partir de esto. Que desde el principio el cuerpo, nuestra presencia de cuerpo animal es el primer lugar donde meter inscripciones, el primer significante. Como todo esta ahí para sugerirnoslo en nuestra experiencia (donde nos apasionamos siempre cuando se habla de la herida, se agrega narcisista, y se piensa enseguida que eso debe fastidiar al sujeto que es naturalmente un idiota), no se me ocurre que el interés de la herida no sea la cicatriz. La lectura de La Biblia debería recordarnos con las cañas puestas en el fondo del arroyo donde van a aparecerles los rebaños de Jacob, que los diferentes cosos para imponer el cuerpo la marca no datan de ayer.

El síntoma histérico, bajo su forma más simple no tiene que ser considerada como un misterio sino como el principio mismo de toda posibilidad significante, no hay que romperse la cabeza, el cuerpo está hecho para que algo se inscriba que se llama la marca. El cuerpo esta hecho para ser marcado, siempre se lo ha hecho, y siempre el primer comienzo de gesto de amor es esbozar, más o menos, este gesto.

¿Dicho esto, cual es el primer efecto, el efecto radical de esta irrupción del uno en tanto representa el acto sexual a nivel del cuerpo?. Y bien es lo que hace, sin embargo, nuestra ventaja sobre ciertas especulaciones dialógicas, sobre las relaciones de lo Uno y lo múltiple, sabemos que no es del todo tan dialéctico como eso. Cuando este uno hace irrupción en el campo del Otro, es decir, a nivel del cuerpo, el cuerpo cae en pedazos, el cuero fragmentado, he aquí lo que nuestra experiencia nos demuestra, que existe en los orígenes subjetivos. El niño sueña el despedazamiento, rompe la bella unidad del imperio del cuerpo materno, lo que siente como amenaza es ser desgarrado por ella.

No basta descubrir estas cosas y explicarlas por una pequeña mecánica, tirando una bola, la agresión se refleja, vuelve a partir. ¿Quién comenzó?.

Ante esto podría ser útil poner en suspenso su función de cuerpo fragmentado, es decir, el único sesgo por donde nos ha interesado de hecho, a saber, su relación con lo que puede ser verdad en tanto que ella misma está suspendida de la ahíqeia y del carácter encubierto del acto sexual. A partir de ahí la noción de Eros, bajo la forma que he ridiculizado recientemente por ser la fuerza de una atracción irresistible que uniría todas las células y todos los órganos que congrega nuestra bolsa de piel (concepción por lo menos mística), es una fantasía compensatoria de los terrores ligados a ese fantasma onírico que acabo de describirles. No es del todo explicativo, además, basta que el terror exista para que explique cualquier cosa.

Vale más dirigirse en la vía de lo que llamo sistema consistente lógico, ya que hace falta que lleguemos a esto: ¿Por que hay Otro?. Cuál es la posición de este extraño doble que toma, remárquenlo, el seno, ya que el Otro no es dos, que es esta posición de doble que toma el seno cuando se trata de explicar este Uno que se anuda en la bestia de dos espadas, dicho de otra manera en el abrazo de dos cuerpos. Es de esto que se trata, no es de lo raro del uno, que es aún más raro que el Otro. No hay entre ellos, el campo del uno y el campo del Otro, ningún lazo, al contrario.

Por esto el Otro es también el inconsciente, es decir, el síntoma sin su sentido, privado de su verdad, pero al contrario cargado siempre de saber. Lo que corta al uno del Otro, es lo que constituye al sujeto. No hay sujeto de la verdad sino del acto en general, del acto que no puede quizá existir en tanto acto sexual.

Esto es especialmente cartesiano, el sujeto no sabe de él sino que duda; duda como dice el celoso que acaba de ver por el agujero de la cerradura unos cuartos traseros en posición, enfrentándose con las piernas que conocía bien. ¡El se pregunta si no es Dios y sí alma!. El fundamento del sujeto de Descartes su incompatibilidad con lo entendido no es razón suficiente para identificar lo entendido al cuerpo, pero su exclusión como sujeto es por el contrario por ahí fundada, y al tomarlo por el sesgo que les presento, la cuestión de su íntima unión con el cuerpo (hablo del sujeto no de alma), no es más una. Basta reflexionar sobre esto: que no hay en cuanto al significante, en cuanto a la estructura, otro soporte de una superficie; por ejemplo, que el agujero de ella misma constituye por su borde no es más que esto lo que la define. Eleven las cosas a un grado, tomen las cosas al nivel de un volumen. No hay otro soporte del cuerpo que el corte que preside su desmontaje.

Están ahí las verdades topológicas, de las que no deslindaré aquí si tienen o no relación con el acto sexual; toda elaboración posible de lo que se llama el álgebra de Boole exige esto; que nos represente que es el sujeto en esa unión, entre lo que hemos definido como el uno y el Otro. El sujeto es siempre de un grado estructural más bajo que su cuerpo; es lo que explica también que de ninguna manera su pasividad, a saber, el hecho de que depende de una marca del cuerpo no podría ser compensado por ninguna actividad, aunque fuera su afirmación en acto.

¿De qué el Otro es el Otro?. Estoy apenado, el tiempo desmedido, quizá también un cierto uso paradójico del corte (en este caso tómenlo por intencional) hará que los deje hoy con este señuelo. El Otro no el Otro más que por ser el primer tiempo de tres líneas. A saber, a, es de ahí que he partido desde nuestras últimas reuniones, para decirles que su naturaleza es la de lo inconmensurable que surge toda cuestión de medida. Es sobre este a, un objeto o no, que retomaremos la próxima vez.