Seminario 16: Clase 25, del 25 de Junio de 1969

Traten de no perder la cuerda sobre lo que se refiere al efecto del saber. Uno ha estallado en el fantasma ($(a). Uno es, por extraño que parezca, causa de sí (cause de soi). Sólo que no hay «sí» (soi). Más bien hay un sí (soi) dividido. Entrar en esa vía; he allí donde puede fluir la única, verdadera, revolución política. El sabe sirve al amo. Hoy vuelvo allí para subrayar que el saber nace del esclavo.

Si ustedes recuerdan fórmulas que alinée la última vez, comprenderán que paralelamente, yo enuncio: el saber sirve a la mujer porque la hace causa del deseo. He allí lo que les he indicado la última vez, en un comentario del esquema que vuelvo a escribir. Creo un deber retomarlo, hasta para aquéllos que podían estar ocupados en otra parte, por cuidados que les parecieran previos. He aquí ese esquema (No aparece en el original, N.de T.) Este esquema surge de la definición lógica que he dado en nuestro anteúltimo encuentro del Otro, como conjunto vacío y de su indispensable absorción de un trazo unario, el de la derecha, para que el sujeto pueda ser allí representado para ese trazo unario bajo la especie de un significante. ¿De dónde viene ese significante, aquél que representa al sujeto para un otro significante?. De ninguna parte, porque él no aparece en este lugar más que en virtud de la retroeficiencia de la repetición. Es porque el trazo unario apunta a la repetición de un goce que otro trazo unario surge a posteriori nachträglic, como escribe Freud, término que he sido el primero en extraer de su texto y valorizar como tal.

                        1                  1.                   $

                        1.                (1.a)

Esto, para cualquiera que tuviera que divertirse en traducir un cierto vocabulario, él podría ver que en esta rúbrica del a posteriori, que no existiría tampoco sin mi discurso, no me he mencionado, y que el trazo unario surge a posteriori en el lugar, entonces, del S1, del significante, en tanto que él representa un sujeto para otro significante.

En ese punto yo digo: todo lo que va a surgir de esta repetición que se repite de la producción del enfermo de A, aquí el signo del conjunto vacío es, en primer lugar, este enfoque mismo, y esto es el objeto a.

En aquel punto se me ha dicho con alarma, se me dice: «Usted da una definición, entonces, puramente formal del objeto a». No, pues todo esto no se produce más que por el hecho que, en el lugar del 1 de la izquierda, del S1, hay lo que hay, a saber este goce enigmático, atestiguado de que no se sabe nada de él más que, en todos los pisos que voy a reproducir donde él se distingue, no se sabe nada de él más que él quiere otro goce. Esto es verdad para todo. 1, 2, 3; la pequeña fábula a la cual se da la respuesta ridícula que uno sabe; tiene respuesta por tener otro goce. En este Edipo, la histérica es quien ha respondido, respondido en tanto que es necesario que haya dicho la verdad sobre la mujer para que la esfinge desaparezca de allí. Es por ello que, conforme al destino de la histérica, él ha hecho el hombre a continuación.

La histérica se los diré en tanto va a haber allí un tiempito, antes que uno se reencuentra con ella, la histérica produce mi alegría. Ella me asegura mejor que a Freud que tuvo que oírla que el goce de la mujer se basta perfectamente a sí mismo. El erige esta mujer mítica que es la esfinge, articula que el juego que se origina es este: que le es necesario algo distinto, a saber gozar del hombre que no es para ella más que el pene erguido mediante el cual, ella se sabe a sí misma como otro, es decir como falo del cual está privada, dicho de otro modo, como castrada. He allí la verdad que permite disipar algunos señuelos y recordar que al  a, es este año cuando lo he planteado como plus de gozar, dicho de otro modo, la apuesta que constituye la postura para la ganancia del otro goce. Es por eso que la última vez escribí de otro modo la dialéctica del amo y del esclavo, marcando bien que el esclavo es el ideal del amo que es también el significante para el cual al sujeto-amo está representado por otro significante, en tanto se trata del tercer término de datos representantes distintas que formales. Helo aquí, entonces; bajo la forma de la apuesta está aquí el a.

En esta dialéctica como se ha dado cuenta de ello un filósofo llamado Hegel la apuesta es precisamente lo que puede sostenerse en una enforma significante como 1, una vida. Es verdad que no se tiene más que una de ellas. Igualmente esta es una formulación idiota porque no vale formularla que no se tiene más que una de ellas más que sobre el principio de que se podrían tener otra, lo que está, manifiestamente, fuera de juego. Una vida; esto es, precisamente, lo que ha dicho Hegel. Pero se equivocó sobre cuál de ellas. La apuesta no es la vida del amo, es la del esclavo. Su otro goce es el de la vida del esclavo. He allí lo que envuelve esta fórmula de la lucha a muerte, tan completamente cerrada eso que uno encuentra en la caja la lucha a muerte, un significante. He allí lo que es esto.

Esto es más seguro en tanto no es, probablemente, otra cosa que el significante mismo, pero el veredicto de la muerte, he allí lo que es el amo como sujeto. Veredicto significante; quizá el único verdadero. Eso de lo cual él vive es de una vida, pero no de la suya: de la vida del esclavo. Es por lo cual, cada vez que se trata de apuestas sobre la vida, es el amo quien habla. Pascal es un amo y, como todos saben, un pionero del capitalismo. Referencia: la máquina de calcular y después los autobuses. Han escuchado hablar de ello en algún rincón. Yo no voy a darles la bibliografía.

Eso tiene un aire aromático. Hasta un cierto punto ha llegado a serlo, en el comienzo no lo era por la razón de que el primer amo no sabe nada de lo que él hace. Y el sujeto-amo es el Inconsciente. En la comedia antigua, cuyo valor indicativo no se podría exagerar para nosotros, es el esclavo, quien aporta al amo, o al hijo del amo esto es aún mejor que el hijo del hombre, este imbécil quien le aporta lo que se dice en la ciudad, por ejemplo, donde él acaba de llegar como un aturdido. El le dice también lo que es necesario decir: las palabras de pase. El esclavo antiguo lean a Plauto mejor aún que a Terencio es un jurista, es también un relaciones públicas. El esclavo no era el último en llegar en la antigüedad. ¿Tengo necesidad de delinear, al pasar, dos o tres notitas que quizá serían oídas por una o dos orejas aquí, a saber que seguramente hay amos que se han ensayado en el saber? Pero, ¿por qué, después de todo, el saber de Platón no sería una filosofía inconsciente? Es quizá por eso que filosofía aprovecha tanto. Con Aristóteles pasamos a otro plano. El sirve a un amo Alejandro que seguramente no sabía absolutamente lo que él hacía. Al menos, lo hizo muy bien. Este Aristóteles estaba a su servicio. El hizo, después de todo, la mejor historia natural que hubo jamas y comenzó la lógica que no es nada.

¿Por qué vía, entonces, el amo llegó a saber lo que hacía? Según el esquema que les di hace un momento, por la vía histérica, haciendo al esclavo el condenado de la tierra. Ha trabajado bien. Sustituyó al esclavo por la plusvalía que no era una cosa fácil de encontrar pero que es el despertar del amo a su propia esencia. Naturalmente el sujeto-amo no podía articularse más que a nivel del significante esclavo. Sólo esta elevación del amo a saber ha permitido la realización de los amos más absolutos que se hayan conocido nunca desde los comienzos de la historia.

Al esclavo le resta la conciencia de clase. Eso quiere decir que no tiene más que atarla. Todos saben que digo la verdad y que el problema de las relaciones de la conciencia de clase con el partido son relaciones de educador a educador, que si algo da un sentido a lo que se llama el maoísmo es una reanudación de estas relaciones entre el esclavo y el saber. Pero atendamos para ver allí más claro. Hasta allí el proletario como ha tenido la desvergüenza de llamarlo esta filosofía de amo, la primera tiene derecho a lo que ustedes saben: a la abstención. Ustedes ven que si se pretende en lugares de extravío forjados expresamente a este fin que el psicoanálisis no hace más que ignorar la lucha de las clases, esto no es, quizá, enteramente seguro y él puede hasta volver a darle su verdadero sentido. Ustedes no se imaginarán que la toma de la palabra donde se la expresa les librará de lo que fuera bajo el pretexto de que el amo hable y hasta mucho. Pero a este fantasma basta tomarlo en su lugar para que el asunto esté resuelto. Esta es una puerilidad.

¿Tengo necesidad de decir que he comenzado este año mi discurso sobre el psicoanálisis diciendo que el psicoanálisis es un discurso sin palabra? El saber desplaza las cosas, no forzosamente para provecho de aquel que para quien él pretende trabajar. El pretender por otra parte se los he dicho el saber, no tiene nada de un trabajo. La única solución es entrar en el desfiladero sin perder la cuerda, esto es, trabajar en ser la verdad del saber.

Entonces, si para retomar en los dos niveles, del amo y del esclavo, lo que se refiere a ello, reescribo aquí tres términos:

                                              S1                 S2                a

Pienso haberlo comentado suficientemente y les recuerdo, al mismo tiempo que lo completo con lo que escribí la última vez bajo otra forma, lo que concierne a la relación de la mujer con su otro goce, tal como lo articulé hace un momento: la mujer que se hace causa del deseo, es el sujeto del cual es necesario decir  relean un poquito la Biblia quien diría jamás, en esta historia, si no se le ofreciera en primer lugar la manzana, a saber: el objeto a. Es por ello que, cual fuera el significante que está en el extremo, ese a es el signo de eso que seguramente falta a la mujer en el asunto y por lo cual es necesario que se le provea. Es divertido que, después de setenta años de psicoanálisis no se haya formulado nada aún sobre lo que es el hombre. Hablo del vir, del sexo masculino. No se trata aquí del humano y de otras salidas de tono sobre el anti-humanismo y toda esa diarrea estructuralista. Se trata de lo que es un hombre. El es activo, nos dice Freud. En efecto, hay de que. Es necesario hasta que él esquive un golpe para no desaparecer en el agujero.

En fin, gracias al análisis, ahora, al fin, él sabe que está castrado. En fin, él lo sabe, al fin. Lo estaba desde siempre. Ahora él puede aprehenderlo; modificación introducida por el saber. Ustedes han visto; allí hay algo gracioso, esto es esta especie de desplazamiento de lugares; las cosas se han descolgado de 2, se ha saltado de S1 a a.

                             S1                    S2                           a

                             S2                     a                           S1

                              a                     S1                          S2

¿Por qué eso no sería hecho 1 por 1, que al principio habría habido eso: S2, a, después S1? Uno debería poder ubicarse sobre lo que eso quiere decir. Inmediatamente voy a decir la palabra, sobre todo, ustedes deben estar preparados. Hace un momento les mostré el pasaje del amo (maitre) a maestro de escuela (maitre d’ecole); después el S2. En todo lugar donde él esté, está la localización del saber. Entonces, esto es, quizá, de lo que se trata en la línea del medio. La histérica marca de lo que ha quedado del S2, arriba en la primera línea. Pero, al fin, allí donde el S2 está en su lugar, a saber, el saber en un lugar de amo— en fin, veamos— reconozcan el lugar de la enunciación. Les he hablado del «hommelle». ¿No converge hacia ella— el hommelle— aquella que es a la vez el amo y el saber? Ella habla; ella profiere.

Si quieren tener una imagen de ella, vayan a ver algo, pero entren en el momento preciso, como lo hice yo. Es un film detestable que se llama «If» —lo juro!— Dios sabe por qué. Es la universidad inglesa exhibida bajo sus formas más seductoras, aquellas que convienen a todo lo que se supo articular, en efecto, nada más, el psicoanálisis sobre lo que se refiere a la sociedad de los hombres, una sociedad en el sentido de hace un momento: sociedad de homosexuales.

Allí verán al hommelle. Esto es: la mujer del rector. Ella es de una ignominia encantadora, verdaderamente ejemplar. Pero el hallazgo está en el momento —debo decir que es el único trazo de genio  que ha tenido el autor de ese film —de hacerla ir a pasearse sola y desnuda, y Dios sabe si hay de eso, allí en medio de las cacerolas de saber, en la cocina. Seguramente que ella está por ser la reina en su casa, mientras que todo el pequeño burdel homosexual está en el patio en tren de desfilar para la preparación militar. Entonces, ustedes comienzan, quizá, a ver lo que quiero decir el hommelle, el alma mater, la universidad, dicho de otro modo, el lugar donde, de ponerse en práctica un cierto número de pequeñas maniobras secretas alrededor del saber, les da una institución estable, bajo la vara de una esposa.

He allí la verdadera figura de la Universidad. Entonces podremos, quizá, identificar bastante fácilmente lo que aquí representa el a: los pupilos, los queridos pequeños tomados a cargo, ellos mismos creación de los deseos de los padres. En fin, esto es lo que se demanda poner en juego: el modo en el cual ellos han surgido de los deseos de los padres. Y la puesta en juego es ese S1 que convendría identificar a ese algo que ocurra alrededor de lo que se llama la insurrección estudiantil. Parecería que es muy importante que ellos acepten entrar en el juego, por el modo en el que ellos discuten sobre el asunto de lo que se proclama al fin, a saber: un pergamino.  Digamos, eso tiene, quizá, alguna relación con ese S1. Si ustedes no entran en juego, no tendrán diploma este año. He allí, mi Dios, un pequeño sistema que permite, en todo caso, un aproximación al sentido de esas cosas donde no se  reencuentra casi nada, en lo concerniente a lo que ocurre ahora en ciertos lugares. No pretendo aportar ninguna clave histórica acerca de ello. Lo que yo enuncio es que el rechazo del juego no tiene sentido más que si la cuestión está centrada alrededor de las relaciones que son aquellas acerca de las cuales, justamente, el análisis hace surgir la pregunta, esto es, a saber. lo que se llamará la relación del saber y del sujeto.

¿Cuáles son los efectos de sujeto o de sujeción del saber? El estudiante no tiene ninguna vocación por la revuelta; pueden creer en ello, alguien que por haber entrado, por razones históricas, en el campo de la universidad precisamente porque con los psicoanalistas el no tenía nada que hacer para hacerles saber lo que fuera. Entonces, pequeña esperanza que por efecto de reflexión, el campo de la Universidad podría hacerlos razonar de otro modo. En suma; una caja de resonancia para el tambor cuando el mismo no resuena. Es el caso de decirlo. Entonces, a los estudiantes— ustedes comprenden— yo los he visto durante años. Los estudiantes tienen una posición enteramente, normalmente, servil.

Y después no imaginen por ustedes he tomado la palabra en pequeños rincones. El asunto está resuelto. Los estudiantes, para decirlo todo, continúan creyendo en los profesores, sobre lo que es necesario pensar en tal o tal caso de lo que ellos dicen. No hay ninguna duda. Al nivel del estudiante, la opinión está establecida en tal o tal caso. Eso no cuesta caro! Pero es cuando hasta el profesor, es decir que se espera de él al menos que esté al nivel de S1 lo que va a hacer de ustedes un amo sobre el papel: un tigre de papel!

Yo he visto estudiantes que han venido a decirme: «Usted sabe, un tal fulano es escandaloso. Su librito está copiado de su seminario». Esos son los estudiantes. Yo, debo decírselos, ni he abierto ese librito, porque ya sabía por anticipado, que no tendría adentro más que eso! Ellos han venido  a decírmelo a mí. Pero escribirlo es otro asunto. Eso es porque ellos eran estudiantes. Bueno, entonces, ¿Qué es lo que pudo ocurrir para que, repentinamente, se produjera ese movimiento de insurrección que es lo que se llama una revuelta, señor? Para que eso devenga una revolución, ¿Qué haría falta? Haría falta que la cuestión sea atacada, no al nivel de algunos cosquilleos hechos a los profesores, sino al nivel de las relaciones del estudiante como sujeto con el saber.

Es por lo cual, para el psicoanálisis —ese punto durante mucho tiempo en conjunción— todo saber implica sujeto, mediante lo cual, con mucha suavidad se desliza, en más, la substancia. Y bien, ¡no!, eso no puede marchar así. Hasta el hypokeimenon puede ser disyunto al saber. Un saber con ignorancia del sujeto, he ahí un concepto, no como he tenido la tristeza de leerlo en un resumen en cierto lugar, donde se pone a prueba al psicoanálisis. Naturalmente eso no es casual. El psicoanálisis, en condiciones semejantes, haría mejor en no  producir encantamiento y no decir que existe, en suma, sólo un concepto freudiano y llamarlo el inconsciente, ni siquiera eso que acabo de decir: un saber de ignorancia del sujeto. Eso no es un concepto a ninguno de los dos niveles. Eso no es un concepto a ninguno de los dos niveles. Ese es un paradigma. Es a partir de allí que los conceptos —que a Dios gracias existen para balizar el campo freudiano y Freud ha hecho surgir otros aceptables o no, son conceptos. A partir de este primer tiempo, la experiencia, por este ejemplo que era el inconsciente por él descubierto, la neurosis, esto es S (A/) [A mayúscula barrada]. Eso quiere decir que él nos consigna que el sujeto es siempre otro, pero que en más, este otro no es el bueno. El no es el bueno para saber lo que se refiere a lo que lo causa de eso que causa al sujeto.

Entonces se trata tanto como sea posible, de reunificar este ( en la medida de lo que se refiere a todo enunciado significativo, es decir de reescribir s (A), eso que está a la izquierda y en la línea de abajo de mi grafo. Sería necesario enunciarlo— dicho de otro modo— donde se sabe lo que se dice.

Es allí donde se detiene el psicoanálisis en tanto lo que seria necesario hacer sería reunir lo que está arriba y a la derecha: la S mayúscula, significante del A/ [A mayúscula barrada].  Es lo mismo para el perverso en tanto que él es, justamente, el significante del A intacto —como se los he dicho— y el esfuerzo está en reducirlo al a del mismo A. Siempre el mismo truco para que eso quiera decir algo.  He allí! ¿Creen ustedes que yo voy a continuar mucho tiempo así? ¿Eh? y bajo el pretexto de ser hoy la última clase, ¿Continuar relatándoles esos trucos para que al final ustedes aplaudan, por una vez, porque ustedes saben que después de eso —¿he? yo me voy? El discurso del que hablo no tiene necesidad de esas suertes de terminaciones gloriosas. No es un discurso clásico. Y, en efecto, ese discurso desagrada al discurso clásico. Un señor que es aquí el director administrativo de este establecimiento privilegiado con respecto a la Universidad— parecería que por ese hecho, el dicho establecimiento debería responder a algún control sobre lo que ocurre en el interior— no parece que no sea nada de ellos, en tanto parece, de derecho que, después de haber acogido la demanda de uno de los lugares de la escuela— así, a título hospitalario— se sintió con derecho a decirme que eso bastaba, ¡así!.

Yo estoy de acuerdo; es verdad, estoy enteramente de acuerdo porque en primer lugar es verdad, no estoy aquí más que a título hospitalario y es más, existen muy buenas razones que concedo desde hace tiempo, esto es que  mi enseñanza le parece exactamente lo que es, a saber: antiuniversitaria, en el sentido en que acabo de definirla.

Sin embargo, el puso mucho tiempo en decírmelo y no lo hizo hasta muy recientemente en ocasión de un llamadito telefónico que creí deber hacerle porque había —pienso— una especie de malentendido que quería disipar absolutamente antes de decirle: «Seguramente, no es cuestión de …» etc. Es muy curioso que allí el haya parido el pedazo (falonner le morceau) dicho de otro modo, que me haya dicho que era por eso.

«Usted tiene— me dijo— una enseñanza muy en el viento». Ven ustedes eso: el viento… Yo hubiera creído que aquí iba «contra el viento». Pero, ¡que importa! Bueno, entonces, que el esté en su derecho, de eso no tengo que dudar en absoluto, frente a mí. Frente a ustedes, eso podría ser otra cosa. Pero ustedes… eso apunta a ustedes que después de seis años, hay un cierto número que tienen el hábito de venir justamente aquí.  ¡He ahí que eso no cuenta! ¡Se los desaloja! Es hasta expresarme de lo que se trata. Bajo ese punto de vista —compréndanme— tengo que darles excusas, no porque se los desaloje— no estoy en ello para nada— podría haberles advertido más temprano. Tengo un papelito aquí que recibí, expreso, después del 19 de Marzo. El 19 de Marzo; esto es absolutamente divertido porque el 19 de Marzo no les di seminario. Traté por todos los medios después— porque estaba inflamado y además, ustedes comprenden, que a mí eso no me afecta— de no hacerles un discurso por última vez, porque cada vez que vengo aquí— se los he dicho— me digo que, quizá, en fin, esa va a ser la última vez.

Entonces un día en que yo me interrogaba, en que les interrogaba sobre esta afluencia que es la vuestra, no puedo dejar de  decir que al volver a mi casa, el otro día a la mañana, recibí el papelito que les leeré: no les di parte en esto porque me dije: «Si por azar eso los agitara, entonces, ¡qué complicación!». Yo— ustedes comprenden— ya he estado una vez, en un estado parecido durante dos años. Había gente que se aplicaba a liquidarme. Los dejé continuar en su trabajito para que mi seminario continuara. Quiero decir que sé bastante en el nivel en que tenía que decir ciertas cosas. Es lo mismo para este año, para el cual, entonces, recibí eso el 20 de Marzo y está datado el 19 de Marzo. No existe, entonces, relación. Hasta conservé el sobre. Primero lo había roto. Lo recogí y está bien sellado el 19. Ustedes ven, la confianza reina! Dr. Lacan, 5 Rue Lille —como algunos saben— París, séptimo. «Doctor, a pedido de la sexta sección de la Escuela Práctica de Altos Estudios, la Escuela Normal ha puesto una sala a vuestra disposición para dar cursos durante más de cinco años.

La reorganización de los estudios en la Escuela, que es una consecuencia de la reforma general de las Universidades (risas) y de la reciente ley de orientación de la enseñanza superior, así como el desarrollo de las enseñanzas en múltiples disciplinas, nos hacen imposible, a partir de Octubre de 1969, el préstamo de la sala D., o de otra sala de la Escuela (risas) para vuestro curso. Le prevengo suficientemente a tiempo— eso es verdad— para que usted pueda encarar desde ahora el traslado de vuestro curso a otro establecimiento al inicio del próximo año escolar 1969-1970″ ¡A mí ese truco me gusta mucho! ¡Eso me gusta mucho! Todo es correctamente, enteramente verdad. Era, en efecto, a pedido de la sexta sección de la Escuela Práctica de Altos Estudios.

Así la continuidad de una transmisión de deuda personal que se tenía … en fin, había un hombre eminente que se llama Lucien Febvre que tuvo —no puedo decir la idea fastidiosa, no se trata de eso— de morir antes de haberme dado lo que me había prometido, a saber: un lugar en esta Escuela. Otros habían recogido esta deuda, así, personal. La universidad es muy frecuente. Eso ocurre aún así, en …uno está bien, ustedes saben en la Universidad, del lado así, hombre lógico (homme lige) el hommelle; ¡todo eso se mantiene! Pues, es a ese título, es a pedido como se dice que yo estaba allí. Bueno. Entonces, me parece que se haya puntuado allí. No me displace —ustedes comprenden— que la reforma (risas) sea allí. La razón puesta por delante. Ustedes comprenden, no soy del todo un bebé. Sé bien que los miércoles a las doce y media, ¿Quién querrá la sala D? Uno se ha esforzado por hacer funcionar la acústica en esta sala. A propósito hay personas aquí, quiero decir al menos aquellos que vienen a escuchar, y pensé que eso valía el esfuerzo de fotocopiar un número de ejemplares —espero suficientes— para mis auditores de hoy. Las personas a quienes he confiado esos legajos van a distribuírselos. Les ruego que no tomen cada uno más que uno de ellos. En más eso será uno no sabe qué.

Esto es S1, ustedes comprenden. Estarán todos ustedes ligados por algo, sabrán que han estado aquí el 25 de Junio de 1969 y hasta existía la posibilidad, por el hecho que estén aquí este día, que testimoniara que han estado todo este año. Esto es un diploma (aplausos). Uno no sabe. Eso puede servirnos para reencontrarnos, porque, ¿Quién sabe?, si yo desaparezco en la naturaleza y un día vuelvo será un signo de reconocimiento; un símbolo (risas). Puedo muy bien decir un día que toda persona podrá entrar en tal sala para una comunicación confidencial sobre el asunto de las funciones del psicoanálisis en el registro— pues se interrogan en ese punto o imaginan hasta qué punto!. En el fondo es verdad que hay allí una verdadera cuestión acerca de la cual, un día ,¿quién sabe?, los psicoanalistas— hasta la Universidad— podrán tener la ventaja en tomar alguna idea. Hasta sería llevado a decir que si nunca fuera a mí a quien se pidiera anticipar algo, les daría la bienvenida en esta sala (risas) para que ustedes tuvieran un último curso este año, ese que no tendrán en suma, porque hace un momento que me ha detenido. Me he detenido para no dar una última clase. Eso no me divierte.

Entonces ustedes tienen, pues, ese pequeño objeto en mano. Eso hace, al menos, 300:300 evacuados. En tanto los cosas están ahora así, es necesario que los deje, al menos para darles un tiempito entre ustedes. Eso no estaría mal. Porque cuando estoy aquí, pese a todo, nada surge. ¿Quién sabe? Ustedes podrían tener cosas que decirse. Pero, en fin, uno creería apenas que … vuestros hábitos de fumar, por ejemplo, se sabe bien— ustedes ven— que eso juega un rol.

Todo eso. Y además están los agentes de la intendencia, también; porque ustedes saben que en un asunto así, no falta nadie. Los agentes de la intendencia han dicho que yo recibía aquí un mundo extravagante. Tal cual! Hasta parecía que habrían debido reparar los sillones. Ha ocurrido algo. Jean Jacques Revel: ¿no era usted quien estaba aquí con una cinta de seda? De tiempo en tiempo se escucha un ruidito. ¡Ustedes debían aserrar los brazos del sillón!.

¡Uno renueva eso todos los días! Con ese truco, cuando yo les iba a decir: Buenas tardes!, al instante ustedes podían vetearse (éventer). El olor de eso de abajo se sustituiría con el del cigarrillo!

Lo que estaría bien— vean ustedes— es que dieran a eso, la única suerte que pudiera tener de verdaderamente digno de lo que es: una suerte de significante.

Encontrarán un sentido a esta palabra: la flatulera (la flacelière). Yo lo pongo en femenino, así. No diré que es una inclinación, pero, en fin, de más bien femenino, el cordoncito (la cordelière) o la flatulera (la flatulencière). Si eso pasara al uso corriente, «¿Me tomas tú por una flatulera?» (risas) Eso puede servir para los tiempos que corren! No tiren demasiado de la flatulera! Les dejo que encuentren eso. Yo les enseñé siempre que es el significante el que crea los significados. Eso me ha hecho soñar un poco. Me he dado cuenta de una cantidad de cosas, en particular de la completa ignorancia de un cierto papel que evidentemente no ha podido producirse más que a partir del momento en que existió el papel. Antes uno no…. (falta la última hoja en el original en francés).

Final del Seminario 16.