Seminario 2: Complemento, ¿Par o impar?, Más allá de la intersubjetividad, 30 de Marzo de 1955

Sesión siguiente: El Seminario juega

Hoy las vacaciones están próximas y hace buen tiempo, de modo que haremos algo corto.

La vez pasada los entretuve con la intersubjetividad dual y sus espejismos. Ella no es puro espejismo, pero mirar al vecino y creer que está pensando lo que pensamos es un grosero error. De ahí hay que partir.

Les mostré los límites de aquello que podemos fundar sobre una intersubjetividad dual apelando al famoso juego de par o impar, al que, por no inventarlo, fui a buscar en Poe: no hay razón para no creer que él lo heredó de labios del niño que ganaba a este Juego.

No es muy difícil jugarlo. El movimiento más natural consiste, simplemente, en cambiar de par a impar. El tipo más inteligente hará lo contrario. Pero en un tercer tiempo, la más inteligente será actuar como el imbécil, o como el presuntamente tal. Es decir que todo pierde su significación. Así les mostré que para jugar razonablemente a este juego hay que tratar de anular toda captación del adversario.

El paso siguiente-y ésta es la hipótesis freudiana-consiste en plantear que no hay azar en nada que hagamos con la intención de hacerlo al azar.

Construí para ustedes en la pizarra lo que hoy en día llaman una máquina. Ella pondría al descubierto la fórmula que siempre puede ser desprendida en lo que un sujeto saca al azar, y que refleja en cierto modo el automatismo de repetición en cuanto éste se sitúa más allá del principio del placer, más allá de los vínculos de los motivos racionales, de los sentimientos a que podemos tener acceso. En el punto de partida del psicoanálisis este más allá es el inconsciente, en tanto que no podemos alcanzarlo; es la transferencia, en tanto modula verdaderamente los sentimientos de amor y de odio, que no son la transferencia: la transferencia es aquello merced a lo cual podemos interpretar ese lenguaje compuesto por todo lo que el sujeto puede presentarnos, lenguaje que fuera del psicoanálisis es, en principio, incompleto e incomprendido. Eso es el más allá del principio del placer: el más allá de la significación. Ambos se confunden.

O. MANNONI:_Me parece que su esfuerzo por eliminar la intersubjetividad a pesar de todo la deja subsistir.

Le haré notar que yo no la elimino. Tomo un caso en que puede ser sustraída. La intersubjetividad no es eliminable, por supuesto.

O. MANNONI:_Quizá no está sustraída, porque en la ley de repetición a la que sin saberlo obedecemos, hay que considerar dos cosas. Una es que tal vez no se la pueda descubrir en la cosa repetida. Podríamos estudiar en forma indefinida los números aritméticamente, y no encontrar la ley de repetición, si tenemos en cuenta, ritmos por ejemplo. Si repetimos las palabras, puede ser porque algunas riman con el pensamiento inconsciente. En ese momento ningún matemático podrá encontrar la razón de las sucesiones del número, esto se hallará fuera del campo de la máquina.

Está muy bien lo que dice.

O. MANNONI:—Y, por otra parte, si la ley es descubierta, por este mismo hecho se produce una igualdad del modo siguiente: uno de los contrincantes la descubre pero el otro no. Porque una ley descubierta ya no es una ley.

Sí, estimado amigo, con toda seguridad; la vez pasada, para simplificar, hice jugar al sujeto con una máquina.

O. MANNONI:—Esto introduce la lucha de los dos sujetos.

Claro que sí, por supuesto. Pero partimos del elemento. La simple posibilidad de hacer jugar a un sujeto con una máquina es ya suficientemente instructiva. Esto no implica decir que la máquina pueda encontrar la razón de mis visiones. Les he dicho que nuestra fórmula personal podía ser tan larga como un canto de la Eneida, pero no se ha dicho que un tal canto nos brindaría todas sus significaciónes. Si ya encontráramos rimas estaríamos seguros de hallarnos en presencia de la eficacia simbólica. Término utilizado por Claude Lévi-Strauss, y que aquí empleo con respecto a una máquina. ¿Se puede pensar que la eficacia simbólica es obra del hombre? Todo nuestro discurso lo pone en duda. Y además, esta pregunta sólo podría resolverse si tuviésemos idea de cómo nació el lenguaje, cosa que debemos renunciar a saber por mucho tiempo.

Frente a esta eficacia simbólica hoy se trata de poner en evidencia una cierta inercia simbólica, carácterística del sujeto, del sujeto inconsciente.

Para hacerlo, les propondré que jueguen en forma ordenada al juego de par o impar, y registraremos los resultados. Los estudiaré durante las vacaciones y veremos qué se puede obtener de ellos.

Eso dependerá de lo siguiente: ¿hay o no diferencia entre una lista de números elegidos a propósito y una secuencia de números elegidos al azar? Al matemático, señor criquet, aquí presente, le correspondería explicarnos qué es una secuencia de números elegidos al azar. No se imaginan lo difícil que resulta. Hicieron falta generaciones de matemáticos para llegar a prever todos los casos, y lograr que fueran realmente números elegidos al azar.

Riguet, usted será el apuntador de esta primera partida. David, jugará usted al juego de par o impar con Mannoni.

O. MANNONI:_En ese juego yo hago trampas.

Me importa un comino.

( luego entre el señor David y el señor Mannoni.)

O. MANNONI:_Es muy fácil, cada vez que dije el número al azar, gané. Pero en general perdí cuando ya no tuve ley. La ley varió. En determinado momento tomé el orden de los versos de Mallarme, después un número de teléfono, de coche, después lo que está escrito en la pizarra, variando vocales y consonantes.

¿Cuántas manos jugó usted con la primera ley?

MANNONI:_Fué cuando gané realmente.

Esto sólo apuntaba a interesarlos en la cosa. Ahora se trata de obtener de cada uno de ustedes que escriban, a su gusto-pueden hacerlo a toda marcha, y creo que cuanto más sea a toda marcha, mejor-, pensando que están jugando a par o impar con la máquina. Pero les pido que no procedan como Mannoni. Háganlo al azar. Manifiesten su inercia simbólica.

(Los participantes juegan, y entregan sus hojas a J.  Lacan.)