Seminario 5: Clase 26, del 11 de Junio de 1958

Vamos a retomar nuestro propósito siempre con la ayuda de nuestro pequeño esquema.

Algunos de ustedes se plantean preguntas acerca del pequeño signo en rombo (losange) tal como esta empleado cuando escribo: S enfrente al pequeño «a», el pequeño otro. Esto no me parece complicado. Pero ya que han planteado la pregunta, recuerdo que el rombo es la misma cosa que el cuadrado de un esquema fundamental muy anterior.

Aquí se inscribe la relación de un sujeto al otro en tanto que objeto de la palabra y en tanto que mensaje del otro. En esta primera aproximación que hemos hecho, lo que viene del otro reencuentra la barrera de la relación a—a’ que es la relación imaginaria.

Esto expresa la relación del sujeto barrado o no barrado según el caso, es decir marcado por el efecto de significante. Consideramos aquí al sujeto muy simplemente aún indeterminado, aún no escindido por la «spaltung» que resulta de la acción del significante, y la relación de este sujeto con algo que esta determinado por esta relación cuadrática. Cuando la escribo así no esta más que determinada por los vértices del cuadrado en esta matriz, por ejemplo el pequeño otro, el semejante; es decir el otro imaginario.

Si escribo S en relación a la demanda, S D, es lo mismo. Esto no prejuzga del punto del pequeño cuadrado sobre el que interviene la demanda en tanto tal, es decir la articulación bajo la forma del significante de una necesidad.

Aquí tenemos una línea significante y como tal articulada. Porque ella se produce en el horizonte de toda articulación significante, esta en el último plano fundamental de toda articulación de una demanda. Aquí (segunda línea) esta articulado en general. Por peor que este, tenemos una articulación precisa, una sucesión de significantes, de fonemas.

Detrás, más allá de toda articulación significante, esto corresponde o representa al efecto de la línea significante. De la articulación significante tomada en su conjunto, a partir del hecho que por su sola presencia trace aparecer algo de lo simbólico en lo real. Es en esta totalidad y en tanto que ella se articula, trace aparecer ese horizonte o eso posible de la demanda, esa potencia de la demanda que es esencialmente demanda de amor, demanda de presencia, a quien toda su ambigüedad.

Es para fijar algo que digo amor, el odio en esta ocasión esta en el mismo lugar. Unicamente en este horizonte puede concebirse la ambivalencia del odio y el amor. También en este horizonte podemos ver en el mismo punto, este tercer termino homologo del amor y del odio en relación, al sujeto que justamente he encontrado en un texto y en otro y que es la ignorancia.

Es allí que se encuentra el significante de A, en tanto que marcado por la acción del significante; es decir de  A barrado. O sea que en ese punto preciso que es el homólogo del punto donde sobre la línea de la demanda aparece en el esquema fundamental de toda demanda este retorno del pasaje de la demanda por el otro que se denomina el mensaje.

Si ustedes quieren de una manera homologa, aquí lo que tiene que producirse en un punto del mensaje en la segunda línea, es justamente ese mensaje de un significante, significando que el otro está marcado por el significante.

Esto no quiere decir que este mensaje se produce, está ahí en un punto homologo como posibilidad de producirse y por otra parte punto homologo de este punto donde la demanda llega al otro, es decir donde ella esta sumida a la existencia del código en el otro, en el lugar del otro, en el lugar de la palabra.

Ustedes igualmente tienen en este horizonte en el que puede producirse lo que llamamos esta referencia, cierta tome de conciencia. Pero esto no es simplemente tome de conciencia, esta articulación por el sujeto, en tanto que hablante, de algo que es su demanda como tal y en relación a la cual el se sitúa.

Que esto deba poder producirse es la presuposición fundamental del análisis mismo. Es lo que se produce en primer plano en el análisis. No es esencialmente y como primer paso, la renovación por el sujeto de sus demandas. Sin embargo, de una cierta manera, esta renovación es articulada: es en su discurso que el sujeto trace aparecer de una cierta manera, directa o en filigrana, esto que es siempre más importante para nosotros cuando es en filigrana que cuando es renovado directamente por la forma y la naturaleza de su demanda, es decir, por los significantes sobre los que la demanda se formula. En tanto que lo trace con significantes arcaicos podemos hablar de regresión anal, oral, por ejemplo.

Les recuerdo que la ultima vez he articulado e introducido que todo aquello que se produce que es de la naturaleza de la transferencia esta sujeto a la existencia de esta línea posterior que parte de un punto F y termina en  de la cual precisaremos luego su sentido.

El fundamento de este efecto de significante en la economía subjetiva es tal que en tanto algo se sitúa en relación a esta línea se puede hablar de transferencia. Todo lo que es del orden de la transferencia, la acción o no acción del analista, su abstención o su no abstención, tiende siempre a jugar en esta zona intermediaria y puede siempre de un cierto modo ser guiada a la articulación de la demanda.

En cierto modo que yo diría normal, es en la naturaleza de la articulación verbal en el análisis que algo viene a articularse sobre el piano de la demanda. Pero si la legalidad analítica es que no será satisfecha ninguna demanda del sujeto, es porque nosotros especulamos sobre el hecho que en el análisis algo se encaminará a hacer jugar esta línea de la demanda, no sobre el plano de la demanda precisa, formulada, satisfecha o no. Todos estamos de acuerdo: no se trata de frustrar al sujeto de lo que pueda demandarnos en la ocasión lavándonos las manos o simplemente respondiendo. No es esto lo que esta en juego, es una frustración más profunda de la naturaleza esencial de la palabra en tanto que ella misma trace surgir este horizonte de la demanda. En suma, es siempre al nivel de este horizonte que la he llamado simplemente, para fijar las ideas, demanda de amor. Y como ustedes ven puede ser también demanda de otra cosa, puede ser una cierta demanda concerniente al reconocimiento de su ser. Esto es conflictivo porque el analista con su presencia, en tanto semejante, se lo niega.

La negación hegeliana de la relación de conciencias se perfila también en esta ocasión demanda de saber, hay eso en el horizonte de la relación analítica.

Esto nos incumbe porque esta interesado en los síntomas y sirve a la resolución de las neurosis, en tanto que en esa relación topológica con esas dos líneas que están formadas por toda articulación de la palabra en el análisis es que se sitúan los cuatro vértices de este otro. Lugar de referencia del sujeto al otro que es un lugar de referencia imaginaria, en tanto es un falso vértice. Ellos son realizados por la relación narcisista o especular del yo a la imagen del otro, en tanto está ya, más acá, anterior, enteramente implicado en la primer relación a la demanda. Y más allá, en la zona intermediaria entre la demanda articulada y su horizonte esencial también articulado, porque es la zona de todas las articulaciones de la cual se trata. Este esta articulado también como tal, porque esta soportado por lo que esta articulado, pero no quiere decir que sea articulable. Lo que esta en el horizonte, el ultimo termino en tanto que nada alcanza para formularlo de modo satisfactorio sino por la continuación indefinida del desarrollo de la…. (falta en el original).

En esta zona intermediaria se sitúa ese algo que se llama el deseo, que esta puesto en cause en toda la economía del sujeto y que puede estar interesado en aquello que se revela en el análisis, a saber todo aquello que en la palabra se moviliza en el juego de: oscilaciones entre significantes, en concreto, de la necesidad y todo lo que resulta más allá de la articulación significante, de su presencia constante en tanto presente en el inconsciente del sujeto. En tanto que ya ha cuajado, formado, estructurado al sujeto en esta zona intermediaria donde, ya les he dicho porque, se sitúa el deseo. El deseo del hombre en tanto deseo del otro, es porque esta más allá del pasaje de la articulación de su necesidad en esta necesariedad de hacerlo valer por el otro. Este deseo, bajo su forma de condición absoluta, de algo más allá de toda satisfacción de la necesidad, se produce en el margen que existe entre la demanda de satisfacción de la necesidad y la demanda de amor.

La problemática del deseo consiste en que el deseo del hombre siempre es algo a buscar en el lugar del otro. Esto trace que el deseo sea estructurado en el lugar del otro, en el lugar de la palabra, que trace a toda la problemática del deseo humano y que lo torna sujeto en las formaciones del inconsciente. Esta dialéctica del inconsciente es de nuestro interés porque nos permite influir sobre el por el hecho de estar o no articulado en la palabra en el análisis. Sin esta situación fundamental no habría análisis.

Esto nos dice que tenemos su garantía, su soporte, el punto donde se fija sobre su objeto. Este no es natural si no constituido siempre por alguna posición tomada por el sujeto en relación al otro. Con la ayuda de esta relación fantasmática el hombre en su naturaleza, en su esencia, se reencuentra y sitúa su deseo. De ahí la importancia de los fantasmas y ustedes verán con que rareza en Freud esta empleado el termino instinto.

Se trata siempre de pulsiones, es un termino técnico dado a ese deseo en tanto que la palabra lo aísle, lo fragmenta y lo pone en esa relación problemática y desarticulada con su propio fin, es decir lo que se llama la dirección de la tendencia con su objeto.

Por otra parte está hecho esencialmente en la sustitución de desplazamiento, hasta todas las formas de transformación y de equivalencias sujetas a la palabra.

La ultima vez habíamos llegado a intentar situar de más cerca los problemas de algo que debe tener relación con lo que allí esta dicho.

Al fin de cuentas algunos elementos evidencian en los estudios, en especial de la neurosis obsesiva, que he puesto en vuestro conocimiento: termino, distancia al objeto, objeto fálico, relación de objeto; no pueden menos que convocarnos a ver cómo los juzgamos, estimándolos a la luz de lo que esto aporta.

La ultima vez tome en su relación a la cure dos caves de neurosis obsesiva del articulo «Importancia del aspecto homosexual de la transferencia» (cave Catherine, … falsa obsesiva).

Les he remarcado cómo de una cierta manera se presenta problemático el resultado de tal o cual sugestión, digamos dirección o propiamente interpretaciones que son dadas en este fantasma. Les he remarcado a propósito de un sueno cuanto, por ciertos presupuestos, se encuentra simplificado en el sistema, se llega a eludir ciertos elementos de relieve y en consecuencia el sueño mismo. Se ha hablado del sueno de transferencia homosexual como si esto mismo pudiese tener un sentido allí donde el sueño da la imagen de aquello de lo que se trata, a saber de una relación que esta lejos de ser dual. En tanto les mostraba en la presencia sumamente picante bajo la forma de un objeto, que en la ocasión es el famoso bidet del que se habla en este sueño.

El sujeto, que estaba cómodamente en el sueño transportado a la calma del analista, actitud que se puede calificar a partir del contenido manifiesto del sueno, de espera, pero con la presencia esencial y articulada de la cama . Se puede estar, por otra parte, más sorprendido de que el analista no se detenga allí, porque en otro texto suyo se note que esta lejos de ignorar la significación fálica de eso que algunos analistas han llamado el pene en tanto que hueco o cope (le penis en creux ou la coupe), es una de las formas bajo las cuales puede presentarse en el nivel de la asunción de la imagen fálica, por el sujeto femenino, precisamente el significante falo. En suma esta suerte de Grial que es aquí presentado en el sueño es algo de una naturaleza que llama la atención para suscitar en aquel que interpreta, en términos de relación de a dos, cierta prudencia.

He releído esta segunda observación y la precedente. No es la más interesante para sostener la critica. Para llevarla a un nivel evidente les pido relean esta observación. Tomemos al azar esta frase: «Nosotros hicimos alusión a un tiempo ya segundo del análisis cuando una intervención de esta naturaleza había precedido, pero se retorna allí porque en cierto modo ya el sujeto que ha sido atraído sobre el hecho de profundizar la transferencia.

La situación de transferencia devino cada vez más precisa. Hizo falta insistir para vencer ciertos silencios, la transferencia devenía entonces francamente homosexual…….. Nosotros hicimos alusión al hecho que si existe, porque se trata de facilitar entre hombres relaciones afectuosas que se designan con el nombre de amistad, y que nadie ignore que estas relaciones tomen siempre un cierto carácter de pasividad para uno de los compañeros (partenaires) cuando aquel que se encuentra en la necesidad de rever las directivas……. Nosotros tuvimos en este difícil momento la idea de usar una analogía que podía ser sentida de piano para ese anciano oficial por quien sus hombres se hacen matar, por un jefe que amen porque ellos aceptan con un sentido absoluto de la obediencia sus consignas y sus órdenes. Ellos prueban así también los sentimientos y los pensamientos del jefe, que se identifican con él y hacen el sacrificio de su vida como el mismo lo haría si se encontrase en su puesto y lugar».

Ustedes ven que una intervención de esta especie debe demandar un sector bastante más serio de silencio.

«Ellos sólo pueden obrar así porque amen pasivamente al jefe. Esto hizo desaparecer inmediatamente toda discreción, pero le permitió continuar mostrándose objetivo, cuando él iba a revivir con nosotros situaciones homosexuales más precisas, aquellas».

Y en efecto esto no falta.

Es absolutamente claro que el hecho de orientar, de facilitar, de abrir el puente de toda una elaboración imaginaria en aquello que se llama la relación de a dos entre analizante y analista, de una manera de la cual es la observación misma que testimonia en que punto ella no es simplemente sistemática. Ella es verdaderamente insistente y sobre los dos términos, en los dos pianos, ella hubiera elegido todo lo que en el material va en el sentido simplificador de elaborar la relación de a dos en tanto que ella esta provista de una significación analista (analyste).

Aquí tampoco se trata de ese elemento sobre el que insistiré a continuación, que es la parte de la marca que otorga a la interpretación la introducción de un significante. Aquí la interpretación, que necesita ser algo de una naturaleza breve, es precisamente esto: que ella es y debe ser esencialmente reintroducida sobre el manejo del significante.

¿Que tenemos aquí? Tenemos manifiestamente una intervención en el párrafo mismo. Esta muestra el carácter significativo, comprensivo, persuasivo que consiste en inducir al sujeto a vivir precisamente esta relación que esta articulada y considerada en el nivel de la obra del autor como una relación de a dos.

Aquí nos encontramos, de la manera más manifiesta, cada uno puede palparlo, no es necesario ser analista para percibirlo, delante de algo semejante a la naturaleza de la sugestión por el sólo hecho que ella elige una significación que vuelve a reforzar en tres oportunidades. Nada en esta observación de una seis páginas nos muestra las etapas esenciales de la relación del analizado con el analista y se presenta bajo la forma de una facilitación de la comprensión de la situación de a dos en términos de relaciones homosexuales, en tanto que ellas nos son presentadas clásicamente en la doctrine freudiana como aquello de libidinal que esta subyacente a todas las relaciones consideradas bajo el ángulo social, bajo esta forma eminentemente ambigüa que no permite distinguir lo que es propiamente la pulsión homosexual que se distingue en la elección de un objeto erótico, de un sexo opuesto al que la norma puede desear.

Allí hay algo de otra naturaleza que el empleo del termino homosexual a propósito de cierta subyacencia libidinal. Esto propone toda suerte de problemas, pero su empleo bajo el término de adoctrinamiento en el interior de la terapéutica, no digo que en si sea ilegitimo, pero el hecho de que sea sistemático pone en problema toda la orientación, toda la dirección de la cure. Porque vemos bien en que medida esto puede ser portador de efectos. Pero, ¿no ven al mismo tiempo también que hay ahí alguna elección en el modo de intervención a propósito de la neurosis obsesiva y todo lo que ustedes saben de ella, recuerda que la relación del sujeto consigo, con su existencia en el mundo que se llama neurosis obsesiva, es algo más complejo que una relación de atadura libidinal al sujeto de su propio sexo en cualquier nivel que llegue a articularse?

Cada uno sabe, desde las primeras observaciones de Freud, el rol que ha jugado la pulsión de destrucción llevada contra el semejante y que retorna por ese hecho contra el sujeto. Hay allí otros elementos interesados: los de la regresión, de fijación en la evolución libidinal, que están lejos de ser tan simples, sino más bien embarazosos. La famosa ligazón de lo sádico y de lo anal no es algo que pueda ser tenido simple ni simplemente elucidado en un momento cualquiera.

Todo parece indicar que si tal orientación o dirección del tratamiento seguido esta provista de efecto, es justamente algo de una perspectiva mucho más amplia de lo que se trata, algo que viene a articularse.

No digo que sea enteramente suficiente pero esto ya nos permite ordenar mejor los diferentes planos registros en los cuales las cosas pueden efectivamente ordenarse.

A nivel de este plano podemos ver y situar algo que es un detalle de la economía del obsesivo, saber el rol que juega la identificación a un otro que es un pequeño a, un otro imaginario, y que es un de los modos gracias al cual equilibra, mal o bien, su economía de obsesivo.

Abundar, si se puede decir en este sentido, darle esta suerte de satisfacción que es la aprobación de su relación, aparece en la historia del sujeto la frecuencia, la constancia en la historia del obsesivo, de un otro en tanto que él es aquel al que se refiere, del que demanda la aprobación y las criticas, al cual el se identifica como a alguien. El autor en cuestión lo articula como alguien más fuerte que él, es sobre cual literalmente, se puede decir, tome apoyo una suerte de sueño.

He ahí algo que es bien conocido: el hecho de sancionar, si se puede decir, ese mecanismo que es seguramente de defensa en la ocasión, la manera con la cual el sujeto equilibra la problemática de s relación al deseo del otro puede tener algún efecto terapéutico, pero lejos de estar todo allí y por otra parte la continuación de los trabajos del autor sólo mostrará que las cosas irán en un sentido, que pondrá cada vez más el acento en lo que el llama en esta ocasión la distancia al objeto. Esto se encarna en ala que se produce especialmente centrado alrededor del fantasma de fellatio, de un falo cualquiera, más precisamente el falo que es una parte del cuerpo imaginado del analista. Esto culmina en la elaboración de una suerte de fantasma en el que esta especie de apoyo imaginario es tomado en el semejante y en otro homosexual. Se encarna, se materializa en esta experiencia imaginaria comparable a la comunión católica, a la absorción de la hostia. Vemos aquí que siempre en la misma línea de elaboración del fantasma, esta vez aún más impulsada, se produce algo donde vemos y podemos materializar sobre esquema eso de lo que se trata. Es de la producción de lo que pasa al nivel de los fantasmas originales.

Les mostrare que es exactamente del sujeto mismo, a partir del pasaje de esto, a saber la relación, a, que esta al nivel del fantasma y de su producción, que le ha permitido al sujeto situarse, arreglársela con su deseo, pasaje del fantasma al nivel del mensaje, aquel de la respuesta a la demanda, en tanto pasa se sitúa. En la observación van a verlo, esta articulado de este modo, vemos en ese momento la aparición de la imagen de la madre buena, benevolente, y que se nos habla de la atenuación del Superyó femenino infantil. En efecto, en tanto que esta al nivel de la significación del significado y del Otro (A).

Ratificar esta producción fantasmática del sujeto, es lo que nosotros sólo podemos expresar literal mente como una reducción de la complejidad de las formaciones en el sujeto, que es deseo. Como una reducción de esto en relación a la demanda, articulada en la relación directa del sujeto al analista.

Ustedes me dirán: ¿y si esto resulta? En efecto, ¿porque no? ¿No es esta una idea que uno se puede  hacer del análisis?

Respondo, que no sólo es insuficiente, sino que nosotros veremos en estas observaciones del modo más perceptible, en lo que nos es dado, tenemos por otra parte los documentos que nos permiten, por I experiencia, ver cual es el resultado.

Seguramente esto comporta ciertos efectos, pero lo que allí se produce esta muy lejos de representa el hecho de la cure que podríamos esperar donde la pretendida maduración genital llegase a realizarse ¿Cómo no ver la paradoja que representa hablar de maduración genital cuando allí se articula claramente que la maduración genital es representada por el hecho que el sujeto se deja amar por su analista?

Hay aquí también algo de extraordinario, lejos que la maduración genital se realice en un proceso vemos por el contrario el hecho de una reducción subjetiva de los síntomas por intermedio de un desarrollo que por su naturaleza tiene algo de regresivo, no sólo temporal, sino desde el punto de vista tópico. En tanto hay una reducción al piano de la demanda de todo lo que es del orden de la producción de la organización del sostén del deseo. En efecto aquello que se produce en estas etapas lejos de ser interpretable como lo es a veces en la dirección de un mejoramiento, en el sentido de una normalización de las relaciones con el otro, se presenta como bruscas explosiones, por ejemplo, el acting out. El año anterior les mostré a propósito de la observación de las relaciones con un sujeto muy marcado por tendencias perversas, en las que las cosas han tenido por resultado un verdadero acting out. El sujeto yendo a observar tras la puerta del baño mujeres que van a orinar, literalmente yendo a buscar con precisión la mujer en tanto que talo, en una brusca explosión de algo que bajo la influencia de la demanda esta excluido. Aquí se reintroduce bajo la forma de este acto absolutamente aislado en la vida de sujeto, que tiene todas las formas compulsivas del acting out  y la presentificación de un significante como tal.

Muchos otros testimonios aún nos muestran bajo otras formas, por ejemplo, en la de un enamoramiento que tiene este aspecto paradojal en los sujetos, que ni se sospechan homosexuales disidentes. Lo que tienen de homosexual, no lo tienen más que lo que se puede ver de un brusco enamoramiento a un semejante, problemático, verdadero producto artificial de esta clase de intervenciones. Este enamoramiento asume el aspecto de homosexual por la producción forzada de la relación del S al a, que en esta manera de orientar, de dirigir el análisis, es hablando con propiedad lo que ha sido forzado por la reducción a la demanda.

Les diré que al nivel de esa práctica, en ese momento falta de toda critica, de toda delicadeza, que desalienta todo comentario, es que retomare algo anterior aún. Ya les he dicho que en la obra de este autor siempre me pareció más propio e interesante mostrar que desarrollo quizás hubo podido tomar a condición de orientar de otro modo su elaboración de estos sujetos. Esto es lo que concierne a las incidencias terapéuticas de la tome de conciencia. Es el título mismo de «La envidia del pene en la neurosis obsesiva femenina».

Esta observación tiene mucho interés porque no tenemos tantos análisis de neurosis obsesivas en la mujer, e igualmente para aquellos que pudiesen rozar el problema de la especificidad sexual de la neurosis, a saber por las razones que atañen a su sexo que los sujetos eligen tal o cual pendiente de la neurosis.

Veremos sin embargo en ocasión de la neurosis obsesiva femenina, como todo lo que es del orden de la estructura en la neurosis deja muy poco lugar a lo que la posición del sexo, en el sentido biológico y natural, puede tener de determinante.

En efecto la famosa prevalencia del objeto fálico que hemos visto jugar en las observaciones concernientes a las neurosis obsesivas masculinos, se reencuentra de una manera muy interesante.

He aquí cómo el autor en esta oportunidad, concibe, descubre, desarrolla el progreso del análisis y lo articula de la siguiente manera:

«Como el obsesivo masculino, la mujer necesita identificarse bajo un modo regresivo al hombre para liberarse de las angustias de la infancia. Pero ahora la primera se apoyara sobre esta identificación para transformar el objeto de amor infantil en objeto de amor genital».

Esto corresponde estrictamente a lo que les he remarcado sobre la paradoja de la identificación del sujeto masculino al analista, porque ella constituye el pasaje del objeto de amor infantil al objeto de amor genital. Aquí hay algo que plantea un problema:

«Ella (la mujer) se funda de entrada sobre esta identificación y tiende a abandonar este primer objeto y a orientarse alrededor de una fijación heterosexual, como si ella pudiese proceder a una nueva identificación femenina esta vez a la persona del analista».

El lo dice con una ambigüedad sin dudas sorprendente, pero necesaria, que es la identificación al analista aquí articulada como tal, que es determinada como tel. Dejando constancia que él es de sexo masculino, que esta identificación, en el primer cave, supone muy sencillamente y como yendo de si que asegura el acceso a la genitalidad. Si se tiene esta presuposición, esta hipótesis, resulta que en él cave de la mujer obtenemos: no se deja constancia de un mejoramiento extraordinario, pero se constata, con cierto embarazo y sorpresa, que esta identificación al analista se hará en forma sucesiva en dos modalidades: bajo un primer modo que será de entrada conflictual, es decir de reivindicación en el lugar del hombre y de hostilidad también en el lugar del hombre, porque es en la medida misma que esa relación, se nos va a decir, torna manejable una problemática singular.

Es siempre por la necesidad de concebir de una cierta manera ese progreso de una identificación femenina que se admite posible en razón, se nos dice, de la ambigüedad fundamental de la persona del analista. Esta explicación no nos resulta muy satisfactoria.

«… Una nueva identificación, esta vez femenina y sobre la persona del analista. Va a sentir que la interpretación de los fenómenos de transferencia es aquí especialmente delicada, si la personalidad del analista masculino es primero tomada como humillante, con todas las interdicciónes, los miedos, la agresividad que ella comporta, casi el deseo de la posesión fálica…»

Esto es considerable y nos va a dar que hablar.

«… y correlativamente de castración del analista».

Y agrega: «Y por ese hecho, los efectos de relajamiento precitados han sido obtenidos. Esta personalidad del analista masculino ha sido asimilada a la de una madre benevolente».

Y agrega más: »Esta asimilación no demuestra que la fuerza esencial de la agresividad antimasculina se encuentra en la pulsión de destrucción inicial de la cual la madre era el objeto».

Aquí un horizonte kleiniano puede siempre dar algún apoyo.

«La tome de conciencia de la una conlleva el derecho al libre ejercicio de la otra, y el poder liberador de la tome de conciencia del deseo de posesión fálica deviene de plano comprensible. como el pasaje de una identificación a la otra, en función de la ambigüedad fundamental».

Aquí reencontramos la frase antedicha. Todo esta allí. En principio todo se apoya sobre la interpretación de marras y de un deseo de posesión fálica correlativo al de castración del analista.

Mirando bien, esta lejos de representar lo que aparece en la observación. Tomemos la en el orden que se nos presenta.

Se trata de una mujer de 50 anos, de buena estampa, madre de dos hijos, que ejerce una profesión paramédica. Viene por una serie de fenómenos obsesivos muy comunes: la de haber contraído sífilis. Esto es importante porque ella ve allí no sé que prohibición sobre el matrimonio de sus hijos, al tiempo que no ha podido oponerse al de su primogénito. Obsesión de infanticidio, de envenenamiento y una serie de banalidades, especialmente en el tipo de manifestaciones obsesivas en la mujer.

Aún antes de darnos la lista el autor nos habla de una forma prevalente de obsesiones con temas religiosos. Como es carácterístico aparecen toda clase de frases injuriosas, escatológicas que se imponen al sujeto, en contradicción formal con sus convicciónes.

Comencemos por un elemento que de entrada subraya el autor en la relación del sujeto con la realidad religiosa Especialmente la realidad que, para esta mujer católica, es la presencia del cuerpo de Cristo en la hostia.

Pero además ella se representa imaginativamente los órganos sexuales masculinos, sin ser fenómenos alucinatorios se nos aclara, en el lugar de la hostia. Se nos ofrece acentuado, más adelante, un detalle importante concerniente a la tematización religiosa en esta obsesiva: su madre fue la única responsable de su educación católica y se nos dice que su conflicto en el piano espiritual podía relaciónarse con su carácter coercitivo y obligatorio. Esto es indiscutible y tiene todo su alcance.

Querría detenerlos, antes de las interpretaciones que serán dadas, un instante en ese síntoma. Su naturaleza es tal que nos incite a ciertas puntuaciones.

Se nos dice que los órganos genitales se nos presentan ante y en el lugar de la hostia.

¿Qué puede querer decir esto para nosotros los analistas? He aquí un caso donde esta superposición en ese lugar, si somos analistas, debemos darle su valor.

¿Que es lo que llamamos represión, retorno de lo reprimido, sino lo que aparece como algo que destine por debajo que surge a la superficie, como la escritura la califica, corno una mancha, que sube o que vuelve a subir con el tiempo, a la superficie?

Tenemos aquí una cuestión, si pretendemos darle a las cosas su importancia textual como nuestra posición de analistas nos lo indica, en que deberemos tratar de articular de que retorna.

El Cristo, según esta mujer que ha recibido una educación religiosa como todos los que pertenecen a la religión cristiana, no le es indiferente. El Cristo es el Verbo, el Logos, se nos ha machacado en la educación católica, y que sea el Verbo encarnado sin dudas es la forma más abreviada de lo que se puede llamar credo. En suma vemos, si nos referimos a este Logos, se nos dice que él es el Verbo, la totalidad del Verbo. A través de él vemos aparecer, sustituyéndolo en su lugar, algo que tratamos de formular de una manera convergente en nuestra experiencia analítica.

Nos hemos visto llevados a nombrar ese significante privilegiado, único, definido por el hecho de designar el efecto, la marca, la impronta del significante sobre el significado.

Lo que se produce en ese síntoma es la sustitución en una relación, que se nos presenta desde el sujeto al verbo en su esencia, al verbo total, al verbo encarnado. La sustitución en la totalidad de ese verbo por un significante privilegiado, que sirve para designar la marca, el efecto, la impronta, la herida del conjunto del significante que soporta el sujeto humano para que por la instancia del significante algo venga a significar.

Avancemos en la observación. ¿Qué encontraremos ahora?

Encontraremos ahora al sujeto en la ocasión de decir que ha sonado que destrozaba la cabeza de Cristo de una patada y que se parecía a la de su analista. Luego asocia: «Yo paso cada mañana para dirigirme al trabajo delante de un negocio de pompas fúnebres donde están expuestos cuatro cristos y al mirarlos tengo la sensación de pisar sobre su verga. Experimento una especie de placer agudo y de angustia».

Aquí encontramos la identificación de ese algo que es el Otro, el gran Otro, en tanto lugar de la palabra. Nos es dado en la ocasión que el sujeto rompe con su taco la figura de Cristo. No olvidemos que aquí esta materializada por un objeto, un crucifijo, en su totalidad, si se puede decir, que es el falo. No podemos dejar de conmovernos, siguiendo la observación, con estos detalles: algo muy particular va a intervenir en las relaciones del analizante con el analista, los reproches al analista por lo embarazoso que le resultan los cuidados que él otorga a su existencia y que van a materializarse en el hecho de no poder comprarse zapatos.

Seguramente el analista no estará desprevenido acerca del valor fálico del zapato, en particular el taco al que se da gran utilidad para reventar la cabeza de Cristo, es algo que tiene todo su alcance.

Es de destacar que esto sucede en el interior de un análisis y que el fetichismo del zapato en la mujer es algo muy poco observado. La aparición de algo en relación al zapato con cierta significación fálica. La elaboración de una observación tal en el análisis tiene aquí un gran valor. Tratemos de comprenderlo sin alejarnos mucho.

Cuando el analista en ese momento trace todo para sugerir al sujeto que se trata de una necesidad, de un deseo de posesión del falo, lo que en sí me parece no es lo peor que pueda decir, si no fuera que para él eso representa, como se lo dice, el deseo del sujeto de ser un hombre. Contra esto ella se opone con la mayor energía hasta el fin. Ella jamás ha tenido el deseo de ser un hombre. En efecto, de ningún modo es lo mismo el deseo de poseer un falo y el deseo de ser un hombre. ¿Acaso la teoría analítica supone que las cosas puedan resolverse de una manera tan natural?

Veamos lo que replica la analizante: «Cuando estoy bien arreglada los hombres me desean y me digo con placer muy real que aún los puedo dejar pagando. Me satisface pensar que puedan sufrir».

Abreviando, ella vuelve a llevar al analista al terreno sólido, económico, a saber ¿cuál es el compromiso de su relación al falo en su relación con el hombre?

Tratemos ahora de articularlo nosotros. He aquí como les propongo articularlo precisamente, hay aquí muchos elementos: la relación a la madre, de la cual se nos dice es esencial, relación de verdadera coherencia entre el sujeto real cuya madre nos muestra sus relaciones problemáticas con el padre y sobre las relaciones de la enferma con el padre. Esta madre se ha manifestado de muchas maneras y en particular de esta: que el padre no pudo triunfar sobre la atadura de su mujer a un primer amor de carácter platónico. Para que una cosa como esa sea señalada en la observación trace falta que haya tenido un cierto lugar.

Por otra parte las relaciones del sujeto con la madre se traman sobre un fondo de juicios favorables, más inteligente que el padre, fascinada por su energía, etc.

«Los raros momentos en que su madre se detenía la llenaban de un gozo indecible…» «…Ella siempre ha considerado que su hermana más joven era la preferida…» «…Asimismo todo el que se inmiscuyera en esa unión con su madre se tornaba en objeto de deseos de muerte. Así quedará demostrado en un material importante, sea onírico o infantil, relativo al deseo de muerte de la hermana».

¿No hay allí bastante para demostrar en las relaciones del sujeto con su madre justo lo que he subrayado como la relación del sujeto al deseo de su madre? El modo en que el problema del deseo se introdujo en la vida del sujeto es precoz y particularmente manifiesto en la historia de la obsesiva.

Ese deseo que termina en eso que el sujeto ve perfilarse como fin, no de tomar esto o aquello, sino de ser el objeto de deseo de la madre con todo lo que esto comporta de desconocido, aún siéndolo. El objeto de deseo de la madre es justo eso de lo que esta suspendido todo lo que en lo sucesivo para el sujeto va a ligar el acercamiento de su propio deseo a un efecto de destrucción, que al mismo tiempo subordina, define el acercamiento de este deseo al significante del efecto del deseo en la vida de un sujeto, por sí mismo, a saber el falo.

Articulo de nuevo las cosas: el problema no es para el sujeto saber si la madre, como en el fóbico, tiene o no el falo. Es saber lo que es este efecto en el otro, de ese algo que es esa X, el deseo. En otros términos lo que adviene en primer plano para el sujeto es saber lo que él será, si es o no lo que ese deseo del otro es.

Lo que vemos en primer plano es algo muy bello, es el Logos encarnado en el otro en tanto que el verbo lo marca. Es la sustitución, en este punto ya en este nivel, del significante falo como tal.

Articularé mi pensamiento más lejos aún con otros términos: Freud ha visto y designado las fronteras del análisis deteniéndose en ese punto que en algunos casos se muestra irreductible. Se abate sobre el sujeto una suerte de herida que es para el hombre el complejo de castración y que guarda toda su manifestación prevalente, en suma: que no puede tener el falo sino sobre el fondo de no tenerlo. Lo mismo se presenta en la mujer que no lo tiene sobre el fondo de que lo tiene, poniéndose rabiosa por su penis neid rreductible . Recuerden que el «neid» en alemán no significa sólo un deseo, sino también literalmente enojo. Todas las subyacencias de la agresión y la cólera caben en ese «neid» original. tanto en el alemán moderno como aún más en el antiguo y en el anglosajón.

Si Freud ha marcado de algún modo «el carácter infinito», «proyectado al infinito», traducido mal por interminable, de aquello que puede suceder en el análisis, lo que el no ve es porque no tuvo oportunidad de hacerlo aunque este indicado en especial en ese último articulo sobre la spaltung del yo sobre el que volveré. Lo que el no ve es que la solución del problema de la castración, tanto en el hombre como en la mujer, no esta en el dilema de tener o no el falo, puesto que es únicamente a partir del momento donde el sujeto se apercibe que hay algo para reconocer y asentar, es que el no lo es. A partir de esta realización en el análisis, en que el sujeto no es el falo, es que puede normalizar esta posición, diría natural, donde lo tiene o no lo tiene.

Esto es en efecto el último término, la relación significante alrededor de la cual puede resolverse la impasse imaginaria engendrada por la función que la imagen del falo viene a tomar en el nivel del piano significante. Esto es lo que le ocurre a nuestro sujeto cuando por el efecto de las primeras manifestaciones de la tome en el mecanismo de la transferencia, de una articulación más elaborada de los efectos sintomáticos que se produce en ella de una manera muy reconocible en lo que hoy cité. Esto es el fantasma presentificado en el análisis ligado a la posesión o no del zapato, femenino, fálico, que llamaremos en esta ocasión «fetichista». ¿Que función tome para un sujeto masculino en tanto que en su perversión lo que rehusa es que la mujer este castrada?

Esto es lo que quiere decir la perversión fetichista para el sujeto masculino: afirmar que la mujer lo tiene sobre el fondo de que ella no lo tiene. Sin eso no habría necesidad de un objeto mercantil para presentarle, manifiestamente independiente del cuerpo de la mujer.

Si la mujer se pone a fomentar en el curso de la elaboración transferencial, lo que aparentemente es lo mismo, que quiere tenerlo bajo la forma de vestimentas que van a excitar el deseo de los hombres para a su vez decepcionarlos. Es ella que lo articula así, y en apariencia es lo mismo, pero es absolutamente otra cosa, cuando esta planteado por la mujer que por el hombre y en esta ocasión lo demuestra al querer presentarse teniendo lo que ella sabe perfectamente que no tiene. Para ella tiene otro valor que he llamado el valor de la mascarada, porque trace de su femineidad justo una máscara.

A partir del hecho de que este falo que es para ella el significante del deseo, se trata de presentar su apariencia, que ella parezca ser el objeto de un deseo que sabe muy bien que sólo puede decepcionar. Ella expresa formalmente al analista lo que este va a interpretar como un deseo de posesión de falo. Se trata de algo que muestra una vez más la divergencia que se establece, que es esencial, entre ser algo que es el objeto del deseo del otro y el hecho de tener o no el órgano que porta la marca.

Así llegamos a la siguiente formula: el deseo original es querer ser lo que la madre desea y para ello es necesario destruir lo que es por el momento el objeto de su deseo, el sujeto quiere ser eso que él es, ese deseo. Lo que es necesario inducir a ver en el tratamiento es que no es el hombre en sí mismo el objeto de ese deseo, es mostrar justamente que el hombre no es más el falo que la mujer. Lo que trace al hecho de su agresividad -se los mostrare mejor la próxima vez- con respecto a su marido en tanto que hombre, es que ella considera que él es, no que lo tiene, el falo y bajo ese titulo que es su rival, es bajo ese titulo que sus relaciones están marcadas por el signo de la destrucción obsesiva.

Que ese deseo de destrucción se vuelve en contra de ella según la forma esencial de la economía obsesiva es exactamente la mete del tratamiento, remarcando que tú eres tú mismo lo que quieres destruir en tanto quieres ser el falo, esto trace de algún modo a la prosecución del tratamiento.

Observen la diferencia: tú eres esto que quieres destruir, se lo reemplaza por tu quieres destruir esto que es tomado en los fantasmas absolutamente improbables y fugaces. El detalle de la observación les mostrará esta destrucción del talo del analista. Tu quieres destruir esto, dice el analista, y yo te lo doy. La cure está concebida en su totalidad sobre el hecho de que el analista da fantasmáticamente, concede ante un deseo de posesión fálica. Ahora, no se trata de esto y una de las pruebas que podemos dar es la manera, en ese punto casi terminal en que ha proseguido el análisis, se nos dice que la enferma conserve todas las obsesiones y por otra parte no tiene más que una. Ellas fueron todas enterradas en bloque por el análisis, pero el hecho de que a pesar de todo existan tiene siempre su importancia.

¿Que es lo que hace la paciente?. Está dicho en la observación con entera ignorancia que ella interviene con toda su fuerza contra su hijo primogénito al que siempre ha considerado un pobre bisoño, porque a decir verdad es el único al que ella nunca pudo llegar a dominar sus reacciónes, diciéndole que es urgente que solicite un tuno para analizarse. El analista cree que siendo el falo aporta el resultado de la situación en tanto tomado en posición de madre benevolente y dice que le da ese falo y que ella se lo devuelve. Es porque justo en este punto ella es efectivamente el falo que lo devuelve. I a vuelta tiene valor de préstamo.

El analista ha orientado en pleno el análisis hacia el término en que la analizada quiere ser un hombre. Ella nunca llega a estar muy convencida pero algo le ha interesado, a saber, que es verdad que la posesión o no de ese talo ha encontrado allí su apaciguamiento. Pero lo esencial de la significación del falo en tanto lo es del deseo no queda resuelto.