Seminario 5: Clase 28, del 25 de Junio de 1958

La última vez arribamos al punto donde tratamos de comenzar concéntricamente a dibujar la constelación del deseo del obsesivo. Les he anunciado que en el interior de esta aproximación al hablar de la posición de la demanda en el obsesivo, tan precozmente experimentada, por el otro como por ustedes, de esta insistencia especialmente acentuada que la torna tan difícil de tolerar; por otra parte esta necesidad de destrucción del deseo del otro, del obsesivo, que bordea hoy nuestro propósito: la función de ciertos fantasmas.

No es en vano que he tomado a este autor como base, no para criticarlo en términos de polémica sino en función de un análisis sistemático, para el examen de lo que resulta de lo que él articula, no en vano, este fantasma fálico, especialmente en el artículo de 1950 bajo la importancia que toma la envidia del pene en la mujer, en el curso del análisis de una neurosis obsesiva.

No es esto todo lo que les enseño acerca de la importancia del significante falo y que aquí probaré que se le da un valor exagerado. Se trata de ver cómo se lo usa, antes que librarse al jueguito liviano de criticar el resultado de un tratamiento que se presenta, por otra parte, como inacabado, ni de juzgar desde afuera algo a lo cual no se entró.

Lo importante en esta observación es que nada de los elementos que subrayo, incluso las dudas de la dirección francamente opuesta a la que podría parecernos lógica, nosotros lo hacemos no a partir de la observación como continuación y rendición de cuentas de hecho, sino a partir de las articulaciones del autor mismo, los interrogantes que se plantea que ustedes encontrarán siempre en el buen lugar. Puesto que las propiedades del espíritu humano, la sensatez en particular, como se lo ha dicho con justicia y no sin cierta ironía, son la cosa del mundo más difundida, y no es dudoso que lo que aquí nos hace obstáculo ya lo ha hecho en el espíritu de los autores y que en esta observación están articulados de pleno. Hay interrogantes, más bien marcas concernientes al resultado paradojal, el no resultado de lo que se buscaba. Contradicciónes a las cuales el autor no les da importancia suficiente, pero que pueden ser calificadas como tales porque están escritas negro sobre blanco en el texto.

Entonces para llegar a lo que intentamos formular hoy concerniente a lo que constituye la dirección de este tratamiento, la manera en que se lo articula, iremos primero a lo vivo de la cuestión a saber lo que se presenta en la diferencia de ser algo articulado más no articulable y lo que luego se alcanza y se hace en efecto.

Partiendo de nuestro esquema comencemos por hacer de él el lugar de un cierto número de posiciones que él completa y que nos permiten reencontrar lo que nos es familiar, que allí se encuentra representado en un cierto orden y una cierta topología.

Planteamos una vez más la pregunta: ¿Qué es esta línea significante en la parte superior del esquema? Es una línea significante en tanto estructurada como un lenguaje. Por ello es precisamente que, esta especie de frase que el sujeto no puede articular, nosotros debemos ayudarlo en su logro.

¿Cómo lo podemos situar en el esquema para comprenderlo? Lo que allí se estructura es en suma, el conjunto de la neurosis idéntica, no a un objeto parásito ajeno a la personalidad del sujeto, sino a toda la estructura analítica que está en sus actos y su conducta.

A medida que avanzamos en el proceso de nuestra concepción de la neurosis nos percatamos que no está hecha sólo de síntomas desmontables en sus elementos significantes con sus efectos ce significado, porque así enseñé a retraducir lo que Freud articula, sino que toda su personalidad lleva la marca de esas relaciones estructurales y va más allá de lo que el término personalidad entraña en una primera acepción, estática, llamada carácter. No es eso sino la personalidad considerada en lo que dibuja en los comportamientos, en las relaciones al otro y a los otros, un cierto tipo de movimiento que se reencuentra siempre, una escansión, un modo de pasaje del otro al otro, a un otro incluso que siempre y sin cesar se reencuentra formando el fondo y la modulación de la acción obsesiva.

El conjunto del comportamiento obsesivo e histérico, que esta estructurado como un lenguaje y que, más allá, en su articulación se llama discurso, es algo que, tomando los actos del sujeto tendría una especie de equivalencia en el lenguaje de lo que se denomina un gesto. Un gesto no es sólo un movimiento bien definido, es un significante, aquello no alcanzaría a lo que el gesto recubre. Podríamos recurrir a la expresión francesa que pega perfectamente: «une geste» (una «esta) como se lo emplea en la canción de gesta, La gesta de Roland, es decir la suma de su historia !

Al fin de cuentas es una palabra y de un cierto modo la suma del comportamiento del neurótico se presenta como tal, como una palabra plena. Plena en su primitivo sentido. en que se empeña bajo la forma de un discurso, plena en su sentido criptográfico, desconocido para el sujeto en cuanto al sentido. No obstante él la pronuncia a través de todo su ser. por todo lo que manifiesta, evoca y ha realizado ineluctablemente en una va de acabamiento e inacabamiento, si allí no interviene algo del orden de la oscilación que se llama el análisis; se trata entonces de una palabra pronunciada por ese sujeto barrado en sí mismo que nosotros llamamos la conciencia.

Así lo representamos bajo la forma de un signo. Lo que ustedes ven discernirse en la distinción que hemos definido es que el Otro -con A mayúscula – como lugar de la palabra, se instituye y se diseña por el sólo hecho que el sujeto habla. A partir del hecho que se sirve de la palabra el Otro nace como lugar de la palabra. Eso no quiere decir que sea realizado como sujeto en su alteridad, el Otro es invocado cada vez que hay palabra.

Ustedes ven que ese más allá, aquello que se articula en la línea superior del esquema es el otro del otro. Esta palabra que esta articulada en el horizonte del otro como tal, es este otro del otro del que diremos que es el lugar donde la palabra del otro se dibuja como tal y no habría razón para que nos este cerrado. Es también el principio de la relación intersubjetiva en tanto este Otro nos es dado como sujeto, es decir, como sujeto que nos piensa a nosotros como su otro. Es el principio de la estrategia cuando juegan al ajedrez, le atribuyen al otro tanto calculo como el que ustedes ejercen.

¿Porque? Puesto que osamos decir que este otro del Otro, que debería ser el elemento máis transparente, está dado de cierta forma con la dimensión del Otro, que este otro del Otro es allí mismo donde se articula el discurso del inconsciente, ese algo que está articulado que no es articulable por nosotros. ¿Por que debemos hacerlo? ¿Qué nos da derecho a hacerlo?

Es simple: este otro en el cual en la experiencia y por las condiciones de la vida humane que trace que este enganchada en la condición de la palabra, este otro al cual estamos sometidos por la condición de la demanda, nosotros no sabemos lo que para él es nuestra demanda. ¿Por que no lo sabemos? ¿Que le da esta opacidad?

Allí están las evidencias, subrayen lo que digo, evidencias cuyos aportes no son menos útiles para articular. Nos contentamos con obscurecerlas siempre bajo la forma de objetivaciones prematuras. ¿Porque es ese otro del cual no sabemos como acoge nuestra demanda, en otros términos, porque en nuestra estrategia va a devenir A, y realizar esta posición paradojal de su discurso?

Esto quiero decir cuando insisto en que el inconsciente es el discurso del Otro. Es lo que sucede virtualmente en ese horizonte del otro del Otro, en tanto allí se produce la palabra del Otro, y esta palabra en tanto que deviene nuestro inconsciente, algo que viene a presentificarlo necesariamente por el único hecho que en ese lugar de la palabra hacemos vivir un otro capaz de respondernos. Es por ello que nos es opaco, porque hay algo que no conocemos en él y que nos separa de su respuesta a nuestra demanda, esto es su deseo.

Esto es suficiente para percibir algo de inmediato, es que el punto esencial de esta marca que sólo en apariencia es evidente tome su valor en función de que ese deseo esta situado allí entre el Otro como lugar puro y simple de la palabra y el otro en tanto ser de carne a cuya merced estamos para satisfacer nuestra demanda. Pero que ese deseo este allí situado condiciona su relación con algo del origen de la palabra, la simbolización de la acción del significante sobre el sujeto como tal, Io que en suma hace lo que llamamos un sujeto y simbolizamos S. Es algo distinto de un sí mismo, que en inglés adquiere una expresión elegante: «self». Decirlo en ing1es permite aislarlo indicando bien lo que quiere decir, lo que hay irreductible en esta presencia del individuo en el mundo. Ese algo deviene sujeto, barrado en nuestra simbolización, marcado por esta condición que lo subordina, no sólo al Otro como lugar de la palabra, sino es el sujeto definido como momento, no en una cierta relación al mundo, del ojo al mundo, en una relación (sujeto objeto) de conocimiento en el sujeto; al nacer en el momento de la emergencia del individuo humano en las condiciones de la palabra y al tiempo que esta marcado por el otro, no simplemente como lugar de la palabra sino como el mismo. Este otro esta marcado y condicinado por las condiciones de la palabra.

¿Que vemos en ese horizonte opacado por el obstáculo del deseo del Otro? Es ese algo que reenvía al sujeto así marcado a su propia demanda, que lo pone en una cierta relación, designada por el símbolo del pequeño rombo, a su demanda en tanto que el Otro no responde más. El gran A no responde más, lo que es muy célebre bajo otras iniciales. Al nivel del sujeto lo que tiende en el horizonte a producirse es esta confrontación, este reenvío del sujeto a su propia demanda bajo la forma de significantes englobantes en relación al sujeto de los que el mismo deviene signo.

En el horizonte de esta no respuesta del Otro vemos dibujarse en el análisis, en tanto el analista viene a ser el lugar de la palabra, sólo una oreja que escucha y no responde, va a empujar al sujeto a desatarse, a oponerse a algo que la experiencia muestra en filigrana en su discurso, esas formas de la demanda que aparecen como fase oral, anal, y todas las formas que prefieran, ¿que se carácterizan por que? y ¿qué queremos decir cuando hablamos de tases? Sin embargo no olvidemos que nuestro sujeto no retorna ante nosotros progresivamente al estado de lactante. No nos libramos a una operación de faquír. Haría falta ver al sujeto remontar el transcurso del tiempo y reducirse al fin a la simiente que lo engendro. Eso de lo que se trata es de significantes. Lo que llamamos fases oral, anal, es la manera en que el sujeto articula su demanda por la aparición en su discurso, en sentido vasto, de todas las formas en que su neurosis se presenta, los significantes que se han formado en tal o cual etapa del desarrollo, que eran los significantes que le sirvieron en esas fases, los más recientes o los más antiguos, para articular su demanda.

Lo que en otros términos se llama fijación es la prevalencia guardada por tal o cual forma de significante oral, anal u otro con todos los matices que les enseñe a articular. Es la importancia especial que han conservado algunos sistemas de significantes y que se llaman regresiones. Es lo que sucede en tanto esos significantes están reunidos por la apertura en el discurso del sujeto, por ser simplemente en tanto palabra, sin que esta tenga nada especial que demandar, se perfila en la dimensión de la demanda y para eso toda la perspectiva es cubierta en forma retroactiva sobre lo que el sujeto ha vivido desde su primera y más tierna infancia, a saber: la condición de la demanda.

Se trata de saber que hacemos con la regresión. Toda la pregunta esta allí, donde nosotros estamos para responder a eso o para decir lo que sucede cuando no respondemos y hacemos algo diferente. Tal es el fin que merece ser alcanzado.

Los significantes que aquí están interesados en la regresión del discurso debemos considerarlos en la estructura del discurso mismo, siempre allí, donde lo descubrimos, en esas dos líneas significantes que vienen a continuación:

S1 …………… S2            S3 …………… S4

s1 ……………. s2             s3 ……………. s4

Las significaciónes están producidas siempre según la ley de la cadena significante. Esos dos curves se equivalen por una anticipación de la serie significante toda la cadena significante abriendo ella el horizonte de su propio movimiento y al mismo tiempo, por retroacción, una vez que ha llegado el término significante dobla la frase que trace que lo que se produce al nivel del significado tiene siempre una función retroactiva. Aquí el S2 se dibuja en el momento donde el S1 comienza y sólo termina cuando el S2 retroactiva sobre el S1. Siempre existe un cierto desajuste del significante a la significación, que da a toda significación (en tanto no es natural ni esta Iigada a este bosquejo momentáneo de la instancia de la necesidad en el sujeto) ese algo esencialmente metonímico, es decir, ligado a lo que liga en si la cadena significante a lo que la constituye como tel. a esos lazos, a esos nudos que por el momento podemos nombrar justo aquí para distinguirlos de un cierto sigma, es decir, es más al la de la cadena significante en la cual tratamos de reducirlo, estos significantes que encontramos en la confrontación del sujeto a la demanda, en esta suerte de reducción de su discurso a esos significantes elementales, es lo que discernimos en filigrana en todo lo que nos evoca y trace el fondo de nuestra experiencia, eso por lo que reencontramos las mismas leyes estructurales en toda la conducta del sujeto y en el modo en el que nos lo expresa a veces, incluso hasta en la escansión en la manera motriz como lo articula. un tartamudeo, un balbuceo o cualquier tropiezo de las palabras, significativo de algo que es del orden de un significante de la demanda como falta oral o anal.

¿Que podemos concebir de aquí en adelante? Es esto, que ha sido un descubrimiento de Daniel Lagache, el más amigable de nuestros colegas, dirigiendo un pequeño grupo de estudio, con una sorpresa motivada por un malentendido permanente: en todas partes donde en francés leemos «instinto» en el texto alemán siempre aparece el termino «trieb» o pulsión como traducimos, lo que oscurece aún más la cuestión. El termino en inglés es «trensa» (?) y si quisiéramos encontrar algo en francés, no tenemos nada mejor que permita traducirlo dado el verdadero sentido de trieb. Es un termino que haría falta elegir entre una expresión científica: tropismo, hecho para designar los elementos irresistibles de algunas atracciónes irreductibles en lo fisico-químico ejercidas en el comportamiento animal, que nos permitiese exorcizar el costado más o menos finalista que ha en el termino instinto.

Yo diría que ese algo, al fin de cuentas, es del orden que reencontramos en nuestra noción freudiana de «trieb» traduzcámoslo con el termino francés atracción (attirance) que emplee recién para hablar de los tropismos. Este algo sitúa al sujeto humano en una dependencia necesaria, no puedo decir que el ser humano no es el sujeto obscuro escondido bajo las formas gregarias de la atracción orgánica hacia elementos climáticos, por cave, o de otra naturaleza. Es evidente que allí no se desarrolla nuestro interés en el campo que estamos llamados a explorar en el análisis y es ese algo que nos trace hablar de las diversas fases oral, anal, genital y otras. ¿Que vemos allí entonces?

En la teoría analítica hay en efecto una cierta necesidad, una cierta relación de subordinación, de dependencia de organización y de atracción, ¿en relación a que? ¿A significantes tomados en que’? En el registro, en la batería de un cierto numero de sus propios órganos.

No es diferente decir que sobrevive una fijación oral o anal en un sujeto adulto para hacerlo depender de una especie de relación imaginaria. Lo que sin dudes aquí se articula lleva a la función significante. Si no estuviera aislado y mortificado como tal no sabría tener la acción económica que eso tiene en el sujeto, por una razón: que las imagenes como tal jamas están ligadas sino a la suscitación o a la satisfacción de la necesidad. Esto es así cuando se trata de la necesidad pura y simple, si el sujeto queda atado a esas imagenes, fuera de su texto, vales allí donde no se trata de alimentación, anales allí donde no se trata de excrementos. Sin embargo esas imagenes han tomado otra función: la función significante. La pulsión como tal es la expresión manejable de conceptos que nos expresan esta dependencia del sujeto en relación a un cierto significante.

Lo importante es que ese deseo del sujeto que se reencuentra más allá de la demanda es lo hace opaco a nuestra demanda y lo que también instala su propio discurso como algo absolutamente necesario en nuestra estructura pero nos es, por ciertos costados, impenetrable, porque de hecho es un discurso inconsciente.

Este deseo que es su condición, esta sometido a la existencia de un cierto efecto de significante que es lo que les vengo explicando desde Enero bajo el nombre de metáfora paterna.

Esto significa que cuando en el horizonte aparece el nombre del padre, siendo el soporte de la cadena significante, de su orden instaurado, que cuando esta metáfora se establece a partir del deseo primitivo, opaco, oscuro. que representa el deseo de la madre, de ese algo que primero está completamente clausurado para el sujeto y que sólo puede quedar cerrado en razón de la fórmula de la metáfora, a saber aquella que ya les he simbolizado por la relación de dos significantes, uno estando en dos posiciones diferentes:

SS’

S’X

El nombre del padre sobre el deseo de la madre y el deseo de la madre sobre su simbolización

Su determinación como significado es algo que se produce por un efecto metafórico. Ya les he dicho que donde el nombre del padre falta no se produce ese efecto metafórico. No puedo hacer aparecer lo que hace designar la «X»,  el deseo de la madre como siendo el significante talo:

S     ( S )

falo

Esto es lo que se produce en la psicosis en tanto el nombre del padre es rechazado, es objeto de una Verwerfung primitiva que no entra en el ciclo de los significantes, porque también el deseo del otro y en especial el de la madre no esta simbolizado. Representemos la posición de la psicosis en el esquema ese deseo como tal (no como existente) porque las madres de los psicóticos también tienen un deseo, aunque no sea siempre seguro, pero seguramente no esta simbolizado en los sistemas del sujeto.

Al no estar simbolizado vemos que en el psicótico la palabra del Otro no pasa en absoluto al inconsciente, le habla sin cesar en tanto lugar de la palabra. No es necesario que esto quiera decir usted o yo, eso quiere decir en suma lo que le es ofrecido como campo de percepción que le habla de nosotros. Para dar un ejemplo recordare lo dicho anoche por Reim, que en los delirios el color rojo de un auto puede querer decir que él es inmortal, todo le habla porque nada de la organización simbólica esta destinado a reenviar al otro, donde debe estar, en su inconsciente. Nada esta realizado de ese orden, por eso digo que el Otro habla de un modo enteramente humano en esta palabra primera y primitiva que es la de la demanda. Por eso todo se sonoriza, el ello habla en el inconsciente para el sujeto neurótico, afuera para el sujeto psicótico, en voz alta del modo más natural, esto no es ninguna sorpresa. Si el Otro es el lugar de la palabra, allí ello habla y estalla por todos lados.

Encontramos el caso extremo en el punto de desencadenamiento de la psicosis cuando lo que esta Verwerfung o rechazado de lo simbólico reaparece en lo real, la alucinación, el Otro en tanto que habla. Es siempre en el Otro que ello habla y tome la forma de lo real, el psicótico no dude que el Otro le habla y lo trace por todos los significantes, sólo es necesario inclinarse para recogerlos con una pala en el mundo humano.

El afiche, etc., todo lo que nos rodea tiene un carácter marcado de significante. El carácter de desajuste, de disolución será más o menos importante según el estado de la psicosis. Todo lo que vemos y que Freud nos articula, eso en lo cual la psicosis se organiza, se articula, esta hecho para suplir esta ausencia en su punto organizado, demandando de la estructura significante del deseo del Otro, en las formas más benignas de la psicosis como en las más extremes de disolución, vemos un puro y simple discurso del Otro que viene a escandir bajo la forma de una significación, en esas formas tan curiosas de descomposiciones de la palabra, que por la estructura misma de lo que se nos presentan no les pude mostrar en su momento, comprobándose necesariamente como código de mensaje. Sobre el código lo que es reenviado del Otro es de inmediato todo eso que el sujeto tiene a su disposición para hacer vivir el discurso del otro.

Recordemos la lengua fundamental de Schreber, cada termino que le es dado comporta en sí mismo esta especie de definición cuyo advenimiento se produce con el resultado del termino mismo. Es un código de mensaje sobre el código e inversamente estas frases «Como es….», «tu no tienes sino…».

Quizás él querrá y aún, lo querrá del todo en la frase pero no hay eso, es decir una serie de mensajes que alcanzan sólo lo que en el código se relacióna al mensaje, lo que en el código designa a esas partículas, esos pronombres personales, esos verbos auxiliares que indican el lugar del mensajero.

Esto se relacióna estrictamente sobre este grafo. Ustedes verán en mi articulo sobre psicosis —de pronta aparición— la síntesis de mi curso de hace dos años con el de este año. Ahora quiero decirles que es muy evidente que algo como el delirio de celos, tal como lo articula Freud como la negación del sujeto, del «Yo lo amo» el «Yo lo amo» siendo menos el sujeto homosexual que el semejante, es decir como tal homosexual. Freud dice: no soy yo quien le ama, es ella. El deseo de celos en tanto hace obstáculo a ese puro y simple desencadenamiento de la palabra, de la interpretación, es justamente ese algo que trata de restaurar, de restituir el deseo del Otro. La estructura del deseo de celos es atribuir al Otro un deseo bosquejado, esbozado en lo imaginario que es el del sujeto. Se le atribuye al Otro: no soy yo quien lo ama, el sujeto, el rival, es su cónyuge. Como psicótico trato de instituir en el Otro ese deseo porque esa función, esa relación esencial no me es dada, porque soy psicótico porque en ninguna parte se ha producido esa metafórica esencial que da al deseo del Otro ese significante primordial, el significante falo. Ahora veremos lo que para esta paciente es la utilización de este significante falo Este queda no obstante como si fuera algo bastante obscuro de admitir como siendo esencial, preferencial sobre toda suerte de objetos. En la ocasión lo vemos por otra parte jugar un rol homólogo, las equivalencias que han sido hechas entre el significante talo y el significante excremencial, por ejemplo, el significante seno, y más exactamente su extremidad, objeto de toda alimentación están allí. Su privilegio es que esta abierto a toda equivalencia. Nos puede resultar difícil ver cual. Es evidente que lo que lo pone en un cierto lugar en relación a aquello que tiene las más altas funciones en la relación del individuo con la especie es la fase genital

Seguro, pero es justamente por eso que es más especialmente dependiente que cualquier otro en función de significancia, es que los otros objetos, el pezón materno, esa parte del cuerpo que bajo la forma de escríbalo se presenta para el sujeto como la ocasión de una perdida esencial Ese algo que hasta un cierto grado es dado desde afuera en tanto que objeto. Es una moneda en el intercambio amoroso que necesita pasar al estado de significante para servir de medio, pero a la manera de las escorias o conchillas que sirven en algunas tribus lejanas como objeto de intercambio. Esto sin embargo ya esta en el orden natural.

Observen bien que para el falo, sin embargo, la cosa no es tan parecida, porque bajo su forma orgánica, real, el pene o lo que le corresponda a la mujer, allí hace falta mucho más que para los objetos predeterminados, para que el sujeto encare un objeto, fantasmática o diferencialmente, un objeto desprendible. Nunca se insistirá suficiente sobre la articulación del enigma que comporta el complejo de castración o el penís neid, es decir que ese algo que es también verdaderamente algo que tiene en el cuerpo y que después de todo nada lo amenaza más que a cualquier otro miembro, brazo, pierna, incluso nariz, oreja, para que ese elemento que sólo esta sobre el cuerpo propio como punto de voluptuosidad.

Es así que primero el sujeto lo descubre. El autoerotismo masturbatorio que juega en efecto en la historia del sujeto un rol tan importante, no es del todo de una naturaleza capaz de desencadenar tales catástrofes, como lo sabemos por la experiencia, en tanto el órgano como tal no esta tomado en el juego significante, en la metáfora paterna, en la interdicción materna o paterna. Ese órgano no es nada diferente, justamente porque en el origen para el sujeto, en tanto no tiene relación con el mismo sino con un punto de voluptuosidad en su propio cuerpo y de seguro mucho menos sujeto a caducidad que otros elementos distintos que han tomado alcance de significante en su demanda anterior, ese elemento, ese punto de su cuerpo, de su relación orgánica a sí mismo, es más que un otro, la toma en una cadena metafórica en la metáfora paterna especialmente como tal, debe jugar su rol para hacer de ello un significante que de un mismo golpe advenga un significante privilegiado de esa relación al otro, del otro, que hace de él un significante absolutamente central del inconsciente.

Nosotros captamos, también, que toda la dimensión que nos ha abierto el análisis sobre ese tema, era algo nuevo desatendido por completo en relación a todo lo formulado hasta entonces, que ese algo es sólo un órgano con el que el sujeto sostiene relaciones en definitiva inocentes. No olvidemos que nuestra hermana especie de los simios, que vemos al pasear alrededor de esas pequeñas fosas en torno de cierta plataforma en el zoológico de Vincennes, que pasan el día en la tranquilidad, en la que podemos proyectar nuestras angustias, ocupándose de un sexo rutilante sin preocuparse por nada del mundo, de lo qué dirán sus vecinos salvo para ayudarlos, cuando se da la oportunidad, en sus goces colectivos.

Sin embargo ustedes sienten el mundo que hay entre esa relación de esta especie animal más o menos erigida en su estatura con lo que pende de su bajo vientre, y lo que en el hombre sin embargo hace esencial y primitivamente de falo objeto de culto, lo que hace que se emparente desde el origen de las edades con ese algo que hace de la erección como tal un significante y que hace sentir a todos que no es para nada que en las culturas más antiguas la piedra levantada tenga todo su alcance, su incidencia de significante en el agrupamiento de la colectividad humana.

Por consiguiente el rol del falo es fundamental, esencial, es su pasaje, su emergencia ciertamente no primordial pero dependiente de otra cosa, su emergencia metafórica en el rango de significante. de lo que va a depender toda situación posible del deseo del Otro como tal, en tanto el sujeto debe encontrar allí el lugar de su propio deseo. Es en el interior de los accidentes del encuentro del deseo del sujeto con ese deseo del Otro en tanto que es en su nivel que el debe encontrarse para significar su deseo, es natural que allí vayamos a ver funcionar el significante falo y lo que el sujeto habrá de tener para desarrollarse ante los cuatro puntos cardinales propuestos por la definición del deseo: el sujeto neurótico ubicado en condiciones atípicas, anormales, deficitarias y patológicas y por otra parte el psicótico en una constelación completa y no descompletada.

El obsesivo es aquel que en esa relación al deseo del Otro encuentra primordialmente la efusión de instintos. Es para reencontrar en una posición tal que el primer resultado, el del comienzo, es aquel que va a condicionar todas las dificultades ulteriores, será que ese deseo del Otro esta anulado.

¿Que quiere decir esto si le demos su sentido pleno? Anular el deseo del Otro no es lo mismo que haber estado en incapacidad de capturar el deseo del Otro, por carencia, deficiencia, del acto metafórico, significante del padre, del nombre del padre. En un real más o menos delirante el deseo del Otro esta instituido, simbolizado por el falo, pero esta negado en tanto tel. La relación primitiva del sujeto obsesivo a su propio deseo esta fundada sobre la denegación del deseo del Otro. El termino Verneinwzg esta aquí aplicado al sentido donde precisamente Freud nos lo muestra en sus dos caras, articulado (simbolizado), en un modo segundo esta provisto del signo ‘no’.

Allí esta aquello con lo que el obsesivo se encuentra confrontado como la base misma de su posición, aquella en la que debe responder en la formula de suplencia, de compensación. Esto no es nuevo, sólo lo aplico, la triada puesta allí por todos los autores en primer lugar, de la formación del obsesivo: anulación, aislamiento y formación reactive. Lo voy a rearticular ante ustedes. Observen esto, para poder hablar de anulación de cualquier cosa que sea en el nivel del sujeto hace falta que se trate de significantes porque no se anula nada que no sea significante. No hay la más mínima traza de anulación concebible en el nivel animal, y si encontramos algo de eso diremos que es un esbozo de formación simbólica, pero el termino anulación que no es allí sólo borramiento de una traza sino por el contrario, la toma de algo elemental y significante entre el paréntesis de algo que dice: eso no es, pero que al decirlo lo pone como significante. Se trata siempre del significante.

Así es en efecto, si el obsesivo es llevado a anular de tal modo las cosas es porque se formulan.

Lo que se formula es una demanda, sólo que es una demanda de muerte, y sabemos que cuando ella es precoz teniendo por objetivo destruir al Otro, su deseo en un principio, destruyendo de un sólo golpe con el Otro todo lo que el sujeto puede tener para articularse. Es no obstante más necesario aislar las partes del discurso que pueden ser conservadas en relación a esas partes que hace falta anular y borrar, para que en ese golpe no sea destruido el sujeto mismo. En ese juego perpetuo del si y del no de separación, y clasificar lo que en su palabra, en su demanda, lo destruye, en relación a lo que puede preservarlo, en la necesariedad de la preservación del Otro como tal, puesto que no existe sino en el nivel de la articulación significante.

En esta contradicción esta tomado el obsesivo constantemente, ocupado en mantener al Otro, la subsistencia en relación a todas sus formulaciones lenguajeras de las que el se ocupa más que cualquiera, instituidas justo para sostener al Otro en perpetuo peligro de caer y sucumbir bajo la demanda de muerte. Sin embargo este Otro es la condición esencial de su sostenimiento como sujeto y no sabría como subsistir ante su anulación.

Si algo se presenta en el nivel significante como anulado muy especialmente, lo que marca el lugar del deseo del Otro como tal, a saber, el falo, si aquí Otro del que les hable la ultima vez situando el deseo del obsesivo es equivalente a la anulación del falo, advertimos que es alrededor de algo que tiene la más estrecha relación con ese significante, que todo va a jugarse.

Les voy a explicar la división que se presenta entre un método consecuente, aquel que tendría en cuenta esta función del falo como significante, y aquí que a falta de haberlo elucidado es reducido a vacilar alrededor de algo que se juega en torno del significante falo en el sujeto, he aquí en que consiste esta diferencia, que será para ustedes la regla de oro si se toman la molestia de leer este articulo que les señalo, a riesgo de pedir de un modo extraordinario, eso quizás no sea tan grave, puesto que pueden pedir ese numero editado por Presses Universitaires.

Esta regla les permitirá discernir lo que es hecho de un cierto modo por esta conducta de tratamiento con algo diferente y reside en esto: ¿que comporta una relación acabada, complete, de un sujeto con su propio deseo sobre sus bases, sus premisas? El sujeto humano como tal, no sólo como animal, debe asumir su deseo genital, debe realizar como significante esencial de su deseo la función del significante falo. Es porque el significante falo esta en el circuito de la articulación inconsciente del sujeto que el sujeto humano lo es aún cuando besa.

Esto no significa que el humano no pueda besar como un animal, es también una suerte de ideal que se agita en lo más hondo de la esperanza de todos los humanos. No sé si la cosa esta frecuentemente realizada, algunos se han jactado de haber llegado hasta allí. No habría porque no creerles pero no importa.

Lo que nosotros sabemos, la experiencia lo ha mostrado, es que esta sometido a grandes dificultades que son significantes. Esto explica las perpetuas ambigüedades que se hacen hoy en día a propósito de: ¿se ha alcanzado el estadio genital o fálico en tal momento, ¿el niño lo alcanza antes del período de latencia o es sólo un estadio fálico?

Quizás las cosas fuesen menos obscuras si uno percibiera que el estadio fálico significa el acceso en el nivel de la significación del deseo genital. Las dos cosas son diferentes cuando en un primer abordaje se ha dicho que el niño no llegaba a acceder al estadio fálico, se ha leído con probabilidad algo muy verdadero, aunque sea discutible, a propósito de la actividad autoerótica, si es o no hablando con propiedad genital. Es verdad pero lo importante para nosotros, de incidencia esencial, no es el rasgo fisiológico carácterizado como genital, representando un primer empuje de la evolución fisiológica, se trata de su estructuración sobre el piano fálico y es decisivo en la prosecución de la neurosis.

Es verdad que algo debe realizarse en el nivel del inconsciente que sea equivalente a la palabra plena, donde el discurso se articula en el lugar del Otro, y retorna como un significado al sujeto interesando al yo (moi), en el sujeto como tal, que ha registrado de sí en concreto en relación a la imagen del otro. Toda especie de acabamiento de la articulación inconsciente no quiere decir nada diferente que este circuito que parte de la confrontación del sujeto a su demanda acabada, se formula en un deseo articulado como tal, satisfaciendo para el sujeto, al cual es idéntico y que viene a culminar en un cierto lugar en ese circuito, el lugar del otro, en tanto ser humano marcado de lenguaje, marcado del drama propio del complejo de castración, en tanto verdaderamente un otro yo mismo y no viene allá a formular ‘ soy el falo pero lo soy en el lugar mismo que el ocupa en la cadena, en la articulación significante’. El sentido de «Wo Es war, soll Ich werden» es que en tanto el sujeto esta tomado en ese movimiento de significante debe llegar a concebir que el ha sido precozmente confrontado a ese significante del deseo, que Ie sustraía el objeto total de la madre, ese falo no lo es, pero esta sometido a la necesidad que trace que ese falo ocupe un cierto lugar que el sujeto viene a realizar, el no lo es y a partir de allí sólo puede aceptar lo que ha sido en todas partes el proceso con profundidad puesto en causa, de saber si lo tiene o no y lo  acepta tenerlo cuando lo tiene y no cuando no lo tiene.

Es en ese lugar, en la articulación de la cadena significante de fondo, en la elucidación de esa relación del sujeto al falo, en tanto no lo es pero debe venir a su lugar, que un acabamiento ideal tal como Freud lo articula en el «Wo Es war, soil Ich werden» es concebible.

Esto que es la condición necesaria para que orientemos nuestras intervenciones y nuestra técnica, será el objeto del seminario próximo: «El deseo y su interpretación», como se llega a eso. Tales son las direcciónes y directivas que nos permiten ver los modos de acceso a ese mensaje ultimo, en el que la formula freudiana con su vuelta lapidaria y presocrática se articula. Será el objeto de lo que trataremos de articular el año próximo. Todo lo que sucede de diferente es lo que la neurosis y toda otra anomalía de la evolución realiza espontáneamente. Lo que realiza en el caso obsesivo, igual que el lugar del deseo situado en una profunda incertidumbre en el histérico y fijado por la histérica por una cierta vuelta que describe sobre el modelo que le permite situar su yo (moi).

La histérica como todos los sujetos sabe muy bien que es un cierto rodeo y en tanto que se fija en relación a la imagen del otro encuentra que ha fijado el lugar de su yo (moi) en el nivel superior; si la histérica se separa, se desvía del otro y del significado del otro, llega a situarse en un cierto tipo ideal, en una cierta imagen a la cual ella se identifica. Es igual para un circuito análogo que Dora se ha identificado al Sr. K. Ella encuentra el lugar de ese deseo del cual busca situar el punto, a saber, como se puede, si es una mujer, desear a una mujer cuando se es impotente.

Para el obsesivo lo que precede es lo mismo en el nivel del idel de la máscara de la identificación en la que la histérica trataba de capturar las dificultades de su posición. Por el contrario es sobre lo que se puede llamar la fortaleza de su yo que el obsesivo se sitúa para tratar de encontrar el lugar de su deseo. El va a hacer en alguna parte esas fortalezas a la Vauban de las que les he hablado en otro lugar, en las cuales siempre algún deseo amenazado de destrucción se fortifica, lo hace sobre el modelo de su yo y en relación a la imagen del otro.

Esa relación a la imagen del otro consiste, con precisión, en el falo significante siempre amenazado de destrucción porque está tomado en una denegación para reencontrarlo en la relación al otro, es decir, ese algo señalado, por ejemplo, en las observaciones del autor en esta ocasión, que siempre en todo obsesivo hombre o mujer se ve jugar un rol fundamental en esta identificación al otro (con o minúscula —a—), un semejante, un camarada, un hermano mayor, un compañero contemporáneo, que tiene en todos los casos el prestigio de ser más viril que ellos, el que tiene la potencia.

Aquí el falo no aparece bajo una fórmula significante, simbólica, sino imaginaria, de complemento de una imagen más fuerte que ellos mismos, de potencia. Esto ya esta articulado en el artículo de marras. El autor establece en buen lugar los términos mismos que yo cito. Es reconocido por aquellos que su experiencia de esos sujetos inspira, que allí hay algo que funcionalmente es esencial. El acento está sobre la imagen del otro en tanto que imaginariamente la forma, esta vez sí en sentido imaginario, la forma fálica está allí acentuada, esto es lo que aquí toma valor y función, no de simbolización del deseo del otro, sino de relación imaginaria de prestigio, prestancia, de presencia que ya hemos marcado, la función en el nivel de la relación narcisística.

Esto es lo que se produce en el síntoma del obsesivo, en la historia del obsesivo, lo que marca la función especial que toma la relación del sujeto como tal en los fantasmas con este otro imaginario que es su semejante. Esta distinción de la presencia del Otro (con O mayúscula) y de la presencia del otro (con minúscula —o—) es sensible en la evolución misma de la observación. Si ustedes la leen con atención, su forma, verán por ejemplo una evolución muy curiosa entre el comienzo del tratamiento, donde ella no puede hablar y la continuación del mismo donde no quiere hablar, porque primero está en el nivel de la palabra que ha instituido la relación de la analizada con el analista y ella se niega y el analista percibe bien que ella se niega porque no es como lo que el expresa, es igualmente como que su demanda sólo puede ser una demanda de muerte.

Luego sucede otra cosa y es divertido ver como el analista se ha percatado que había una diferencia: las relaciones han mejorado, sin embargo ella no habla siempre, ahora no quiere hablará la diferencia es que cuando uno no quiere hablar es en razón de la presencia del Otro. Lo que hay de inquietante es que si no puede hablar es porque lo que ha llegado al lugar de ese Otro, es justamente el otro, el analista ha hecho todo para presentificarlo.

Ha hecho todo para presentificarlo porque siguiendo las pistas de las cosas el ve bien por el contenido de lo que aporta el sujeto el lugar que juega allí el fantasma fálico. Entiéndase, es con eso que el sujeto se defiende, y pasa su tiempo machacando que querría ser un hombre.

Esto depende de cómo se lo entienda. Es verdad que el sujeto en el nivel imaginario hace en efecto de ese falo un seno, que la condición de hombre en tanto que provisto de falo y sólo por ello es algo que representa un cierto elemento de potencia.

Se trata de saber porque ella tiene tanta necesidad de esta referencia a este elemento que resulta ser de potencia, que es el falo. Por otro lado ella con toda autenticidad niega tener el mínimo deseo de ser un hombre. Sólo que allí no se la suelta, se la interpreta en términos sumarios de agresividad, incluso de deseo de castración del hombre, las cosas son de una articulación mucho más complejas y deben articularse de un modo diferente si seguimos aquí lo que tratamos de diseñar. Toda la evolución del tratamiento y el modo en que se lo dirige es donde se ubica toda la ambigüedad que hay entre interpretación y sugestión. Ese termino al contrario tiende a indicarle, por no mencionar otros, al sujeto acerca de algo que en efecto es el otro, nadie lo dude, el autor mismo lo subraya en el modo de articular su propia acción, y de manera diferente, que es una madre benevolente, un otro más gentil que el otro con el cual ha tenido un asunto el sujeto, que interviene para decirle, según la formula empleada por el autor, estos términos: «esto es mi cuerpo, esto es mi sangre, este talo puede usted fiarse de ello, en mi en tanto hombre, absórbalo, yo se lo permito, ese falo es lo que debe darle fuerza y vigor, es lo que debe resolver todas sus dificultades obsesivas».

En efecto, lo que es dado al fin del tratamiento como siendo su resultado es literalmente esto, que ni una sola de las obsesiones ha cedido, son simplemente soportadas pero sin ninguna culpa. Esto es lo que se modela alrededor de un cierto modo de intervención.

Inversamente sorprende ver terminarse el tratamiento por el hecho de haberlo dejado en el punto en el que ella envía al analista a su propio hijo. Esta acción sorprende porque —se nos dice— el sujeto ha cultivado durante su vida un santo terror ante ese hijo del cual se siente, a partir del contexto, la perspectiva, las imagenes que se trace de esto el analista, que siempre ha habido un problema. Es lo menos que se puede decir.

El hecho de que ese hijo sea ofrecido al analista en el fin, ¿no seria la marca, como acting-out, de lo que precisamente ha faltado? En ese punto de mediación donde el falo es algo diferente a un accesorio de la potencia, es ese medio por donde en el nivel significante esta simbolizado Io que sucede entre el hombre y la mujer. Ese niño, de la experiencia analítica, lo que Freud articuló de las relaciones de la mujer al padre, ¿nos ha mostrado la equivalencia entre ese deseo de don simbólico del falo y ese niño que viene luego a sustituirlo? En tanto que el niño ocupa el mismo lugar, que no ha sido trabajado ni elucidado en el tratamiento un lugar simbólico, el sujeto a pesar de sí de un modo inconsciente, como se presenta un acting-out cuando algo ha faltado en un análisis, muestra que algo diferente habría debido ser real izado, que lo que en el tratamiento l lega a esta especie de embriaguez de potencia, de bondad casi maníaca, que es lo ordinario y el signo de esos tratamientos que culminan con una identificación imaginaria, en definitiva ¿que es? No es diferente a ubicar en sus ultimas consecuencias, facilitar por la vía de la aprobación sugestiva, que ya se encontraba en los mecanismos de la obsesión, esta absorción o incorporación del falo en el nivel imaginario. Esto ya es uno de los mecanismos de la obsesión, es en la misma vía elegida entre los mecanismos de defensa de la obsesión, que la solución es dada, por lo que es la aprobación suplementaria de lo que ahora es una buena madre que permite absorber el falo.

¿Deberemos contentarnos para la solución de una neurosis con lo que allí es ubicado en ultimo termino, como uno de los componentes constitutivos de la neurosis, de un síntoma más logrado, redimido de entre los otros?

No creo que con eso podamos darnos por satisfechos. No pienso que haya dicho todo lo que pudiese sobre ese tratamiento. Elegiría para la próxima los tres o cuatro puntos en la observación que resaltara lo que bate de articularles hoy. Luego diremos unas palabras de conclusión sobre nuestras formaciones del inconsciente, a continuación de lo cual no quedara más que esperar al ano próximo para empeñarnos en una nueva etapa.