Seminario 6: Clase 27, del 1º de Julio de 1959

Hemos llegado al fin de este, año que he consagrado tanto a mi cuenta y riesgo como al de ustedes, a esta cuestión del deseo y de su interpretación. Han podido ver, en efecto, que es sobre la pregunta del lugar del deseo en la economía de la experiencia analítica, que he permanecido sin moverme de ello, ya que pienso; si que es desde acá que debe partir toda interpretación particular de algún deseo.Esto no ha sido, este lugar, fácil de delimitar. Hoy quisiera simplemente, en una rápida conclusión, indicarles los grandes términos, los puntos cardinales en relación a los cuales se sitúa esto a lo que hemos llegado este año, espero, hacerles sentir esta importancia de la precisión que hay que darle a esta función del deseo como tal ustedes saben, la menor experiencia  que pueden tener de los trabajos analíticos modernos y especialmente de lo que está constituido por ejemplo por una observación de análisis, les mostrará como trazo constante —hablo de una observación cualquiera que les plazca comunicar— en el momento analítico que vivimos y que comienza hace ya una veintena de años, son casos que se nombran en relación a las neurosis típicas de la vieja literatura, a los carácteres neuróticos, a los casos límites en cuanto a la neurósis. ¿Qué es lo que encontramos en el modo de abordaje del sujeto?. Tengo leído sobre ello cierto número de casos en los últimos tiempos, para hacer historia en el punto en lo que es la cogitación analítica concerniente a lo que hace a lo esencial del progreso aplicado por la experiencia. Y groseramente se puede decir que con una sorprendente constancia el estado actual de los………….—un momento de análisis en el que estamos— está dominado por el lado que toma sus palabras de orden, por la relación de objeto. Converge hacia la relación de objeto. Lo que bajo esta rúbrica se relacióna la experiencia kleniana se presenta más como un síntoma que como un centro de difusión. Quiero decir una zona donde ha sido particularmente profundizado todo lo que allí se relacióna.

Pero funcionalmente uno cualquiera de los otros centros de organización del pensamiento analítico que estructura la búsqueda no está de tal manera funcionalmente alejado de ello. Porque la relación de objeto viene a dominar toda la concepción que nos hacemos del progreso del análisis. Esta no es una observación, que sea menos impactante que aquellas que se ofrecen a nosotros en esta ocasión.

Sin embargo, en lo concreto de una observación reintegrada a los fines de la ilustración de una estructura cualquiera en la cuál se sitúe el campo de nuestro objeto nosológico, el análisis parece proseguirse durante cierto tiempo sobre la línea de lo que podríamos llamar normativación moralizante. No digo que es en este sentido que suceda directamente la intervención del analista. Es según el caso. Pero es en esta perspectiva que el análisis en sí mismo toma sus indicaciones. La manera en la cual articula las particularidades de la posición del sujeto en relación a lo que lo rodea, a este objeto, serán siempre las de una apreciación de esta aprehensión del objeto por el sujeto que está en análisis.

Y los………….. de esta aprehensión del objeto en función de una supuesta normal de proximidad del Otro como tal, donde en suma nos mostrará que el espíritu del analista se detiene esencialmente sobre las degradaciones de esta dimensión del Otro que es marcado como siendo en todo momento desconocido, olvidado, caído en el sujeto de su propia condición de sujeto autónomo independiente del Otro puro, del Otro absoluto. Es todo. Es un punto de referencia lo que vale allí como Otro. Lo que es sorprendente no es esto sin embarco con todos los presupuestos culturales que implica. Es un implícito en lo que se puede llamar un sistema de valor, que por estar implícito no por ello está menos presente acá. Lo que es sorprendente es si se puede decir, la precipitación de cierto giro, que es que después de haber elaborado largamente con el sujeto las insuficiencias de su aprehensión afectiva en cuanto al Otro, vemos, en general, ya sea que esto traduce directamente no sé qué vuelta del análisis concreto, ya sea simplemente que esto sea por una especie de prisa para resumir lo que manifiesta en el análisis los últimos términos de la experiencia, vemos toda una articulación esencialmente moralizante de la observación, caer bruscamente en una especie de piso inferior, y encontrar este último término de referencia en una serie de identificaciones extremadamente primitivas, aquéllas que, de cualquier manera que se las nombre, sé aproximan siempre a la noción de objetos buenos y malos , internos, introyectados, internalizados, o externos, externalizados, proyectados. Hay siempre alguna propensión kleiniana en esta referencia a las experiencias de identificación primordial. Y el hecho de ,que esto sea enmascarado por la valorizacion de los últimos resortes a los que están atribuidas las fijaciones, que se nombran en esta oportunidad en términos más antiguos, en términos de referencia instintual, en relación por ejemplo a un sadismo oral como habiendo influido profundamente en la relación edípica, y que el sujeto que motiva en última instancia este acuerdo del drama edípico, la identificación edípica, es siempre algo del mismo orden que trata de referirse al último término.

Son estas identificaciones últimas donde encontramos en suma todo el desarrollo del drama subjetivo, en la neurosis, incluso en las perversiones; son estas identificaciones que dejan en una profunda ambigüedad la noción misma de la subjetividad. El sujeto aparece allí esencialmente como identificación pudiéndoselo considerar como siendo este sí mismo, más o menos. La terapéutica se presenta como un ordenamiento de estas identificaciones en el curso de una experiencia que toma su……… en una referencia a la realidad, en lo que el sujeto tiene en aceptar o en rechazar de sí mismo, en algo que entonces tome un aspecto que puede parecer extremadamente arriesgado ya que finalmente esta referencia a la realidad no es más que una realidad. Y la realidad supuesta por el análisis, finalmente, que vuelve bajo una forma aún más implícita esta vez, aún más enmascarada, quizá totalmente escabrosa. especialmente por implicar una normatividad ideal que es, propiamente hablando la de los ideales del analista como siendo la medida última en la cual se solicita reunirse la conclusión del sujeto; es una conclusión identificatoria. Yo soy, finalmente, lo que reconozco ser en Él, lo bueno y el bien, aspiro a conformarme en una normatividad ideal, que por escondida, por implícita que esté, aún después de tantos rodeos, yo reconozco por serme designada.

Lo que me esfuerzo por indicar aquí en este discurso que he continuado frente a ustedes para estar así organizado en una especie de deslizamiento progresivo a partir de la indicación freudiana primordial, es una experiencia que encubre en ella de manera cada vez más enmascarada la pregunta que creo es la pregunta esencial, sin la cual no hay allí la justa apreciación de nuestra acción analítica, y que es la pregunta por el lugar del deseo.

El deseo, tal como lo articulamos a efectos de llevarlo al primer plano de nuestro interés, de manera no ambigüa, sino verdaderamente crucial, la noción de aquello con lo que tenemos que ver, es una subjetividad. El deseo ¿es o no subjetividad?. Esta pregunta no ha esperado al análisis para ser planteada. Ella está desde siempre, desde el origen de lo que podemos llamar la experiencia moral.

El deseo es a la vez subjetividad, es lo que está en el corazón mismo de nuestra subjetividad, lo que es más esencialmente sujeto, y al mismo tiempo lo más opuesto, que se opone allí como una resistencia, como una paradoja, como un núcleo rechazado. Es a partir de acá, he insistido allí muchas veces, que toda la experiencia ética está desarrollada en una perspectiva al término de la cual tenemos la fórmula enigmática de Spinoza, que el deseo es la esencia misma del hombre. Enigmática en tanto que su fórmula deja abierto esto: si lo que él define está bien, lo que deseamos o lo que es deseable, deja abierta la cuestión de saber si esto se confunde o no. Aún en el análisis la distancia entre lo que es deseado o lo que es deseable está plenamente abierta. Que la experiencia analítica se instaure y se articule. El deseo no es simplemente exilado, rechazado al nivel de la acción y del principio de nuestra servidumbre.

¿Qué hay hasta acá?. Está interrogado como siendo la llave misma, o el resorte en nosotros de toda una serie de acciones y comportamientos que están comprendidos como representando lo más profundo de nuestra verdad. Y acá está el punto máximo, el punto de acmé donde a cada instante la experiencia………..¿Es decir, como hemos podido creerlo durante largo tiempo, que este deseo del que se trata es puro y simple recurso para un surgimiento vital?. Esta bien claro que no es nada de eso, ya que desde el primer deletreo de nuestra experiencia, lo que vemos es que en la medida que profundizamos este deseo, menos se confunde con este impulso puro y simple. El se desompone, se desarticula en algo que se presenta como siempre muy distante de una relación armónica. Ningún deseo nos aparece en el ascenso regresivo que constituye la experiencia analítica; más nos aparece como un elemento problemático, disperso, polimorfo, contradictorio, bien lejos de toda coaptación orientada.

Es entonces en esta experiencia del deseo a la que se trata de referirnos como a algo que no podríamos dejar sin profundizar, en el punto en que no podríamos dar algo que nos fije sobre su sentido, que nos evite volvernos hacia lo que hay de absolutamente original, de absolutamente irreductible, en la manera en la cual yo les dije se articula la experiencia analítica, está hecho, este sentido del deseo, para nosotros velarlo. Esta  liberación de vías hacia el objeto en la experiencia de transferencia, nos muestra de alguna manera que el negativo de esto de lo que se trata, la experiencia de transferencia, si nosotros la definiéramos como una experiencia de repetición, obtenida, por una regresión dependiente de una frustración, deja de lado la relación fundamental de esta frustración a la demanda. Sin embargo, no hay otra cosa en el análisis. Y solamente esta manera de articular los términos permitirá ver que la demanda regresa. porque la demanda elaborada, tal como se presenta en el análisis, queda sin respuesta.

Pero de ahora en adelante un análisis, por una vía apartada se compromete en la respuesta para guiar al analizado hacia el objeto de dónde partió. Hay toda clase de increíbles ideas, uno de cuyos ejemplos que yo he tenido para criticar muchas veces, está constituido por el arreglo (réglage) de la distancia de la cual he hablado ya que quizá juega más un papel aquí en el contexto francés, este arreglo de la distancia del objeto, que, si puedo decir, en sí solamente, muestra bastante en qué especie de impasse contradictorio se compromete, en cierta vía, el análisis, cuando se centra directamente sobre la relación de objeto, en tanto que seguramente, toda relación cualquiera que sea, que de alguna manera nosotros debiéremos suponerla normal, parece presuponer de una cierta distancia y que en verdad podemos reconocer acá una especie de corta aplicación y tomando a la verdad en contrasentido de cierta consideración sobre la relación del estadio del espejo, sobre la relación narcisística en tanto que tal, que han constituido en autores que han puesto en primer plano la referencia de la acción analítica, que le han servido de «bagaje» teórico para una época en la que no ha podido situarse el lugar en referencias más largas.

De hecho toda clase de referencia de la experiencia analítica a algo que, en último término, apoyaría sobre la pretendida realidad de la experiencia analítica tomada como medida, como patrón de lo que se trata de reducir en la relación transferencial todo lo que pondrá también en el lugar complementario de esta acción de deducción analítica de regular empuje, más o menos analizado, más o menos criticado, una distorsión del yo (moi) con la noción de esta……………………..En referencia a esta distorsión del moi, en referencia a esto que subsiste en la reducción del análisis a una realidad, todo lo que se organiza en estos términos no hace más que restaurar esta separación del médico y del enfermo, sobre la cual está fundada toda una nosografía clásica no es de ningún modo una objeción, sino la inoperancia de una terapéutica subjetiva, que es la de la psicoterapia psicoanalítica, se libra a la norma omnipotente del juicio del médico esto de lo cual se trata en la experiencia del paciente, haciendo de la relación del médico al paciente esto: a saber, sometiéndola a una estructuración subjetiva, que es la de un semejante seguramente, pero de un semejante comprometido en el error, con todo lo que esto comporta precisamente de distancia y de desconocimiento imposible de reducir.

Lo que el análisis instaura es una estructuración intersubjetiva que se distingue estrictamente de que pueda ser el sujeto, paciente, de nuestras normas, y esto hasta los limites de la psicosis, de la locura, nosotros le suponemos, pero no a este semejante al cual estamos ligados por lazos de caridad, de respeto de nuestra imagen.

Sin duda es ésta una relación que tiene su fundamento en cuanto a algo que constituye un progreso, seguramente que ha constituido un progreso, y un progreso histórico en la manera cara a cara de comportarse del enfermo mental. Pero e] paso que resulta decisivo, instaurado por el análisis, es lo que nosotros consideramos esencialmente de su naturaleza, en su relación con él, como un sujeto parlante, cualquiera sea su posición en las consecuencias y los riesgos de una relación con la …………………………………………………….

Esto basta para cambiar del todo nuestra relación con este sujeto pasivo en el análisis. Porque a partir de esto, el deseo se sitúe más allá del sentimiento de un acceso oscuro y radical como tal, porque si consideramos este acceso, la pulsión, el grito, este acceso para nosotros no vale, no existe, no está definido, no está articulado por Freud más que como tomado en una secuencia temporal de una naturaleza especial, esta secuencia que nosotros llamamos la cadena significante, y cuyas propiedades, las incidencias sobre todo en que nosotros tenemos que ver como empuje, como pulsión, la desconecta esencialmente de todo lo que la define y la sitúa como vital, la vuelve esencialmente separable de todo lo que la asegura en su consistencia viviente. Ella vuelve posible, como lo articula desde el principio la teoría freudiana, que el empuje este separado de su fuente misma, de su objeto, de su tendencia si se puede decir. Ella esta separada de sí  misma ya que es esencialmente reconocible en esta tendencia que es bajo una forma inversa.

Ello está primitivamente, primordialmente, descomponible, descompuesta, es decir en una descomposición significante. El deseo no es está secuencia, es un punto de referencia del sujeto en relación a esta secuencia en que se refleja en la dimensión del deseo del Otro. Tomemos un ejemplo. Tomémoslo bajo la forma más primitiva de lo que nos es ofrecido por la experiencia analítica, la relación del sujeto con lo nuevo llegado en la constelación familiar lo que nosotros llamamos una agresión en esta ocasión no es una agresión, es un deseo anhelo (souhait) de muerte, es decir, tan inconsciente le suponemos, es algo que se articula: «que muera» (qu’il maure).Y es algo que no se concibe más que en el registro de la articulación, es decir, allá donde los significantes existen. Es por lo tanto, en términos significantes, tan primitivos como los suponíamos de la agresión frente a frente del semejante rival, que la agresión del semejante rival se articula. El pequeño semejante se libra con agresiones, mordidas, incluso los rechaza fuera del recinto donde pueden acceder a su alimento.

El pasaje de la rivalidad primitiva en el inconsciente está ligado al hecho de que a algo tan rudimentario como suponíamos se articula lo que no es esencialmente diferente por su naturaleza de la articulación hablada: «que muera» (qu’il  maure). Y es por esto que esto de que él muera quiere permanecer por debajo del es bello (qu’il est bean) o del Lo amo (je l’aime) que es el otro discurso que se superpone al precedente. Es en el intervalo de estos dos discursos que se sitúa esto que llamamos deseo, es en el intervalo que se constituye, si uds. quieren lo que la dialéctica kleiniana ha articulado como siendo el objeto malo, y en el cual vemos converger la pulsión rechazada por un lado, y el objeto introyectado en una ambigüedad parcial. Sin embargo, es de la manera en la cual se estructura esta relación en el intervalo, esta función imaginaria en tanto ella es…………………………..Y la cadena patente, manifiesta, es aquí que estamos llamados esencialmente a precisar lo que conviene salvar en la articulación para saber a qué nivel se sitúa el deseo.

El deseo, ustedes han podido pensar, sugerir, en tal o cual ocasión, yo le otorgo en ello una concepción falocéntrica. Es seguramente, muy evidente que el falo juega allá un rol absolutamente esencial, pero ¿cómo verdaderamente comprender esta función del falo si no está en el interior de los puntos de referencia ontológicos que son aquellos que aquí tratamos de introducir. ¿Cómo concebir el uso que ha hecho del falo, Melanie Klein?. Quiero decir, al nivel más primero, más arcaico de la experiencia del niño. Es a saber en el momento en que el niño está tomado en tal o cual dificultad del desarrollo que pueden ser en ocasión severas.

En una primer vuelta Mme Melanie Klein le interpretará este pequeño juguete que él manipula y que va a hacer tocar tal otro elemento de la…………, del juego con lo cual la experiencia se instaura en él diciendo: esto es el pene de papá. Y de hecho no importa quien no puede permanecer, por lo menos si viene desde afuera, en tal experiencia, un poco sorprendido por la audacia perfectamente brutal de la intervención. Pero más aún por el hecho de que en fin de cuentas esto prende. Quiero decir que el sujeto puede en ciertos casos seguramente resistir, pero si resiste es seguramente como Melanie Klein no duda de ello, que algo está acá en juego, acerca de lo cual no hay de ninguna manera lugar para desesperar en cuanto a la comprensión futura, y Dios sabe si ella se permite en la ocasión (se me han relatado experiencias todas vistas desde afuera, pero referidas de una manera muy fiel) insistir. Está claro que el símbolo fálico entra en el juego en este período ultra precoz como si el sujeto no esperara más que eso. Que Mme. Melanie Klein justifique este falo como siendo él modelo de un simple……… más manejable y más cómodo, podemos verlo como una singular petición de principios.Lo que en nuestro registro, en nuestro vocabulario permanece, y justifica una intervención parecida no puede expresarse más que en estos términos, el sujeto no acepta, en todo caso es manifiesto, este objeto (del cual no tiene en la mayor parte de los casos más que la experiencia más indirecta) más que como significante: es como significante que la incidencia de este falo se justifica de la manera más clara si el sujeto lo toma por tal a la edad en que quizá la cuestión permanece indiscernible. Pero seguramente si Melanie Klein toma, este objeto, que ella lo sepa no es porque no tiene nada mejor como significante del deseo, en tanto es decir del decir del otro. Si hay algo que el falo significa —quiero decir en la posición de significante— es justamente esto: es el deseo del Otro.  Y es por lo cual va a tomar su lugar  privilegiado al nivel del objeto. Pero creo que lejos de extendernos en esta posición falocéntrica, como aquello que sostiene en la apariencia lo que estoy tratando de articular, esto nos permite ver dónde está el verdadero problema. El verdadero problema es este: el objeto con el cual nosotros tenemos que ver desde el origen, concerniente al deseo, En ningun grado este objeto preformado, este objeto de la satisfacción instintual, este objeto destinado a satisfacer en no sé que preformación vital al sujeto como su complemento instintual, ( objeto del deseo) no es absolutamente distinto de esto que es: es el significante del deseo de deseo. El objeto como tal, el objeto a, si uds. quieren, del grafo, es como tal el deseo del Otro en tanto yo diré, alcanza si el término tiene sentido, al conocimiento de un sujeto inconsciente.Es decir, es, seguramente, en relación a ese sujeto. en la posición contradictoria: el conocimiento de un sujeto inconsciente. Esto no es para nada impensable. Pero es algo abierto. Esto quiere decir que alcanza a algo del sujeto inconsciente, llega allí en tanto es deseo (voeu) de reconocerlo, es significante de su reconocimiento. Es lo que esto quiere decir. Es que el deseo no tiene otro objeto que el significante de su reconocimiento. El carácter del objeto en tanto es el objeto del deseo, debemos entonces ir a buscarlo allá donde la experiencia humana nos lo designa bajo la forma más paradojal.;he nombrado lo que llamamos comúnmente el fetiche, este algo que está siempre más o menos implícito en todo lo que hace comúnmente a los objetos de intencambio humano, pero acá sin duda enmascarado por el carácter regular, o regularizado de estos intercambios.Hemos hablado del lado fetiche de la mercancía, y después de todo no hay acá algo que sea simplemente un hecho de homofonía. Hay seguramente una comunidad de sentidos en el empleo de la palabra fetiche, pero para nosotros lo que debe poner en el primer plano el acento que debemos conservar concerniente al objeto del deseo este algo que lo define desde el principio y ante todo como estando adaptado al material significante. He visto al diablo la otra noche, dice en alguna parte Paul Jean Toulet, y bajo su pellejo él pasaba sus dos…. Esto termina: No caen todos de una vez los puntos de la ciencia. Y así como no caen todos, también es así para nosotros en esta ocasión, en que nos apercibimos que lo que importa no es tanto sus puntos ocultos como el espejismo presente en el deseo, precisamente su pellejo; el fetiche se carácteriza por esto que es el pellejo, el fleco, el perendique (franfreluche), la cosa que esconde, que se sostiene precisamente en esto de que no hay nada que no esté más designado por la función del significante, que esto de lo que se trata, a saber, del deseo, del deseo del Otro, es decir, aquello con lo cual tiene que ver el niño primitivamente en su relación al sujeto de la demanda, es de saber lo que es, por fuera de la demanda, este deseo de la madre que como tal él no puede descifrar en la manera más virtual a través del significante que nosotros analistas, aunque hagamos a nuestro discurso nuestras relaciones con esta medida común, en este punto central de la patria significante, que es el falo, no hay ninguna otra cosa que este significante del deseo de deseo.El deseo no tiene otro objeto que el significante de su reconocimiento. Y es en este sentido que nos permite concebir esto que pasa, eston en ].o cual somos nosotros mismos los engañados, cuando nos damos cuenta que en esta relación sujeto—objeto, en el nivel del deseo, el sujeto pasó al otro lado. Pasa de nivel debido justamente a que este ultimo término no es en sí mismo más que el significante de este reconocimiento, no es más que el significante del deseo de deseo.Pero justamente lo que importa mantener es la oposición a partir de la cual se opera este cambio, a saber el agrupamiento $ frente de a de un sujeto, sin ninguna duda imaginario, pero en el sentido más radical, en el sentido en que es puro sujeto de……….. del corte, hablado, en tanto el corte es la escansión esencial donde se edifica la palabra El agrupamiento de este sujeto con un significante ¿qué es qué? no es otra cosa que el significante del ser al cuál está confrontado en sujeto en tanto ser, está en sí mismo, marcado por el significante.Es decir que el a, el objeto del deseo, en su naturaleza es un residuo, un resto. Es el residuo que deja el ser al cual el sujeto parlante está confrontado como tal, en toda posible demanda. Y es por esto que el objeto alcanza (rejoint) lo real. Es por esto que participa de ello digo lo real, y no la realidad porque la realidad está constituida por todos los cordeles (licol—licou= cordel que se ata a la cabeza del caballo) que el simbolismo humano, de manera más o menos perspicaz, pasa al cuello de lo real en tanto hace de ello los objetos de su experiencia.Remarquemos, lo propio de los objetos de la experiencia es precisamente dejar de lado, como diría M. de la Palisse, todo lo que en el objeto allí escapa. Es por esto que contrariamente a lo que se cree, la experiencia —la pretendida experiencia— está doblemente cercenada.El objeto del cual se trata en tanto alcanza lo real, participa en esto de que lo real se presenta allí justamente como lo que resiste a la demahda, lo que yo llamaría lo inexorable.El objeto del deseo es lo inexorable como tal, y si alcanza lo real, este real al cual hago alusión en el momento en que hacemos el análisis de Schrebter, es bajo esta forma de lo real……….. es inexorable, esta forma de lo real que se presenta en esto que vuelve siempre al mismo lugar. Y es por lo cual que hemos………. el prototipo de esto en los astros, curiosamente.Cómo explicaríamos de otra manera la presencia, en el origen de la experiencia cultural, de este interés por el objeto verdaderamente menos interesante que existe por lo que tiene de vital, es decir, las estrellas. La cultura y la posición del sujeto como tal en el dominio del deseo, en tanto este deseo se instaura, se instituye profundamente en la estructura simbólica como tal.Esto se explica porque toda la realidad es puramente real a partir de una sola condición, es que el pastor en su soledad comienza a observar esto que no tiene otro interés que de ser localizado como volviendo siempre al mismo lugar. He aquí entonces a donde llegamos en esto: es plantear que el objeto del deseo se define fundamentalmente como significante. Como significante de una relación que en sí misma es una relación de alguna manera indefinidamente repercutida (repercute). El deseo, si es deseo del deseo de]. Otro, se abre sobre el enigma de lo que es el deseo del Otro como tal. El deseo del Otro como tal está articulado y estructurado fundamentalmente en la relación del sujeto con la palabra, es decir en la desconección de todo lo que es en el sujeto vitalmente. Este deseo es el punto central, el punto pivote de toda la economía con la que tenemos que ver en el análisis. No mostrando esa función somos llevados necesariamente a encontrar referencias sólo en lo que está efectivamente simbolizado bajo el término de realidad. Realidad existente de contexto social. Y parece desde allí que desconocemos otra dimensión en tanto, sin embargo, ella está introducida en nuestra experiencia, reintegrada en la experiencia humana, y especialmente por el freudismo como absolutamente esencial.Aquí toman su valor los hechos sobre los cuales me he apoyado muchas veces, aquello en lo cual. desemboca en el análisis toda intervención que tiende a la experiencia transferencial en relación a lo que se llama esta realidad  tan simple, esta realidad actual de la sesión analítica, como si esta realidad no fuera el artificio mismo, es decir, la condición en la cuál deben producirse por parte del sujeto todo lo que tenemos, sin duda, que retomar, pero ciertamente no reducir a ninguna realidad que sea inmediata. Y es porque muchas veces insistí bajo diferentes formas sobre el carácter común de lo que se produce cada vez que las intervenciones del analista, de una manera insistente en demasía, incluso demasiado brutal, pretenden probar en esta reactualización de una relación objetal considerada como típica en la realidad del análisis, lo que se produce como una constante de la cual debo decir que si tantas observaciones testimonian de ello, no parece que los analistas hayan hecho siempre la identificación. Sea lo que fuere el objeto aquí de nuestra crítica, la famosa observación que está en el boletin de los analistas belgas al cual me he referido una vez, me refiero de nuevo a él, en tanto encuentro allí una comprobación notable en uno de los articulos de Clover, precisamente aquel que está alrededor de lo que él mismo trata ya de plantear con la función de la perversión en relación con el sistema de la realidad del sujeto.No se puede otra cosa que estar golpeado por esto: en tanto la analista es mujer, yo apunté en esto la primera observación, ya que es ella la autora de esto, a propósito de los fantasmas del sujeto. Es decir fantasmas que el sujeto elabora de acostarse con ella. Ella le responde textualmente esto: usted tiene miedo de algo que sabe no llegará jamás. Tal es el estilo en el cual se presenta la intervención analitica marcando en esta ocasión algo que allí no tiene lugar de calificar, concerniente a las motivaciones personales del analista. Sin ninguna duda ellas están justificadas para el analista. Y la analista era una analista que ha sido controlada por alguien que es precisamente alguien a quien he hecho alusión en mi discurso de hoy, concerniente a la temática de la distancia. Está claro que sea quien fuere que represente tal intervenciónen relación a la analista, tratará en ello de justificarla en una justa aprehensión de la realidad, a saber de las relaciones de los objetos en presencia. Es cierto que la relación es decisiva y que es inmediatamente después que se desencadena lo que hace el objeto de la comunicación, a saber, este retoño (rejet), esta especie de rebatido (sur jet) brutal en el sujeto, en un sujeto que puede ser que no esté muy bien calificado desde el punto de vista diagnóstico, que nos pareció seguramente más próximo al esbozo de ilusión paranoide que verdaderamente una fobia. Este sujeto llega absolutamente avergonzado por una gran vergüenza de su……………., y hay acá toda una serie de temas cercanos a la.despersonalización a los cuales yo no les daría demasiada importancia. Lo que es cierto es que es una neoformación.,en principio es el objeto de la observación, ver a este sujeto librarse a lo que llamamos la perversión transitoria, es decir, precipitarse hacia el punto geográfico donde ha encontrado las circunstancias particularmente favorables a la observación a través de una abertura (fente)j de las personas, especialmente femeninas, en un cine, cuando ellas están satisfaciendo sus necesidades urinarias.Este elemento que hasta acá no había tenido ningún lugar en la síntomatología sólo nos parece interesante por la razón de que en la página 494 del International Journal, vol.14, article 9, de la perversión, formación y es decir el artículo de Glover sobre las funciones de la perversión, en presencia de un sujeto muy cercano del precedente en este sentido que Glover lo diagnostica más bien paranoide, pero que nosotros, inversamente, uniríamos de buen grado a una fobia. Glover, en razón de intervenciones sin ninguna duda análogas, realiza, produce una puesta en escena análoga a una explosión perversa transitoria y ocasional. No hay una diferencia esencial entre estos dos casos y es sobre lo cual yo he puesto el acento en el discurso sobre Ia función de la palabra y el campo del lenguaje, es la intervención de Ernest Kris relativa a su temor fóbico al plagio, que explica que él no es para nada un plagiario, mediante lo cual el otro se arroja fuera y demanda un plato de sesos frescos para la alegría del analista quien ve allí una reacción verdaderamente para su intervención, pero de la cual podemos decir que bajo una forma atenuada, esto representa la reacción, la reforma de la dimensión propia del sujeto, cada vez que la intervención trata de reducirla, de colapsarla, de comprimirla en una pura y simple reducción a los datos que llamamos objetivos, es decir, a los datos coherentes con los prejuicios del analista. Si uds. me permiten terminar con algo que introduce el lugar en el cual nosotros analistas debemos situarnos en esta relación al deseo: es algo que seguramente no puede ir, si no nos hacemos una cierta concepción coherente de lo que es justamente nuestra función en relación a las normas sociales estas normas sociales, si  hay una experiencia que debe enseñarnos cómo son de problemáticas, cuánto deben ser interrogadas cuánto su determiación se sitúa en otra parte que en su función de adaptación, parece que esto concierne al analista.Si en esta experiencia del sujeto lógico que es la nuestra, descubrimos esta dimensión siempre latente, pero también siempre presente, que se sostiene bajo toda relación intersubjetiva, y que se encuentra en una relación de interacción, de cambio con todo lo que de acá se cristaliza en la estructura social, debemos llegar poco después a la concepción siguiente. Es que llamaremos a algo cultura, no dependo de esta palabra, yo sostengo que allí incluso es poco fuerte; es que yo designo por esto cierta historria del sujeto en su relación al logos, de lo cual seguramente la instancia ha podido durante largo tiempo permanecer enmascarada en el corazón de la historia, donde es difícil no ver en la época en que vivimos es por esto que el freudismo existe, qué hiancia, qué distancia representa en relación a cierta inercia social. La relación de lo que sucede entre la cultura y la sociedad podemos provisoriamente definirla como algo que se expresaría bastante bien en una relación de entropía. En tanto algo se produce de lo que cura de la cultura en la sociedad que incluye siempre cierta función de desagregación, lo que se presenta en la sociedad como cultura, dicho de otra manera, por trasladar lo que sea a diversos títulos, encajada en cierto número de condiciones estables, también latentes, que son esta forma confesional, forma de locura; el Nan es lo loco, en lo que constituye el texto de la vida social más común y la más ordinaria. De suerte que podríamos decir que algo se instaura como un circuito que gira entre lo que podríamos llamar conformismo, o forma conformé socialmente, actividad llamada cultural —acá la expresión se vuelve excelente para definir todo lo que de la cultura se devuelve y se aliena en la sociedad—. Aquí, al nivel del sujeto lógico, la perversión en tanto ella representa por una serie de degradaciones, todo lo que en la conformización se presenta como protesta en la dimensión propiamente hablando del deseo, en tanto que es relación del sujeto a su ser; está aquí esta famosa sublimación de la cual comenzaremos quizá a hablar el año próximo, ya que en verdad seguramente la noción más extrema, la más justificada de todo aquello que estoy tratando de avanzar ante uds., la noción de sublimación, aportada por Freud. ¿Qué es esto en efecto? ¿Qué podría ser si nosotros con Freud pudiéramos definirla como una actividad sexual en tanto está desexualizada?. ¿Como podemos asimismo concebir —porque acá no se trata más del origen (source), ni de dirección de la tendencia, ni de objeto, se trata de la naturaleza misma de lo que llamamos en esta ocasión energía interesada……………………………donde él trata de abordar con sus preocupaciones críticas la noción de sublimación.Que es esta noción, si no podemos definirla como la forma misma en la cual se cuela (se coule) el deseo, ya que justamente lo que se les indicó es que ella puede vaciarse de la pulsión sexual en tanto tal, o más exactamente que la noción misma de pulsión lejos de confundirse con la sustancia de la relación sexual, es esta forma en que ella es juego del significante, que normalmente puede reducirse a este puro juego del significante. Es de esta manera como podemos definir la sublimación. Es este algo por el cual, como yo he escrito en alguna parte, pueden equivalerse el deseo y la letra. Sin embargo, aquí podemos ver (en punto también paradojal, que la perversión, es decir, bajo su forma más general, lo que en el ser humano resiste a toda normalización) producirse este discurso, esta aparente elaboración en vacío que llamaremos sublimación, que es algo que en su naturaleza, en sus productos es distinto de la normalización social que le es dada ulteriormente, estas dificultades que hay para adherir al término de sublimación la noción de valor social, son particularmente bien valoradas en este artículo de Glover del que les hablo. Sublimación como tal, es decir en el nivel del sujeto lógico, donde se despliega, o se instaura, donde se instituye todo este trabajo que es propiamente hablando el trabajo creador en el orden del logos. Y es acá que llega más o menos a insertarse, más o menos en el nivel social a encontrar su lugar, lo que llamamos actividad cultural, y todas las incidencias y los riesgos que ella comporta, hasta comprender allí las reformas, incluso el estalido de conformismos anteriormente instaurados.Es en el circuito cerrado que constituirían estos cuatro términos que podríamos, al menos provisoriamente, indicar algo, que debe para nosotros dejar en su plano propio, en su plano animador esto de lo cual se trata concerniente al deseo. Aquí desembocamos sobre el mismo problema, sobre el cual los he dejado el ultimo año a propósito del Congreso de Rayaumont. Este deseo del sujeto, en tanto que deseo de deseo, abre sobre el corte, sobre el ser puro, aquí manifestado bajo su forma de falta (manque). Este deseo del deseo del Otro ¿es al fin de cuentas aquel deseo que va a  afrontarse en el análisis, deseo del analista?. Es precisamente esto por lo cual es de tal manera necesario que mantengamos frente a nosotros esta dimensión sobre la función del deseo. El análisis no es una simple reconstitución del pasado, no es tampoco una reducción a normas preformadas, no es un épos, no es un éthos, si yo lo comparara con algo, es con un relato que sería tal que el relato mismo sea el lugar del reencuentro del que se trata en el relato. El problema del análisis es justamente el del deseo que el sujeto tiene para reencontrar, que es este deseo del Otro, nuestro deseo, este deseo que está presente sólo en lo que el sujeto supone que le demandamos, este deseo se encuentra en esta situación paradojal…………….¿Cómo puede esta situación ser sostenida?. Ella no puede ser seguramente sostenida sino por el mantenimiento de un artificio que es el de toda regla analítica. Pero el ultimo resorte de este artificio ¿es que no hay allí algo que nos permita agarrar donde puede en el análisis esta abertura sobre el corte que es aquella sin la cual no podemos pensar la situación de deseo?. Como siempre es seguramente a la vez la verdad más trivial y la verdad más escondida. Lo esencial en el análisis de esta situación en que nos encontramos, ser aquel que se ofrece como soporte para todas las demandas y que no responde a ninguna ¿es que es solamente en esta no respuesta que está bien lejos de ser una respuesta absoluta, que se encuentra el resorte de nuestra presencia? ¿Es que nosotros no debemos hacer una parte esencial, en esto que es inmanente a toda la situación misma en tanto nuestro deseo deba limitarse a este vacío, a este lugar que dejamos al deseo, para que se sitúe allí en el corte? En el corte que es sin duda el modo más eficáz de la intervención y de la interpretación analítica. Y es una de las cosas sobre las cuales deberíamos insistir más, en este corte que hacemos mecánico, que hacemos limitado a un tiempo prefabricado. Es uno de los métodos más eficaces de nuestra intervención, es también uno de los que debiéramos aplicar más. Pero en este corte hay algo, esta misma cosa que hemos aprendido a reconocer bajo la forma de este objeto fálico latente en toda relación de demanda, como significante del deseo.Me gustaria para poder terminar nuestra lección de este año, hacer, no se qué referencia de lo que inaugurará nuestras lecciónes del año próximo,bajo la forma de una prelección, concluir con una frase que yo les propondría en enigma, en lo que se verá si están mejor en el desciframiento de los lapsus burlescos de contraposiciónde letras (cobtrepéteríes) de lo que yo no he constatado eh el curso de experiencias hechas sobre personas que me visitaron. Un poeta, Desiré Viardt en una revista en Bruselas, hacia 51, 52, bajo el título de Fantomas, ha propuesto este pequeño enigma cerrado —vamos a verlo bajo un grito de asistencia que nos va a mostrar enseguida la llave— : «la mujer tiene en la piel un grano de fantasía», este grano de fantasía que es seguramente del que se trata finalmente en lo que modula y modela, las relaciones del sujeto con aquel a quien demanda cualquiera que sea, y sin duda esto no es más que en el horizonte hayamos encontrado el sujeto que contiene todo, la madre universal, y que podamos en la ocasión equivocarnos sobre esta relación del sujeto en torno a lo que le sería librado por los arquetipos analíticos. Pero es otra cosa de lo que se trata. Es de la abertura, de la hiancia sobre esto radicalmente nuevo que introduce el corte de la palabra (parole). Aquí no es solamente desde la mujer que vamos a desear (souhaiter) este grano de fantasía o este grano de poesía, es del análisis mismo.

Final del Seminario 6.