Sigmun Freud La sutileza de un acto fallido 1935

Sigmun Freud La sutileza de un acto fallido 1935

HALLÁBAME preparando un obsequio de cumpleaños para una amiga mía, una pequeña gema grabada que debía ser engarzada en un anillo. Estaba adherida al centro de una cartulina sobre la cual escribí las siguientes palabras: «Vale para el joyero L., por un anillo de oro a confeccionar… para la piedra adjunta, que lleva grabado un barco con velas y remos.» Donde en esta leyenda aparecen los puntos suspensivos, o sea, entre las palabras «confeccionar» y «para», había una palabra que me vi obligado a tachar por ser totalmente ajena al contexto. Era la pequeña palabra bis [«hasta» en alemán]. ¿Qué pudo haberme inducido a escribirla? Al releer esta breve inscripción advierto que contiene dos veces la palabra für [«para»] en rápida sucesión: «Vale para el joyero… para la piedra adjunta». Eso no quedaba bien y debía ser corregido. Luego se me ocurrió que al insertar el bis en lugar del für trataba de evitar esa torpeza estilística. Sin duda era así, pero en dicho intento aplicaba medios particularmente inadecuados a tal fin. La preposición bis no guardaba la menor relación con este contexto y no podía sustituir el inevitable für. ¿Por qué entonces elegí precisamente ese bis? Posiblemente, empero, la palabrita bis no fuese en modo alguno la conocida preposición limitativa de tiempo, sino algo totalmente distinto: es también, en efecto, la palabra latina bis («por segunda vez»), que con este mismo significado se conserva aún en francés. Ne bis in idem («No efectuar dos veces el mismo procedimiento»] es una máxima del Derecho romano, y ¡bis, bis! exclaman los franceses cuando desean que se repita una representación. He aquí, pues, la explicación de mi absurdo error de escritura. Antes del segundo für percibí la advertencia de no repetir la misma palabra, o sea, de poner alguna otra en su lugar. La casual identidad fonética entre la palabra foránea bis y la preposición alemana, que incluye la crítica de la fraseología original, me permitió entonces insertar el bis en lugar del für, como si se tratara de un error de escritura. Pero esta equivocación no logró su propósito al ser efectuada, sino sólo una vez que fue corregida. Tuve que volver a tachar el bis, y al hacerlo eliminé en cierto modo por mí mismo la repetición que me molestaba. He aquí, sin duda, una variante del mecanismo de un acto fallido que no deja de tener interés.

Me sentía muy satisfecho con esta solución, pero en los autoanálisis es particularmente grande el peligro de detenerse en algo incompleto. La conformidad con una explicación parcial es harto tentadora, pues la resistencia fácilmente puede retener tras aquélla algo que quizá sea mucho más importante. Así, cuando le narré este pequeño análisis a mi hija, ella encontró al punto su continuación: «Pero si tú ya le regalaste antes a esa persona una gema semejante para un anillo. Probablemente sea ésa la repetición que quieres evitar. A nadie le gusta hacer siempre el mismo regalo.» Esta argumentación me convenció, y advertí que se trata evidentemente de una objeción contra la repetición del mismo regalo y no de la misma palabra. Esto último no era más que un desplazamiento a algo insignificante, con el objeto de apartarme de algo más importante. Una dificultad estética quizá en lugar de un conflicto instintual.

En efecto, es fácil descubrir la siguiente continuación. Busco un motivo para no regalar esa piedra, y el motivo se me presenta en la reflexión de que ya he regalado una vez lo mismo, o algo muy parecido. ¿Por qué debe ocultarse y disfrazarse esta objeción? No tardo en advertir el motivo: es que ni siquiera quiero regalar esta piedra; a mí mismo me gusta demasiado. La explicación de este acto fallido no ha ofrecido grandes dificultades. Pronto se me ocurre también una reflexión consoladora: las reservas de esta especie sólo aumentan el valor de un regalo. ¿Qué regalo sería aquel que no nos diese o procurase un poco de pena dar? Con todo, esto me permitió comprender una vez más cuán complicados pueden ser los procesos psíquicos más insignificantes y simples en apariencia. Me equivoqué al anotar algo; puse un bis donde sólo cabía un für; lo advertí y lo corregí; un pequeño error -en realidad sólo el intento de un error- y, sin embargo, cuántas condiciones previas, cuántos determinantes dinámicos. Es cierto también que nada de esto habría sucedido si el material no hubiese sido particularmente favorable para su ocurrencia.